lunes, 7 de enero de 2013

Hasta Alpedrete de la Sierra por las pistas del Canal

Crónica de JuanCar                 

Habíamos pensado que para la primera ruta del año nada más adecuado que una ruta sencilla, con una cantidad justa de kilómetros, sin ningún tipo de dificultad técnica y con la única dificultad física que la del lastre de los polvorones ingeridos en los sube-baja de las pistas del Canal de Isabel II. Además, como hacía tiempo que no íbamos por la zona de Patones (yo en concreto  no había estado nunca en bici), se decidió ir a rodar por esa zona.
Así pues, y tras la festividad de Reyes, decidimos que lo más apropiado sería cambiar la ruta de nuestro día habitual, el domingo, al lunes, aprovechando que es festivo y así, los que tenemos peques podríamos asistir sin ningún problema. Con esta premisa, a las 9:00 de la mañana del lunes 7 de enero de 2013, nos presentamos en el aparcamiento del Pontón de la Oliva 16 amiguetes todos dispuestos a pasar una muy buena mañana. Para que no se olvide ninguno, los asistentes fuimos: Javi (Marek), Jesús (Terminal), Nacho (Gorcam), Pachi, Pablo, Ángel (Arrojo), Javi (Javi_Apf), Javi (Javichu), Javi (Jablan), Jesús (Agila), Rodrigo (Glabre), Alberto (Peke), Jose (El_Negro), Paco (Amigo de Peke), Fernando (Ciclo) y yo, JuanCar.
La primera sensación nada más bajar del coche fue bastante terrible: hacía un frío brutal. Parece ser que los termómetros de los coches marcaban 5 grados bajo cero, y el aspecto del campo era de invierno cerrado e intenso. La escarcha parecía nieve, y la intensa niebla hacía que no se viera 50 metros más allá. Así que, es estas condiciones, nos pertrechamos con toda la ropa de abrigo que llevábamos e incluso así, más de uno pasó una mañana de perros con el frío tan intenso que hacía.
En un primer momento parecía que la niebla nos iba a dar una tregua, el sol se asomaba tímidamente entre las nubes en el amanecer y justo a nuestra altura, a esa hora tan temprana, el cielo se veía despejado. Eso sí, en menos de media hora el sol se escondió entre las nubes que bajaron precipitadamente hasta el suelo, y la niebla cayó sobre nosotros sin darnos la mínima tregua en toda la mañana.
A las 9:10 salimos en fila de a uno del aparcamiento. Quien más y quien menos llevaba algo congelado. Algunos se quejaban, con razón, de que el cambio no les respondía porque los cables estaban congelados, otros que las manos las llevaban totalmente congeladas, y la mayoría que los pies eran como témpanos de hielo. En estas condiciones recorrimos la distancia que va desde el aparcamiento del Pontón hasta Patones (de Abajo) pedaleando por encima de la mismísima conducción del Canal con la única dificultad técnica que la de ir sorteando los diferentes registros, y saltando el par de vallas que hay instaladas en un par de casetas de registro del Canal.
En un santiamén habíamos recorrido ya los escasos 4 kilómetros que nos separaban de Patones y tras una pequeña reagrupación enfilamos la primera dificultad del día: ascender hasta la entrada del pueblo de Patones de Arriba por el camino (con escalones) del lado derecho de la garganta que le da acceso. Quizá podíamos haber subido por carretera, pero en ese momento ni nadie lo planteó ni era la idea, y un rato de empujabike no venía nada mal para entrar en calor y eso sí, cargar un poquito los gemelos. Una vez arriba yo ya no oí a nadie quejarse del frío salvo del frío en los pies que más de uno sí que llevaba.
En un principio cabía la posibilidad de ascender hasta Patones de Arriba y descender luego por una trialera en el lado opuesto de la ladera en la que está ubicado el pueblo, pero el sentido común hizo que nos dirigiéramos hacia la pista del canal e iniciar el sube-baja típico de estas pistas. La verdad es que me impresionó bastante un par de cosas: el gigantesco tamaño de las tuberías del canal que funcionan con el principio de los vasos comunicantes, y la espesa niebla que no nos dejaba siquiera ver el valle. La ruta nos llevaba por tres de las gargantas “entubadas”, siendo la primera de ellas la de Patones de Arriba. Lástima no poder disfrutar del paisaje desde allí arriba, aunque la niebla y el entorno casi sin vegetación y con el tono gris y óxido de la pizarra tenían un toque especial.
Tras nuestro recorrido por las “gargantas entubadas”, iniciamos un rápido descenso para ir a buscar el límite provincial de la Comunidad de Madrid con la provincia de Guadalajara. Sin atravesar el límite, marcado por el cauce del río Lozoya, seguimos descendiendo por un entorno (no digo paisaje porque paisaje no vimos), en el que la mezcla de la piedra de pizarra con algún que otro pino que se adivinaba cerca de nosotros, nos hizo decidir que esta ruta hay que repetirla con una mejor visibilidad.
El descenso por la pista con charcos helados, con la tierra congelada y el suelo a nuestro alrededor cubierto de escarcha, nos llevó a la ribera del río Lozoya. La reagrupación la hicimos en un paraje muy singular. A nuestra izquierda la roca empapada y con las raíces de muchos árboles a la vista todo cubierto de un musgo cuyo verdor daba un toque a bosque invernal precioso; a nuestra derecha una pradera cubierta de árboles en la que pastaba un toro tan enorme que parecía un bisonte; al fondo el ruido del agua del río, y delante y detrás de nosotros una espesa y húmeda niebla que nos volvió a recordar el frío que habíamos pasado en el descenso hasta allí.
Desde aquí, y por espacio de unos 4 o 5 kilómetros estuvimos pedaleando en un paraje precioso como el descrito antes. Una pista llana y ancha sin ningún tipo de dificultad que alimentó las ganas de charla y tertulia sin dejar de disfrutar del entorno que nos rodeaba. En este punto el río queda represado un par de veces. La primera a nuestra vista, una presilla ancha y poco profunda en al que se podía observar la claridad de las aguas y nos hizo pensar en cómo debía ser un bañito allí en pleno verano. La segunda es la presa de la Parra, un lugar muy bonito en el que la presa se atraviesa por un puente que a los que tenemos algo de vértigo nos produjo una cierta aprensión, sobre todo por notar cómo se movían las losetas de hormigón a nuestro paso. Tras disfrutar de un rato de charla, del momento barrita y de hacer la foto de grupo, continuamos nuestro camino con las miras en llegar a nuestro siguiente objetivo: Alpedrete de la Sierra.
La pista desde la Presa de la Parra hasta Alpedrete de la Sierra es una subida de unos 3 kilómetros con un desnivel prácticamente constante entre un 7 y un 10% y que a ritmo y con paciencia se sube sin ningún tipo de problema. Sólo algún compañero que iba francamente machacado por la inactividad y alguno que otro que aún no había entrado del todo en calor lo pasaron algo peor; el resto llegamos al descenso siguiente bastante frescos y no sólo por el tiempo atmosférico.
La bajada desde este pequeño collado se hace rápida y fácil; hasta 54 km/h marcó mi GPS en ella. Lo malo de dicha bajada es que inmediatamente después le sigue una nueva subida hacia el pueblo de Alpedrete de la Sierra. La niebla no nos dejó ver mucho del pueblo salvo su calle principal. El frío y la humedad parecía que había dejado el pueblo deshabitado; tan sólo un paisano parado de pie en la puerta de su casa acertó a recordarnos lo locos que podemos llegar a estar: “…hace falta tener moral para salir hoy…”, fueron sus palabras exactas. Lo que no oyó fue como Jesús le decía que si sacaba unas chuletitas para hacerlas en la lumbre que tenía al lado nos quedábamos allí con él…bueno, no lo oyó o no quiso oírlo…
La salida del pueblo se hace ya, de nuevo, por la pista de Canal. Una subida con poco desnivel y muy tendida nos lleva sin remedio a los continuos sube-baja característicos de estas pistas. De nuevo la niebla nos imposibilitó disfrutar de las vistas que se adivinaban, y es que allí abajo se escuchaba el agua del Lozoya que iba camino del Pontón de la Oliva, serpenteando de la misma manera que serpentea la pista del canal unos metros más arriba.
La llegada al Pontón de la Oliva es muy divertida. De repente se terminan los sube-baja, siendo el tramo final una bajada muy divertida con sus baches y sus curvas cerradas en las que más de uno estuvo apuntito de acabar perdido en la niebla. En el Pontón de la Oliva visita turística de la presa, del paso con las argollas en las que se ataba a los presos que construyeron todo aquello y comentarios acerca lo locos que estaban algunos al estar escalando las paredes de las laderas cercanas al Pontón.
Eran las 13:30 cuando llegábamos de nuevo a los coches. Fríos, con la sensación de no haber podido disfrutar al 100% de la ruta por culpa de la niebla, pero como siempre habiendo pasado una magnífica mañana, esta vez de lunes, en compañía de los colegas de pedales.
Una cosa está clara, esta ruta hay que repetirla sí o sí para poder admirar los paisajes que la niebla nos negó.
                                                                     Fotos de Jesus
                                                                   Fotos de JuanCar

1 comentarios:

jablan dijo...

Sólo te falta sonorizar las crónicas :)

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