domingo, 27 de julio de 2014

El Nevero desde las Lagunillas

                                                                          Fotos de Jesus

domingo, 20 de julio de 2014

En vez del Tres Provincias, los dos Embalses

                                                                      Fotos de Jesus

domingo, 13 de julio de 2014

Fin de semana pirenaico (Segunda parte, Valle de Estos)

Crónica de Juancar


"Vive tu vida como si subieras una montaña. De vez en cuando mira hacia tu alrededor y admira las cosas bellas en el camino. Sube despacio, firme y disfruta cada momento hasta llegar a la cumbre."

(Harold V. Melcher)





“¿Recuerdas aquella noche en la cabaña del Turmo?. Las risas que nos hacíamos antes todos juntos…Hoy no queda casi nadie de los de antes. Y los que hay, han cambiado…”.

(Celtas Cortos, “20 de abril” – 1991)



Tras la jornada del sábado en la que yo, desafortunadamente, no pude disfrutar de la misma forma que el resto de compañeros de las maravillas de la sierra de Chía, de la cascada, del PR, etc, y dado que el domingo mi estómago había decidido darme una pequeña tregua, aunque sólo pequeña, me dispuse, como así fue, a completar la ruta que en esta ocasión visitaba el valle de Estós desde la localidad de Benasque.
¿Qué seria empieza esta crónica, no?. Pues sí, pero no es mi intención. La información de éste primer párrafo es simplemente eso, información, el titular de lo que pudiera ser una ruta de BTT más. Y es que tratar de hacer un relato de la ruta del domingo desde un punto de vista objetivo, casi de reportero de tabloide es, para mí, una tarea totalmente imposible, así que, empecemos por lo serio:
Nombre de la ruta: “Benasque - Refugio de Estós - Benasque”, 24 km, 1.050 mts D+, duración aprox: 4h, 30 min. Dificultad técnica: media-baja, Dificultad física: alta. Ruta que discurre por el valle pirenaico de Estós desde la localidad oscense de Benasque hasta el refugio de alta montaña de Estós.
Ese podría ser el titular de la ruta y ahí se acabaría todo si no fuera porque (obviamente de la del sábado no puedo opinar), se trata de la ruta en bicicleta de montaña más bonita y quizá de las más duras que he tenido oportunidad de hacer en los escasos 5 años que llevo subido a una BTT. Sólo se me ocurre un único calificativo: indescriptible.
Tratar de describir lo indescriptible es algo muy difícil, casi imposible, pero si no lo hiciera no habría crónica, y llegados a este punto más de uno me daría con un canto en la cabeza la próxima vez que me viera. Así pues, ahí van mis impresiones de esta magnífica jornada.
El despertar por la mañana fue duro para más de uno. Algunos por culpa de las molestias gástricas ya comentadas, otros por las pocas horas de sueño disfrutadas. El caso es que a la hora acordada, minuto arriba, minuto abajo, estábamos los seis (Rubén, Efrén, Raúl, Miguel, Rafa y yo, JuanCar), sentados en la mesa del comedor del Hotel Plaza dando buena cuenta de las tostadas y mermeladas caseras de Marisa (dueña del hotel), así como de zumos, aguas y cafés. Sabíamos que la jornada iba a ser dura. Rubén, nuestro organizador, nos lo llevaba diciendo tiempo, aunque a decir verdad también acompañaba ese calificativo con la palabra “belleza”. Y es que la palabra “belleza” siempre endulza a cualquier calificativo anterior e incluso tiende a eclipsarlo. ¿Qué más da que sea duro si vamos a disfrutar de la belleza?.
Tras acabar de desayunar, nos vestimos de faena, cogemos nuestros bártulos y montados en los coches, nos dirigimos a la cercana localidad de Benasque, a escasos 14 km de Castejón de Sos, centro neurálgico del valle pirenaico del mismo nombre y desde donde partíamos rumbo a nuestra aventura matutina. Descargar las bicis, preparar las mochilas, GPS, cámaras y demás “gadgets” nos tomó nuestro tiempo, de forma que, a las 10:00 de la mañana, y con el sol ya en todo lo alto, empezamos a dar pedales por la carretera que atraviesa el “valle escondido” y que acaba en los “Llanos del Hospital”.



En esta ocasión, los primeros kilómetros los hacemos por la carretera A-139 en lo que parecía un falso llano. La verdad sea dicha, en ese punto más de uno estuvo a punto de darse la vuelta (yo entre ellos), y es que pensando en que la ruta iba a ser dura, y que circulábamos por un falso llano y viendo que las pulsaciones iban aumentando gradualmente y la falta de fuerzas en las piernas también, algunos valoramos la posibilidad de esperar sentaditos en los coches, pero la sorpresa fue que de falso llano nada de nada. Mi GPS estaba marcando un 7% de desnivel, y es que en los Pirineos, lo llano no existe, y lo que lo parece es en realidad una buena subida. El caso es que no era capaz de acelerar mi bici más allá de los 15 km/h, y con la respiración agitada observaba a mis compañeros, unos muy frescos y otros tan machacados como yo.
El trayecto de unos 3 km por carretera se hizo rápido. El firme en buen estado ya que la carretera hubo de ser reconstruida tras el desborde del río Ésera en junio de 2013 contribuyó a que recorriéramos esos primeros 3000 metros bastante rápido. Un desvío en forma de raqueta nos separó de la carretera principal hacia la pista de acceso al valle de Estós, objetivo de nuestra excursión. Aquí Rubén ya nos advertía de las duras rampas del principio (no nos advirtió de las siguientes), por lo que cada uno, mentalizándose de lo que se nos venía encima, reguló sus fuerzas para poder llegar en buenas condiciones a esas rampas.
La pista asfaltada llega hasta el aparcamiento para senderistas en la mismísima entrada al valle. Para acceder a la pista no asfaltada (GR-11), a la altura del embalse de Estós, debíamos subir unas cuantas escaleras que nos permitían salvar el desnivel entre una pista y otra. Fue en este punto en el que yo, torpe de mi, al tratar de hacer una foto de mis compañeros subiendo con la bici al hombro, puse el pie en un vano y me fuí por el lateral de la escalera dando con mis huesos en las zarzas. Afortunadamente no hubo más consecuencias que unos pocos rasguños en piernas y brazos.



Subir la escalera y acceder a la pista semi cimentada que discurre por un cortado al borde de río Estós, justo a la altura de la presa del embalse del mismo nombre es un auténtico espectáculo. Es cierto que las rampas de acceso son bastante duras, pero yo, personalmente ni me enteré, ya que íbamos parando cada 50 metros observando la maravilla natural que se nos presentaba. A nuestra izquierda, enfrente, una caída de agua alimentaba el río después de una presa, y justo en el lugar donde chocaba contra las rocas, permanecía aún sin derretir un gran bloque de nieve hecho hielo que se encajonaba en el cortado entre el río y la presa. La presa, por su parte, estrecha y alta, dominaba la garganta reteniendo el río tras de sí. La visión del embalse fue espectacular. El color azul verdoso en contraste con el color de la montaña, la vegetación y maravilloso cielo azul, daban un toque magistral a la composición. Ver las fotos, sin duda, no hace justicia al lugar.
Tras subir por la ladera derecha del embalse, por una pista resguardada por valla y pasamanos, llegamos a la pista en sí excavada por el propio río en la montaña. Rodar por aquel lugar tiene algo de ensoñación. El cortado de roca a la derecha, la pista de piedra de pizarra suelta y la vegetación de monte bajo y pequeños árboles a la izquierda que nos separaban de un río de alta montaña de color blanco y azul, salpicando las grandes rocas de su interior, con un caudal impresionante, el olor de la montaña, el sonido de los pájaros, el frescor de rodar por aquel sitio es algo digno de ser vivido y que es difícilmente descriptible, como es difícil describir la llegada al puente que atraviesa el río Estós allá por el kilómetro 5 de ruta y que nos lleva de la margen izquierda del río a su margen derecha. Podría tratar de describir la postal que ví en ese momento, pero la gran cantidad de detalles hace imposible tal labor. El río, bravo, bajando rápido sobre las rocas medio encajonado en el valle, angosto, con árboles a un lado y otro de su ribera. Al fondo picos de 3000 metros que, como agujas, se elevan por encima de cualquier otro accidente geográfico, en fin, una delicia para la vista, el oído, el olfato que todos en mayor o menor medida quisimos inmortalizar en innumerables fotos, selfies, vídeos…



El paso a la margen derecha del río trajo consigo el aumento de la pendiente de la pista. En ese punto dicha pendiente media bien podría ser de un 7 a un 9% con rampones “curiosos”, como diría el Maestro Marek. Un kilómetro más allá del puente se encuentra la “Cabaña de Santa Ana” a 1.500 metros de altitud (ya llevábamos más de 300 metros de D+ acumulado). La cabaña está situada en un enclave precioso, y ya que sirve como refugio, qué menos que parar allí a hacer un descanso observando el entorno, tan espectacular como he descrito y reponer fuerzas para continuar nuestra “escalada” valle arriba.
Las caras de los compañeros eran dignas de verse. Algunos maltrechos por el cansancio, otros alucinando con los paisajes. El caso es que prácticamente no se hablaba nada, tan sólo lo suficiente para alabar el lugar en el que nos encontrábamos. Cinco minutos de descanso, y a rodar. La cabaña de Santa Ana es una especie de frontera; más o menos en ese punto se pasa de un valle cerrado, con el río encajonado entre sus paredes más o menos verticales, a un valle abierto, verde, de altas cumbres de picos grises por la roca y blancos por los neveros, un paisaje de postal que nada tiene que envidiar a los paisajes alpinos.



Las rampas de la pista, que afortunadamente no eran muy sostenidas, se elevaban en ocasiones hasta el 25 e incluso el 29 %. Pendiente terrible que hacía que nuestros cuádriceps ardieran (bueno, los de algunos, otros las subían sin inmutarse).
Con el valle ya tan abierto, la pista nos conduce a un pequeño bosque en cuya entrada se encuentra una preciosidad de fuente llamada “la fuente de Coronas”. La configuración de la fuente es muy original. Un tronco vacío sirve como pilón, mientras que un palo largo en cuya parte superior se le ha rebajado un canal, sirve como grifo, sujeto a su vez por un palo que le sirve de columna vertical. El agua que emana es brutal. Un sabor a agua agua de las que he tenido oportunidad pocas veces de probar. Tras beber, refrescarnos, llenar los botes y depósitos de nuestras camel, reiniciamos la marcha.
A partir de este punto el camino se adentra en un precioso bosque en el que pude observar encinas, boj, pino negro y algunas otras especies que fui incapaz de identificar. Un bosque fresco, sombrío, que no permitía que la luz llegara al suelo y que esparce sus hojas secas sobre la pista como si alfombrara el paso a senderistas y ciclistas.
Desafortunadamente la pista atraviesa el bosque pocos metros, aunque la salida de él no es menos espectacular. A dicha salida, hemos de cruzar un puente sobre uno de los arroyos que alimenta el río (no pondré el nombre porque es irrelevante), pero sí diré que el entorno es realmente precioso.
Fue pasar el arroyo y la pista, de repente, sin previo aviso, aumenta de forma abrupta su pendiente. Unos 200 metros a una media de un 29% sostenido destroza las fuerzas de cualquiera, por lo que en la pradera a la salida de las rampas, no había más remedio que pararse a recuperar el aliento. La cada vez más creciente altura (estábamos ya a más de 1500 metros de altitud) y la distancia en subida recorrida (más de 7 km ya), estaban haciendo mella en las fuerzas de algunos entre los que yo me encontraba. Pero la escasez de fuerzas se compensaba con el entorno. Sobre los árboles, al fondo del valle se divisaban claramente los picos de más de 3000 metros como si fueran estalacmitas de un gris verdoso espectacular.
Justo al seguir subiendo desde ese punto, a veces entre árboles, otras por pequeñas praderas de un verde intenso, y en uno de los rampones más brutales de la subida, ocurrió la única incidencia de la mañana que nos tuvo parados por más de media hora. El cambio trasero de la Trance29 de Raúl le jugó una mala pasada y la cadena se salió de la corona hacia el buje y los radios de la rueda trasera de una forma tan violenta, que entre dos personas no había forma de sacar la cadena de su encierro. Incluso nos planteamos que para él se había acabado la excursión, pero la fuerza bruta de Rafa y del propio Raúl hicieron el milagro, y la cadena salió por fín pudiendo reanudar la marcha sin más consecuencias que la imposibilidad de no poder cambiar al 36 por precaución (total, como se demostró después, a Raúl no le hace falta esa corona ni de casualidad).



La avería se produjo a muy pocos centenares de metros de uno de los lugares más alucinantes de la ruta. De repente la pista, que iba transitando por una zona boscosa en una clara y franca subida, traza un giro a la izquierda protegida por una valla de madera desde la que se tiene una visión espectacular del río encajonado entre rocas allá abajo, a unos 10-12 metros. La salida de la curva es simplemente espectacular (mira que repito hoy esta palabra), de repente la pista inicia un descenso corto, de unos 50 metros, que coincide con la apertura del valle ante nuestros ojos. Una pradera verde, en medio, salpicada de flores amarillas. El río a la derecha de la pista, encajonado entre un surco de rocas flanquedas por vegetación, en el centro del valle una cabaña de piedra gris con las ventanas verdes, a la derecha un macizo montañoso impresionante, otro a la izquierda, y al fondo, el valle cerrado...no encuentro palabras.



¿Recuerdas aquella noche en la cabaña del Turmo?. ¿Quién no conoce esta letra?. Pues la cabaña del Turmo es esa pequeña cabaña que se sitúa en medio del valle abierto ante nuestros ojos. Unas vistas brutales, con una cascada a media altura del macizo rocoso de la derecha que cae casi a plomo sobre el valle. Tras cruzar una cancela donde la pista desaparece y se convierte en sendero, continuamos nuestra marcha con dirección al refugio de Estós. El sendero conduce a un puente que atraviesa el río, y el puente conduce de nuevo a un sendero que, serpenteando entre la vegetación durante aproximadamente unos 50-60 metros, se abre de repente de cara al macizo rocoso.
Y es éste, y no otro, mi momento mágico de la ruta, y para mí del fin de semana (ese que Rubén indicó en su crónica de la ruta del sábado). Paré mi bici de cara a la montaña, con la cascadas en lo alto cayendo por la ladera de la montaña siguiendo el dibujo de un barranco y aterrizando a una velocidad inmensa sobre el río que corría ruidoso a mis pies. Me llamaréis sensiblero, pero una visión así me estremeció; tuve un escalofrío que me recorrió la columna desde la cintura hasta el cuello, y al girarme hacia atrás ví que allí estaba Rubén, observándome como diciendo…”este tío está flipando..”, y ya lo creo que lo estaba. Miré a Rubén y aunque no recuerdo muy bien lo que le dije, creo que acerté a decir…”gracias tío, qué sitio!!”, y le dí un pedazo de abrazo. Ese fue mi momento.



Aún alucinado, reiniciamos la marcha, y el sendero, de repente, se convierte en una especie de acera hecha con piedras cimentadas. La distancia hasta el refugio de Estós era ya de tan sólo 2 km, por lo que llevábamos 12 kilómetros de ascensión constante. Nos encontrábamos a más de 1700 metros de altitud.
El sendero “asfaltado” tenía una pendiente infernal. Tan sólo Rubén y Raúl y creo que en gran parte Miguel y Rafa, pudieron subir ese tramo. Yo, por mi parte estaba ya vacío, a cero, sin fuerzas, acabado; la gastritis me estaba haciendo mella y casi no podía ni tirar de RiZi. Rafa se dio cuenta y se quedó conmigo en mi penaero particular (como él dice). Incluso llegó a cambiarme su Raven por mi RZ para que yo cargara con menos peso.
La zona hasta llegar al refugio de Estós es un sube-baja que a mi se me hizo francamente duro e infernal. Con piedras, revueltas, sendero, subidones...sobre todo la última, la que supone la llegada al refugio de Estós y de la que luego supe que tanto Raúl como Rubén habían conseguido subir del tirón (vaya telita). Si hubiérais visto el rampón alucinaríais...Yo creo que el porcentaje de ese tramo es inmedible, por encima del 30%...seguro.
La llegada al refugio fue de orgasmo absoluto. ¡¡Qué vistas!!, ¡¡qué paisaje!!, ¡¡qué olor!!, ¡¡qué sonidos!!. Y qué delicia tomarse una cerveza o un refresco sentado allí, observando aquella inmensidad!!!.
Yo creo que a ninguno de los seis se nos olvidará en nuestra vida aquella visión y aquella sensación. 1890 metros de altitud y rodeados de picos y cumbres de más de 3000 metros aún con neveros y salpicadas de caídas de agua, rocas, vegetación….una auténtica delicia para todos los sentidos.
Un buen rato de disfrute. Foto de grupo, fotos individuales, comentarios, risas, abrazos…¡¡¡mira que une algo así!!...es alucinante cómo se estrechan los lazos en momentos como éste. Sin más, decidimos que había que bajar a Benasque desandando lo andado. Y ya que el camino de vuelta es exactamente el camino de ida, poco más hay que decir, tan sólo que en bajar todo aquello tardamos una escasa media hora, y que a las 15:15 de la tarde estábamos los 6 ya en Castejón, en el Hotel, duchándonos y comiendo para emprender el viaje de vuelta a Madrid.



Creo que todos nos hubiéramos quedado allí sin pensarlo al menos tres o cuatro días más. Y no me cabe duda de que volveremos. Más tarde o más temprano, pero volveremos.
Poco más voy a decir acerca del fin de semana y acerca de las rutas. Pero si quiero hacer una mención especial a mis cinco compañeros de fin de semana. Todos y cada uno de vosotros me habéis regalado momentos inolvidables en esas escasas 48 horas. Agradeceros vuestro cariño y vuestra paciencia en los momentos en que mi estado físico no me acompañaba. Y vuestra alegría y buen humor en cada una de las horas del finde.



Quiero acordarme también de dos grandes amigos: Nacho y Jesús. el primero estuvo en nuestros comentarios y si cada vez que nos acordamos de tí, Nacho, has mejorado un poquito, fijo que has recuperado mucha de tu renovada salud. Y de Jesús qué decir!!. Que estuviste allí, y que alguno hubo que al hablar de tí se le llenaban los ojos de lágrimas. Puedo asegurarte que Agila era nombrado en cada curva, en cada foto, en cada paisaje…
Y a todos los Sin Pedrolos, Bicivoladores, SMS, Bandoleros e independientes y demás globeros deciros que no hay nada más grande en este mundo que disfrutar de la forma que lo hacemos. Cuidar nuestro entorno, nuestra naturaleza para que podamos disfrutar de ella muchos, muchos años.
                                                Las fotos estan enlazadas en la primera parte

Ciclogenesis recortada, pero poco.

                                                                       Fotos de Jesus

sábado, 12 de julio de 2014

Fin de semana pirenaico (Primera parte)



Crónica de Rubén.
Anatomía de un instante (crónica del sábado 12).

“El camino de la montaña, como el de la vida, no se recorre con las piernas sino con el corazón.”
Andrés Nadal

“Antes que el esfuerzo, las rocas y el viento, la amistad es el componente esencial en la montaña.”
Geyson Millar

            Si tuviera que definir en una palabra, instante o fotografía el fin de semana, sin duda me quedaría con dos, una la citaré yo (La cascada de Prats al bajar el PR que va a Sahún desde el puerto del mismo nombre), la otra se la dejo a Juancar que es especialista en describir detalles y emociones que a mí se me escapan).  La preparación de este fin de semana ha sido larga y ardua, no dejando escapar ni el más mínimo detalle de logística, rutas, actividades, etc. Creo que al final ha merecido la pena tanto esfuerzo, (ya me conocéis, no me vale obtener en lo que hago el grado de excelencia). Arrancaba mal el finde, el pasado domingo 6 de junio, el amigo Agila, parte integrante del núcleo duro del pasado finde de Vinuesa, comentaba que había tenido una mala caída en la sierra de Madrid y causaba baja. Rápido tocaba reajustar el planning inicial, y una vez realizado seguimos desgranando la cuenta atrás para tan magno evento. La verdad sea dicha, parece que nos haya mirado un tuerto, tras lo de Agila ha habido diversas contingencias menores de salud de algún componente que no ha podido disfrutar al 100 % de esta ruta, aunque por nosotros no iba a ser, disfrutaríamos de las rutas como si no hubiera un mañana.  Fue una pena llegar a 

Castejón de Sos de noche, sin poder ver la zona del Congosto del Ventamillo de día, es una zona encajonada sobre paredes verticales, donde la carretera serpentea imitando pobremente el cauce del rio Ésera, brutal panorámica que a la vuelta el domingo dejaría a más de uno con descoyuntamiento de mandíbula (verdad que si amigo Juancar??). A la llegada al hotel prosiguió una cena en una de las habitaciones, con el pobre Juancar tumbado, algo se estaba cimentando en su estómago (y no me refiero a la obra del canal de Panamá de la empresa ACS) que no le dejaría estar a tope en todo el fin de semana.  Tocó descansar, no sin antes probar las bebidas espirituosas de la zona, para después cada mochuelo volar a su nido. A las ocho de la mañana estábamos bajando siguiendo el olor del café que hace Marisa, propietaria del hotel, como si fuéramos las ratas que siguen al flautista de Hamelin, y es que ese café con tostadas y el resto de viandas en un paraje como el que estábamos invita a 

recordar a aquellos monjes de vida contemplativa que con poco eran inmensamente felices, yo ya lo he dicho en muchas ocasiones a quien me ha querido escuchar, este sitio recarga las pilas del alma aunque vacíe las del cuerpo. Tras el yantar, comento con Juancar como se encuentra y me dice que va a intentar subir, aunque su cara era un poema. Si hubiera sido yo hubiera caído a las primeras de cambio, mi punto de sufrimiento no está a su nivel ni de broma. El resto de integrantes estaba deseando coger la bici, Miguel (el mediano de la comarca), Raúl (cuyas patas no tienen que envidiarle a las columnas de Hércules), Rafa ( que voy a decir de este lechón de la naturaleza?? Ah sí, que si hace un casting José Mota para algún personaje, él encajaría al 200 %), Efrén (el King África del Sur ) como integrantes junto a mí y a Juancar (Don Diego de la Vega "el Zorro" y su fiel caballo Tornado, el cual está ya viejuno....cambia de montura querido...que tal una rumana de 29?) conformábamos la expedición. El estado de salud de "Don Diego" obligó a un rápido cambio del track original, y como yo conocía la subida al Puerto de Sahún, pues no hubo mayor problema. Con contingencias y todo comenzamos la ruta saliendo de Castejón con la cabeza alta admirando tan bucólico sitio y de forma pausada, ya que había gente que no llegaba muy sobrada de fuerzas (se trataba de disfrutar, retener en nuestras retinas y cámaras toda aquella belleza, era como una ruta Sinpe...pero a lo bestia). El tramo primero por carretera casi sin transitar nos 

subía al pueblo de Chía, con unas rampas sostenidas de un 10 % durante cuatro kilómetros, hasta llegar a la puerta de entrada de la Sierra de Chía (las fotos os dirán más que mis palabras). Una vez llegados al pueblo realizando las paraditas de rigor, nos disponemos a seguir hasta el mirador del pueblo, que es una zona desde donde se lanza mucha gente que hace parapente (si ya es bonita la vista desde tierra, desde el aire tiene que ser la leche con el pico del Turbón de fondo), para inmortalizar una de las muchas fotos grupales que nos hicimos. Para este tramo yo tenía ya la íntima convicción de que Juancar no duraría toda la ruta, hecho que se confirmó un poco más adelante, cuando nos comentó que se volvía (Tornado no aguantaba sin comer ni beber, y es que el Zorro está muy viejo desde aquellas míticas escaramuzas en tierras californianas con los hispanos invasores...jejeje.), para descansar un poco a ver si mejoraba de sus problemas estomacales que le habían llevado a no probar bocado en más de 24 horas. Tras esta contingencia seguimos los cinco magníficos
para arriba a ritmo Sinpe, para llegar a coronar el puerto de Sahún. Podría decir de dicha zona que es como ese cuadro panorámico que te quedarías mirando hasta que envejecieras, sencillamente espectacular. La subida desde la salida son 17 kilómetros, que yo comparaba con la Fuenfria, craso error que me comentó el Demonio de Tasmania, ya que la media de la pendiente era cerca al 10 (como decía Efrén, subíamos 100 m. por kilómetro). A todo esto Efrén y Raúl (valdría el bicho para un anuncio tipo gayumbos de David Beckham, o para un estudio biomecánico en una clínica del barrio de Chueca..jeje) se fueron por delante dejándonos a ese bufalo que me estaba taladrando la cabeza con sus berridos (sí, me refiero a Rafa...jeje) y a mí con el mediano de la Comarca, que el pobre no hacía más que llorar porque le gustaba más las tierras altas de Gondor (coño....haberte quedado en tu casa); entre los tres nos apañamos para subir, no sin que nos pasaran varios grupos de cicloturistas, y es que ese pista que une Chía con el famoso pueblo de San Juan de Plan (el de la caravana de mujeres) era como una autopista por la que discurrían hasta coches (claro...todoterrenos no menos de 40.000 pavos). A un escaso kilómetro del alto, nos reagrupamos, momento en el que Raúl y yo pusimos un poco de ritmo (tenía que calentar mis piernas y hacer muestra de mi estado de forma ya que no había venido Agila...jeje) y llegamos al alto a 2.000 m. y tras haber subido casi 1.000 de acumulado, siguiéndonos luego los otros tres elementos en discordia. Desde este último tramo veíamos, como aperitivo, la cascada a la que habríamos de bajar luego, por la cual caía salvaje el agua desde alturas casi de 3.000 m. Ya para entonces una vez comenté que pasaríamos por ella, mis compañeros estaban ansiosos por bajar la pista que nos lleva a la cascada del Prats (llamada así por Matías Prats que fue su descubridor..jeje).  Arriba en el puerto hacemos un poco de postureo, nos abrigamos, foto de 

grupo -1 y para abajo, que hacía mucho viento.  La bajada es peligrosa por la cantidad de piedrecitas que suelen tener estos caminos de alta montaña, extremando el cuidado para no tener una mala caída que nos hiciera perdernos este magnífico fin de semana. La llegada a la cascada fue una sucesión de fotos de aproximación de cada uno de los componentes del grupo. Y sucedió lo que tanto me gusta, y es que sí, tengo que reconocer que me gusta dejar a la gente sin poder articular palabra ante la majestuosidad de lo que se encuentra enfrente; pues precisamente eso es lo que me encontré cuando vi al demonio mirando para arriba la caída del agua (el pobre no le sacas del secarral del sur de Madrid y esto es lo que le pasa). Amigo Efrén, es la segunda vez que te pasa (recuerdas la primera?? jeje).  No fue el único al que sorprendió aquella bestialidad, todos estábamos obnubilados, es lo que tiene estar en el paraje para mi más salvaje de todo el Pirineo. Creo que las múltiples fotos os darán queridos lectores idea de la magnitud de esta cascada (pues esperad a ver las de la crónica de Juancar a su paso por la cabaña del Turmo...pero eso será otra historia).  Para haceros una idea, es como la de Litueros...pero a lo bestia. De aquí hasta el pueblo de Sahún se baja un desnivel de más de 700 m. por un PR, que la verdad yo quería hacer de subida (si la llego a hacer así ahora no estaría escribiendo esta ruta...jeje), menos mal que mis contactos en la zona me advirtieron que no lo hiciera.  En fin, que la bajada es ciclable en no más del 40%, bueno sí para Raúl del 80%. Había mucha piedra con desnivel, y un cortado al lado derecho 

que como te caigas no te salva ni Perry Manson. Eso sí, bonito hasta decir basta. Poco puedo decir de la bajada, salvo que me caí con un pequeño golpe en la rodilla (chapa y pintura), creo que me estoy volviendo torpe..jeje. Luego Efrén, sin ver la caída, clavó su dinámica -seguro que en la bajada has ido despacio y has pillado una piedra, no la has superado y has salido por orejas- pues eso es lo que me pasó (dar las gracias al chapista búfalo, que vio en directo la caída, por su rápida asistencia). El resto, pues ya imaginareis, lo pasé sin confianza en la bajada hasta el final, aunque no me impidió disfrutarla al igual que el resto. Fueron como siete kilómetros hasta desembocar en el pueblo cerca de las tres de la tarde. Llamamos a Juancar para comer en la zona y poder ya bajar a Castejón por senderos paralelos al Ésera tranquilamente, pero una vez que molestamos a canillas nos dimos cuenta de que no había ningún restaurante por la zona para comer, con lo cual optamos por seguir por carretera hasta el final de la ruta escoltados por la furgo que conducía Don Diego de la Vega (que señorito esta hecho), parecíamos el equipo de Contador con el director de equipo dando órdenes desde el coche...jajaja.  Por esta zona ya iba yo con mi rodilla maltrecha con molestias pero 

que no me impedían pedalear, menos mal que era en bajada, hecho que aprovecharon los bicivoladores Efrén y  Rafa para demarrar y salir como alma que lleva el amigo de Efrén, seguidos de Raúl (Campeón de España de Sentadillas), Miguel y yo.  Una vez finalizada la ruta, comimos de bocata, aderezado con unas jarras de meado de Orco de la zona de Minas Tirith recomendación del mediano que nos acompañaba junto al anillo de poder...eh Miguel?? jejeje, dando por acabada la etapa de hoy sábado.  Solo puedo dar las gracias por este maravilloso finde, en el que me habéis acompañado, a todos mis compañeros de ruta. Estas cosas unen, y mucho, a la par que dejan escapar las malas vibraciones de la vida cotidiana. Una pena que Juancar no pudiera terminar la ruta y que Jesús no haya venido, pero si vemos el vaso medio lleno, os he mostrado un pequeño botón de lo que es para mí la mejor zona de España (el valle escondido de Benasque), excusa perfecta para volver..jeje.

            Las fotos hablarán por si solas, yo solo me he limitado a reflejar un poco minimalistamente lo que fue un gran fin de semana con amigos disfrutando de lo que nos gusta hacer.
            GRACIAS A TODOS.....hasta la próxima.
                                                      Fotos de Miguel
                                                      Fotos de Ruben
                                                      Fotos de Efren  
                                                      Fotos de Juancar
                                                      Fotos de RaFaRu  
                                                      Fotos del movil de Miguel