domingo, 30 de junio de 2013

Abantos con los Bandoleros

Crónica de JuanCar                        
  “El paisaje es memoria. Más allá de sus límites, el paisaje sostiene las huellas del pasado, reconstruye recuerdos, proyecta en la mirada las sombras de otro tiempo que sólo existe como reflejo de sí mismo en la memoria del viajero o del que, simplemente, sigue fiel a ese paisaje”.
Julio Llamazares.

El verano ya está aquí en todo su esplendor. El sol sale poco antes de las 7 de la mañana y la previsión de estos días anuncia que el calor, a mediodía, nunca bajará de los 30 grados. Por fin, en este año en el que la primavera ha sido menos primavera que nunca, el casi invierno de los meses de abril y mayo ha dado paso a un verano que decían que no iba a existir. Ésta es la época en la que los aficionados a dar pedales por los caminos nos vamos a la montaña a buscar cinco, quizá seis grados menos que en la capital y un oxígeno más limpio y puro que en medio del asfalto.
En realidad siempre nos da un poco igual donde ir mientras haya un sendero, una trialerita, un bosquecillo, pero hay sitios que son de obligada visita al menos una vez. Y ese sitio es el pico de Abantos. Así que, cuando en nuestra anterior visita a la Hoya de San Blas, Rubén (Karpov), nos invitó a visitar la zona de Abantos subiendo las famosas zetas en compañía de Bandoleros y Lechuzos, poco lo pensamos. Nuestra intención inicial era visitar al carro del diablo en el valle del Lozoya, pero una invitación como la de Rubén es muy difícil de rechazar.
Así pues, algunos como yo acudíamos a la cita muy emocionados por tener la oportunidad por fin de subir las zetas y visitar esa cruz de color blanco del pico de Abantos que tantas y tantas veces hemos visto en las fotos de otros compañeros con una gran dosis de envidia, tanto sana como insana.
Como nos ocurre casi siempre en los últimos meses, el número de participantes aumentaba según iba avanzando la semana, de forma que el domingo éramos 19 amigos los que acudíamos a la cita. Siempre lo escribo, y esta vez no iba a ser menos, así pues, la lista de asistentes fue: Los anfitriones Bandoleros: Rubén (Karpov), Javi (Javichu), Javi (R-seven), Rodrigo (Glabre) y Manolo (Chirigolo), los Lechuzos: Valentín (Valiente) y Robin, y los demás, Sin Pedrolos y amigos: Jesús (Terminal), Pachi, Javi (Javi Villalba), Javi (Marek), Nacho (Gorcam), Roberto, Antonio, Jesús (Agila), Javi (Jablan), Pedro,  Jose (Ballesteros) y servidor, JuanCar, aunque Jose (Ballesteros), aún convaleciente de sus heridas de la semana pasada, vino sin bici, a caminar, con la intención, que cumplió, de subir al Pico de Abantos por las zetas y bajarlas de nuevo, pero caminando.
La mañana comenzaba temprano, a las 6 en punto, delante de una tostada con jamón y un café me preguntaba qué narices tiene esto que me hace madrugar más que cuando voy al curro. Al fin y al cabo, la pereza es menor cuanto más sabes que vas a disfrutar. Delante del café recordaba las primeras rutas de sierra que tuve oportunidad de hacer hace ya casi tres años. Dormía poco y mal pensando si mi cuerpo aguantaría, me levantaba nervioso, intranquilo por saber si mi cuerpo iba a resistir y si iba a poder disfrutar…ahora ya eso es historia, sé que con mi grupo de amigos no existe angustia por saber si resistiré…lo haré seguro, si acabaré…acabaré seguro mejor o peor, pero acabaré, y una cosa sí tengo clara, disfrutaré, me reiré, respiraré. Eso es lo que me hace salir de la cama como un resorte los días de ruta, que el disfrute es del 100 sobre 100. Y el domingo era uno de esos días. Sabía que me esperaba algo grande: llegar hasta donde he visto con envidia como llegaban otros. Cumplir un nuevo reto.
La llegada al aparcamiento de la silla de Felipe II, casi al lado de la tapia del Club de Golf de la Herrería fue puntual. Realmente todos fuimos puntuales. Pensé: todos llegábamos con la misma ilusión, no hay más que ver la sonrisa en sus rostros. Es bonito saber que todos los que estábamos allí sentíamos y pensábamos lo mismo, que era una gran mañana para pasarlo pipa.
A las 8:15, quizá un poco más tarde ya que las presentaciones, saludos, arrumacos y abrazos varios nos retrasaron un pelín, salimos rumbo al primer objetivo del día: las Zetas, las famosas y archiconocidas Zetas de Abantos. Mientras nosotros iniciábamos nuestro camino en nuestras monturas, Ballesteros lo hacía a pie y con sus dos bastones: “Nos veremos por allí arriba, compañero…”.
Pero hasta llegar a las zetas, nos faltaba un corto pero intenso camino por recorrer. Desde el aparcamiento tomamos el cruce a la izquierda, en sentido contrario a la carretera de acceso a la silla de Felipe II y que corresponde con una calle asfaltada que poco a poco, y con una pendiente bastante asequible sube hasta la entrada del club de golf de la Herrería y desde allí, en franca subida desemboca en una de las calles de San Lorenzo de El Escorial que da acceso al monasterio, monumento que dejaremos a nuestras espaldas para dirigirnos hacia las afueras de la localidad.
Por carretera, y con un ritmo tranquilo y muy llevadero, calentando músculos, sobre todo la lengua, llegamos hasta una valla por la que hay que atravesar camino hacia la segunda horizontal. ¿Por qué segunda horizontal?, ¿Es que hay una primera?. Pues efectivamente, así es.
Y como sabéis que me gusta añadir notas culturetas a mis escritos, en esta ocasión os voy a soltar tan sólo una cita de culturilla y prometo no hacer ninguna más…bueno ninguna extensa, porque alguna más habrá que hacer, ¿no?. No sé si sabréis que El Escorial y San Lorenzo son dos pueblos en origen totalmente diferentes. El pueblo más antiguo es El Escorial, y fue él el elegido por Felipe II para la construcción del monasterio cuando el Rey eligió Madrid como capital del reino. San Lorenzo de El Escorial fue constituido como pueblo independiente en la época de los borbones, más concretamente por el rey Carlos III en el siglo XVIII como escisión de El Escorial. Con esta escisión el monasterio pasó de estar situado en el pueblo original al nuevo de San Lorenzo de El Escorial. La rivalidad de ambos pueblos, sobre todo en el momento de su separación, es una muestra más de las rivalidades entre poblaciones propias de nuestra geografía, así, para mofarse unos de otros, los de San Lorenzo llamaban “gurriatos” a los de El Escorial, y éstos llamaban “caciques” a aquellos. Y porqué cuento todo esto, pues bien, porque el camino de salida natural tanto de caciques como de gurriatos por la ladera del monte de Abantos salía desde el pueblo original de El Escorial, recorriendo un camino en principio llano hasta un desvío que con una pendiente bastante fuerte, empezaba a ascender por la falda de la montaña. Este camino original es lo que hoy llamamos “Primera Horizontal”. El origen de la “Segunda Horizontal” está claro. Los de San Lorenzo, para no utilizar el camino de los “gurriatos” trazaron un segundo camino, más arriba de la primera horizontal y que se unía a ella en un punto del camino ascendente al monte; ese segundo camino es lo que hoy llamamos “Segunda Horizontal”.
Pues bien, desde el momento en que cruzamos la primera portezuela que nos da acceso al campo, nos saluda un camino casi inventado que, no sin esfuerzo, nos deja en una pista horizontal (allí donde Rubén se puso a gritar como si fuera el sargento de la Legión) y que corresponde con la primera horizontal…y horizontal es, lástima que sólo recorriéramos un pequeño tramo de no más de 150-200 metros de ella.
Allí, en la primera horizontal, justo en el desvío del enlace entre las dos horizontales se colocó Javichu para que no nos perdiéramos. Sobre todo para que no nos perdiéramos el pedazo de cuestón de cerca de 200 metros con un desnivel cercano al 17% que acaba en una nueva portezuela que da acceso a la segunda horizontal.
El cuestón es de auténtico órdago. Pocos lo subimos montados sobre todo porque hasta el desvío de la primera horizontal, mi GPS ya contabilizaba un desnivel acumulado de 150 metros en menos de 3 km de pedaleo…y una vez subido el cuestón hasta la segunda horizontal, dicho desnivel ya alcanzaba la cifra de casi 200.
La reagrupación en el paso de la puerta metálica sirvió para que recuperáramos el aliento, y es que ¡¡vaya forma de empezar la mañana!!.
Sin tardar mucho, el grupo continuó subiendo. Como siempre, los más fuertes por delante y los menos por detrás, aunque alguno de los fuertes se quedó detrás para servir de enlace con los menos fuertes. El acceso a la pista de la segunda horizontal abre también un poco el paisaje en el interior del bosque de robles en el que nos encontrábamos. Las vistas de las Machotas, los montes que dan lecho a la silla de Felipe II, empezaban a ser un espectáculo e incluso conseguíamos ver con toda claridad el puerto de la Cruz Verde justo enfrente de nosotros.
El paso de la segunda horizontal (que en este punto coincide con parte de la Cañada Real Leonesa), es corto y muy sencillo, y tras un desvío por la derecha, nos empezamos a adentrar en el bosque de pinos por el que empiezan a ascender las archiconocidas Zetas de Abantos, que en un número de 17 (según mis cuentas), nos llevarían hasta la pista de acceso que desemboca en el alto del Malagón.
Las zetas de Abantos es un camino/sendero precioso que, entre un tupido bosque de pinos asciende sin descanso. Las zetas tienen muchas cosas que las hacen únicas: gran parte de la ascensión, y el desnivel más duro se realiza justo en los giros de casi 300 grados de cada una de las zetas; justo en las revueltas, y sobre todo en las primeras zetas, los pasos por las curvas están salpicados de raíces y escalones de piedra que exprimen la técnica de cualquier biker. Los tramos entre “zetas” no tienen, en general, mucho desnivel aunque no son llanos ni mucho menos y están salpicados de alguna piedra, raíz, y muchas piñas caídas de los pinos. El sendero trascurre en su totalidad entre pinos, jaras y retamas en flor, de un amarillo intenso, que en ocasiones cierran prácticamente el camino, corriendo el peligro de enredarse en el manillar de la bici e incluso en los acoples de quien los lleva.
Poco a poco, algunos con más pericia, otros con más técnica, y todos con muchas ganas, íbamos descontando el número de zetas de nuestro casillero particular…17, 16…..5, 4, 3…así hasta la última, quizá una de las más técnicas de todas y de la que casi todos gozamos tanto observando a los demás pasar, como pasándola nosotros. Justo en la reagrupación nos enteramos de que Roberto, justo al inicio de las zetas, había decidido volver sobre sus pasos; la ruta se le estaba haciendo demasiado dura. Afortunadamente luego tuvimos oportunidad de volvernos a reencontrar.
Una vez subidas las zetas, el grupo, prácticamente compacto, enfilamos el trozo de pista que enlaza con la carretera de subida al alto del Malagón. ¿Sabíais que el alto del Malagón era antaño un puerto de primera categoría de la Vuelta Ciclista a España?...y no creáis que hace mucho tiempo. En su cumbre, y como final de etapa, han ganado ciclistas tan conocidos como Roberto Laiseka en 1999 o Samuel Sánchez en 2007, aunque el que más ha destacado ha sido Roberto Heras, que en la cronoescalada del 2003 al alto del Malagón le arrebató la vuelta a Isidro Nozal…ya veis, un puertecillo sin importancia.
Eso explica las pedazo de rampas de la ascensión. Asfaltado, sí, pero con un asfalto de esos que se pega a la rueda como si fuera velcro, y una pendiente de cerca de un 15% que hace que si no conservas la cabeza fría, mueras en el intento. Y fue aquí donde el grupo se desperdigó una vez más, ¿y quién fue el culpable?, pues el maestro Marek, que mostrando sus dotes de escalador que le han hecho ganarse el apodo del “Marco Pantani de Mejorada”, puso el grupo a fila de a uno, y tal cual el capitán araña, una vez desató las hostilidades, sobre todo entre Chirigolo y Agila, se dejó caer a los puestos más retrasados donde se vanagloriaba de haber sido el origen de los piques…
La llegada el alto del Malagón a 1590 metros de altura la hacemos con cuenta gotas. Reagrupamos, algunos comemos algo, comentamos y nos reímos de la jugada del maestro e incluso buscamos la fuente que en teoría hay allí pero que ni está ni se la espera. El alto del Malagón se abre hacia Ávila, mostrando desde lo alto las cercanías de Peguerinos por un lado, y la llanura madrileña por el otro y a esta altura ya, poca arboleda hay.
Tras la reagrupación, el descanso, la observación de los “turistas” subiendo en coche, algunos en Jeep Willys,y haber comido algo, volvemos a subirnos en nuestros hierros y continuamos pista asfaltada hacia arriba hasta el desvío por la pista que conduce a la fuente del Cerbunal. Poco después del desvío el grupo se estira, y en la parte de atrás, Javi Villalba, Marek, Glabre y yo, nos paramos a contemplar el impresionante paisaje que se abre ante nosotros justo al alcanzar la altura de la Cruz de Rubens, a la que no nos acercaremos para no perder tiempo, y que marca el punto en el que supuestamente el pintor flamenco se apostaba a pintar el monasterio de El Escorial cuando el rey se lo trajo como pintor de la corte.
El espectáculo del paisaje es digno de ver y de fotografiar, por eso, los cuatro, nos dedicamos a la contemplación y a apretar el botón de nuestras cámaras. Parece increíble que algo así esté tan cerca de casa…y mira que digo esto veces últimamente.
Tras la contemplación de las vistas, seguimos pista arriba hasta el desvío que da acceso al Pico de Abantos. El desvío, que nos mete de lleno en el GR-10, nos aleja de la pista que conduce a la fuente del Cerbunal y nos adentra en una especie de pedrolar innombrable que no sé si alguno consiguió subir montado, pero que a servidor le costó dos veces poner el pie a tierra.
La última subida se hace pesadita. Su desnivel acusado y la cantidad de piedras sueltas la hace pestosa de verdad. Menos mal que el premio está cerca, muy cerca. Y es que enseguida se abre ante nosotros uno de los espectáculos más alucinantes de toda la sierra del Guadarrama: el Pico de Abantos, con su punto geodésico, su cruz y su cartelón amarillo que desde abajo parece una simple postalita.
Llegar al Pico es un verdadero subidón, y no sólo por la altura alcanzada (1753 metros), que no es ni con mucho la más alta de la sierra, sino por el paisaje que se abre ante los ojos. No sé si será la sensación de estar como en un acantilado, la falta de obstáculos en el paisaje o lo amplio del ángulo de la vista tanto a este como a oeste como hacia el sur…la vista, el paisaje es francamente inigualable en toda la sierra.
Fotos por doquier, fotos de grupo, comentarios. En un lugar así merece la pena quedarse un buen rato disfrutando de todo lo que ofrece…una pasada que todo el mundo debería disfrutar al menos una vez.
Desde este punto la ruta cambia radicalmente. Hasta ahora todo ha sido subir, subir y subir, pero aunque no hayamos terminado de ir hacia arriba en algún punto, a partir de aquí las bajadas superarán son mucho a las subidas. Empezando por la primera de ellas, la bajada por el GR-10 hasta el cruce con la pista que lleva al alto de Abantos. Una bajada divertida y peligrosa a partes iguales, con regueros, piedras, escalones, y una parte final con un buen desnivel y con piedras sueltas que harán que extrememos el cuidado.
Tras llegar al cruce, enfilamos de nuevo pista abajo, justo por el límite provincial con Ávila hasta llegar, por prados ocupados por vacas y caballos hasta el alto de Abantos, y aquí, visitar, tal y como le prometimos a Tinez, el cartel del puerto del que aún (y esperemos que por siempre), cuelga el nombre de nuestro malogrado compañero Ertumba (d.e.p.). Foto de rigor, y de nuevo carreta hacia abajo hasta que, a una velocidad de vértigo por una carretera muy rota, llegar de nuevo al alto del Malagón, cerrando así el pequeño bucle alrededor de Abantos y encontrándonos con Ballesteros que ya estaba el tío a la altura del desvío de la pista a la cruz de Rubens.
Casi sin pararnos ya que el tiempo apremia, nos lanzamos pista hacia arriba por el camino del Pinar, en busca de nuestro siguiente objetivo: el puerto de la Cruz Verde. La subida la aprovechan algunos amigos, los más fuertes, para demarrar: Chirigolo, Robin y Valentin nos pasan como una exhalación a los demás encabezados por Agila, Jablan y yo. A su vez Jablan y Agila venían demarrando por detrás, y en un momento dado, Agila nos abandona mientras Valiente aprovecha para grabar su video y Chirigolo se para en lo alto de una roca sacando fotos a los que llegábamos. Robin por su parte vuelve en busca del grupo y se encuentra con Agila, que a la altura de la pista que baja a Peguerinos se detiene a reagrupar.
La reagrupación nos conduce a un vertiginoso descenso por pista, de esas de piedrecita suelta y reviradas que exige que vayamos con muchísimo cuidado ya que el terreno es muy resbaladizo y la pendiente muy pronunciada. Dos o tres giros de 300 grados de tipo “zeta”, nos dejarán en el cruce con la carretera M-535 a la altura de Robledondo.
La verdad es que divertida fue toda la ruta, pero el sendero/trialera/vereda que se abre desde la carretera a la altura de Robledondo hasta el mismísimo puerto de la Cruz Verde, es de lo más divertido de toda la mañana: revirado, con zonas de piedras, escalones, alguna raíz, pasos técnicos, sendero, taludes…una bajada de poco más de 2 kilómetros que corre en algunos tramos paralela a la carretera del puerto de la Cruz Verde y que al final, ya en el puerto nos dejó a todos con una gran sonrisa en la boca. Allí, en el puerto, nos estaba esperando Roberto, que tras darse la vuelta en las zetas, cogió carretera y manta, y sin pereza se subió el puerto de la Cruz Verde por carretera para esperarnos tranquilamente.
La mañana se nos echaba encima, el calor se hacía más pesado, pero las vistas seguían siendo espectaculares. A nuestra izquierda el valle de acceso a El Escorial, con el monasterio al fondo, a nuestra derecha la carretera del puerto, justo enfrente y a la izquierda, la ladera norte de las Machotas, y enfrente nuestro próximo destino, el valle de acceso a Robledo de Chavela, localidad a la que hoy no toca llegar.
Así pues, ya reagrupados otra vez y con el grupo al completo, y tras circular poco menos de dos kilómetros por la carretera M-533, nos desviamos a la derecha para tomar el camino de Robledo. El primer tramo, muy técnico hace que la bici de R-Seven, por culpa de las cubiertas de su bici le haga un extraño, le derrape de adelante y haga que él de con sus huesos en el suelo, afortunadamente sin consecuencias…menos mal.
La bajada hacia Robledo es rápida, rapidísima y muy peligrosa, tanto por los escalones de piedra como los bancos de arena de toda la bajada. Tres kilómetros de auténtica velocidad y técnica que nos dejan en un punto de la ruta muy conocida por nosotros: la cuesta del puente de las vías del tren, perteneciente a nuestro querido GR-10 y donde un servidor se doctoró subiendo y que afortunadamente el domingo tocaba bajar. Y la verdad es que la bajada es mucho más divertida que la subida...y es que como dijo un compañero, alguno podemos presumir de haberlo subido y haberlo bajado.
Justo al final de la bajada de las vías se produce la gran avería de la mañana. Ni él mismo sabe cómo, pero de repente, a la Scott de Agila se le rompe la patilla de cambio, lo que hace que a la velocidad que bajaba, la pata del cambio se le introduzca hacia el interior de la rueda, rompiéndole no menos de 6 radios de la rueda trasera. Obviamente, con una avería así es imposible seguir. Ni siquiera existe la posibilidad de dejar la bici en single speed ya que la rueda está totalmente destrozada. La decisión: que Jablan y alguien que le acompañe, tire lo más rápido posible hasta los coches (afortunadamente sólo quedaban 8 kilómetros), y volver a por él con el coche.
Así pues, mientras Agila caminaba casi cargando con su bici hacia el pueblo de Zarzalejo, los demás enfilábamos camino en busca de acabar la ruta cuanto antes. Eso sí la llegada a Zarzalejo forzaba a una parada obligatoria en alguna de sus muchas fuentes para repostar agua fresca. Este repostaje a alguno le salió caro, ya que tanta agua y tan rápido afectó su estómago y le hizo vomitar ¿verdad Roberto?...ay, cuanto me acuerdo cuando mi madre me decía de pequeño que no había que embotarse con tanto agua!!!.
Mientras tanto, el grupo se deshizo por completo. Lo tardío de la hora y la premura por coger el coche para ir a buscar a Agila hizo que algunos nos adelantáramos y de paso disfrutáramos con uno de los senderos/veredas más divertidas que hemos pasado últimamente, la que Rubén llama “senderos de las Machotas” y que en realidad se llama “Colada del camino del Chicharrón”, cuyo principal atractivo es la calzada romana que salpica el recorrido, lo tendente hacia abajo que se sitúa, y la velocidad a la que se puede pasar por tanta piedra, tanta lancha de granito y tanto sendero entre vereda, con el frescor de la arboleda a ambos lados. Exceptuando el último paso, muy técnico y con un escalón descomunal, el resto es una de las veredas más divertidas de bajar de esta zona de la sierra.
Tras el Camino del Chicharrón, cogemos la pista, paralela a las vías del tren que da acceso a través de la archiconocida puerta verde, al bosque de la Herrería. Un lugar precioso del que aún Jablan recordaba cómo nevaba la última vez que pasamos por allí camino de la silla de Felipe II. Una preciosidad.
El bosque de la Herrería nos deja definitivamente en los coches, desde donde a toda velocidad Jablan sale camino a Zarzalejo a buscar a Agila, mientras el resto, algunos con mucha prisa, cargamos la bici, y despidiéndose de todos, tomamos camino a casa a la que llegamos allá a las 15:00 de la tarde.
Lástima de los últimos problemas y lástima de no haber podido tomar una cervecita o bien en el alto de la Cruz Verde o bien en una buena opcional, hubiera sido un magnífico colofón a una ruta que casi alcanza el rango de épica y en la que, como siempre hemos disfrutado como enanos con nuestros compañeros Bandoleros y Lechuzos y que ha supuesto una muesca más en el cuadro de más de uno, entre los que me incluyo.
Muchas gracias por invitarnos a rutas como estas y estaremos encantados de compartir cuantas rutas sea posible.
                                                                           Fotos de Jesus                                                                            Fotos de JuanCar
                                                                           Fotos de Chirigolo
                                                                           Fotos Buenas

domingo, 23 de junio de 2013

La Hoya de San Blas a nuestra manera

 Crónica de JuanCar

La idea de hacer la Hoya de San Blas por enésima vez tenía varias razones. Por una parte es una ruta de las preferidas por el grupo y que tiene de todo un poco y a gusto de casi todos. Por otra parte era una forma de bajar el pistón de los rutones que últimamente hacemos y que nos llevaron hasta la Ruta Loca; desde este punto de vista la Hoya de San Blas nos sirve como ruta “suave” aunque realmente, y en otras condiciones sería una de nuestras rutas más complicadas; no en vano son cerca de 800 metros de acumulado en menos de 35 kilómetros. Además, esta semana nuestro Maestro no podía salir, por lo que añadir una ruta archiconocida por todos no restaría la posibilidad de que el Maestro hiciera una de las que sólo hacemos una vez al año.

Así con todo, yo estaba convencido de que como mucho seríamos una decena de amigos ya que la convocatoria era un tanto imprecisa. No teníamos track y no teníamos una idea fija de qué es lo que íbamos a hacer. No sabíamos si íbamos a hacer la ruta tradicional, si la íbamos a hacer en el sentido de las agujas del reloj, si íbamos a pasar por el Canto del Berrueco. En fin, que el track iba a ser un tanto improvisado, sobre la marcha y contando con la memoria de Jesús (Terminal) para elegir en cada momento la ruta a seguir. Desde luego lo que sí que teníamos claro es que la bajada del SL-02 no nos la quitaba nadie.
Según pasaban los días se iban apuntando a la ruta más amigos. Lo que en un principio parecía que iba a ser una ruta de no más de 10, al final se convirtió en un grupo numeroso que empezó con 19 unidades y que acabó con 17; y no porque dos compañeros se retiraran, sino porque Santi y un amigo suyo hicieron parte de la ruta con nosotros para luego dejarnos y seguir con su rutón preparatorio de la Mountemplaria que les llevaría a coronar La Morcuera y Canencia.
 Así pues, a las 8:15 de la mañana ya estábamos casi todos en el lugar de costumbre, detrás de la iglesia de Soto del Real. Generalmente llama la atención la cantidad de cigüeñas que hay en el tejado de esa iglesia, pero esta vez es exagerado. Parece una bestialidad decir que apenas se ve el tejado de la iglesia, pero no lo es. Hay no menos de 25 o 30 cigüeñas en el tejado, cosa que no deja de sorprender.

La lista de asistentes esta vez es un poco más complicada, y no por nada, sino porque aunque conozco a todos, lo que no conozco son sus nombres…disculpadme chicos, pero la edad es lo que tiene, me los dijisteis, pero mi memoria de pez no da para más.
La lista de 17 asistentes (ya dije que Santi y su amigo sólo compartieron parte dela ruta), es: Jesús (Terminal), Pablo, Pachi, Antonio, Jose (Ballesteros – Walles), Roberto, Alberto (Peke), Paco, Rubén (Karpov), Jesús (Agila), Chus, Ángel y Óscar (los tres compañeros de Peke), Rodrigo (Glabre), Javi (Javichu), JuanCar (yo), y la sorpresa del día, nuestro amigo Zarzo al que no veíamos desde hace un montón de tiempo.
La salida al final fue bastante puntual y la elección del camino a seguir fue finalmente salir desde Soto hacia el Canto del Berrueco, continuar hacia la ermita pasando por el embalse y por el perímetro de Aguirre subir la pista de la Morcuera hasta el desvío del SL-02. Una vez bajado el SL-02 volvemos al cruce la pista de La Morcuera de nuevo por el perímetro de Aguirre y desde allí enfilamos la subida a la entrada de la Hoya o Hueco de San Blas. Rodar por la pista cuesta abajo y pasando de nuevo por el embalse, volver hasta el cruce de la Jacaranda y tirarnos por la vereda camino de vuelta hacia Soto.
Así pues, abandonamos Soto del Real por el camino de siempre, tomando la cañada a la izquierda en vez de seguir de frente como hacemos casi siempre. Es aquí, nada más salir cuando se produce la primera incidencia del día. El grupo se había dividido en dos, en el de delante, mucho más numeroso, se impuso un ritmo bastante vivo; no muy rápido, pero lo suficiente como para dejarnos descolgados a un pequeño grupo de cuatro que rodábamos más lento en la parte trasera. Tal fue la distancia que en sendos cruces de caminos les perdimos de vista, por lo que al llegar a la altura del Canto del Berrueco llegamos a la conclusión de que lo suyo sería rodar más despacio y más compacto y hacer el número de paradas que fuera necesario para que nadie se quedara descolgado. Es lo que tienen los grupos numerosos.
Desde el momento en que atravesamos la finca del Canto del Berrueco donde se alza esa especie de grupo rocoso de granito con forma indescriptible que a unos le recuerda a un gato, a otros a un ratón y a algunos a la mascota de las olimpíadas de Barcelona 92, el Cobi, rodamos mucho más agrupados y con reagrupaciones más frecuentes.
Nada más atravesar el Canto del Berrueco, nos toca mojarnos un poco cruzando el Arroyo del Mediano. No es que lleve mucha agua, pero sí la suficiente como para que algunos vean sus pies refrescados.
El grupo, más o menos compacto, seguía rodando por delante del embalse de Los Palancares. Es curioso lo vacío que estaba este embalse la última vez que pasé por allí, y lo lleno que está ahora; vamos, como todos los embalses de Madrid, ya sean pequeños o grandes. La pista que circula por delante del emblase es la Cañada de los Palancares que, en este punto corresponde con nuestro queridísimo GR-10 (últimamente no hacemos otra cosa que rodar por algún tramo suyo). Nuestro siguiente objetivo es llegar hasta la Ermita o Capilla de San Blas. Para ello, continuamos igualmente agrupados por el GR-10 hasta tomar el desvío por el PR-12, que en estas latitudes corresponde con la pista de ascenso al Puerto de la Morcuera y que pasa por delante de la finca La Jacaranda. Algunos comentamos incluso lo estupendo que sería, a esa hora, estar en el jardín de la finca escuchando los pajarillos, disfrutando del fresco de la mañana y estar desayunando un cafetito con bollos y un zumo de naranja…ilusos.

El ascenso por la vereda de la Jacaranda tiene dos tramos, uno primero, más tendido, con un firme más estable, y un segundo en el que nos saluda un cuestón en curva a izquierdas y que nos deja en la base de la Capilla de San Blas. Este segundo tramo es el que marca las diferencias entre los más y los menos fuertes. Como siempre, a los más fuertes les toca reagrupar en el cruce que hay al lado de la Ermita; esta vez a la sombra.
El paisaje de esta zona es peculiar. A esta altura el campo es más bien del tipo dehesa, lleno de encinas y monte bajo, ideal para la cría de reses bravas (más de una finca hay). A la altura de la Ermita el paisaje cambia, las encinas empiezan a dar paso poco a poco a un bosquecillo de robles melojos que crecen en la falda de la montaña y que a esta altura del año ya lucen sus hojas con todo esplendor.
Tras la reagrupación en el cruce de la Ermita, decidimos dividir el grupo en dos partes de forma temporal. La mayoría toma la pista por la izquierda para disfrutar de unos senderitos en subida en la zona llamada Las Majadillas; una zona muy bonita a la que algunos renunciamos para hacer la misma subida hasta el punto de reunión por la pista que pasa por la puerta de la Ermita. La subida por pista tiene tres tramos con un desnivel bastante acusado. Afortunadamente el terreno está perfecto y no hay que ir, además, sorteando regueros o piedras.
Mientras Antonio y yo esperábamos en el punto de reunión a que llegara el grueso del grupo, el resto de los “pisteros” negociaban el rampón que les quedaba hasta el siguiente punto de reunión. Una vez fueron llegando los compañeros “senderistas”, tiramos ya todos para arriba, no sin antes extrañarnos por la tardanza en llegar, y es que por primera y no única vez en la mañana, Chus, uno de los amigos de Peke, sufrió el primer pinchazo de la mañana. Afortunadamente sus ruedas llevaban líquido antipinchazos y sólo fue cuestión de esperar a que el líquido hiciera su efecto y volver a hinchar la rueda.
El punto de reunión en lo alto de la rampa corresponde con el cruce de la pista de subida al alto de La Morcuera con el camino de la Fuente del Cura o Perímetro de Aguirre. Una vez hubimos descansado de los rampones anteriores nos pusimos de nuevo en marcha, girando a la izquierda para ir a buscar el cruce con la subida hacia el SL-02 por la pista de La Morcuera.
El camino desde el punto de reagrupación hasta el cruce tiende a subir, no es nada pestoso, pero sí que se hace algo tedioso pensando sobre todo que habremos de hacerla una segudna vez en el transcurso de la mañana. Como de costumbre, la barrera que da acceso al perímetro de Aguirre nos sirve como punto de reagrupación, una nueva reunión muy cerca en tiempo y en espacio de la anterior, sobre todo debido a que Chus había vuelto de nuevo a pinchar o más bien su rueda trasera había vuelto a perder aire.
El perímetro de Aguirre es un lugar peculiar, sobre todo en otoño, ya que es una pista que, a la derecha según se va en dirección a la Hoya de San Blas, está flanqueado por un denso bosque de pinos, mientras que a la derecha lo está por un bosque de robles. Digo que es peculiar sobre todo en otoño ya que a la derecha se conserva verde mientras que la izquierda tiene unas tonalidades marrones-amarillas preciosas. Evidentemente en esta época del año todo es de un color verde intenso, como lo es todo el bosque ya que los helechos están empezando a hacer su aparición.
Una vez vimos llegar a Chus, Rodri, Roberto y alguno más que ayudaron al primero a hinchar la rueda, proseguimos nuestro camino tomando el desvío a la derecha en el cruce con la subida a La Morcuera.
La subida por pista hasta el SL-02 no es especialmente dura. Su longitud es de unos 2,5 kilómetros con una pendiente media de cerca del 7-8%, aunque hay un tramo casi a punto de llegar al SL-02, de unos 500 metros que se empina hasta el 13-14%. Es una subida para tomársela con tranquilidad, a ritmo y sin prisas se sube muy bien, sobre todo pensando que tras la reagrupación en el desvío, lo que queda es bajar el SL-02.
De nuevo, en el desvío volvemos a reagrupar, esta vez para comer algo y para esperar a los que venían un poco más retrasados. Tras avituallarnos y algunos ponerse las vestimentas de guerra (cascos integrales, espinilleras, coderas, etc), nos deslizamos ladera abajo en busca del prado que da acceso a la trialera del SL-02.
Uno a uno fuimos entrando en el bosque por el que discurre el SL-02. Sus escasos 2,5 km yo los dividiría en varios tramos. Uno primero que discurre por un sendero rápido y sin dificultad que se desciende sin ningún problema; éste en su primera parte es casi campo a través, tras saltar una pequeña valla de piedra al que se tiene acceso casi desde la misma pista.

Tras el primer tramo de sendero, el camino aumenta en complejidad y en pendiente negativa. Esta primera parte más técnica está salpicada de regueros, raíces y piedras sueltas que pone a prueba nuestra técnica. La segunda parte de este tramo es la más técnica, mucha piedra suelta, rocas y alguna que otra raíz amén de cerrarse entre los árboles y el monte, lo que hace que el descenso se vuelva bastante más complicado. La salida de este tramo acaba en una pradera cuyas rocas enormes se alzan como un mirador sobre la falda de la montaña con el monte San Pedro delante y con Miraflores de la Sierra y Soto del Real a un lado y otro del mirador.
En esta primera parte hubo bastantes incidencias. Por un lado Chus se la bajó a pie de cabo a rabo, por otro, Ángel (amigo de Peke), las pasó canutas con su brazo derecho el cual le dolía bastante al hacer el esfuerzo de controlar los frenos y el manillar de su bici, Agila, por su parte, desllantó la rueda trasera de su Scott, quedándose Rodri a echarle una mano justo a la mitad de la bajada de este tramo. Por su parte, Ballesteros, justo al final de la bajada de este tramo, equivocó la trazada y se fue por la lado más difícil. La baja velocidad y las piedras hicieron el resto haciendo que saliera por el lateral de su bici y clavando la rodilla derecha en el suelo. Afortunadamente sólo chapa y pintura.
Mientras que Agila reparaba su rueda y Chus terminaba de bajar, los demás contemplábamos el espectáculo y nos preparábamos para la foto de grupo la cual hicimos por triplicado en varios ángulos diferentes.
Tras la foto obligada, nos subimos de nuevo a nuestras monturas para terminar el último tramo de bajada por el SL-02, más disfrutón, con menos piedras y raíces, pero que hay que atravesar con una cierta técnica. El fin del SL-02 es una barrera que da acceso de nuevo a la pista de la fuente del Cura donde de nuevo el pateo de Chus nos hizo reagruparnos.

Tras la enésima reagrupación, volvimos a tomar el camino de la fuente del cura por el mismo sitio por el que circulamos con anterioridad, cerrando de ésta manera y a la altura del cruce con la pista de la Morcuera, el primero de los dos bucles del día.
La pista de la fuente del Cura se convierte en ese punto en la pista de la Hoya de San Blas, en claro descenso durante aproximadamente 1,5 kilómetros y que sirve de aperitivo a una nueva subida hasta el acceso a la Hoya de San Blas. La subida, pestosita donde las haya, de aproximadamente un kilómetro y medio de longitud, volvió a ajustar las diferencias. Los más fuertes llegaron rápido y tuvieron que esperar lo suyo. Por detrás, los menos fuertes iban consumiendo metro a metro la subida, unos a un ritmo lento pero encima de la bici y otros caminando pero a ritmo rápido.
Una vez en el acceso a la Hoya, en el cruce con la pista que por un lado desciende el valle y por el otro sube al comedero (alguna vez iremos allá arriba), se abre ante nosotros la vista del Hueco de San Blas, uno de los 10 valles de la Sierra del Guadarrama, de una belleza extraordinaria. Es un valle pequeño, pero encantador. Sinceramente si alguien no ha tenido la oportunidad de disfrutarlo es que está perdiendo el tiempo.
La pista de bajada hacia el fondo del valle y que lleva de nuevo al embalse de Palancares es un tanto peligrosa. Tiempo atrás estaba salpicada de piedras, roderas y regueros, pero ha sido alisada y cubierta de una especie de arena con piedrecilla suelta que hace que a la que te descuides acabes con tus huesos en el suelo ya que se vuelve una auténtica pista de patinaje.
El descenso es rápido, casi a tumba abierta hasta la barrera de acceso a la Hoya, al lado justo del Arroyo del Mediano que nos refrescó los pies a primera hora de la mañana. Una vez reagrupados, continuamos nuestro descenso hacia el embalse de Palancares por su parte alta, el cual atravesamos y, cerrando el segundo bucle, giramos a la izquierda en el GR-10 en busca de la pista de la Jacaranda que esta vez no subiremos en dirección a la ermita, sino que tomaremos el camino de descenso por la vereda que lleva hasta las cercanías de Soto del Real.

En el punto del desvío del embalse algunos componentes del grupo decidieron que bajaban de forma directa, por la parte baja del embalse hacia Soto. Los demás, unos 9 o 10 componentes del grupo decidimos que queríamos disfrutar de la bajada de la vereda que corresponde con el PR-12. Lástima que en algunos puntos los senderos hayan desaparecido y hayan sido absorbidos por la maleza y por los gigantescos agujeros que ha dejado la bajada del agua por allí.
Aun así, todos y cada uno de los que bajamos por el PR-12 disfrutamos de lo lindo, terminando de dar pedales unos minutos después en el aparcamiento de los coches. Al llegar vimos como Ballesteros venia de refrescarse en la fuente del parque, pero venía el hombre desollado. Por lo visto se había caído en la pista que lleva al embalse, aterrizando con el costado derecho de su cuerpo y habiéndose deslizado por encima de las piedrecillas de la pista que tan abrasivas son. Las rozaduras, solo de verlas parecían muy dolorosas. Afortunadamente no era más que, al igual que en la caída en el SL-02, chapa y pintura. Jose, recupera pronto esas heridas y no te toques las costras (como me decía mi madre).
Del resto poco más. El tiempo justo para que algunos cargáramos las bicis en los coches y salir pitando a casa, aunque supongo que alguno dio buena cuenta de alguna cervecita.
Como siempre, una mañana genial, en un compañía estupenda y en un lugar privilegiado sabiendo además que el próximo finde hay más. ¿Qué más se puede pedir?.


                                                                         Fotos de Jesus
                                                                         Fotos de JuanCar