domingo, 27 de julio de 2014
domingo, 20 de julio de 2014
domingo, 13 de julio de 2014
Fin de semana pirenaico (Segunda parte, Valle de Estos)
Crónica de Juancar
En esta ocasión, los primeros kilómetros los hacemos por la carretera A-139 en lo que parecía un falso llano. La verdad sea dicha, en ese punto más de uno estuvo a punto de darse la vuelta (yo entre ellos), y es que pensando en que la ruta iba a ser dura, y que circulábamos por un falso llano y viendo que las pulsaciones iban aumentando gradualmente y la falta de fuerzas en las piernas también, algunos valoramos la posibilidad de esperar sentaditos en los coches, pero la sorpresa fue que de falso llano nada de nada. Mi GPS estaba marcando un 7% de desnivel, y es que en los Pirineos, lo llano no existe, y lo que lo parece es en realidad una buena subida. El caso es que no era capaz de acelerar mi bici más allá de los 15 km/h, y con la respiración agitada observaba a mis compañeros, unos muy frescos y otros tan machacados como yo.
Subir la escalera y acceder a la pista semi cimentada que discurre por un cortado al borde de río Estós, justo a la altura de la presa del embalse del mismo nombre es un auténtico espectáculo. Es cierto que las rampas de acceso son bastante duras, pero yo, personalmente ni me enteré, ya que íbamos parando cada 50 metros observando la maravilla natural que se nos presentaba. A nuestra izquierda, enfrente, una caída de agua alimentaba el río después de una presa, y justo en el lugar donde chocaba contra las rocas, permanecía aún sin derretir un gran bloque de nieve hecho hielo que se encajonaba en el cortado entre el río y la presa. La presa, por su parte, estrecha y alta, dominaba la garganta reteniendo el río tras de sí. La visión del embalse fue espectacular. El color azul verdoso en contraste con el color de la montaña, la vegetación y maravilloso cielo azul, daban un toque magistral a la composición. Ver las fotos, sin duda, no hace justicia al lugar.
El paso a la margen derecha del río trajo consigo el aumento de la pendiente de la pista. En ese punto dicha pendiente media bien podría ser de un 7 a un 9% con rampones “curiosos”, como diría el Maestro Marek. Un kilómetro más allá del puente se encuentra la “Cabaña de Santa Ana” a 1.500 metros de altitud (ya llevábamos más de 300 metros de D+ acumulado). La cabaña está situada en un enclave precioso, y ya que sirve como refugio, qué menos que parar allí a hacer un descanso observando el entorno, tan espectacular como he descrito y reponer fuerzas para continuar nuestra “escalada” valle arriba.
Las rampas de la pista, que afortunadamente no eran muy sostenidas, se elevaban en ocasiones hasta el 25 e incluso el 29 %. Pendiente terrible que hacía que nuestros cuádriceps ardieran (bueno, los de algunos, otros las subían sin inmutarse).
La avería se produjo a muy pocos centenares de metros de uno de los lugares más alucinantes de la ruta. De repente la pista, que iba transitando por una zona boscosa en una clara y franca subida, traza un giro a la izquierda protegida por una valla de madera desde la que se tiene una visión espectacular del río encajonado entre rocas allá abajo, a unos 10-12 metros. La salida de la curva es simplemente espectacular (mira que repito hoy esta palabra), de repente la pista inicia un descenso corto, de unos 50 metros, que coincide con la apertura del valle ante nuestros ojos. Una pradera verde, en medio, salpicada de flores amarillas. El río a la derecha de la pista, encajonado entre un surco de rocas flanquedas por vegetación, en el centro del valle una cabaña de piedra gris con las ventanas verdes, a la derecha un macizo montañoso impresionante, otro a la izquierda, y al fondo, el valle cerrado...no encuentro palabras.
¿Recuerdas aquella noche en la cabaña del Turmo?. ¿Quién no conoce esta letra?. Pues la cabaña del Turmo es esa pequeña cabaña que se sitúa en medio del valle abierto ante nuestros ojos. Unas vistas brutales, con una cascada a media altura del macizo rocoso de la derecha que cae casi a plomo sobre el valle. Tras cruzar una cancela donde la pista desaparece y se convierte en sendero, continuamos nuestra marcha con dirección al refugio de Estós. El sendero conduce a un puente que atraviesa el río, y el puente conduce de nuevo a un sendero que, serpenteando entre la vegetación durante aproximadamente unos 50-60 metros, se abre de repente de cara al macizo rocoso.
Aún alucinado, reiniciamos la marcha, y el sendero, de repente, se convierte en una especie de acera hecha con piedras cimentadas. La distancia hasta el refugio de Estós era ya de tan sólo 2 km, por lo que llevábamos 12 kilómetros de ascensión constante. Nos encontrábamos a más de 1700 metros de altitud.
Creo que todos nos hubiéramos quedado allí sin pensarlo al menos tres o cuatro días más. Y no me cabe duda de que volveremos. Más tarde o más temprano, pero volveremos.
Quiero acordarme también de dos grandes amigos: Nacho y Jesús. el primero estuvo en nuestros comentarios y si cada vez que nos acordamos de tí, Nacho, has mejorado un poquito, fijo que has recuperado mucha de tu renovada salud. Y de Jesús qué decir!!. Que estuviste allí, y que alguno hubo que al hablar de tí se le llenaban los ojos de lágrimas. Puedo asegurarte que Agila era nombrado en cada curva, en cada foto, en cada paisaje…
"Vive tu vida como si subieras una
montaña. De vez en cuando mira hacia tu alrededor y admira las cosas bellas en
el camino. Sube despacio, firme y disfruta cada momento hasta llegar a la
cumbre."
(Harold V. Melcher)
“¿Recuerdas aquella noche en la cabaña del
Turmo?. Las risas que nos hacíamos antes todos juntos…Hoy no queda casi nadie
de los de antes. Y los que hay, han cambiado…”.
(Celtas Cortos, “20 de abril” – 1991)
Tras la jornada del sábado en la que yo,
desafortunadamente, no pude disfrutar de la misma forma que el resto de
compañeros de las maravillas de la sierra de Chía, de la cascada, del PR, etc,
y dado que el domingo mi estómago había decidido darme una pequeña tregua,
aunque sólo pequeña, me dispuse, como así fue, a completar la ruta que en esta
ocasión visitaba el valle de Estós desde la localidad de Benasque.
¿Qué seria empieza esta
crónica, no?. Pues sí, pero no es mi intención. La información de éste primer
párrafo es simplemente eso, información, el titular de lo que pudiera ser una
ruta de BTT más. Y es que tratar de hacer un relato de la ruta del domingo
desde un punto de vista objetivo, casi de reportero de tabloide es, para mí,
una tarea totalmente imposible, así que, empecemos por lo serio:
Nombre de la ruta: “Benasque
- Refugio de Estós - Benasque”, 24 km, 1.050 mts D+, duración aprox: 4h,
30 min. Dificultad técnica: media-baja, Dificultad física: alta. Ruta que
discurre por el valle pirenaico de Estós desde la localidad oscense de Benasque
hasta el refugio de alta montaña de Estós.
Ese podría ser el titular de
la ruta y ahí se acabaría todo si no fuera porque (obviamente de la del sábado
no puedo opinar), se trata de la ruta en bicicleta de montaña más bonita y
quizá de las más duras que he tenido oportunidad de hacer en los escasos 5 años
que llevo subido a una BTT. Sólo se me ocurre un único calificativo:
indescriptible.
Tratar de describir lo
indescriptible es algo muy difícil, casi imposible, pero si no lo hiciera no
habría crónica, y llegados a este punto más de uno me daría con un canto en la
cabeza la próxima vez que me viera. Así pues, ahí van mis impresiones de esta
magnífica jornada.
El despertar por la mañana
fue duro para más de uno. Algunos por culpa de las molestias gástricas ya
comentadas, otros por las pocas horas de sueño disfrutadas. El caso es que a la
hora acordada, minuto arriba, minuto abajo, estábamos los seis (Rubén, Efrén,
Raúl, Miguel, Rafa y yo, JuanCar), sentados en la mesa del comedor del Hotel
Plaza dando buena cuenta de las tostadas y mermeladas caseras de Marisa (dueña
del hotel), así como de zumos, aguas y cafés. Sabíamos que la jornada iba a ser
dura. Rubén, nuestro organizador, nos lo llevaba diciendo tiempo, aunque a
decir verdad también acompañaba ese calificativo con la palabra “belleza”. Y es
que la palabra “belleza” siempre endulza a cualquier calificativo anterior e
incluso tiende a eclipsarlo. ¿Qué más da que sea duro si vamos a disfrutar de
la belleza?.
Tras acabar de desayunar,
nos vestimos de faena, cogemos nuestros bártulos y montados en los coches, nos
dirigimos a la cercana localidad de Benasque, a escasos 14 km de Castejón de
Sos, centro neurálgico del valle pirenaico del mismo nombre y desde donde
partíamos rumbo a nuestra aventura matutina. Descargar las bicis, preparar las
mochilas, GPS, cámaras y demás “gadgets” nos tomó nuestro tiempo, de forma que,
a las 10:00 de la mañana, y con el sol ya en todo lo alto, empezamos a dar
pedales por la carretera que atraviesa el “valle escondido” y que acaba en los “Llanos
del Hospital”.
En esta ocasión, los primeros kilómetros los hacemos por la carretera A-139 en lo que parecía un falso llano. La verdad sea dicha, en ese punto más de uno estuvo a punto de darse la vuelta (yo entre ellos), y es que pensando en que la ruta iba a ser dura, y que circulábamos por un falso llano y viendo que las pulsaciones iban aumentando gradualmente y la falta de fuerzas en las piernas también, algunos valoramos la posibilidad de esperar sentaditos en los coches, pero la sorpresa fue que de falso llano nada de nada. Mi GPS estaba marcando un 7% de desnivel, y es que en los Pirineos, lo llano no existe, y lo que lo parece es en realidad una buena subida. El caso es que no era capaz de acelerar mi bici más allá de los 15 km/h, y con la respiración agitada observaba a mis compañeros, unos muy frescos y otros tan machacados como yo.
El trayecto de unos 3 km por
carretera se hizo rápido. El firme en buen estado ya que la carretera hubo de
ser reconstruida tras el desborde del río Ésera en junio de 2013 contribuyó a
que recorriéramos esos primeros 3000 metros bastante rápido. Un desvío en forma
de raqueta nos separó de la carretera principal hacia la pista de acceso al
valle de Estós, objetivo de nuestra excursión. Aquí Rubén ya nos advertía de
las duras rampas del principio (no nos advirtió de las siguientes), por lo que
cada uno, mentalizándose de lo que se nos venía encima, reguló sus fuerzas para
poder llegar en buenas condiciones a esas rampas.
La pista asfaltada llega
hasta el aparcamiento para senderistas en la mismísima entrada al valle. Para
acceder a la pista no asfaltada (GR-11), a la altura del embalse de Estós,
debíamos subir unas cuantas escaleras que nos permitían salvar el desnivel
entre una pista y otra. Fue en este punto en el que yo, torpe de mi, al tratar
de hacer una foto de mis compañeros subiendo con la bici al hombro, puse el pie
en un vano y me fuí por el lateral de la escalera dando con mis huesos en las
zarzas. Afortunadamente no hubo más consecuencias que unos pocos rasguños en
piernas y brazos.
Subir la escalera y acceder a la pista semi cimentada que discurre por un cortado al borde de río Estós, justo a la altura de la presa del embalse del mismo nombre es un auténtico espectáculo. Es cierto que las rampas de acceso son bastante duras, pero yo, personalmente ni me enteré, ya que íbamos parando cada 50 metros observando la maravilla natural que se nos presentaba. A nuestra izquierda, enfrente, una caída de agua alimentaba el río después de una presa, y justo en el lugar donde chocaba contra las rocas, permanecía aún sin derretir un gran bloque de nieve hecho hielo que se encajonaba en el cortado entre el río y la presa. La presa, por su parte, estrecha y alta, dominaba la garganta reteniendo el río tras de sí. La visión del embalse fue espectacular. El color azul verdoso en contraste con el color de la montaña, la vegetación y maravilloso cielo azul, daban un toque magistral a la composición. Ver las fotos, sin duda, no hace justicia al lugar.
Tras subir por la ladera
derecha del embalse, por una pista resguardada por valla y pasamanos, llegamos
a la pista en sí excavada por el propio río en la montaña. Rodar por aquel
lugar tiene algo de ensoñación. El cortado de roca a la derecha, la pista de
piedra de pizarra suelta y la vegetación de monte bajo y pequeños árboles a la
izquierda que nos separaban de un río de alta montaña de color blanco y azul,
salpicando las grandes rocas de su interior, con un caudal impresionante, el
olor de la montaña, el sonido de los pájaros, el frescor de rodar por aquel
sitio es algo digno de ser vivido y que es difícilmente descriptible, como es
difícil describir la llegada al puente que atraviesa el río Estós allá por el kilómetro
5 de ruta y que nos lleva de la margen izquierda del río a su margen derecha.
Podría tratar de describir la postal que ví en ese momento, pero la gran
cantidad de detalles hace imposible tal labor. El río, bravo, bajando rápido
sobre las rocas medio encajonado en el valle, angosto, con árboles a un lado y
otro de su ribera. Al fondo picos de 3000 metros que, como agujas, se elevan
por encima de cualquier otro accidente geográfico, en fin, una delicia para la
vista, el oído, el olfato que todos en mayor o menor medida quisimos
inmortalizar en innumerables fotos, selfies, vídeos…
El paso a la margen derecha del río trajo consigo el aumento de la pendiente de la pista. En ese punto dicha pendiente media bien podría ser de un 7 a un 9% con rampones “curiosos”, como diría el Maestro Marek. Un kilómetro más allá del puente se encuentra la “Cabaña de Santa Ana” a 1.500 metros de altitud (ya llevábamos más de 300 metros de D+ acumulado). La cabaña está situada en un enclave precioso, y ya que sirve como refugio, qué menos que parar allí a hacer un descanso observando el entorno, tan espectacular como he descrito y reponer fuerzas para continuar nuestra “escalada” valle arriba.
Las caras de los compañeros
eran dignas de verse. Algunos maltrechos por el cansancio, otros alucinando con
los paisajes. El caso es que prácticamente no se hablaba nada, tan sólo lo
suficiente para alabar el lugar en el que nos encontrábamos. Cinco minutos de
descanso, y a rodar. La cabaña de Santa Ana es una especie de frontera; más o
menos en ese punto se pasa de un valle cerrado, con el río encajonado entre sus
paredes más o menos verticales, a un valle abierto, verde, de altas cumbres de
picos grises por la roca y blancos por los neveros, un paisaje de postal que
nada tiene que envidiar a los paisajes alpinos.
Las rampas de la pista, que afortunadamente no eran muy sostenidas, se elevaban en ocasiones hasta el 25 e incluso el 29 %. Pendiente terrible que hacía que nuestros cuádriceps ardieran (bueno, los de algunos, otros las subían sin inmutarse).
Con el valle ya tan abierto,
la pista nos conduce a un pequeño bosque en cuya entrada se encuentra una
preciosidad de fuente llamada “la fuente de Coronas”. La configuración de la
fuente es muy original. Un tronco vacío sirve como pilón, mientras que un palo
largo en cuya parte superior se le ha rebajado un canal, sirve como grifo,
sujeto a su vez por un palo que le sirve de columna vertical. El agua que emana
es brutal. Un sabor a agua agua de las que he tenido oportunidad pocas veces de
probar. Tras beber, refrescarnos, llenar los botes y depósitos de nuestras
camel, reiniciamos la marcha.
A partir de este punto el
camino se adentra en un precioso bosque en el que pude observar encinas, boj,
pino negro y algunas otras especies que fui incapaz de identificar. Un bosque
fresco, sombrío, que no permitía que la luz llegara al suelo y que esparce sus
hojas secas sobre la pista como si alfombrara el paso a senderistas y
ciclistas.
Desafortunadamente la pista
atraviesa el bosque pocos metros, aunque la salida de él no es menos
espectacular. A dicha salida, hemos de cruzar un puente sobre uno de los
arroyos que alimenta el río (no pondré el nombre porque es irrelevante), pero
sí diré que el entorno es realmente precioso.
Fue pasar el arroyo y la
pista, de repente, sin previo aviso, aumenta de forma abrupta su pendiente.
Unos 200 metros a una media de un 29% sostenido destroza las fuerzas de cualquiera,
por lo que en la pradera a la salida de las rampas, no había más remedio que
pararse a recuperar el aliento. La cada vez más creciente altura (estábamos ya
a más de 1500 metros de altitud) y la distancia en subida recorrida (más de 7
km ya), estaban haciendo mella en las fuerzas de algunos entre los que yo me
encontraba. Pero la escasez de fuerzas se compensaba con el entorno. Sobre los
árboles, al fondo del valle se divisaban claramente los picos de más de 3000
metros como si fueran estalacmitas de un gris verdoso espectacular.
Justo al seguir subiendo
desde ese punto, a veces entre árboles, otras por pequeñas praderas de un verde
intenso, y en uno de los rampones más brutales de la subida, ocurrió la única
incidencia de la mañana que nos tuvo parados por más de media hora. El cambio
trasero de la Trance29 de Raúl le jugó una mala pasada y la cadena se salió de
la corona hacia el buje y los radios de la rueda trasera de una forma tan
violenta, que entre dos personas no había forma de sacar la cadena de su
encierro. Incluso nos planteamos que para él se había acabado la excursión,
pero la fuerza bruta de Rafa y del propio Raúl hicieron el milagro, y la cadena
salió por fín pudiendo reanudar la marcha sin más consecuencias que la
imposibilidad de no poder cambiar al 36 por precaución (total, como se demostró
después, a Raúl no le hace falta esa corona ni de casualidad).
La avería se produjo a muy pocos centenares de metros de uno de los lugares más alucinantes de la ruta. De repente la pista, que iba transitando por una zona boscosa en una clara y franca subida, traza un giro a la izquierda protegida por una valla de madera desde la que se tiene una visión espectacular del río encajonado entre rocas allá abajo, a unos 10-12 metros. La salida de la curva es simplemente espectacular (mira que repito hoy esta palabra), de repente la pista inicia un descenso corto, de unos 50 metros, que coincide con la apertura del valle ante nuestros ojos. Una pradera verde, en medio, salpicada de flores amarillas. El río a la derecha de la pista, encajonado entre un surco de rocas flanquedas por vegetación, en el centro del valle una cabaña de piedra gris con las ventanas verdes, a la derecha un macizo montañoso impresionante, otro a la izquierda, y al fondo, el valle cerrado...no encuentro palabras.
¿Recuerdas aquella noche en la cabaña del Turmo?. ¿Quién no conoce esta letra?. Pues la cabaña del Turmo es esa pequeña cabaña que se sitúa en medio del valle abierto ante nuestros ojos. Unas vistas brutales, con una cascada a media altura del macizo rocoso de la derecha que cae casi a plomo sobre el valle. Tras cruzar una cancela donde la pista desaparece y se convierte en sendero, continuamos nuestra marcha con dirección al refugio de Estós. El sendero conduce a un puente que atraviesa el río, y el puente conduce de nuevo a un sendero que, serpenteando entre la vegetación durante aproximadamente unos 50-60 metros, se abre de repente de cara al macizo rocoso.
Y es éste, y no otro, mi
momento mágico de la ruta, y para mí del fin de semana (ese que Rubén indicó en
su crónica de la ruta del sábado). Paré mi bici de cara a la montaña, con la
cascadas en lo alto cayendo por la ladera de la montaña siguiendo el dibujo de
un barranco y aterrizando a una velocidad inmensa sobre el río que corría
ruidoso a mis pies. Me llamaréis sensiblero, pero una visión así me estremeció;
tuve un escalofrío que me recorrió la columna desde la cintura hasta el cuello,
y al girarme hacia atrás ví que allí estaba Rubén, observándome como diciendo…”este
tío está flipando..”, y ya lo creo que lo estaba. Miré a Rubén y aunque no
recuerdo muy bien lo que le dije, creo que acerté a decir…”gracias tío, qué
sitio!!”, y le dí un pedazo de abrazo. Ese fue mi momento.
Aún alucinado, reiniciamos la marcha, y el sendero, de repente, se convierte en una especie de acera hecha con piedras cimentadas. La distancia hasta el refugio de Estós era ya de tan sólo 2 km, por lo que llevábamos 12 kilómetros de ascensión constante. Nos encontrábamos a más de 1700 metros de altitud.
El sendero “asfaltado” tenía
una pendiente infernal. Tan sólo Rubén y Raúl y creo que en gran parte Miguel y
Rafa, pudieron subir ese tramo. Yo, por mi parte estaba ya vacío, a cero, sin
fuerzas, acabado; la gastritis me estaba haciendo mella y casi no podía ni
tirar de RiZi. Rafa se dio cuenta y se quedó conmigo en mi penaero particular
(como él dice). Incluso llegó a cambiarme su Raven por mi RZ para que yo
cargara con menos peso.
La zona hasta llegar al
refugio de Estós es un sube-baja que a mi se me hizo francamente duro e
infernal. Con piedras, revueltas, sendero, subidones...sobre todo la última, la
que supone la llegada al refugio de Estós y de la que luego supe que tanto Raúl
como Rubén habían conseguido subir del tirón (vaya telita). Si hubiérais visto
el rampón alucinaríais...Yo creo que el porcentaje de ese tramo es inmedible,
por encima del 30%...seguro.
La llegada al refugio fue de
orgasmo absoluto. ¡¡Qué vistas!!, ¡¡qué paisaje!!, ¡¡qué olor!!, ¡¡qué
sonidos!!. Y qué delicia tomarse una cerveza o un refresco sentado allí,
observando aquella inmensidad!!!.
Yo creo que a ninguno de los
seis se nos olvidará en nuestra vida aquella visión y aquella sensación. 1890
metros de altitud y rodeados de picos y cumbres de más de 3000 metros aún con
neveros y salpicadas de caídas de agua, rocas, vegetación….una auténtica
delicia para todos los sentidos.
Un buen rato de disfrute. Foto de grupo, fotos individuales, comentarios, risas,
abrazos…¡¡¡mira que une algo así!!...es alucinante cómo se estrechan los lazos
en momentos como éste. Sin más, decidimos que había que bajar a Benasque
desandando lo andado. Y ya que el camino de vuelta es exactamente el camino de
ida, poco más hay que decir, tan sólo que en bajar todo aquello tardamos una
escasa media hora, y que a las 15:15 de la tarde estábamos los 6 ya en
Castejón, en el Hotel, duchándonos y comiendo para emprender el viaje de vuelta
a Madrid.
Creo que todos nos hubiéramos quedado allí sin pensarlo al menos tres o cuatro días más. Y no me cabe duda de que volveremos. Más tarde o más temprano, pero volveremos.
Poco más voy a decir acerca del fin de semana y acerca de las rutas.
Pero si quiero hacer una mención especial a mis cinco compañeros de fin de
semana. Todos y cada uno de vosotros me habéis regalado momentos inolvidables
en esas escasas 48 horas. Agradeceros vuestro cariño y vuestra paciencia en los
momentos en que mi estado físico no me acompañaba. Y vuestra alegría y buen
humor en cada una de las horas del finde.
Quiero acordarme también de dos grandes amigos: Nacho y Jesús. el primero estuvo en nuestros comentarios y si cada vez que nos acordamos de tí, Nacho, has mejorado un poquito, fijo que has recuperado mucha de tu renovada salud. Y de Jesús qué decir!!. Que estuviste allí, y que alguno hubo que al hablar de tí se le llenaban los ojos de lágrimas. Puedo asegurarte que Agila era nombrado en cada curva, en cada foto, en cada paisaje…
Y a todos los Sin Pedrolos, Bicivoladores, SMS, Bandoleros e
independientes y demás globeros deciros que no hay nada más grande en este
mundo que disfrutar de la forma que lo hacemos. Cuidar nuestro entorno, nuestra
naturaleza para que podamos disfrutar de ella muchos, muchos años.
sábado, 12 de julio de 2014
Fin de semana pirenaico (Primera parte)
Crónica de Rubén.
Anatomía de un instante (crónica del sábado 12).
“El camino de la
montaña, como el de la vida, no se recorre con las piernas sino con el
corazón.”
Andrés Nadal
“Antes que el
esfuerzo, las rocas y el viento, la amistad es el componente esencial en la
montaña.”
Geyson Millar
Si
tuviera que definir en una palabra, instante o fotografía el fin de semana, sin
duda me quedaría con dos, una la citaré yo (La cascada de Prats al bajar el PR
que va a Sahún desde el puerto del mismo nombre), la otra se la dejo a Juancar
que es especialista en describir detalles y emociones que a mí se me escapan). La
preparación de este fin de semana ha sido larga y ardua, no dejando escapar ni
el más mínimo detalle de logística, rutas, actividades, etc. Creo que al final
ha merecido la pena tanto esfuerzo, (ya me conocéis, no me vale obtener en lo
que hago el grado de excelencia). Arrancaba
mal el finde, el pasado domingo 6 de junio, el amigo Agila, parte integrante
del núcleo duro del pasado finde de Vinuesa, comentaba que había tenido una
mala caída en la sierra de Madrid y causaba baja. Rápido tocaba reajustar el
planning inicial, y una vez realizado seguimos desgranando la cuenta atrás para
tan magno evento. La
verdad sea dicha, parece que nos haya mirado un tuerto, tras lo de Agila ha
habido diversas contingencias menores de salud de algún componente que no ha
podido disfrutar al 100 % de esta ruta, aunque por nosotros no iba a ser, disfrutaríamos
de las rutas como si no hubiera un mañana. Fue
una pena llegar a
Castejón de Sos de noche, sin poder ver la zona del Congosto
del Ventamillo de día, es una zona encajonada sobre paredes verticales, donde
la carretera serpentea imitando pobremente el cauce del rio Ésera, brutal
panorámica que a la vuelta el domingo dejaría a más de uno con descoyuntamiento
de mandíbula (verdad que si amigo Juancar??). A
la llegada al hotel prosiguió una cena en una de las habitaciones, con el pobre
Juancar tumbado, algo se estaba cimentando en su estómago (y no me refiero a la
obra del canal de Panamá de la empresa ACS) que no le dejaría estar a tope en
todo el fin de semana. Tocó
descansar, no sin antes probar las bebidas espirituosas de la zona, para después
cada mochuelo volar a su nido. A
las ocho de la mañana estábamos bajando siguiendo el olor del café que hace
Marisa, propietaria del hotel, como si fuéramos las ratas que siguen al
flautista de Hamelin, y es que ese café con tostadas y el resto de viandas en
un paraje como el que estábamos invita a
recordar a aquellos monjes de vida
contemplativa que con poco eran inmensamente felices, yo ya lo he dicho en
muchas ocasiones a quien me ha querido escuchar, este sitio recarga las pilas
del alma aunque vacíe las del cuerpo. Tras
el yantar, comento con Juancar como se encuentra y me dice que va a intentar
subir, aunque su cara era un poema. Si hubiera sido yo hubiera caído a las
primeras de cambio, mi punto de sufrimiento no está a su nivel ni de broma. El
resto de integrantes estaba deseando coger la bici, Miguel (el mediano de la
comarca), Raúl (cuyas patas no tienen que envidiarle a las columnas de Hércules),
Rafa ( que voy a decir de este lechón de la naturaleza?? Ah sí, que si hace un
casting José Mota para algún personaje, él encajaría al 200 %), Efrén (el King África
del Sur ) como integrantes junto a mí y a Juancar (Don Diego de la Vega
"el Zorro" y su fiel caballo Tornado, el cual está ya
viejuno....cambia de montura querido...que tal una rumana de 29?) conformábamos
la expedición. El
estado de salud de "Don Diego" obligó a un rápido cambio del track
original, y como yo conocía la subida al Puerto de Sahún, pues no hubo mayor
problema. Con contingencias y todo comenzamos la ruta saliendo de Castejón con
la cabeza alta admirando tan bucólico sitio y de forma pausada, ya que había
gente que no llegaba muy sobrada de fuerzas (se trataba de disfrutar, retener
en nuestras retinas y cámaras toda aquella belleza, era como una ruta
Sinpe...pero a lo bestia). El
tramo primero por carretera casi sin transitar nos
subía al pueblo de Chía, con
unas rampas sostenidas de un 10 % durante cuatro kilómetros, hasta llegar a la
puerta de entrada de la Sierra de Chía (las fotos os dirán más que mis
palabras). Una vez llegados al pueblo realizando las paraditas de rigor, nos
disponemos a seguir hasta el mirador del pueblo, que es una zona desde donde se
lanza mucha gente que hace parapente (si ya es bonita la vista desde tierra,
desde el aire tiene que ser la leche con el pico del Turbón de fondo), para
inmortalizar una de las muchas fotos grupales que nos hicimos. Para este tramo
yo tenía ya la íntima convicción de que Juancar no duraría toda la ruta, hecho
que se confirmó un poco más adelante, cuando nos comentó que se volvía (Tornado
no aguantaba sin comer ni beber, y es que el Zorro está muy viejo desde
aquellas míticas escaramuzas en tierras californianas con los hispanos
invasores...jejeje.), para descansar un poco a ver si mejoraba de sus problemas
estomacales que le habían llevado a no probar bocado en más de 24 horas. Tras
esta contingencia seguimos los cinco magníficos
para arriba a ritmo Sinpe, para
llegar a coronar el puerto de Sahún. Podría decir de dicha zona que es como ese
cuadro panorámico que te quedarías mirando hasta que envejecieras,
sencillamente espectacular. La subida desde la salida son 17 kilómetros, que yo
comparaba con la Fuenfria, craso error que me comentó el Demonio de Tasmania,
ya que la media de la pendiente era cerca al 10 (como decía Efrén, subíamos 100
m. por kilómetro). A todo esto Efrén y Raúl (valdría el bicho para un anuncio
tipo gayumbos de David Beckham, o para un estudio biomecánico en una clínica
del barrio de Chueca..jeje) se fueron por delante dejándonos a ese bufalo que
me estaba taladrando la cabeza con sus berridos (sí, me refiero a Rafa...jeje)
y a mí con el mediano de la Comarca, que el pobre no hacía más que llorar
porque le gustaba más las tierras altas de Gondor (coño....haberte quedado en
tu casa); entre los tres nos apañamos para subir, no sin que nos pasaran varios
grupos de cicloturistas, y es que ese pista que une Chía con el famoso pueblo
de San Juan de Plan (el de la caravana de mujeres) era como una autopista por
la que discurrían hasta coches (claro...todoterrenos no menos de 40.000 pavos). A
un escaso kilómetro del alto, nos reagrupamos, momento en el que Raúl y yo
pusimos un poco de ritmo (tenía que calentar mis piernas y hacer muestra de mi
estado de forma ya que no había venido Agila...jeje) y llegamos al alto a 2.000
m. y tras haber subido casi 1.000 de acumulado, siguiéndonos luego los otros
tres elementos en discordia. Desde
este último tramo veíamos, como aperitivo, la cascada a la que habríamos de
bajar luego, por la cual caía salvaje el agua desde alturas casi de 3.000 m. Ya
para entonces una vez comenté que pasaríamos por ella, mis compañeros estaban
ansiosos por bajar la pista que nos lleva a la cascada del Prats (llamada así
por Matías Prats que fue su descubridor..jeje). Arriba
en el puerto hacemos un poco de postureo, nos abrigamos, foto de
grupo -1 y
para abajo, que hacía mucho viento. La
bajada es peligrosa por la cantidad de piedrecitas que suelen tener estos
caminos de alta montaña, extremando el cuidado para no tener una mala caída que
nos hiciera perdernos este magnífico fin de semana. La
llegada a la cascada fue una sucesión de fotos de aproximación de cada uno de
los componentes del grupo. Y sucedió lo que tanto me gusta, y es que sí, tengo
que reconocer que me gusta dejar a la gente sin poder articular palabra ante la
majestuosidad de lo que se encuentra enfrente; pues precisamente eso es lo que
me encontré cuando vi al demonio mirando para arriba la caída del agua (el
pobre no le sacas del secarral del sur de Madrid y esto es lo que le pasa).
Amigo Efrén, es la segunda vez que te pasa (recuerdas la primera?? jeje). No
fue el único al que sorprendió aquella bestialidad, todos estábamos obnubilados,
es lo que tiene estar en el paraje para mi más salvaje de todo el Pirineo. Creo
que las múltiples fotos os darán queridos lectores idea de la magnitud de esta
cascada (pues esperad a ver las de la crónica de Juancar a su paso por la
cabaña del Turmo...pero eso será otra historia). Para haceros una idea, es como la de
Litueros...pero a lo bestia. De
aquí hasta el pueblo de Sahún se baja un desnivel de más de 700 m. por un PR,
que la verdad yo quería hacer de subida (si la llego a hacer así ahora no
estaría escribiendo esta ruta...jeje), menos mal que mis contactos en la zona
me advirtieron que no lo hiciera. En
fin, que la bajada es ciclable en no más del 40%, bueno sí para Raúl del 80%.
Había mucha piedra con desnivel, y un cortado al lado derecho
que como te
caigas no te salva ni Perry Manson. Eso sí, bonito hasta decir basta. Poco
puedo decir de la bajada, salvo que me caí con un pequeño golpe en la rodilla
(chapa y pintura), creo que me estoy volviendo torpe..jeje. Luego Efrén, sin
ver la caída, clavó su dinámica -seguro que en la bajada has ido despacio y has
pillado una piedra, no la has superado y has salido por orejas- pues eso es lo
que me pasó (dar las gracias al chapista búfalo, que vio en directo la caída,
por su rápida asistencia). El
resto, pues ya imaginareis, lo pasé sin confianza en la bajada hasta el final,
aunque no me impidió disfrutarla al igual que el resto. Fueron como siete
kilómetros hasta desembocar en el pueblo cerca de las tres de la tarde.
Llamamos a Juancar para comer en la zona y poder ya bajar a Castejón por
senderos paralelos al Ésera tranquilamente, pero una vez que molestamos a
canillas nos dimos cuenta de que no había ningún restaurante por la zona para
comer, con lo cual optamos por seguir por carretera hasta el final de la ruta
escoltados por la furgo que conducía Don Diego de la Vega (que señorito esta
hecho), parecíamos el equipo de Contador con el director de equipo dando órdenes
desde el coche...jajaja. Por
esta zona ya iba yo con mi rodilla maltrecha con molestias pero
que no me impedían
pedalear, menos mal que era en bajada, hecho que aprovecharon los bicivoladores
Efrén y Rafa para demarrar y salir como
alma que lleva el amigo de Efrén, seguidos de Raúl (Campeón de España de
Sentadillas), Miguel y yo. Una
vez finalizada la ruta, comimos de bocata, aderezado con unas jarras de meado de
Orco de la zona de Minas Tirith recomendación del mediano que nos acompañaba
junto al anillo de poder...eh Miguel?? jejeje, dando por acabada la etapa de
hoy sábado. Solo
puedo dar las gracias por este maravilloso finde, en el que me habéis
acompañado, a todos mis compañeros de ruta. Estas cosas unen, y mucho, a la par
que dejan escapar las malas vibraciones de la vida cotidiana. Una
pena que Juancar no pudiera terminar la ruta y que Jesús no haya venido, pero
si vemos el vaso medio lleno, os he mostrado un pequeño botón de lo que es para
mí la mejor zona de España (el valle escondido de Benasque), excusa perfecta
para volver..jeje.
Las
fotos hablarán por si solas, yo solo me he limitado a reflejar un poco
minimalistamente lo que fue un gran fin de semana con amigos disfrutando de lo
que nos gusta hacer.
GRACIAS
A TODOS.....hasta la próxima.
Fotos de Miguel
Fotos de Ruben
Fotos de Efren
Fotos de Juancar
Fotos de RaFaRu
Fotos del movil de Miguel
Fotos de Ruben
Fotos de Efren
Fotos de Juancar
Fotos de RaFaRu
Fotos del movil de Miguel
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