sábado, 27 de julio de 2013

La venganza del Tres Provincias

  Crónica de JuanCar
     


Un acto de justicia permite cerrar un capítulo; un acto de venganza escribe un nuevo capítulo.

Marilyn Savant

Nunca solemos hacer la ruta de la subida al Tres Provincias en verano. Siempre tratamos de hacerla a principios de otoño y buscando un fin de semana en que el tiempo no tenga demasiadas vistas de complicarse. Este año ha sido diferente, nuestro compañero Alberto (Alpafer) siempre ha querido unirse a nosotros para hacer esta ruta, pero debido a que vive en Barcelona, las posibilidades de hacerla en otoño con nosotros son casi nulas.
Así pues, con la intención de que Alberto aprovechara sus vacaciones estivales, que suele disfrutar en Madrid, cambiamos la fecha habitual de la ruta y nos dispusimos a programarla para mediados-finales del mes de Julio. Incluso nos venía mejor, porque en teoría, y sólo en teoría, las condiciones meteorológicas siempre suelen ser mejores en verano que en invierno, pero nada más lejos de la realidad…
La mala suerte hizo que además, una vez programada la ruta para el sábado 27 de Julio, nuestro compañero tuvo que volver de forma rápida e inesperada a Barcelona, con lo que al final Alberto se quedó sin poder disfrutar con nosotros de la subida a la Peña Cebollera Vieja o Pico de las Tres Provincias.
Además, nuestro querido Maestro Marek, había preparado una ruta diferente a la que nosotros conocemos como clásica y que en vez de salir de Horcajuelo de la Sierra, lo hace desde Somosierra, para, de esta forma, poder visitar al final de la ruta la Chorrera de los Litueros, en las proximidades del puerto. Así pues, la ruta prometía tanto por el aliciente de la subida al Cebollera, como por la visita turística de final de ruta.
Como sabéis, me gusta añadir el punto de culturilla general a las narraciones, por lo que esta vez no iba a ser menos…¿Por qué se le llama Pico de las Tres Provincias?, ¿Qué curiosidades tiene esta montaña?. Pues bien, la Peña Cebollera, Cebollera Vieja o pico de las Tres Provincias es una cumbre montañosa de 2.129 metros sobre el nivel del mar situada en el extremo de los cordales principal y occidental de la sierra de Ayllón, en el Sistema Central, y es el punto de confluencia de los límites de las provincias de Madrid, Guadalajara y Segovia, señalizado este hecho con un monolito en la cima. Se alza sobre el puerto de Somosierra, paso clave en las comunicaciones del centro de España, y el pueblo del mismo nombre.
En sus estribaciones nacen los ríos Jarama, al sur, y Duratón, al oeste, justo en la confluencia de los arroyos  de las Pedrizas y del Caño, arroyo éste último que se precipita montaña abajo creando una espectacular cola de caballo de tres tramos o saltos que forman la llamada Chorrera de los Litueros. Así pues, técnicamente, la chorerra no supone el nacimiento del Duratón, aunque el arroyo que la conforma es el que aporta la mayor parte del agua al río en su nacimiento.
En las zonas más bajas de la falda del Cebollera crecen frondosos bosques de robles, encinas y pinos, y en especial grandes repoblaciones de pino silvestre. En su falda sur, río Jarama abajo, se encuentra el Hayedo de Montejo, y en la falda oeste, el abedular de Somosierra.


Por tanto, y teniendo muy en cuenta la recomendación del Maestro de llevarnos chubasqueros, puesto que la web de Maldonado informaba de lluvias a las tres de la tarde, nos dispusimos 15 amigos a pasar prácticamente todo el día juntos domando los 25 kilómetros totales de subida casi constante. Los integrantes del grupo fuimos: Javi (Marek), Jesús (Terminal), Nacho (Gorcam), Pachi, Roberto (Murga), Jesús (Agila), Fernando (Ciclo), Javi (Javi Carva), Javi (Javi_apf), Valentín (Valiente), Rubén (Karpov), Iván (Iván_JC), Jesús, Miguelón y yo, JuanCar.
A las 8:15 de la mañana, en el puerto de Somosierra hacía frío. No hacia fresco, no, hacía frío. Mientras que todos los compañeros llegaban, los que fuimos más tempraneros, tratábamos de calentar nuestro cuerpo a base de empezar a dar pedales en los alrededores. La previsión del tiempo no era tan buena como otros fines de semana. Maldonado había anunciado lluvias a partir de las tres de la tarde, bajada de las temperaturas y viento moderado; por esa razón, el Maestro, conociendo la fiera que se esconde en el Cebollera, nos sugirió que llevásemos al menos un chubasquero. El problema es que algunos lo olvidamos en casa, otros lo olvidaron en el coche, pero aun así, a los que íbamos menos preparados, nos parecía casi imposible que hubiera que utilizarlo…¡¡y qué equivocados estábamos!!.
A las 8:36, una vez estuvimos todos preparados, iniciamos la marcha tomando la antigua N-I en dirección a Madrid, en claro y franco descenso. La velocidad hacía que el frío se intensificara, pero en principio no nos importaba, en poco menos de un par de kilómetros, empezaríamos a subir y el frío desaparecería.
A esas horas, aunque fresco, el tiempo no era desagradable. No terminaba de salir el sol, el cielo estaba cubierto de nubes altas y finas y no hacía apenas viento, con lo que la primera parte de la ruta era mucho más que agradable ya que la temperatura empezó a subir algunos grados, y las primeras rampas camino de Horcajuelo nos hicieron rápidamente entrar en calor. Poco a poco íbamos ganando altura y por tanto los paisajes se empezaron a abrir ante nosotros. La autovía (A-1) empezaba a perderse allí abajo, el valle del Lozoya, a nuestra derecha nos mostraba el pantano de Riosequillo casi en su totalidad, y enfrente de nosotros podíamos distinguir perfectamente la parte norte de la sierra de La Cabrera y a su izquierda, hacia el este, el embalse de El Atazar. Todo además salpicado del verde intenso de los pinos, no en vano estábamos ya a más de 1500 metros de altura.
En principio el grupo rodaba compacto. A Nacho y a mí nos permitieron marcar el ritmo en los primeros 3 o 4 kilómetros, pero cuando el terreno se inclinó un poco hacia arriba, los más fuertes tomaron posiciones en cabeza como suele ser la costumbre. La diferencia de tiempo en la llegada a la puerta de hierro que da acceso a la pista de bajada a Horcajuelo produjo casi inevitablemente la primera reagrupación de la mañana. Curiosamente el ritmo era bastante vivo. Eso sí, todos teníamos en nuestra cabeza que esta primera subida de escasos 3-4 km no era más que un pequeño aperitivo, por lo que inevitablemente todos tratábamos de ahorrar energías en la medida de lo posible.


Tras el primer reagrupamiento y después de pasar la valla que da acceso a la pista de bajada, iniciamos el descenso a una velocidad vertiginosa pero con mucho cuidado. La pista que conduce a Horcajuelo es bastante peligrosa debido a la acumulación de roderas, piedrecitas sueltas y un par de curvones en forma de zeta que si no vas con cuidado pueden traterte muchos problemas. Como digo el descenso fue rápido, vertiginoso, y casi sin darnos cuenta y tras reagrupar a la entrada del pueblo, cerca del helipuerto, nos dispusimos a entrar en Horcajuelo prácticamente agrupados. ¡¡Qué recuerdos del año pasado en esa misma plaza del pueblo!!: Canelo, nuestro perro/compañía/sherpa del año pasado, los problemas de Fernando (Zarcero) con el sillín de su bici, y la tardía llegada de Marcos (Markievich), al que no perdimos gracias a la avería del sillín…anécdotas de aquella ruta también épica y de infausto recuerdo para Peke y su aparatosa caída…pero eso fue el año pasado…
Casi sin parar, y en grupo casi compacto salimos de Horcajuelo por la carretera que le da acceso, a tomar la vereda, y posterior pista que da acceso al puerto del Cardoso. Justo a la salida del pueblo se produce la primera incidencia del día: Javi Carva pincha su rueda trasera, y con la esperanza de que sea tan sólo una pérdida de aire, la hincha y seguimos camino.

El desvío desde la carretera hacia la vereda es algo peligroso, y tras entrar en el camino, nos encontramos un auténtico rampón de esos que Javi Martín llama “cortopetante”, y que con más pena que gloria algunos conseguimos subir sin poner pie a tierra. Por su parte, Javi Carva informa de que su rueda está realmente pinchada por lo que nos tenemos que parar a cambiar cámara. ¡¡Qué bien vinieron en ese momento las nueces de Rubén!!. En un momento, Javi, Rubén y yo reparamos la rueda y seguimos vereda arriba hasta enlazar con la pista de acceso al puerto donde nos esperaban el resto de compañeros.
El acceso al puerto del Cardoso se hace atravesando una pista que, en un primer momento y tras abandonar la vereda a la salida de Horcajuelo, se adentra en un fantástico bosque de robles donde se encuentra la “fuente del macarra” en la que “el macarra” de Rubén aprovecha a llenar su camel. Atravesando el bosque de robles reparamos incluso en las pequeñas lagunas que se encuentran a la derecha del camino y que son el resultado de la acumulación del agua de uno de los arroyos que alimenta el recién nacido río Jarama a la altura del Hayedo de Montejo.
El bosque de robles da acceso a una pequeña dehesa de encinas y sus correspondientes zarzas. En este punto los más fuertes ya habían impuesto su ritmo africano y mientras que los más lentos completábamos las últimas rampas del camino antes de llegar al puerto, ellos descansaban plácidamente en el prado del puerto después de haber completado los más de 250 metros de ascensión desde Horcajuelo (desde los 1.100 hasta los 1.360 del puerto).
En el puerto del Cardoso, mientras reagrupamos, aprovechamos para comer, hacer fotos y sobre todo para reír, ya que los chascarrillos de nuestro Jose Mota de Velilla (Karpov) eran continuos y cada vez más estridentes. La verdad es que una ruta con él nunca se hace aburrida, siempre de buen humor, siempre con chistes, bromas…
Es aquí, en el Puerto del Cardoso cuando empezamos a darnos cuenta de que las condiciones meteorológicas empiezan a cambiar. El viento empieza a soplar con más fuerza, las nubes empiezan a ser más oscuras e incluso alguno empieza ya a detectar como algunas gotitas de agua empiezan a caer. Aun así, todavía ni nos planteamos tomar decisión alguna sobre la ruta.
Tras reiniciar la marcha, y después de terminar de ascender hasta la casa que hay en el alto del puerto y que no está muy claro de si es un refugio, los más fuertotes deciden afrontar las rampas de inicio de subida al Collado de los Mosquitos por la parte más dura, mientras que los demás seguimos el track original que se adentra en un magnífico bosque de pinos de repoblación y que se sitúa al otro lado del valle que forma el río Jarama y en cuya vertiente opuesta se alza el Hayedo de Montejo.
La pista de subida por el pinar tiene una pendiente prácticamente constante con algún que otro tramo más duro y un pequeño descanso hacia la mitad de la ascensión. Casi en su totalidad discurre por un frondoso bosque de pinos el cual desaparece casi por arte de magia allá por los 1600 metros de altura. Es en estas subidas cuando se empieza a hacer patente que el monstruo que habita en el interior del Cebollera está despertando de su siesta. El viento empieza a soplar, el frío empieza a ser más intenso y la lluvia empieza a aparecer, fina y por rachas, lo cual nos hace pensar que quizá sea momento de plantearse si desistir de subir hasta el Tres Provincias.
Tras un breve cónclave decidimos que con las actuales condiciones podríamos llegar fácilmente hasta el Collado de los Mosquitos, y una vez allí, decidir si buscamos una pista de bajada hacia el puerto de Somosierra, o echarle valor e ir a visitar el Monstruo del Cebollera.
Con esta condición continuamos la ascensión: 13, 14, 15, 16…los kilómetros van cayendo y pesando poco a poco en las piernas. Cuando coronamos el Collado de los Mosquitos, a falta de 5 kilómetros y con casi 20 en las piernas (incluyendo la subida inicial desde Somosierra), lo que más se resiente es el trasero…con tanto tiempo subiendo, ni el mejor culote de gel es capaz de mitigar el dolor de posaderas.
El tiempo en el Collado de los Mosquitos era bastante desagradable. A estas alturas, la mayoría ya llevaba puesto el chubasquero, más por aliviar el intenso frío que por refugiarse del agua. Otros, entre los que me encontraba, no teníamos la oportunidad de abrigarnos ya que nuestra mala cabeza había hecho que olvidáramos el chubasquero a muchos kilómetros de distancia.
Desde el Collado de los Mosquitos, a casi 1.900 metros de altitud, las vistas tanto a un lado como al otro son francamente espectaculares. Ya no hay árboles, sólo matorral y monte bajo y ganado suelto, caballos y vacas pastan plácidamente en las alturas.
Es aquí cuando convocamos de nuevo el cónclave, y aunque la primera intención es buscar una pista que nos lleve directamente hacia Somosierra sin subir el Cebollera y sin visitar la chorrera de los Litueros, la imposibilidad de encontrar en los GPS un camino claro, hace que decidamos tirar por la épica y enfrentarnos a lo que, en ese momento no parecía complicarse mucho más de lo que ya estaba, ya que el fuerte viento arrastraba las nubes en una dirección propicia para nosotros e incluso se adivinaba la posibilidad de que despejara…pero no.
Los 5 kilómetros que separan el Collado de los Mosquitos del alto del Tres Provincias son los más duros con diferencia. Las cuatro rampas de un desnivel considerable, los sube-baja, el terreno roto y técnico, la ascensión final por la pista que más bien parece un cortafuegos y la altura suponen las barreras finales que nos separan del objetivo principal del día. Los primeros kilómetros estaban siendo tranquilos, salvo por la rotura de cambio de la bici de Iván; afortunadamente plato pequeño y piñón grande y en esas condiciones, cebollera arriba. El viento nos soplaba a favor, por detrás, algo casi inaudito, lo que nos ayudaba muchísimo en la subida, el frío no era tan intenso y la lluvia no aparecía, pero…
Justo al completar la última rampa y tras terminar de ascender a esa cota (más de 2000 metros de altutud), el viento se tornó en casi huracanado. Tanto y tan fuerte soplaba que la mayoría tuvo que bajar de la bici y terminar de subir porque la fuerza del viento, lateral en ese punto, les expulsaba hacia fuera de la pista. Al viento fortísimo se le unió el frío. Un intenso frío que nos hacía tiritar a todos y que hizo que buscáramos refugio casi desesperadamente entre las rocas.
Definitivamente el monstruo del Cebollera estaba despertando del letargo y vengándose de que un grupo de humanos locos osara a invadir su territorio, y es que la venganza se toma siempre en plato frío…y frío hacía…y mucho. Pero eso no es todo.
Dado que desde ese punto no nos quedaba ya más remedio que coronar, en cuanto tuvimos a la vista a los últimos componentes del grupo y vimos que se acercaban rampas arriba, la mayor parte decidimos subir al pico y esperar refugiados detrás de la valla de piedra que supone el punto fronterizo de las provincias de Guadalajara y Segovia.
En el alto las condiciones climatológicas eran aún peores. El viento era aún más fuerte, el frío más intenso y si esto no fuera poco, apareció la lluvia y a ratos el granizo. Las gotas, aceleradas por el viento nos golpeaban con violencia, y al golpearnos nos producían un dolor intenso que recordaba mucho a la sensación de millones de agujas clavándose continuamente en la piel.
Es muy significativa la foto de portada que ha elegido el Maestro para ilustrar el texto: El monolito a los forestales rodeado por bicis y sin bikers: esa es la auténtica foto de grupo, todos refugiados tras una valla de piedra y resignados a sufrir en la bajada y al menos durante al siguiente hora u hora y media.
Como dice la frase del encabezamiento, abandonamos la cima con la sensación de que esto no va a quedar así: Un acto de justicia permite cerrar un capítulo; un acto de venganza escribe un nuevo capítulo. El acto de venganza del Monstruo del Cebollera por usurpar su territorio no ha hecho otra cosa que abrir un nuevo capítulo y que ya haya alguno que esté pensando en volver en próximas fechas…esperemos que el monstruo no sea tan susceptible la siguiente vez y que al igual que el año pasado nos permita disfrutar del alto durante un buen rato.
Tras salir escopetados de la cima, procedimos a bajar pista abajo por el lugar de ingrato recuerdo para Peke. Dadas las condiciones climáticas y lo mojado de las piedras, prácticamente todos optamos por bajar la mayoría del camino inicial a pie. No estaba el horno para bollos, y una mala caída podía complicar la mañana mucho más de lo que ya estaba. Aun así, y en uno de los tramos que ya podía hacerse montado, una mala racha de viento tiró a Jesús (amigo de Ivan_JC) al suelo, a escasa velocidad lo que le produjo un fuerte golpe en su muñeca derecha. El hombre penó de lo lindo el resto de la ruta; hasta tal punto que tanto Ivan como él dejaron pasar la visita a la chorrera para bajar cuanto antes a Madrid por si había que visitar un centro de urgencias. Afortunadamente, en posteriores días nos enteramos que la cosa no fue a más y se quedó en un dolor intenso, hielo y paciencia…menos mal!!.
De todas formas, la maldición del monstruo Cebollera no había acabado. Primero Iván (o fue Jesús…sorry) y después Miguelón pincharon y destalonaron sus ruedas respectivamente. Las paradas para reparar hacían que buscáramos refugio entre los pinos y las rocas, que aunque nos parapetaban contra el viento, no podían calmar la lluvia y el frío.
El riesgo a una pulmonía, el intenso frío y la tiritona nos hicieron decidir a Agila, Javi_apf y a mí a tirar montaña abajo en busca de unas condiciones más favorables. Y si, las condiciones, afortunadamente cambiaron de forma radical…tras descender unos centenares de metros, el viento empezó a cesar, la lluvia paró y la temperatura subió unos grados, lo que nos permitió, primero a nosotros tres y luego al resto (salvo al accidentado, claro está), disfrutar de la magnífica variante que el Maestro nos había preparado para bajar desde el Tres Provincias hasta la Chorrera de los Litueros. Un paisaje alucinante, unas rampas con una pendiente infernal, unos giros en forma  de zeta muy divertidos hicieron que los malos rollos de la cima empezaran a esfumarse y viéramos de nuevo la sonrisa en nuestras caras.
Al final del descenso se encuentra la chorrera a la que se tiene acceso por un pequeño sendero por el que es imposible ir en bici y que hemos de recorrer apie. Poco que comentar que no haya dicho en la introducción. Es una cola de caballo preciosa, que en los momentos de más caudal debe ser una preciosidad ya que con poco caudal resulta muy atractiva. Es una zona paradisíaca para los que gustan de los descensos de barrancos y de las emociones fuertes, como pudimos comprobar más adelante al ver cómo había gente preparándose para bajar por la chorrera enfundados en sus trajes de neopreno.
Tras la visita de la Chorrera, punto turístico más que acertado que nos introdujo el Maestro Marek en la ruta, ya sólo nos quedaba subir una distancia de cerca de un kilómetro hasta el alto de Somosierra.

 Tras algo más de 6 horas y media, haber disfrutado de paisajes alucinantes, haber completado una subida épica en una ruta de 44 kilómetros y más de 1300 metros de acumulado, haber luchado cara a cara con el Monstruo del Cebollera y haber sufrido sus rigores en forma de frío, viento y lluvia, algunos nos quedamos y a las 15:30 estábamos en el restaurante del puerto dando buena cuenta de unos magníficos bocatas y unas buenas jarritas de cerveza.
Ya no había monstruo, ya no había frío ni lluvia ni incomodidades, ya sólo quedaban caras alegres, risas y un buen rollo extraordinario. Lástima que los demás no pudieran quedarse a disfrutar la comida con nosotros, hubiera sido un colofón genial a una mañana excepcional.            
                      
                              
                                                                              
                                                                        Fotos de Jesus
                                                                        Fotos de JuanCar
                                                                        Fotos de Ruben

domingo, 21 de julio de 2013

Dos Valles, una buitrera y un aterrizaje

                                                                           Fotos de Jesus

sábado, 20 de julio de 2013

Las Zetas de Villavieja de Lozoya o cumpliendo un reto

Crónica de JuanCar
¿Recordáis que estuvimos debatiendo sobre todo en facebook que de donde eran esas zetas que se ven en el lado derecho de la foto?. Unos pensaban que estaban al otro lado del valle de la chorrera de San Mamés, otros pensábamos que salían de una pista forestal desde Villavieja del Lozoya, y al final todos coincidimos en que esto último era lo más probable.

Incluso encontré un par de tracks en wikiloc que subían por las zetas hasta la horizontal, llegando, en un momento dado al punto donde está hecha la foto. El track en cuestión era éste. http://es.wikiloc.com/wikiloc/view.do?id=128044
Pues bien, esta mañana os he sido infiel a todos. Pero un infiel inocente porque hasta ayer a la hora de acostarme no sabía si hoy podía salir a dar pedales a algún sitio. El caso es que podía, pero con un tiempo muy limitado ya que a las 13:00 o 13:15 a más tardar tenía que estar en casa ineludiblemente. Así pues, teniendo en cuenta que no me apetecía nada de nada visitar ni el anillo verde, ni la CDC y no quería ir ni a la vía verde el Tajuña ni al secarral del sureste,  pensé y calculé: 1 hora a Villavieja de Lozoya en coche, 4 horas de ruta y 1 hora de vuelta. Total, 6 horas, lo que quería decir que si salía puntual a las 7:00 de la mañana de casa, quizá un poco antes, y jugándomela a no tener ningún incidente, podría estar en casa a las 13:00 con la ruta en la buchaca.
Y así ha sido. Esta mañana me he levantado a las 5:45 de la mañana (menudo madrugón), he desayunado fugazmente y tras vestirme de romano, he cogido el coche, he ido al zulo a por la bici, la he cargado, he echado gasofa y estaba saliendo de Vicálvaro a las 6:45 rumbo a Villavieja del Lozoya.
Sin incidencias, poco menos de una hora después, he aparcado el coche en las calles del pueblo a eso de las 7:35 y a las 7:45 ya estaba encima de RiZi (podía haberme llevado a Rocky perfectamente ya que la ruta lo permite), rumbo a la ruta de investigación que he bautizado como "Las Zetas de Villavieja".
La ruta empieza recorriendo un escaso kilómetro por carretera, y enseguida, en un desvío a la derecha, se toma la pista forestal que enfila ya hacia la montaña. De fondo veo el gran cortafuegos que se adivina desde la A-1 y que se atraviesa en la horizontal. La vía pecuaria empieza subiendo desde el kilómetro 1. Ya había visto por el track que me esperaba una ascensión constante de 11 kilómetros hasta el primer descanso y una posterior de 3 hasta la horizontal, así pues, y con algo de frío de los brazos (parece mentira), mucha paciencia y grandes dosis de disfrute por lo que ya voy adivinando, voy consumiendo metros por la vía pecuaria atravesando dehesas de robles y campos de pasto de vacas.
De repente, el camino se empieza a adentrar en un alucinante bosque de roble melojo. La verdad es que lo he flipado, parecía el bosque de Hansel y Gretel. Robles con las raíces al aire cubiertas de musgo y con las ramas retorcidas flanqueaban un camino que seguía, sin descanso en franco ascenso.
Tanto el bosque de robles como la vía pecuaría terminan en una valla de esas verdes típicas de la sierra, punto a partir del cual cambia todo. Cambia el paisaje debido a la altura ganada (ya casi 200 metros en menos de 5 kilómetros), cambia el terreno, ya que la pista da paso a un camino forestal, y cambia el bosque de robles por un espeso bosque de pinos (como se ve perfectamente en la foto).
El camino me da un pequeño respiro de unos 200 metros antes de empezar de nuevo la subida entre los pinos. Éste es justo el sitio donde empiezan de verdad las zetas. La subida es muy, muy tendida y muy asequible. Me autoimpongo un ritmo tranquilo que me permite ir haciendo fotos, respirar sin problemas el aire tan maravilloso con olor a pino, escuchar los pájaros, sobre todo las cornejas y urracas que cuando me veían se liaban soltar  unos graznidos tan sonoros que resonaban en todo el bosque…y todo para avisar que viene el enemigo. Incluso he llegado a ver un corzo en medio del camino que una vez se ha quedado parado mirándome extrañado, ha salido a toda leche monte arriba.
El ritmo de subida me ha permitido incluso ir pensando, meditando, y de paso ir asesinando a los malditos gremlins que cada semana, y ésta con más razón, voy acumulando. Hoy creo que me matado un ejército de ellos ya que me lo he pasado pipa aunque os he echado mogollón de menos.
La subida es tan tendida que la he hecho entera en plato mediano. Me he parado a hacer fotos, cada hora a comer una barrita, y cada cierto tiempo a admirar el pedazo de paisaje que iba atravesando según giraba casi 180 grados en cada una de las zetas. Hablando de zetas. La ruta me estaba recordando cada vez más a la ruta de las zetas de la pedriza pero con el paisaje de la horizontal o de la hoya de San Blas. Es muy parecida en dureza, salvo que la de las zetas de la Pedriza, si cabe, tiene menos subida, pero más intensa y algo más dura. Ésta es más tendida pero más larga, lo que le viene a las mil maravillas a mi motor diésel.
Con la subida casi consumida, llego a una primera bajada de cerca de 1,5 kilómetros que pasa por la unión de la pista por la que voy con la pista de subida que viene desde la chorrera de San Mamés, justo en el punto en el que Rober se dio la vuelta.
Desde ese punto y durante unos kilómetros, la ruta coincide exactamente con la  de la chorrera, llegando incluso al mirador natural que se abre sobre el valle del Lozoya a la altura de San Mamés, con el embalse de Riosequillo en primer término…¡¡vaya pedazo de vistas!!, hoy un poco brumosas por el calor, pero igualmente impresionantes.
A estas alturas me preguntaba cúal sería el punto en el que la ruta enfilaba hacia la horizontal. Y salí de dudas. En una bifurcación de caminos, abandono la pista por la que va la ruta de la chorrera para seguir ascendiendo monte arriba (como sabéis en la ruta de la chorrera, desde el mirador es todo bajada). En un momento determinado, y al llegar a una puerta que se sitúa al otro lado de un cortafuegos, el track gira a la derecha con un ángulo de 90 grados…horror!!, hay que subir el cortafuegos!!. Menos mal que tan sólo es durante escasos 200 metros, por lo que pongo molinillo y una buena dosis de paciencia y a 3 km/h negocio la subida sin problemas. La vista del cortafuegos delante de mí en el punto en el que el track toma la horizontal es alucinante. Un par de caballos pastan tranquilamente cerca del desvío de nuevo en 90 grados a la derecha, por lo que me paro, hago una foto de los equinos, tomo aire y me dispongo a recorrer un buen trozo de la horizontal. En este punto, mi media de velocidad era de poco menos de 8 km/h (trotecochinero diésel total), así que decidí que si quería estar a la hora en el coche, tendría que darme un poco más de cañita en la horizontal. Y así fue.
 La horizontal no tiene mucho más. Desde el punto en que la tomo es claramente ascendente hasta el puerto de la Linera, punto a partir del cual es en franco descenso. Eso sí, como todos sabemos, las vistas son a-lu-ci-nan-tes. Rodar por la horizontal me ha permitido mantener una velocidad tal que en el punto del Puerto de la Linera ya sabía que iba a llegar de sobra a no ser que me sucediera algún imprevisto.
En un momento en que la horizontal hace un giro a izquierdas, justo antes de la pradera que da acceso a la subida a Peña Quemada, y  a la derecha, sale un pequeño camino bien marcado (ya me fijé en él el día que hicimos la horizontal completa). Desde este punto ya sólo me quedan unos 10 kilómetros para llegar al coche, pero todos y cada uno de ellos en absoluto descenso.
Un descenso por una pista en bastante mal estado: piedras sueltas, palos de pino por todos los lados, piñas…vamos, una pista que me da la impresión que no limpian desde hace meses.  El descenso es bastante peligroso, por lo que extremo las precauciones. Voy sólo y soy consciente de ello. Y aun soy más consciente de que como no llegue a casa a las 13:00 mis gónadas masculinas corren serio peligro. A buena velocidad (moderada por aquello de no caerme), voy descendiendo por un bosque de pinos menos cerrado que el de las zetas pero que también tiene su aquel. Sobre todo en los giros de 180 grados (he contado unos tres). El bosque de pinos da paso a un precioso bosque de robles, lo cual indica que la altitud va siendo cada vez menor. Cuando salgo del bosque de robles, ya por una pista en mucho mejor estado y que me permite sostener velocidades de 35-40 km/h, diviso una estación que parece abandonada; se trata de la estación de Buitrago-Gascones que se ve perfectamente desde la horizontal y que desde lo alto parece una pista de aterrizaje.
 Me acerco a las vías para sacar un par de fotos, e inmediatamente de nuevo al track para terminar los últimos 4 kilómetros de ruta por carretera. Los primeros 3,5 kilómetros de carretera tienen un desnivel tal y un firme en tan buen estado, que mi cuentakilómetros llega a medir 55 km/h. Eso sí, los últimos 500 metros, una vez cogida la carretera que comunica Buitrago con Villavieja son de subida, con un curvón a derechas casi en la entrada del pueblo, que me ha puesto el corazón a mil por hora justo medio minuto antes de llegar de nuevo a mi coche.
Son las 12:45…una hora perfecta. Cargo la bici, me cambio las zapatillas, me refresco un poco con agua de la camelback y mientras desenvuelvo unas galletas Oreo, arranco el coche y salgo disparado rumbo a Madrid.
Satisfecho y feliz, cruzo el umbral de la puerta de casa a las 12:35…Misión cumplida!!.
Por cierto. La ruta es bonita, bonita, bonita y muy, muy asequible. Para haceros una idea es como las Zetas de la Pedriza pero con un poco más de subida más tendida y con una zona un poco más pesada por la horizontal. De veras, me gustaría volver allí con vosotros…os gustará!!!.
                                                                       Fotos del dia






domingo, 14 de julio de 2013

Caminos de la Sierra version corta

Crónica de JuanCar

Libros, caminos y días dan al hombre sabiduría. (Proverbio árabe)
En largos caminos se conocen los amigos. (Anónimo)

La ruta de los Caminos de la Sierra es una de las clásicas de los pueblos serranos de la Comunidad de Madrid que se organiza todos los años a mediados del mes de diciembre, por la peña ciclista de Alpedrete y el Ayuntamiento de esa localidad. Este año 2013, el 15 de diciembre, se celebrará la vigésima edición, y si queréis más información e inscribiros, sólo tenéis que seguir el siguiente enlace: http://caminosdelasierra.com/
El recorrido de la ruta ha sido siempre el mismo desde hace 20 años con alguna pequeña variación. Básicamente, la ruta original comienza en Alpedrete y atraviesa las localidades de Collado Mediano, Navacerrada, Mataelpino, Becerril de la Sierra, Moralzarzal y termina de nuevo en Alpedrete. Nosotros solemos hacer variaciones sobre la ruta clásica; en ocasiones salimos desde Navacerrada y en otras acortamos la ruta sin llegar a Mataelpino.
Para esta ocasión y dado que lo que necesitaban nuestras piernas era una ruta rápida y sencilla, que no se alargara mucho en el tiempo para no cocernos de calor y que nos permitiera disfrutar de una opcional bien merecida, decidimos hacer lo que nosotros conocemos como la ruta corta y cuya única variación es no pasar por Mataelpino y evitarnos de esta manera la bajada por las trialeras desde dicha localidad por la Colada de las Covachuelas.
Así pues, con la ruta, el día, la hora y el lugar definidos, nos presentamos en el punto de inicio en Alpedrete, al lado del Bar la Marrmita (para la posterior opcional), 12 bikers: Jesús (Terminal), Pachi, Rodrigo (Glabre), Javi (Marek), Pablo, Javi (Javi Carva), Jesús (Agila), Antonio, Nacho (Gorcam), Rai (Pawnee Gray), la sorpresa del día, Efrén (Diabolik de los Bicivoladores) y yo, JuanCar. 12 bikers que bien podríamos haber sido 14 si los dos Javis (Jablan y Javi_apf), no hubieran decidido que se está más cómodo en la cama que dando pedales. Y a lo mejor no les falta razón, pero de lo que estoy seguro es de que no se lo pasaron tan bien como nosotros.
A las 8:30, y tras los saludos de rigor, sobre todo con nuestro amiguete el diabólico, y después de esperar a que Nacho se ubicara en el pueblo y se acercara con su bici hasta la plaza, partimos en grupo compacto rumbo hacia Collado Mediano y dispuestos a superar el, quizá, único punto de cierta dureza del día: la cuesta del depósito. Es curioso y a la vez lógico que todos los pueblos serranos tengan su famosa cuesta del depósito, sobre todo Moralzarzal y Collado Mediano. Lógico puesto que para que el agua baje al pueblo siempre es necesario poner en alto los depósitos, y curioso, porque en esta parte de la sierra cada pueblo tiene una “cuesta llamativa”, como es el caso de la de Moralzarzal, cuya ascensión suele formar parte de pruebas de mtb tales como la 24/12.
Como decía, la salida de Alpedrete no tiene dificultad ninguna: grupo compacto y rodando casi de forma homogénea, aunque, como siempre y para no perder la costumbre, los más fuertes siempre tirando del grupo, incluyendo entre ellos a Efrén, que aunque últimamente dice no salir mucho, parece que su estado de forma no decae…¿qué les dan de comer a estos bicivoladores?.
El camino entre Alpedrete y Collado Mediano, o más bien hasta llegar a la Vía Pecuaria que da acceso a dicha localidad transcurre en un principio por pista y veredas, y en un punto entre árboles de dehesa, básicamente encinas, y un conjunto de senderitos bastante divertidos aunque cortos. Es aquí donde algunos sacan a relucir todas sus armas y marcan las diferencias. El ritmo hasta este punto es rápido y vivo con muy pocas reagrupaciones.

El terreno por el que rodamos está muy, muy seco. La inexistencia de lluvias en el último mes, unido a la abundancia de ellas de los meses anteriores, han hecho que en el terreno se acumule gran cantidad de sedimentos en forma de arena, lo que suele dificultar bastante poder rodar con seguridad y con ligereza. Aun así, llegamos a Collado Mediano bastante rápido, con buen ritmo; como digo, la escasa dificultad de la ruta permite medias de velocidad bastante rápidas.
Una vez llegados a Collado Mediano y atravesar la localidad por carretera, casi a la salida del pueblo en dirección a Navacerrada, tomamos un desvío a la izquierda en un punto más alejado del habitual en el que la ruta original se desvía hacia la calle que enfila la cuesta del depósito. Esta variante, ideada por Marek, permite no tener que subir la calle de hormigón que deja en la base del depósito, sino que, por un camino de tierra casi perpendicular al anterior, confluye con éste en el mismo punto, permitiendo suavizar el ascenso ya que parte se hace por una calle asfaltada, y la otra parte por un camino de tierra con la única dificultad, si es que se le puede llamar de ésta manera, de tener que superar un pequeño talud al inicio del camino y en el desvío de la calle. Incluso este camino nos permite un pequeño respiro en la corta subida, ya que el camino, en un momento determinado, se vuelve totalmente llano, dejando que podamos tomar fuerzas para afrontar la subida hasta lo alto.

Así pues, como siempre, cada uno marcándose su propio ritmo, ascendemos la cuesta sin tener ninguno que poner el pie a tierra. ¡¡Qué tiempos aquellos en los que Rodri la hubiera subido andando!!.
La reagrupación en lo alto trajo consigo el primer despiste del día. Parece ser que Rai llevaba un track alternativo con una pequeña variación en su gps y decidió llevarla a cabo. No sabemos aún la razón por la que ninguno de nosotros nos dimos cuenta de su ausencia y desde aquí le pedimos disculpas por tal despiste, el caso es que tras recorrer el camino que separa el alto del depósito del pueblo de Navacerrada, nos dimos cuenta de que le habíamos perdido.
El camino desde el depósito de Collado Mediano a Navacerrada es un conjunto de sube-bajas que desde otoño hasta primavera suele estar lleno de charcos que parecen más bien lagos. Es un camino que suele ser bastante pestosillo por esta razón y porque los sube-baja acaban machacando las piernas. Sin embargo, esta vez, el terreno estaba especialmente seco y especialmente cubierto de arena, por lo que aunque no se hizo pestoso por el barro y el agua, sí que se hizo costoso por la arena.

En la reagrupación de entrada a Navacerrada es cuando echamos de menos a Rai. Además ninguno de nosotros tenía su teléfono. Así pues, confiamos en que si seguía el track que tenía previsto hacer, era bastante probable que nos pudiéramos reencontrar o bien a la salida de Navacerrada o bien en los senderos de los Almorchones. Así pues, sin perder mucho más tiempo, atravesamos Navacerrada, y justo a la salida, en la unión con el camino que viene desde el embalse, decidimos esperar un tiempo a ver qué pasaba.
Viendo que Rai no aparecía y que allí no hacíamos nada, volvimos a decidir que lo suyo sería esperar en la famosa cancela de acceso al GR-10 una vez finalizados los senderos de los Almorchones. La salida de Navacerrada la hicimos en grupo compacto.
Muy poco tiempo después, estábamos ya en la entrada a los senderos, unos negociándolos como podían y otros disfrutándolos como los gorrinos en los charcos, ¿verdad diabólico amigo?. Yo, por mi parte, y tratando de seguir su rueda, cosa harto difícil, atravesé los senderos disfrutándolos como casi siempre. De esta manera nos quitamos la espina de no haberlos podido hacer el día de la Ruta de los 4 valles.
Una vez bajados los senderos, volvimos a reagrupar con la esperanza de que Rai diera señales de vida, y despidiendo a Nacho, que ya en Navacerrada, daba por finalizada su ruta particular. Por tanto, el grupo de 12 se reducía drásticamente a 10, ya que, en un momento dado, y gracias a las redes sociales y los smartphones, Rai escribió un mensaje en Facebook que todos pudimos leer y en el que nos informaba de que se le había fastidiado el gps y que ante la posibilidad remota de encontrarnos, y gracias a que con su móvil estaba grabando la ruta, consiguió volver al punto de origen en Alpedrete.

Los demás, 10 como he dicho, nos dispusimos ya con la tranquilidad de saber de todo el mundo, a disfrutar del magnífico y fácil senderito (algún paso delicado tiene, pero poca cosa), que siguiendo el trazado del GR-10 desciende hasta la localidad de Matalepino a la que nosotros no llegaremos. De todas formas lo de descender es puro eufemismo. La primera parte de esta parte del GR-10 sí que es en franco descenso, sobre todo a la altura de la urbanización Vista Real, donde una bajadita de poco más de 25 metros hace las delicias de los que nos gustan estas bajaditas. Es en esta bajada donde Jesús (Terminal) da con sus huesos en el suelo al derraparle la rueda delantera de su bici, y es que la acumulación de arena no ayuda a que la bajada sea fácil. Afortunadamente todo se queda en rasguños en brazo y pierna derechos y Jesús, con dos pares de lo que hay que tener, se subió a su rockrider y sin inmutarse volvió a bajar esta vez sin más incidentes.
A partir de este punto es cuando lo de bajada es un eufemismo, El sendero se convierte en una suerte de sube-bajas en los que, como te cebes, acabas destrozado. Es un sendero revirado, en ocasiones con una pendiente un poco curiosa y que en estas fechas está casi cerrado por las jaras, que como si fueran látigos suelen azotarte las piernas y las manos causando cierto dolor.
 El fin del sendero es un pequeño talud donde algunos disfrutan tratando de saltar como si fueran motos de enduro…y alguno lo consiguió, no hay más que ver las fotos.

La reagrupación, momento barrita y foto de grupo la hacemos en este preciso lugar. Supone prácticamente la mitad de la ruta y el calor y el hambre aprietan. Así pues, momento avituallamiento, ponerse guapo, estirar para la foto y sonreír para inmortalizar el momento y para que quede constancia a nuestras familias de que estábamos allí.
Enseguida, sin perder demasiado tiempo montamos de nuevo en nuestras bicis contentos de saber que las previsiones en cuanto a la duración se van cumpliendo y que si todo sigue igual nos podremos regalar unas buenas cervecitas.

Es en este punto en el que la variante de Javi (Marek) acorta la ruta. En vez de seguir por el GR-10 camino de Mataelpino y buscar las trialeras de esa localidad, desviamos nuestra ruta hacia la derecha para apenas rozar por su parte noroeste la urbanización Ponderosa de la Sierra, la cual hubiéramos atravesado por su parte sureste en caso de haber hecho la ruta larga.
El camino hacia Becerril de la Sierra se hace por pista en buen estado con unas cuantas bajadas cuya pendiente hace que alcancemos una buena velocidad. En una de ellas y atravesando una zona de piedras, la rueda trasera de la Giant de Efrén, por culpa de llevar poco líquido antipinchazos destalona la cubierta, lo que nos obliga a repararla. Cámara nueva, inflar, colocar y listo…

La medio pista, medio camino nos lleva, pedaleando de forma agradable y atravesando alguna que otra carretera hasta Becerril, ¡¡qué diferencia del estado del camino de ahora al pasado mes de enero cuando pasamos por allí con todo el paisaje nevado!!.
Atravesar Becerril es siempre agradable aunque haya que hacerlo por carretera. Es un pueblo muy agradable a la vista y que en esta época desprende un aire veraniego de esos que te apetece irte a pasar unos días allí. Sin embargo lo nuestro es pasajero, muy pasajero. Observando fincas con unas casas increíbles, circulamos por la carretera que supone la avenida principal del pueblo y que nos conduce a sus afueras por una bajada en una 

urbanización donde siempre surgen algunos piques o alguien aprovecha para darle candela a la bici y desfogarse. Antonio y Jesús (Agila) lo intentaron, pero éste último, al cambiar a un piñón más pequeño debió pedalear con demasiada fuerza y la cadena cedió saliéndose del casete. Afortunadamente lo único que se estropeó fue el pique entre los dos, así pues, colocar la cadena en su sitio de nuevo, y carreta y manta.
La salida de Becerril es igualmente por veredas. Dichas veredas se dirigen hacia Moralzarzal bordeando un bosque de pinos. La entrada en Moralzarzal se hace por la zona del cementerio, bajando una increíble cuesta por pista con piedras sueltas donde la velocidad y la inconsciencia a veces dan algunos sustos. Y alguno hubo, pero afortunadamente sin caídas ni otras consecuencias.
 Con la misma velocidad que entramos en Moralzarzal, salimos de allí. Continuamos por el bosque de pinos en dirección de nuevo a Alpedrete en una zona de sube-baja muy fácil y sencilla cuya única complicación, como en el resto de la ruta es la arena acumulada en el suelo. Uno de los atractivos de esta parte de la ruta es la trialera 
de bajada que hay entre ambas localidades. Una trialera bastante complicada que sólo he visto bajar montada a los SMS y no a todos, y como hoy no era diferente, todos la bajamos a pie. Y es que la mañana estaba resultando perfecta en cuanto a averías e incidencias como para estropearlo casi al final.
Bajar la trialera y cruzar la M-601 es casi inmediato. Y cruzar la M-601 y llegar a la entrada de Alpredete es rapidísimo. En un pis-pas nos encontrábamos callejeando por el punto de inicio. Eran las 12:15 de la mañana, una hora genial para prolongar la ruta en una magnífica opcional que no todos, sino los que pudimos, aprovechamos todo lo que había que aprovechar y dimos buena cuenta de unos cuantos cubos llenos de botellines.

En definitiva, una ruta sencilla, con una distancia moderada y una dificultad mínima que nos dejó un muy buen sabor de boca y no sólo por la opcional final…y ya van dos que podemos hacerla. Sino por la compañía y los reencuentros.
Como dicen en algún programa de la tele, el próximo día más, pero no mejor, porque seguro que es imposible.

                                                                      Fotos de Jesus
                                                                      Fotos de JuanCar