sábado, 26 de enero de 2013

Cuerda de la Parada

Crónica de JuanCar
No he encontrado en ningún sitio el porqué del nombre de “Cuerda de la Parada”. Quizá sea una denominación local para la pista que circula por la parte alta de los cerros situados al este del pantano de San Juan…quizá sea eso. O quizá sea que el que ose a subir hasta allí necesitará una cuerda para que tiren de él y no quedarse parado…quien sabe.
El caso es que últimamente decidimos la ruta con apenas 48 horas de antelación al día de su realización, y todo debido al estado del tiempo. La página de Maldonado es con toda seguridad, la página más visitada por los miembros de éste grupo. Ver la evolución de la meteorología, la velocidad del viento, la posibilidad de lluvia, etc, se han convertido para muchos en una de las primeras y últimas actividades del día.
Los días iban pasando, y claramente el día mejor del fin de semana para embarcarnos en una ruta era el sábado. Lo decía claramente el tiempo.es, sábado=sol, domingo= lluvia. Así pues, decidimos que lo más apropiado era cambiar nuestro día habitual. Otra cosa era la ruta. Como de costumbre últimamente, en un principio barajamos dos o tres posibilidades, y una vez nos decidimos por una zona, empezamos a valorar variaciones que se acomoden lo máximo posible a todos los integrantes del grupo y que sean más o menos asequibles.
Así, a última hora del viernes, teníamos una ruta digamos “base” y dos posibles variantes en función del estado de las fuerzas y de la prisa que tuviéramos que darnos en volver al punto de inicio. ¡Y menos mal que contábamos con esas variaciones!.
La hora de inicio de la ruta, la de siempre: 8:45 para salir dando pedales a las 9:00. Y así fue, justo a las 8:45 llegábamos los vicalvareños al punto de quedada en el aparcamiento del Restaurante “El Puerto” en el km.48 de la M-501, a escasos dos kilómetros de la localidad de Pelayos de la Presa. Durante toda la semana parecía que esta vez la asistencia iba a ser menor que otras veces, que superaríamos escasamente los 10 participantes. Pero no, las nieves de los últimos días en la sierra, atrajeron a compañeros de otros grupos que habían cancelado sus rutas por la sierra. Incluso contamos con la asistencia de una nueva compañera: Noelia. Eso sí, para esta ruta echamos de menos a nuestros amigos los bandoleros; probablemente por ser sábado, ninguno de ellos se acercó a compartir la mañana con nosotros.
La asistencia final acabó por ser nuevamente bastante numerosa: 19 asistentes a una ruta convocada con poco más de 48 horas de antelación…Así pues, a las 9:00 de la mañana estábamos prestos para salir los siguientes amigos/as: Javi (Marek), Roberto, Pablo, Aitor (aitor c.g.), Jesús (Terminal), Nacho (Gorcam), Roberto (Murga), Jose Manuel (Frailman), Rai (Pawnee Gray), David, Juan Carlos (Charlie), Pachi, Noelia, Jesús (Agila), Javi (Jablan), Alberto (Peke), Efrén (Diabolik), Raúl y yo (JuanCar).
A las 9:09 nos pusimos en marcha, saliendo a la carretera para subir escasamente 300 ó 400 metros para enlazar con la pista donde empieza el ascenso a la cuerda de la Parada. Como todas las variantes que llevábamos tenían el mismo inicio, no había que decidir qué camino tomábamos. Desde ese punto nos esperaban 12 kilómetros de ascensión prácticamente continua que nos haría superar los poco más de 600 metros de desnivel entre el punto más bajo y el más alto de la ruta.
Ya al principio de la ascensión un cartel que anunciaba “Firme en mal estado”, junto con la pista pavimentada de hormigón, nos hizo temer a más de uno que la subida no iba a ser precisamente fácil.
Los 12 kilómetros de ascensión son bastante machacones. Las rampas del 12-14% de los primeros kilómetros hizo bastante mella en las piernas de alguno de los compañeros, aunque como siempre, a los que iban en cabeza no parecían afectarles en absoluto. En mi caso, me propuse hacer caso a mi cardiólogo y a mi intuición, y aunque no subí cómodo en ningún momento ya que me sentía todo el rato fuera de punto, no sufrí demasiado. Rampa tras rampa íbamos negociando la subida incluso avistando algún que otro ciervo joven que acertó a cruzar la pista en el momento más oportuno.
Cada cierto tiempo íbamos agrupándonos para que el rosario de compañeros no acabara por sembrar todo el monte. Las reagrupaciones, como siempre, se producían en las intersecciones con otras pistas o en algún claro del monte.
Eso sí, las vistas espectaculares. A medida que ascendíamos, el paisaje nos regalaba unas vistas espectaculares tanto de la sierra de Gredos como de las proximidades de Robledo de Chavela, y del valle del que más al oeste se sitúa el pantano de San Juan (que no vimos en toda la ruta). La sierra está fantástica, la acumulación de nieve de los últimos días la ha dejado de postal, aunque curiosamente, el macizo central en su parte madrileña está bastante más nevado que el macizo de Gredos teniendo éste cotas más altas.
Aproximadamente en el kilómetro 7 de la subida, debíamos pensar en si hacer la variante que nos llevaría a las antenas de televisión, o seguir por la pista hacia delante para acortar 5 km a la ruta. La decisión final fue acortar esos 5 km y no llegar hasta las antenas, ya que el ritmo no era demasiado vivo y añadir 5 km más con cerca de 100 metros de acumulado sólo haría que llegáramos demasiado tarde a los coches.
Un kilómetro más adelante, Roberto, aquejado de unos molestos calambres en su muslo derecho, decidió que lo mejor era darse la vuelta. Intentamos convencerle de que lo mejor era ir descansando, bebiendo, comiendo e ir tomando geles y alimentos dulces y tirar para adelante, pero él, casi como premonición de lo que nos iba a suceder más adelante, decidió que no, que se daba la vuelta y que además lo hacía solo. Nos esperaría sin ningún problema en el aparcamiento hasta que nosotros completáramos la ruta.
Por tanto, con Roberto de vuelta, los 18 restantes continuamos pedaleando por un falso llano por lo alto de lo que yo creo que es realmente la cuerda de la parada para en el transcurso de unos pocos kilómetros más, alcanzáramos la cota más alta de la mañana superando con creces los 1000 metros de altura. El último kilómetro, por lo menos a mí, se me hizo eterno. Mi GPS marcaba un 17-18% de desnivel después de 11 kilómetros de ascensión y mis piernas ya empezaban a decir que no querían pedalear.
Afortunadamente, y sin más problemas, nos reagrupamos en lo alto y continuamos la ruta. Así, como todo lo que sube, baja, desde el punto más alto solo queda una: bajar. La primera bajada es por pista, muy rápida y fácil, agradeciéndose la velocidad y el descanso después del largo rato de subida. Enseguida, y pillándonos por sorpresa, el track se desvía bruscamente a la izquierda y toma una corta parte de un cortafuegos de subida que, inmediatamente continúa con una bajada vertiginosa y con una pendiente endiablada. Dicha bajada se divide en dos tramos, uno largo y recto con una pendiente negativa de más o menos un 21% que acaba en una curva muy peligrosa a derechas que solo tiene un par de pasos ya que el ancho del cortafuegos se ve atravesado por una especie de surco que supongo está hecho para aliviar las aguas de bajada. Tras esta curva, el cortafuegos se inclina aún más y en un giro casi continuo a izquierdas, termina casi en la cuneta de la carretera hacia Robledo de Chavela.
Fue aquí, justo en la primera subida del cortafuegos donde sucedió el segundo incidente del día. Nacho rompió el cambio trasero de forma tal que era imposible cualquier reparación. En realidad la única reparación posible era quitar el cambio, acortar la cadena y dejar la bici en single speed. La opción de single speed no parecía poner muy contento a Nacho, así pues, y gracias a que Roberto decidió volverse al aparcamiento, teníamos equipo de rescate que evitaba que Nacho se pegara la pateada del día. No en vano estábamos en el punto de la ruta más alejado del inicio. Y aún más, la fortuna quiso que además el rescate se produjera en unas condiciones inmejorables: justo al lado de la carretera.
Así pues, mientras Roberto venía al rescate de Nacho decidimos que lo mejor era comer y esperar. Roberto llegó enseguida, y tras hacer la foto de grupo completa (ya que Roberto estaba allí con nosotros), continuamos nuestra marcha mientras nuestros dos compañeros cargaban la bici y volvían al punto de inicio a esperarnos para la opcional.
Desde el punto de la rotura de cambio de Nacho ya era todo casi bajar, aunque el terreno por aquella zona nunca es sólo de bajada. Es cierto que los tramos de bajada superan a los de subida, pero los cerca de diez toboganes hacen que las piernas, ya relajadas por la bajada, se duelan del esfuerzo por castigarlas de nuevo a subir; poco, pero subir.
La cantidad de tiempo parados y la premura por llegar al aparcamiento nos hizo tomar la decisión de optar por la segunda variante del día: en vez de volver por las cercanías del pantano de San Juan, volvimos por la pista más directa posible que nos condujera a la pista asfaltada inicial.
Justo cuando la bajada desemboca en el hormigón, alguno de los compañeros, capitaneados por el diabólico Efren y seguido a continuación por Frailman, Rai y alguno más (no sé realmente quién fue), decidieron atajar por un sendero que salía desde la pista principal. Los demás decidimos tomarnos la revancha con la pista que nos castigó a base de bien a primera hora de la mañana.
En la bajada por pista iba yo en cabeza. Justo cuando faltaban escasos 200 metros para acabar la bajada, tres ciervos jovencitos salieron corriendo desde el bosque a mi izquierda. La imagen fue significativa. Los tres ciervos venían desbocados huyendo de quien vi unos metros después: Efrén bajando a toda pastilla por el sendero. Los tres ciervos, al verme en su trayectoria se frenaron en seco, giraron a su derecha y cruzaron la pista justo por delante de la rueda de Peke que a buen seguro los tuvo muy, muy cerca. Éstas son las cosas que pasan en el monte cuando dejas a los diablos campar a sus anchas…
Una vez terminada la pista, y tratando de evitar la carretera, que a esas horas venía cargada de coches, tomamos un pequeño camino muy cerca de su arcén. El caminito en cuestión nos dejó justo en la puerta del Restaurante “El Puerto”, y por tanto en los coches.
Tras cambiarnos, guardar las bicis y despedir a los compañeros que tenían prisa, nos metimos de patitas en el restaurante para dar buena cuenta de una cervecita bien fresquita y unos platitos de patatas revolconas con unos poquitos torreznos, al calorcito del sol de la terraza y que no nos abandonó en toda la mañana.
En definitiva, una ruta con su punto de incidencia y fortuna a partes iguales, con una luz fantástica y unos paisajes muy bonitos, y sobre todo con la gratísima compañía de un montón de amigos que nos acompañan.
                                                                          Fotos de Jesus

                                                                        Fotos de Frailman

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