Crónica de JuanCar
No suele ser lo habitual, pero
debido a que muchos de nosotros teníamos diferentes posibilidades a la hora de
elegir día para la ruta semanal, decidimos que lo mejor, para que todos
pudiéramos salir era hacer una doble convocatoria. De esa manera, aquellos que
no podían salir el domingo lo harían el sábado y viceversa, aunque alguno hubo
que hizo doblete.
Por tanto, decidimos elegir dos
rutas bien diferentes para que además hubiera para todos los gustos. El sábado,
y ya que Pablo no podía salir el domingo, y puesto que tenía una espinita
clavada con una ruta por el sureste y alguno de nosotros tenía que estar pronto
en casa, decidimos que podíamos repetirla para que Pablo se sacara esa espinita
y no nos retrasáramos mucho. Para el domingo, ya que había muchos que la ruta
del sábado no les venía bien ni por hora ni por lugar ni distancia, decidimos
hacer algo cerquita, picantón y a gusto de las peticiones que se hacían por
whatsapp y en el foro: senderos de El Pardo, un lugar al que no solemos ir, y
que había curiosidad por conocer.
Así pues, el sábado, a las 8:15
de la mañana nos presentamos en Los Maños, Jesús, Pablo, Aitor y un servidor
con la intención primera de, junto con Nacho, que nos esperaba en Moratalaz,
hacer una ruta circular de no más de 60 km que incluyera, eso sí, la subida a
los Cortados de Rivas por su lado más complicado.
A las 8:30 estábamos ya junto con
Nacho admirando su nueva bici: una flamante Mondraker Factor de doble
suspensión y ruedas de 29 pulgadas en color negro y rojo: una preciosidad que
nos dejó a todos maravillados. Como maravillados nos dejó cómo marcha Nacho con
ella.
Sin entretenernos mucho, y ya
completado el grupete que íbamos a salir desde Vicálvaro, ya que alguno más se
nos uniría más adelante, enfilamos a toda velocidad por el carril bici,
tratando de pisar el mínimo asfalto posible, hacia el parque lineal del
Manzanares. En menos de un periquete, y a un ritmo muy, muy vivo que iba
marcando Jesús, nos presentamos en el carril bici que va paralelo a la ribera
del río Manzanares después de pasar el parque lineal y que lleva directamente a
las pistas de servicio del AVE.
No paramos en ningún momento, y
aunque en ese momento el viento no era demasiado fuerte, afortunadamente nos
daba más bien de costado derecho-detrás, con lo que la velocidad que estábamos
alcanzando era bastante rápida.
Sin casi darnos cuenta, habíamos
cruzado el puente sobre la vía del AVE, para tras pasar una zona un tanto
embarrada, llegamos al cruce de la pista con la carretera (si es que se le
puede llamar así), de la Cañada Real Galiana. En este punto debíamos tomar la
primera decisión del día: o bien íbamos de frente con la posibilidad más que
factible de encontrarnos barro y aguas estancadas antes de llegar al desvío de
Protección Civil, o bien tirábamos por la carretera de la Cañada para que,
atravesando la zona de la vaquería, llegar hasta el cruce con el carril bici de
San Martín de la Vega. Obviamente, para evitar acabar hechos unos zorros y
hasta arriba de barro pestoso, tomamos la segunda opción.
El ritmo seguía muy, muy vivo y
en muy pocos minutos estábamos ya en el punto en el que teníamos que decidir si
ir por la pista a la izquierda hacia casa Eulogio, o bien seguir de frente
siguiendo el carril bici de San Martín de la Vega. Aquí la decisión era
bastante importante: si íbamos hacia Casa Eulogio, la ruta iba a tener un total
de 56-60 km, mientras que ir hacia el carril bici suponía el reto de hacer más
de 70 km. Además, habíamos quedado con Rubén en encontrarnos en Protección
Civil, por lo que tras mirar la hora, que por cierto era muy temprana, y
decidir que como buenos mashotes tirábamos a hacer la de 70 km, llamamos a
Rubén para que nos esperara en la Presa del Rey en vez de en Protección Civil.
Mi cuentakilómetros marcaba una
velocidad media en movimiento de 22 km/h…una burrada, teniendo en cuenta que la
ruta era larga y al final bastante dura, pero el ritmo que marcaba Jesús y que
seguí Nacho con su 29, sin perder de vista a Pablo, hacía que Aitor y yo nos
dejáramos llevar y fuéramos dándolo todo.
Subir La Marañosa fue cuestión de
unos pocos minutos. Iniciamos la subida con Jesús en cabeza que fue poco a poco
poniendo terreno por medio. Detrás, Nacho y Aitor a escasos metros de Pablo y
de mí. Pablo, a su ritmo, empezó a marcharse dejándonos atrás a Nacho, Aitor y
yo. Al poco Nacho, y yo a su rueda, dejamos un poco atrás a Aitor, y al cabo de
pocos metros habíamos alcanzado a Pablo que no había bajado su ritmo, pero que
tampoco hizo mucho por seguirnos (iba economizando energía). Cuando faltaba un
solo repecho, Jesús se paró a esperarnos a todos, lo que Nacho aprovechó para
marcar un ritmo infernal, conmigo a rueda y sin posibilidad ni siquiera de
tratar de adelantarle, que nos llevó a la cima de La Marañosa a 30km/h ¡¡subiendo!!.
Coronar no fue sinónimo de parar,
y sin ni siquiera detenernos a tomar aliento, empezamos a descender La
Marañosa. Nacho, Pablo y Jesús delante marcando una velocidad de vértigo, y
Aitor y yo detrás, rápido, pero sin intención de tratar de llegar a rueda de
ellos. En definitiva, una subida y bajada a La Marañosa como jamás he hecho
encima de una bici…a toda castaña, pero de verdad.
Tras girar en la glorieta de
Gózquez de Abajo, decidimos que lo más sensato para volver hacia Rivas era no
utilizar la pista que va paralela a la acequia de riego del Jarama, sino coger
al carretera para evitar los riesgos de pinchazos por los malditos abrojos que
se acumulan en esa zona.
Fue girar aproximadamente 180
grados para coger la carretera cuando ya empezamos a notar los efectos del
viento en contra. Casi 40 kilómetros en las piernas, a toda velocidad, 30
kilómetros por hacer con los cortados de por medio, y para rematar, viento en
contra…todo un lujo, vamos.
En estas condiciones, y ya con un
ritmo más lento debido al viento de cara, nos presentamos en la Presa del Rey,
donde nos estaba esperando ya Rubén. Aprovechamos el encuentro para comer,
charlar y bromear, y una vez bien comidos y bien bromeados, retomamos el camino
rumbo al derrumbe, y con un componente más en nuestras filas.
Una vez pasado el derrumbe, y
siguiendo con el viento en contra, llegamos bastante ligeros a la zona de Casa
Eulogio y las barreras, para una vez atravesado el puente sobre el Manzanares,
enfilar la pista de Protección Civil rumbo a Rivas y encontrarnos, con 50
kilómetros en las piernas con nuestros amigos los Cortados o Cantiles.
Menos mal que el cansancio que se
empezaba a acumular en las piernas se veía un poco mitigado por el humor de
nuestro amigo Rubén. Y es que en muchas ocasiones la conversación hace que las
piernas se te olviden.
Y en menos de nada estábamos ya
en los cortados. Todos ya con las piernas doloridas subimos la primera rampa
haciendo uso del senderito lateral de al lado de la entrada a la laguna del
Campillo. La primera rampa es quizá la que menos desnivel tiene, pero es la más
larga de todas y la que, como no te lo tomes con tranquilidad, acaba con tus
reservas y tu paciencia. La rampa termina en un mirador sobre la Laguna del
Campillo, un sitio, que cuando lo ves por primera vez dices exactamente lo
mismo que dijo Aitor: “parece mentira que esto esté al lado de casa”.
La primera rampa desemboca en
este primer pequeño llano del mirador, que a su vez es el inicio de la segunda
de las rampas, la más corta y con más o menos el mismo desnivel que la primera.
Esta segunda rampa termina en una engañosa bajada que gira radicalmente a
derechas para, enseguida, enfilar la tercera de las rampas. Esta ya tiene un
desnivel considerable y aunque no demasiado larga, te prepara los cuádriceps
para la cuarta y última, un rampón, que visto de lejos acojona, y que una vez
en harina te machaca si es que no lo han hecho las tres anteriores. El desnivel
en el punto máximo es cercano al 20% y con piedras sueltas y regueros…vamos,
una delicia.
Una vez superadas las cuatro
rampas, lo difícil está hecho, aunque las fuerza están ya bastante escasas.
Terminar de subir los rampones no es terminar con los cortados.
Afortunadamente, en las rampas, el viento nos entraba de costado, pero una vez
giramos casi 90 grados a izquierdas, el viento se tornó de cara de nuevo, y
justo en la zona que a mi menso me gusta: la zona de continuos sube-baja que
acaba por destrozarte del todo.
Tras pasar por la zona de
sube-bajas, tomamos el sendero de la finca de El Piul que nos lleva a la
mismísima valla de la urbanización que rodea el alto del telégrafo de Rivas.
De ahí a la glorieta del Cristo
de Rivas suele ser un camino muy agradecido, ya que es cuesta abajo, pero el
sábado no fue así, el viento de cara nos hacía dar pedales incluso bajando, no
dejando que recuperáramos nuestras maltrechas fuerzas. 60 kilómetros ya en las
piernas cuando Rubén nos dejó para tomar camino hacia Velilla de San Antonio
bajando el puertecillo del Cristo de Rivas y cuando nos quedaban aún 10 kilómetros
para acabar la ruta.
Lo malo de esta parte final no
fue sólo el viento de cara que nos martirizó, sino que no hay más remedio que
hacerlo por carretera…¡¡y ya se sabe lo mucho que odiamos la carretera la gente
de la MTB!!.
Con más pena que gloria completamos los kilómetros
que nos quedaban. Poco antes de llegar a Los Maños, nos despedimos de Nacho,
que con las fuerzas al límite tenía que seguir rumbo a Moratalaz. Nosotros, a
las 13:15 en punto, nos despedíamos en la puerta de Los Maños, pensando alguno
de nosotros en la posibilidad de ir a la siguiente ruta poco menos de 24 horas
después.
En definitiva. Una ruta de esas
que no te dejan indiferente, y aunque te pegas un palizón, acabas muy
satisfecho…y además muy cerquita de casa.
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