Crónica de JuanCar
La red de vías verdes es un
proyecto de la Fundación de los Ferrocarriles de España que tiene por objeto
reconvertir antiguas vías de tren en desuso en itinerarios cicloturistas y
senderistas.
En Madrid son sólo cinco las
vías verdes existentes: La del Guadarrama entre Móstoles y Navalcarnero, la del
Alberche entre San Martín de Valdeiglesias y la presa de Picadas, la de la
Gasolina, de tan sólo 3 km en la misma ciudad de Madrid, en la Alameda de
Osuna, la vía verde del tren de los 40 días entre Carabaña y Estremera, y la
más larga de todas, de poco más de 47 km, la vía verde del Tajuña.
La principal característica
de las vías verdes es que discurren sin grandes inclinaciones ya que las
máquinas que circulaban por estos trazados cuando eran realmente vías de tren,
no podían superar grandes pendientes por lo que todas ellas se hacen muy
sencillas de recorrer.
Haciendo un poco de historia,
la vía verde del Tajuña recorre el trazado de un tren de vocación agrícola que
pretendió llegar desde Madrid a tierras aragonesas aunque se quedó a medio
camino, en la alcarreña villa de Alocén, a orillas del Tajo. Fue inaugurado en
1901, año a partir del cual, la estación madrileña del Niño Jesús, junto al
Retiro, vio partir a miles de convoyes. Éstos recorrían los 143 km de vía que
morían en Alocén, estación que hoy en día se encuentra bajo las aguas del Tajo
retenidas en el embalse de Entrepeñas. El tren llegó a tener incluso un ramal
que desde la estación de Tajuña, situada a medio camino entre Morata y Perales,
conectaba con las localidades de Chinchón y Colmenar de Oreja.
El tren de Arganda, que
pitaba más que andaba, no pudo superar a los cada vez más veloces coches, ya
que sus trenes, además, cada vez eran más lentos debido al calamitoso estado de
las vías y de sus locomotoras. De esta manera, hubo que aparcar sus trenes de
viajeros definitivamente en el año 1953. Durante unos años se mantuvo un lánguido
tráfico de mercancías (sobre todo remolacha y fruta) pero, poco a poco la línea
murió y fueron levantándose los carriles. Se salvó del desguace el tramo de 28
km que, hasta el invierno de 1998, unió la cementera del barrio de Vicálvaro
con las canteras de El Alto (actual alto de la cementera), situada en las
proximidades de Morata de Tajuña. Hasta esa fecha, por estas vías circularon
continuamente trenes de mercancías acarreando Clinker calizo para hacer
cemento.
Las viejas vías del tren de
Clinker han sido hoy sustituidas por las de un moderno metro de superficie que,
desde Madrid, recorre incansable el tramo que va hasta Arganda.
Y esta es más o menos la
historia de la vía verde del Tajuña. Como dato adicional, decir que la vía
verde del Tajuña parte de la localidad de Arganda del Rey y atraviesa las
localidades de Morata de Tajuña, Perales de Tajuña, Tielmes, Carabaña y Orusco
de Tajuña, para terminar en Ambite.
En cuanto a lo que se
refiere a nosotros, son ya muchas las veces que hemos tenido oportunidad de
rodar por ella, siempre haciendo tramos más o menos cortos y recorriendo tan
sólo parte del trayecto que une dos o más localidades y siempre como el recurso
más fácil cuando los campos están embarrados por la lluvia y no queremos
repetir por las pistas del Canal de Isabel II. Lo que nunca hemos tenido
oportunidad de hacer es el trazado completo que une Arganda del Rey con Ambite
durante casi 50 km, lo que hace un total, ida y vuelta de casi 100 km.
Con este objetivo, y con el
propósito de darnos caña y hacer una media suficientemente elevada que nos
permita estar en los coches en un tiempo prudencial para volver a casa sin
problemas a la hora de comer, nos juntamos en el punto de salida en Arganda 8
compañeros a los que se nos juntarían más adelante Peke y Macarena y alguno
otro más que nos fue sorprendiendo por el camino. La lista de compañeros que
salimos de Arganda, y que fuimos los únicos que hicimos la vía verde completa
es: Jesús (Terminal), Pablo, Nacho (Gorcam), Enrique (Endpar), Javi (Javi
Carva), Javi (Jablan), Ángel (Arrojo) y yo, JuanCar.
A las 8:00 en punto de la
mañana iniciábamos la marcha en las cercanías del hospital de Arganda. Los
primeros centenares de metros fueron más o menos tranquilos, todos agrupados y
tratando de, en la medida de lo posible, ir entrando en calor, puesto que la
mañana había amanecido bastante fresquita. Frescor que no nos abandonará hasta
bien entrada la mañana y ya de vuelta hacia Arganda.
Muy pocos kilómetros después
de empezar, se inicia la ascensión hasta la cementera. Como de costumbre, los
más fuertes se situaron delante, y en este caso los más reservones, aquellos
que pensaban que había que economizar fuerzas al máximo, se situaban detrás.
Poco a poco se empezaron a
hacer tres grupos, y en el caso de alguno de ellos, la velocidad media de la
subida no bajó en ningún momento de los 20-21 km/h, una media de velocidad
bastante descabellada, teniendo en cuenta que no teníamos ni idea de si las
fuerzas iban a ser suficientes para acabar todo el recorrido. Es más, en la
cabeza de todos planeaba la idea de que las rampas de la cementera, ya de
vuelta, habría que subirlas con más de 75 km en las piernas.
Tal era la media de
velocidad que llevábamos, que en menos de media hora estábamos ya en el alto de
la cementera y sin parar, reagrupándonos para el descenso. En este punto
procedimos a mandar un mensaje a Peke y a Macarena para avisarles de nuestra
situación y que estuvieran informados de nuestro progreso ya que ellos, como he
dicho, salían desde Morata para completar cerca de 60 km.
El descenso hacia Morata fue
brutal, vertiginoso. En ningún momento dejamos de dar pedales para completar el
recorrido en menos de 10 minutos y a una velocidad sostenida de más de 40 km/h.
Si hasta ahora pensábamos en reservar fuerzas, en este punto sabíamos que éste
iba a ser el ritmo durante toda la mañana.
Al llegar a Morata, más
concretamente al cuartel de la Guardia Civil, llamadita a Peke para ver dónde
estaban, y al decirnos que se encontraban entre Morata y Perales, subimos de
nuevo a la bici y nos dispusimos a pedalear a ritmo africano camino de
completar la primera parte del recorrido.
La distancia entre Morata y
Perales la hicimos todos más o menos agrupados. Quizá alguno hubo que reservaba
fuerzas más por miedo al tío del mazo que por falta de ellas y por eso se
retrasaba algo del grupo, pero aun así la media no bajaba. Al paso por Perales
de Tajuña, nuestra media de velocidad en movimiento no bajaba de 22-23 km/h y
teniendo en cuenta los matadores sube-baja que hay entre las localidades de
Morata y Perales.
Desde Perales hasta Tielmes
el terreno es mucho más favorable. Quizá picando en ascenso por aquello de ir
contra la corriente del río, pero básicamente llano con alguna que otra rampita
que en absoluto frena nuestro ritmo. A estas alturas, ya en Tielmes, alguno se
pregunta si alcanzaremos a Peke y Macarena antes de llegar a Ambite, lo cual
descartamos, ya que por mucho que corramos, si ellos llevan un ritmo de unos 17
km/h, jamás les alcanzaríamos. Es más, alguno se lo propone firmemente, y en
vez de ritmo africano, impuso un ritmo de récord del mundo de la mayoría de
nosotros no estábamos dispuestos a seguir, y es que Javi Carva está fuerte,
muy, muy fuerte.
La siguiente reagrupación la
hacemos a la entrada de Carabaña, trascurridos ya 35 kilómetros desde que
salimos de Arganda. Justo en este punto nos llevamos la primera sorpresa de la
mañana, desde lejos, y montado en una flamante 29 que un conocido le había
prestado para la ocasión, apareció Miguelín que venía desde Ambite y que nos
informaba que ya había contactado con Peke y Macarena. La intención de Miguel
era acompañarnos de nuevo hasta Ambite, volver de nuevo con nosotros hasta
Carabaña, hacerse la vía verde del tren de los 40 días y acabar regresando de
nuevo hacia Ambite. Así pues y dado que las fuerzas no parecían faltarle a
nadie, iniciamos de nuevo la marcha camino de Orusco por la parte de la vía que
quizá más me gusta y que en esta época del año está francamente preciosa, con
los cereales crecidos y verdes y el campo salpicado de todo tipo de flores
entre las que destacan las amapolas con su precioso color rojo.
A la salida de Carabaña
dejamos atrás el desvío de la vía verde del tren de los 40 días. En este punto
la vía se convierte en un camino compartido entre coches y bicis, con lo que
las precauciones han de ser mayores que en el resto de las zonas. Además, un
tramo en obras ya casi llegando a Orusco, nos rompe un poco el ritmo que aun
así no baja en exceso.
A la salida de Orusco de
nuevo se plantea la misma situación, Javi Carva tira hacia delante y los demás,
manteniendo un ritmo muy alto pero cómodo, le seguimos en la distancia. Por
detrás, un pequeño grupo sigue economizando fuerzas.
Casi sin darnos cuenta, y
tan sólo 2 horas y 15 minutos después de salir de Arganda, llegamos a la
localidad de Ambite. La antigua estación está reconvertida en un restaurante y
centro de visitantes con su terracita y su piscina (cerrada a estas alturas del
año). Allí estaban ya Peke y Macarena a punto de dar buena cuenta de un
magnífico bocata de lomo con queso que nos remueve a todos las papilas
gustativas. Así pues, bocata de lomo con queso para todos y bebidas a tutiplén,
que la vuelta son 47 kilómetros más y es necesario reponer la cantidad de
calorías perdidas.
Tras una media hora dando
buena cuenta del avituallamiento, y ya siendo un grupo bastante más numeroso,
iniciamos el camino de vuelta. La tónica de la vuelta fue la misma que la de la
ida. Siempre un par de componentes del grupo por delante tirando a saco y estableciendo
las reagrupaciones, un grupo intermedio, a buen ritmo y con buena charleta, y
un pequeño grupo al final que seguían algunos de ellos economizando fuerzas y
otras ya yendo al ritmo que le permitían sus tocadas piernas.
El ritmo, más que bajar se
mantenía, y a estas alturas la media de velocidad en movimiento no bajaba de
los 23-24 km/h. Una barbaridad teniendo en cuenta la cantidad de kilómetros que
se acumulaban en nuestras piernas. Por la cabeza de todos seguía pasando el
mismo pensamiento..¿que pasará con nuestras fuerzas en la subida a la
cementera?.
Una vez llegamos a Carabaña,
justo en el cruce con la vía verde del tren de los 40 días, procedimos a hacer
la correspondiente foto de grupo ya que en ese punto Miguel nos abandonaba para
ir hacia Estremera y volver de nuevo por el mismo camino a Ambite.
Los demás, sin bajar el
ritmo, atravesamos Carabaña y Tielmes, y al agrupar en Perales de Tajuña,
apareció la siguiente sorpresa del día: Rubén, nuestro legionario cientounero,
nos seguía los pasos desde Tielmes, punto al que él había llegado desde Velilla
para estirar las piernas.
Peke, confiado en que su
ruta acababa en Morata y que no tendría que subir a la cementera, se picó con
el legionario derrochando más fuerzas de lo deseable. Por detrás los demás
tratábamos de mantener un ritmo alto pero reservón de cara a conservar las
pocas fuerzas que iban quedando para la subida que se nos avecinaba.
Y fue justo llegando a la
entrada de Morata donde ocurrió la nota triste del día. Enrique, que circulaba
justo detrás de Javi Carva, no acertó a ver a tiempo uno de los bolardos de la
vía que evitan el paso de los coches hacia el camino y golpeó de forma seca y
traumática con el lado izquierdo de su manillar (y mano) contra él. Yo, al oír
el golpe giré la cabeza y pude ver como Enrique volaba literalmente por los
aires e incluso hacía una voltereta al aterrizar en el suelo con todo su lado
derecho. Menos mal que no se le quedó ninguna de las dos piernas enganchadas en
los pedales, porque de ser así la cosa hubiera sido mucho peor. Afortunadamente
todo se quedó en un fortísimo golpe y un montón de rozaduras. Menos mal que
Peke y Macarena tenían el coche a escasos 900 metros desde allí, por lo que
Macarena fue a por él y recogió a enrique y su bici y se marcharon por
carretera a Arganda para que Enrique pudiera recoger su coche.
Mientras tanto los demás,
con un buen susto en el cuerpo, reiniciamos la marcha. Algunos el parón nos
había enfriado de tal manera que los primeros metros provocaban un intenso
dolor en las piernas. Menos mal que poco a poco se fueron calentando y casi sin
darnos cuenta estábamos enfilando la subida a la cementera con ya 80 km en las piernas.
Lejos de relajarnos, el
ritmo siguió vivo…quizá demasiado vivo para algunos, como por ejemplo para
Peke, que no contaba con subir el puertecillo y que se había dejado casi todo
picándose con Rubén. Rubén tiraba en cabeza de forma desaforada, a su rueda
trató de irse Pablo, mientras que Jesús y yo les seguíamos en la distancia a
nuestro ritmo. Por detrás Jablan empezaba a dejar de economizar fuerzas y
abandonaba la compañía de Javi Carva y de Nacho y Peke que se quedaban bastante
rezagados.
El esfuerzo de Pablo le pasó
factura, y mientras yo abandonaba a Jesús, veía como Jablan nos pasaba como una
exhalación camino de pillarle la rueda a Rubén. Cuando alcancé a Pablo,
estábamos ya en la recta de la cementera, y ni él ni yo dábamos crédito a la
velocidad de Javi con su 29 que había cazado literalmente a Rubén antes de
terminar las últimas pequeñas rampas.
Desde ese momento y hasta el
final, al velocidad, ya en bajada, fue trepidante y antes de darnos cuenta y a
las 13:40 hora marcada por mi GPS, llegábamos al punto de inicio. Un poco rato
después hacían aparición Peke y Nacho y tras ver el estado de Enrique y
comprobar que estaba suficientemente bien, cargamos las bicis y nos dispusimos
a volver a casita a comer y descansar del palizón de mañana.
Al final, completamos la vía
verde del Tajuña en poco más de 4 horas en movimiento, a una velocidad, también
en movimiento superior a 22 km/h y habiendo cumplido un gran reto y superado lo
que pensábamos que era imposible, es decir, acercarnos al centenar de
kilómetros y tener suficientes fuerzas como para subir a la cementera a la
vuelta incluso a un ritmo superior al de la ida.
Una muesca más en nuestra
culata y un muy buen entrenamiento de cara a las rutas que se nos avecinan.