sábado, 2 de febrero de 2013

Palizon por el Sureste

Crónica de JuanCar
No suele ser lo habitual, pero debido a que muchos de nosotros teníamos diferentes posibilidades a la hora de elegir día para la ruta semanal, decidimos que lo mejor, para que todos pudiéramos salir era hacer una doble convocatoria. De esa manera, aquellos que no podían salir el domingo lo harían el sábado y viceversa, aunque alguno hubo que hizo doblete.
Por tanto, decidimos elegir dos rutas bien diferentes para que además hubiera para todos los gustos. El sábado, y ya que Pablo no podía salir el domingo, y puesto que tenía una espinita clavada con una ruta por el sureste y alguno de nosotros tenía que estar pronto en casa, decidimos que podíamos repetirla para que Pablo se sacara esa espinita y no nos retrasáramos mucho. Para el domingo, ya que había muchos que la ruta del sábado no les venía bien ni por hora ni por lugar ni distancia, decidimos hacer algo cerquita, picantón y a gusto de las peticiones que se hacían por whatsapp y en el foro: senderos de El Pardo, un lugar al que no solemos ir, y que había curiosidad por conocer.
Así pues, el sábado, a las 8:15 de la mañana nos presentamos en Los Maños, Jesús, Pablo, Aitor y un servidor con la intención primera de, junto con Nacho, que nos esperaba en Moratalaz, hacer una ruta circular de no más de 60 km que incluyera, eso sí, la subida a los Cortados de Rivas por su lado más complicado.
A las 8:30 estábamos ya junto con Nacho admirando su nueva bici: una flamante Mondraker Factor de doble suspensión y ruedas de 29 pulgadas en color negro y rojo: una preciosidad que nos dejó a todos maravillados. Como maravillados nos dejó cómo marcha Nacho con ella.
Sin entretenernos mucho, y ya completado el grupete que íbamos a salir desde Vicálvaro, ya que alguno más se nos uniría más adelante, enfilamos a toda velocidad por el carril bici, tratando de pisar el mínimo asfalto posible, hacia el parque lineal del Manzanares. En menos de un periquete, y a un ritmo muy, muy vivo que iba marcando Jesús, nos presentamos en el carril bici que va paralelo a la ribera del río Manzanares después de pasar el parque lineal y que lleva directamente a las pistas de servicio del AVE.
No paramos en ningún momento, y aunque en ese momento el viento no era demasiado fuerte, afortunadamente nos daba más bien de costado derecho-detrás, con lo que la velocidad que estábamos alcanzando era bastante rápida.
Sin casi darnos cuenta, habíamos cruzado el puente sobre la vía del AVE, para tras pasar una zona un tanto embarrada, llegamos al cruce de la pista con la carretera (si es que se le puede llamar así), de la Cañada Real Galiana. En este punto debíamos tomar la primera decisión del día: o bien íbamos de frente con la posibilidad más que factible de encontrarnos barro y aguas estancadas antes de llegar al desvío de Protección Civil, o bien tirábamos por la carretera de la Cañada para que, atravesando la zona de la vaquería, llegar hasta el cruce con el carril bici de San Martín de la Vega. Obviamente, para evitar acabar hechos unos zorros y hasta arriba de barro pestoso, tomamos la segunda opción.
El ritmo seguía muy, muy vivo y en muy pocos minutos estábamos ya en el punto en el que teníamos que decidir si ir por la pista a la izquierda hacia casa Eulogio, o bien seguir de frente siguiendo el carril bici de San Martín de la Vega. Aquí la decisión era bastante importante: si íbamos hacia Casa Eulogio, la ruta iba a tener un total de 56-60 km, mientras que ir hacia el carril bici suponía el reto de hacer más de 70 km. Además, habíamos quedado con Rubén en encontrarnos en Protección Civil, por lo que tras mirar la hora, que por cierto era muy temprana, y decidir que como buenos mashotes tirábamos a hacer la de 70 km, llamamos a Rubén para que nos esperara en la Presa del Rey en vez de en Protección Civil.
Mi cuentakilómetros marcaba una velocidad media en movimiento de 22 km/h…una burrada, teniendo en cuenta que la ruta era larga y al final bastante dura, pero el ritmo que marcaba Jesús y que seguí Nacho con su 29, sin perder de vista a Pablo, hacía que Aitor y yo nos dejáramos llevar y fuéramos dándolo todo.
Subir La Marañosa fue cuestión de unos pocos minutos. Iniciamos la subida con Jesús en cabeza que fue poco a poco poniendo terreno por medio. Detrás, Nacho y Aitor a escasos metros de Pablo y de mí. Pablo, a su ritmo, empezó a marcharse dejándonos atrás a Nacho, Aitor y yo. Al poco Nacho, y yo a su rueda, dejamos un poco atrás a Aitor, y al cabo de pocos metros habíamos alcanzado a Pablo que no había bajado su ritmo, pero que tampoco hizo mucho por seguirnos (iba economizando energía). Cuando faltaba un solo repecho, Jesús se paró a esperarnos a todos, lo que Nacho aprovechó para marcar un ritmo infernal, conmigo a rueda y sin posibilidad ni siquiera de tratar de adelantarle, que nos llevó a la cima de La Marañosa a 30km/h ¡¡subiendo!!.
Coronar no fue sinónimo de parar, y sin ni siquiera detenernos a tomar aliento, empezamos a descender La Marañosa. Nacho, Pablo y Jesús delante marcando una velocidad de vértigo, y Aitor y yo detrás, rápido, pero sin intención de tratar de llegar a rueda de ellos. En definitiva, una subida y bajada a La Marañosa como jamás he hecho encima de una bici…a toda castaña, pero de verdad.
Tras girar en la glorieta de Gózquez de Abajo, decidimos que lo más sensato para volver hacia Rivas era no utilizar la pista que va paralela a la acequia de riego del Jarama, sino coger al carretera para evitar los riesgos de pinchazos por los malditos abrojos que se acumulan en esa zona.
Fue girar aproximadamente 180 grados para coger la carretera cuando ya empezamos a notar los efectos del viento en contra. Casi 40 kilómetros en las piernas, a toda velocidad, 30 kilómetros por hacer con los cortados de por medio, y para rematar, viento en contra…todo un lujo, vamos.
En estas condiciones, y ya con un ritmo más lento debido al viento de cara, nos presentamos en la Presa del Rey, donde nos estaba esperando ya Rubén. Aprovechamos el encuentro para comer, charlar y bromear, y una vez bien comidos y bien bromeados, retomamos el camino rumbo al derrumbe, y con un componente más en nuestras filas.
Una vez pasado el derrumbe, y siguiendo con el viento en contra, llegamos bastante ligeros a la zona de Casa Eulogio y las barreras, para una vez atravesado el puente sobre el Manzanares, enfilar la pista de Protección Civil rumbo a Rivas y encontrarnos, con 50 kilómetros en las piernas con nuestros amigos los Cortados o Cantiles.
Menos mal que el cansancio que se empezaba a acumular en las piernas se veía un poco mitigado por el humor de nuestro amigo Rubén. Y es que en muchas ocasiones la conversación hace que las piernas se te olviden.
Y en menos de nada estábamos ya en los cortados. Todos ya con las piernas doloridas subimos la primera rampa haciendo uso del senderito lateral de al lado de la entrada a la laguna del Campillo. La primera rampa es quizá la que menos desnivel tiene, pero es la más larga de todas y la que, como no te lo tomes con tranquilidad, acaba con tus reservas y tu paciencia. La rampa termina en un mirador sobre la Laguna del Campillo, un sitio, que cuando lo ves por primera vez dices exactamente lo mismo que dijo Aitor: “parece mentira que esto esté al lado de casa”.
La primera rampa desemboca en este primer pequeño llano del mirador, que a su vez es el inicio de la segunda de las rampas, la más corta y con más o menos el mismo desnivel que la primera. Esta segunda rampa termina en una engañosa bajada que gira radicalmente a derechas para, enseguida, enfilar la tercera de las rampas. Esta ya tiene un desnivel considerable y aunque no demasiado larga, te prepara los cuádriceps para la cuarta y última, un rampón, que visto de lejos acojona, y que una vez en harina te machaca si es que no lo han hecho las tres anteriores. El desnivel en el punto máximo es cercano al 20% y con piedras sueltas y regueros…vamos, una delicia.
Una vez superadas las cuatro rampas, lo difícil está hecho, aunque las fuerza están ya bastante escasas. Terminar de subir los rampones no es terminar con los cortados. Afortunadamente, en las rampas, el viento nos entraba de costado, pero una vez giramos casi 90 grados a izquierdas, el viento se tornó de cara de nuevo, y justo en la zona que a mi menso me gusta: la zona de continuos sube-baja que acaba por destrozarte del todo.
Tras pasar por la zona de sube-bajas, tomamos el sendero de la finca de El Piul que nos lleva a la mismísima valla de la urbanización que rodea el alto del telégrafo de Rivas.
De ahí a la glorieta del Cristo de Rivas suele ser un camino muy agradecido, ya que es cuesta abajo, pero el sábado no fue así, el viento de cara nos hacía dar pedales incluso bajando, no dejando que recuperáramos nuestras maltrechas fuerzas. 60 kilómetros ya en las piernas cuando Rubén nos dejó para tomar camino hacia Velilla de San Antonio bajando el puertecillo del Cristo de Rivas y cuando nos quedaban aún 10 kilómetros para acabar la ruta.
Lo malo de esta parte final no fue sólo el viento de cara que nos martirizó, sino que no hay más remedio que hacerlo por carretera…¡¡y ya se sabe lo mucho que odiamos la carretera la gente de la MTB!!.
Con más  pena que gloria completamos los kilómetros que nos quedaban. Poco antes de llegar a Los Maños, nos despedimos de Nacho, que con las fuerzas al límite tenía que seguir rumbo a Moratalaz. Nosotros, a las 13:15 en punto, nos despedíamos en la puerta de Los Maños, pensando alguno de nosotros en la posibilidad de ir a la siguiente ruta poco menos de 24 horas después.
En definitiva. Una ruta de esas que no te dejan indiferente, y aunque te pegas un palizón, acabas muy satisfecho…y además muy cerquita de casa.

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