domingo, 24 de febrero de 2013

Por el CYII de el Molar a Venturada

Crónica de JuanCar
Hacía ya bastantes semanas que teníamos esta ruta en la recámara. Siempre nos parecía oportuna para cuando el terreno estuviera encharcado o hubieran pasado bastantes días lloviendo y por alguna razón no pudiéramos salir por los sitios más habituales como es el caso de esta semana en la que las lluvias nos hacían presagiar que el terreno no iba a estar precisamente bien.
La ruta la encontré buceando por wikiloc buscando alternativas a las ya conocidas Pistas del Canal (o Canal alto y Canal bajo), saliendo desde Tres Cantos, o el Cañón del Guadalix. La alternativa de ir por pistas del Canal bien merecía una investigación.
Así pues, y tras valorar alguna que otra opción, se decidió que lo más conveniente era quedar en El Molar, aparcamiento del polideportivo, para, como siempre, salir a las 9:00 dando pedales. La lista, en principio, era de once participantes, pero la enfermedad de Pablo y las tareas de Raúl redujeron la lista un poco. Lista que al final alcanzó los 14 compañeros: Javi (Marek), Jesús (Terminal), Nacho (Gorcam), Enrique (Endpar), Alberto (Peke), Paco, Luis (Lusofor), Roberto, Roberto (Murga), Miguel (Miguelín), Pachi, Javier (Javier Carvajal), Efren (Diabolik) y yo, Juan Carlos (Juancardido).
Desde aquí, los mejores deseos para los lesionados y los enfermos, deseando que se recuperen lo antes posible, y un gran saludo a todos los ausentes por una u otra razón, aunque, a decir verdad, los que no salieron pensando que los pingüinos nos iban a acompañar en la ruta, hicieron muy mal, porque las previsiones del tiempo, tan catastróficas para este fin de semana, se equivocaron totalmente, y aunque no pasamos calor, tampoco tuvimos la sensación de estar en el punto de congelación que algunos auguraban.
En fin, que a las 9:05 más o menos, ya estábamos todos pretrechados y subidos en nuestras bicis camino de la salida de El Molar y en busca hacia las desconocidas pistas del Canal de estas latitudes. Nada más salir del pueblo por su pequeño polígono industrial, una calle a izquierdas nos mete de lleno en las Pistas del Canal del Atazar que no abandonaríamos hasta mediada la ruta. Una rampa hacia abajo cruza por debajo de la A1, llevándonos ya, en menos de un kilómetro hacia lo que será el continuo de hoy: sube-baja, baja-sube que yendo a un ritmo vivo puede dejarte las piernas más duras que el cuello de un cantaor de flamenco…
La primera parte de la ruta, según en el perfil es más o menos llano, sin grandes subidas ni grandes bajadas, por pista revirada, con muchas curvas, como suele ser típico en estas pistas. Al poco de salir de El Molar ya se empieza a adivinar el paisaje que nos acompañará en la mitad de la ruta: una buena vista sobre los campos del valle que riega el río Jarama, y que en esta época del año están rebosantes de verde.
Mientras tanto el grupo rodaba más o menos como siempre: los más fuertes delante y los menos fuertes detrás con una brecha de unos 200-300 metros de distancia. En este punto la ruta tampoco tiene mucho más misterio: un bonito paisaje a nuestra mano derecha, las pistas del canal con firme en buen estado, y lo habitual: sube-baja, baja-sube.
La pista nos lleva cerca del término municipal de El Espartal, y sin demasiada historia ni cambios en el paisaje ni en el devenir de la ruta, atravesamos también la carretera que conecta El Molar con Torrelaguna y que a nuestra derecha se precipita en un conjunto de zetas hasta alcanzar el nivel del valle.
La ruta seguía transcurriendo tranquila, sin averías ni incidentes y con todo el mundo agrupado: en dos grupos, sí, pero compactos.
Al cabo de unos 5 km después de atravesar la carretera de El Molar-Torrelaguna, la pista inicia un claro descenso hacia el valle a la vez que disfrutamos de la vista de Torrelaguna y de los todavía lejanos tubos del Canal Alto que vemos enfrente nuestro. Ese será nuestro objetivo más próximo.
Desde que la pista comienza a descender, el firme cambia, y lo que era una pista en buen estado se convierte en un camino roto, con unos baches bastante desagradables que hacen que el disfrute de la bajada no sea del todo completo. Al final, la pista desemboca en la carretera que une la A1 con Torrelaguna y que viene desde Guadalix de la Sierra.
En el cruce nos reagrupamos ya que desde este punto, un giro a la derecha nos hace tomar el arcén de la carretera durante aproximadamente 1 kilómetro. En fila de a uno y a un ritmo bastante vivo, alcanzamos el desvío hacia la carretera M-124 que de seguirla, nos llevaría hasta La Cabrera. A escasos 200 metros del cruce nos topamos con un edificio llamado Depósito Inferior de Calerizas. Este edificio no es más ni menos que la primera central eléctrica del CYII y que aún sigue funcionando. Según he podido leer por ahí, desde esta instalación, construída en 1912, parte el Canal Bajo hacia los depósitos de Bravo Murillo e Islas Filipinas en Madrid.
Unos pocos kilómetros después de la central, y aún en fila de a uno, nos desviamos a la izquierda por un camino que en principio parece correr paralela a las tuberías del Canal Alto. A partir de este punto de nuevo se empiezan a marcar las diferencias entre los más y los menos fuertes, ya que la subida, de más o menos unos tres kilómetros, si bien no es especialmente dura sí que es un tanto pesadita, con rampas constantes al 6% y algunas al 9% según mi GPS.
Según íbamos ganando altura el paisaje se iba haciendo más bonito. Nosotros, de un lado, cerca de los tubos del Canal Alto, podíamos ver perfectamente la colina del otro lado de nuestra propia ascensión y por la que bajan los tubos del Canal de forma que, aprovechando los efectos de los vasos comunicantes, salvar el valle entre las dos colinas para que el agua pueda circular por las tuberías salvando los desniveles.
Casi en lo alto de la colina, retomamos la pista del canal, en este caso, como digo, del Canal Alto. Las vistas hacia el este nos mostraban Torrelaguna y las cercanías de Patones, al frente, al sur, las colinas del otro lado del valle por las que veníamos rodando toda la mañana y por las que atraviesa el Canal del Atazar, y al oeste, el pueblecito de Redueña , la Urbanización cotos de Monterrey y al fondo la A1.

Ascendiendo la pista nos dimos cuenta de que éste estaba atravesada por trialeras utilizadas por motos, e incluso en las cercanías de Redueña pudimos ver ciertos senderos que salen del pueblo en dirección a la central eléctrica. Estas observaciones nos ponen en la pista de que quizá sea una buena zona para volver marcando esos senderitos y esas trialeritas…ya veremos.
A mitad de camino, y con las vistas de Redueña de fondo, hacemos la parada para comer algo y para la primera foto de grupo. Una parada bastante rápida, al igual que lo estaba siendo la ruta, ya que la falta de incidentes y lo bueno del terreno, propiciaban que la velocidad fuera bastante elevada.
La pista del Canal, a la altura de Redueña, se convierte en la “senda para todos”, discurriendo a lo largo de toda una bonita dehesa, que para no variar, también es dehesa boyal (de bueyes). Esta “senda para todos” acaba prácticamente en las cercanías de la A1 que cruzaremos por un túnel y en donde la pista casi asfaltada se convierte en un camino de tierra, bastante mojado y pestoso que va picando hacia arriba hasta alcanzar una especie de área recreativa a la entrada del pueblo de Venturada.
Desde la A1 hasta éste área, el camino está en obras; mojones de hormigón para marcar la altura del pavimento, bancos y papeleras nuevecitos, hacen prever que de aquí a muy poco tiempo esa “senda para todos” continúe hasta Venturada. Incluso se pueden ver ya sendas preparadas a la salida del pueblo con sus bancos y su suelo bien pavimentado.
Cuando abandonamos la “senda para todos”, abandonamos también los caminos del canal. La ruta, tal y como está trazada abandona Venturada por un camino de servicio que va a parar a la carretera de Guadalix a Torrelaguna, atravesándola y cruzando hacia una nueva pista que por la falda de la colina se dirige hasta la carretera que enlaza con Pedrezuela.
Todos más o menos unidos y más o menos agrupados, a buen ritmo, alcanzamos la carretera que va bordeando el embalse de Pedrezuela o embalse de El Vellón. El desvío hacia la zona de la presa nos sirve de excusa para una nueva reagrupación y una nueva foto de grupo aprovechando las vistas del embalse con la sierra nevada de fondo.
Esta última parte de la ruta es bastante sosa. Salir de las cercanías de la presa, atravesar el pueblo de Pedrezuela haciendo una pequeña parada en su plaza de la iglesia, y salir por la pista que conduce hacia el Mesto es, además de conocido, bastante aburrido y sin casi atractivo.
Al salir de Pedrezuela, y justo a la altura del desvío hacia el Azud del Mesto en el cañón del río Guadalix, tomamos el desvío a la izquierda (hacia el cañón se va a la derecha), y enfilamos camino hacia el cementerio de El Molar, su Plaza Mayor, y callejeando, llegamos al Polideportivo para acabar la ruta del día.
En definitiva, un día con bastante frío pero menos del que esperábamos, una ruta bastante fácil, de 40 km y escasos 500 metros de acumulado que, en una primera parte discurre por una zona entretenida y que la segunda mitad se hace algo monótona y pesada, sin casi atractivo y con mucha carretera. Vamos, que de repetir esta ruta tendríamos que buscar alternativas que la hagan más picante y divertida, que posibilidades seguro que hay.
Tras acabar la ruta bastante más temprano de lo habitual (12:30), y despedir a los compañeros que llevaban prisa, algunos nos quedamos a disfrutar de una merecida opcional en la cafetería del Polideportivo. Unas jarritas, comentarios varios y un tiempo después de nuevo a los coches y para casita.
En fin, si bien es una ruta que no pasará a los anales de la historia, al menos nos sirvió para el propósito que tenía: huir del barro y del terreno mojado. Quizá modificándola gane bastantes puntos.
                                                                    Fotos de Jesus

                                                                    Fotos de JuanCar

domingo, 17 de febrero de 2013

De trialeras por el Sureste

 Crónica de JuanCar
Esta semana hemos vuelto al sureste. De la mano de Rubén (Karpov), y dado que la meteorología por la sierra no ha estado en las últimas semanas precisamente propicia para salir en bici por allí, hemos vuelto a tratar de disfrutar de una zona, que aun siendo bastante desconocida puede dar grandes satisfacciones y ser muy, muy divertida.
Esta será la primera crónica que voy a tratar de ser riguroso con los nombres de los sitios por dónde vamos. Si el experimento resulta aburrido y tedioso, será la última vez que trate de buscar los nombres de todos los caminos y pistas por la que pasamos en internet.
En fin, que a las 8:45 de la mañana ya estábamos los dos vicalvareños asistentes, con la triste baja de Jesús por motivos personales y la de Nacho y Aitor por motivos vacacionales, y la de Murga por no sabemos qué (jeje), en la explanada que hay justo a la salida hacia las lagunas en Velilla de San Antonio; vamos, justo al lado del portal del guía, es decir, de Rubén.
Las incorporaciones de última hora de Juan Pedro y de Marcos hicieron que en el punto de salida nos juntáramos 14 bikers aunque la mayoría de la ruta la hiciéramos 15 ya que un compañero de Rubén (encantado Campos), se nos unió a la llegada a Loeches. Tras pertrecharnos bien, poner en marcha los GPS y terminar de charlar acerca de las tallas de las equipaciones nuevas, a las 9:10 nos pusimos en camino con la idea de hacer una ruta de 40 km, cerca de 600 de desnivel y que constaba, en principio, de cuatro subidas, dos de ellas por trialera, y sus cuatro correspondientes bajadas, dos de ellas también por trialeras. La falta de tiempo hizo que tuviéramos que acortarla y no hacer uno de los bucles que incluía una trialera de bajada y otra de subida; una pena, pero lo bueno es que volveremos para hacerla…sin duda.
La ruta empieza en llano. La salida de Velilla de San Antonio la hicimos por la calle de la Era hacia la antigua vía del tren de Arganda convertida hoy en día en una pista con buen firme en al que aún se pueden ver los apeaderos conservados perfectamente. La pista de las antiguas vías de tren desemboca en el pinar de la carretera de Velilla a Arganda punto en el que, subiendo un pequeño talud y atravesando el campo hasta la carretera, cruzamos al otro lado de ésta para ir tomando la dirección hacia Loeches.
Esta primera parte de la ruta la hicimos bastante agrupados. En realidad, en este punto, empezaron ya a formarse dos grupos debido principalmente a que el terreno, aunque no con una gran pendiente, sí que pica hacia arriba y te va machacando poco a poco a no ser que el ritmo sea muy conservador. Dar caña en este punto sólo supone quedarte sin fuerzas cuando el terreno empieza a empinarse de verdad.
Una vez cruzamos la carretera de Arganda, tomamos el Camino Casa de Blanca para, rodeando la Finca Los Cantillos, llegar al puente de la R3 yendo todo el tiempo en un falso llano que va minando las fuerzas poco a poco. Cruzar el puente de la R3 y empezar a aumentar la pendiente es todo uno. El puente de la R3 nos conduce por la Vereda Carpetana hasta la carretera que une Arganda con Loeches (M-300), que una vez cruzada toma rumbo directo hacia las colinas bajo las que se encuentra Loeches.
El terreno toma ya una inclinación importante cuando, llegando a las colinas nos adentramos en un precioso barranco por donde en teoría baja el arroyo de Valdegatos. Y digo en teoría porque nosotros no vimos nada de agua, aunque es normal que esto no suceda ya que los arroyos de barranco sólo suelen llevar agua cuando está lloviendo.
La trialera de subida de este barranco es espectacular, muy bonito y con un terreno que agarra bastante bien, aunque supongo que cuando llueve el barro debe ser de los de hacer vasijas. Lo único más horrible de la subida fueron los dos o tres zorrillos que vimos muertos en medio del sendero…no creo que fuera casualidad que los tres murieran por causas naturales. Pero dejémoslo ahí. Poco a poco todos fuimos completando la subida, cada uno a su ritmo, unos completando el recorrido montados en la bici y otros haciendo empujabike, pero al fin y al cabo todos llegamos al mismo sitio.
La subida del barranco nos dejó en una pista que por lo que he podido ver llega hasta la Casa de Valdegatos. Nosotros no llegamos hasta la casa, sino que a medio camino giramos a la derecha por un camino agrícola entre olivos que nos dejará directamente en el camino de Campo Real a Loeches y que será nuestra primera bajada del día.
Rubén, abrumado por la responsabilidad estaba más serio que otras veces, y es que indicar por dónde se va y dando instrucciones de que si la bajada es peligrosa, que si ojo con las roderas, que si tal y que si cual, hizo que abandonara sus chascarrillos habituales. Además, de esta manera se veía casi obligado a ir delante, por lo que las bromas no eran fáciles de escuchar. Prometemos que no guiará ninguna en mucho tiempo, aunque sea para poder ir riéndonos con el vocabulario manchego.
La bajada a Loeches tiene su punto de complicación. Aunque los que conocen la zona dijeran que estaba muy arreglada, yo vi demasiada piedra suelta al principio y roderas enormes desde la mitad al final, siendo lo más peligroso las zanjas que se habían formado en el lateral de la pista y que servían de vierteaguas; meter la rueda allí era sinónimo de caída…fijo.
Fue aquí, justo al final de la bajada, y ya a punto de llegar a las calles de Loeches cuando Jesús (Agila), empujado involuntariamente por Marcos que no le había visto llegar por su izquierda, acabó bajándose violentamente de la bici. La caída no tuvo mayores consecuencias, pero teniendo en cuenta de que Jesús venía de no salir por problemas de espalda, esta caída le dejó bastante maltrecho para el resto de la ruta. Recupérate pronto, fiera.
Tras solucionar algún problemilla con la rueda trasera de la bici de Jesús, continuamos nuestra marcha atravesando Loeches y tomando el desvío hacia la Senda de la Dehesa que a los pocos metros se convierte en el Camino de Torres de la Alameda, una pista bastante pestosa con unos sube-baja muy molestos en los que las bajadas no impulsan suficiente para las subidas y que acaban poniéndote los cuádriceps como rocas.
En este camino los grupos ya se hacían bastante notorios. Ya había hasta tres grupetes diferentes con los más fuertes delante y los que empezaban a pagar el esfuerzo de los primeros kilómetros detrás. Afortunadamente la reagrupación en el desvío de la pista de Torres dio un pequeño descanso a todos y nos prepararía para ir camino de nuevo hacia las colinas a buscar alguna trialerita más.
La salida del camino de Torres de la Alameda la hicimos por el camino del Cincho observando cómo se habían congregado a las afueras del pueblo multitud de personas que según un paisano que venía montado en su carro, estaban “tirándole a los pájaros”. Lo cómico del asunto es que mientas que ellos estaban congregados cerca del pueblo, a nuestra izquierda, a nuestra derecha una bandada de decenas de pájaros revoloteaban entre los matojos.
El camino del Cincho nos deja, casi sin permitirnos pensarlo, en un camino entre matorrales que circula entre el Cerro del Arenal donde se encuentra el mirador de los pájaros y el cerro de la Silla. La subida, quizá más empinada que la primera trialera, no es tan espectacular como aquella, pero sí que tiene un toque bonito por ir ganado altura entre los dos cerretes.
Poco a poco, mientras los más rezagados iban llegando, los demás fuimos dando buena cuenta de nuestras frutas y barritas. Aprovechamos el momento para decidir que lo mejor era dejar de hacer el bucle de la trialera de los pájaros e ir directamente a la tercera de las trialeras previstas. La falta de tiempo es lo que tiene…pero ya volveremos a quitarnos la espinita.
Al quitar el pequeño bucle de la trialera de los pájaros, la ruta nos lleva directamente a la bajada del Arroyo de Las Canteras, una trialera que ya hicimos la otra vez pero de subida. Esta vez tocaba bajarla y disfrutarla a base de bien. Y es que qué es lo que tendrán estas trialeras que no parecen las mismas yendo hacia arriba que hacia abajo. Esta trialera es quizá la más bonita y disfrutona de toda la ruta: cambios de nivel, peraltes, algún paso por escalones, algún pequeño estrechamiento entre matorral…vamos, una gozada.
La bajada de la trialera de Las Canteras nos deja en un llano donde reagrupamos para subir el último sendero de la mañana. La anterior vez que estuvimos por aquí, bajamos hasta este punto, y en sentido contrario desde el alto del “mortirolo” por una especie de pedrolera de cantos sueltos que personalmente no me gustó nada. Esta vez, sin embargo, subimos por un sendero con cierta dificultad, sobre todo por la pendiente, y que transcurre por el barranco del Arroyo de Cerro Hundido. Al llegar arriba, y aprovechando un llano, nos hicimos la foto de grupo, alguna broma que otra, y alguno aprovechó para retar a los demás a subir por un camino corto pero muy empinado que se abría delante de nosotros.
Algunos se tiraron por el lateral haciendo la subida con bastante menos pendiente pero más larga, mientras que la mayoría nos retorcíamos encima de la bici para coronar la maldita cuesta que en su punto más empinado alcanza un 19% de desnivel.
Tras la “proeza”, nos volvemos a reagrupar en las proximidades de la carretera M-220 y después de circular escasos metros por su arcén, nos desviamos para tomar el camino que nos conduce al llamado “mortirolo”, “las cadenas”, “torres duro” o simplemente Camino Viejo, no sin antes tener que atravesar una zona con unos pocos sube-baja, ideal para castigar un poco más las piernas.
La bajada del “mortirolo” es bastante peligrosa, muchas piedra suelta, mucha rodera estrecha y cruzada y una buena pendiente que hace que alcances unas velocidades cercanas a los 50 km/h. Lógicamente los que mejor conocen la zona acabaron la bajada mucho antes que los demás. Cuando el camino viejo se convierte de nuevo en la Senda de la Dehesa, entramos ya en la localidad de Loeches.
Atravesar Loeches es siempre un poco agobiante. Los conductores no son precisamente pacientes y la estrechez de las carreteras hace que vayamos en fila de a uno bastante vigilantes y con extremo cuidado.
La salida de Loeches la hacemos por la calle del cementerio y de la plaza de toros, camino que según los mapas corresponde con el llamada Camino de Peralta, que en una bajada un tanto engañosa en la 
que no paras de pedalear en ningún momento, llegas a un nuevo puente sobre la Radial 3.
La bajada desde Loeches hizo que el grupo se estirara muchísimo, por lo que hubo que reagrupar sí o sí en el puente de la R3. Una vez llegados todos y despidiendo a nuestro integrante número 15 
(Campos), que se volvía de nuevo a Torres de la Alameda, seguimos camino cruzando el puente por 
el Camino de las Hiruelas que en menos de dos kilómetros nos deja de nuevo en la renovada vía del tren de Arganda que nos conduce enseguida a la explanada donde nos esperan nuestros coches.
Eran las 13:30 cuando unos, por prisa, deciden irse y otros decidimos ir a celebrar la opcional a la plaza de Velilla. Allí una cañita o una coca cola, unas patatitas, unas cortecitas y una foto después, volvemos de nuevo a los coches y enfilar rumbo a casa.


Una ruteja muy interesante en una zona poco habitual en la que se puede disfrutar a las mil maravillas en un terreno muy, muy agradecido. Y como siempre, que no por decirlo más es menos verdad: una compañía del 15…genial como siempre. ¡¡Qué grupo más majo nos hemos juntado, leche!!.
                

 
sinpe trialeras de torres a Mountain Biking video by valiente0299
                                                         Fotos de JuanCar
                                                         Fotos de Miguel
                                                         Fotos de Marcos 

domingo, 10 de febrero de 2013

Bajamos la trialera de Alpedrete

Cronica de JuanCar              
Ésta es quizá una de las rutas más sencillas que se puede hacer por la zona baja de la sierra de Guadarrama. Poco desnivel, una distancia aceptable, y un poco de todo para los amantes de la variedad: mucha pista, algunas rampas complicadas, algo de callejeo y una trialera final para acabar con buen sabor de boca. Se dice que en la variedad está el gusto, y así debe ser, porque tal y como nos está sucediendo de unos meses a esta parte, la convocatoria de compañeros excedió los 20 participantes, 23 para ser exactos.
Lo que sí que soy incapaz es de hacer una lista de participantes y en esta ocasión lo voy a omitir ya que es tal la cantidad de compañeros nuevos de los que no conozco ni el nombre, que por no dejarles fuera de la lista, mejor no la hago.
Sólo decir que eran las 8:45 cuando los vicalvareños llegábamos al punto de quedada, un pequeño aparcamiento en la calle del Maestro de la localidad de Alpedrete. Cuando nosotros llegamos ya había una gran cantidad de compañeros preparándose para la ruta y sobre todo abrigándose. El frío era bastante intenso, y aunque en el termómetro de la calle aparecían 2º positivos, alguno comentó que la temperatura real no era esa, sino -2º C negativos, es lo que tiene el invierno.
Cuando todos estuvimos preparados para empezar, subimos a nuestras bicis, y a ritmo lento abandonábamos el parking camino de nuestro primer objetivo: Los Molinos. El ritmo al principio fue lento, quizá algo cansino, y es que calentar los músculos con el frío que hacía no era tarea fácil, aunque este ritmo lento nos estaba viniendo muy bien para charlar y bromear aunque hubo alguno que echó de menos los chascarrillos manchegos de nuestro particular Jose Mota de Velilla.
La salida de Alpedrete la hicimos callejeando y pisteando por las urbanizaciones exteriores al pueblo. Pista en buen estado pero con multitud de charcos formados con las últimas lluvias y nieves que afortunadamente no dejan de caer en las últimas semanas por esta parte de la sierra. Y ojalá que no pare, que como hemos visto en otras rutas durante el invierno, falta hace para que los campos resurjan y los embalses se vayan llenando poquito a poco. De momento ya se nota el verdor en los campos y la abundancia de agua por todas partes presagia, de seguir así, una primavera fantástica.
A los pocos kilómetros de Alpedrete la pista, que en este punto toma el nombre de “Camino de los Labajos”, gracias al arroyo que lo atraviesa, se introduce en el campo. Los charcos son más abundantes e incluso se ven lagunas a un lado y otro de la valla que separa al pista de los campos. Una de esas lagunas tiene, por lo visto, su propio nombre: Laguna de los Labajos, y está formado por el arroyo que antes nombraba.
El arroyo estaba desbordado, y el ritmo lento y relajado que llevábamos se interrumpía en ocasiones para que, a fila de a uno, cruzáramos los grandes charcos, unos montados en las bicis a riesgo de empaparnos, y otros buscando pasos por encima de las piedras por miedo a hundirse en el agua.
Así, poco a poco y sin prisa, llegamos a las inmediaciones de Guadarrama, pueblo por el que no pasaríamos, sino que rodearíamos en busca de la pista que nos llevara hacia Los Molinos. Atravesando urbanizaciones por su parte exterior, pequeños caminos, y pasando puentes sobre los arroyos y ríos, el más notable de ellos el puente sobre el río Guadarrama, enfilamos el camino a Los Molinos notando como el terreno se empezaba a empinar. La verdad es que la inclinación no era ni mucho menos incómoda, pero sabíamos que poco a poco aquello iba a cambiar y que la cosa se iba a poner un poco dura en unos pocos kilómetros.
El grupo, hasta el cruce del río se mantenía más o menos compacto, pero fue nada más atravesarlo que algunos empezaron a darle duro a las bielas y separarse algo de los más rezagados. Y es que basta que el terreno se incline para que comience la selección natural.
Algo que no nos abandonó en ningún momento fue el paisaje. La sierra totalmente cubierta de nieve y el cielo despejado de nubes eran la postal perfecta para nuestras fotos. La Bola del Mundo se veía como cubierta por una alfombra blanca y lisa, y al fondo, el Montón de Trigo, con su característica forma de cono, resaltaba entre las demás cumbres por verse totalmente cubierto de nieve.
Fue salir de las proximidades de Guadarrama, quizá por salir a campo más abierto y más cercano a la sierra, que empezó a soplar un desagradable viento de cara que hacía que no sólo costara más pedalear, sino que además hacía que la sensación térmica bajara unos cuantos grados la temperatura real. Menos mal que ahora tocaba subir y el frío lo íbamos a calmar con la calorcito que dan las rampitas.
Según nos acercábamos a Los Molinos el grupo se estiraba aún más, y es que el terreno ya tenía una inclinación suficiente como para que los más fuertes se fueran despegando. Aun así, la reagrupación en la cancela en la que dejamos la vía pecuaria por la que veníamos rodando desde Guadarrama para coger el “camino del Álamo” en dirección a Los Molinos hizo que la bajada “off road” que nos marcamos casi todos, la hiciéramos muy cerca unos de otros. La verdad es que salirse del camino es muchas veces un tanto arriesgado ya que no sabes muy bien qué es lo que te vas a encontrar. En nuestro caso se trataba de una pequeña “escapadita” por el campo próximo a la pista de los Álamos y que lo único que nos trajo fue pisar mucha agua y barro.
Una nueva reagrupación justo después de la primera “rampita” a la llegada a la primera urbanización de Los Molinos y enseguida, con aliento renovado, encarar la primera de las tres “rampitas” que nos esperaban por delante.
La primera de ellas, de aproximadamente 700 metros de longitud con una pendiente media de más del 7% rodea la valla de la urbanización a la que llegamos anteriormente. En ésta los más fuertes tiraron sin compasión y nos dejaron atrás a muchos de nosotros, que con más voluntad que fuerza, conseguimos coronar y esperar a los demás en un cruce de pistas desde el que se asomaba el siguiente tramo de subida.
El segundo tramo de subida, más técnico y complicado que el anterior tiene algo menos de 500 metros pero con una pendiente más elevada, cercana a los 8,5% de media, y salpicado de raíces y pequeños pasos que la hacen aún más complicada.
La salida de esta rampa desemboca en las calles de una urbanización donde los más fuertes estaban esperando a que llegáramos los demás.
Justo este lugar de reagrupación es el punto de salida de alguna que otra de nuestras rutas, por lo que la rampita que nos esperaba es bien conocida.
Sin terminar de esperar a los más retrasados por miedo a quedarnos congelados con el viento y el frío que venían a cuchillo bajando la pista de la Molinera (jejeje), tomamos el camino asfaltado que pasa por debajo de las vías del tren y que en un rampón de cerca del 12% pero con tan sólo 150 metros de longitud, nos llevaría a la parte más alta de la ruta y nos dejaría en la entrada del camino que nos conduce directamente a la localidad de Cercedilla.
A partir de aquí, salvo alguna rampita, todo lo que nos queda es bajar, y además, bajar de lo lindo. Una vez reagrupados, y con la advertencia de que en el camino hasta Cercedilla podríamos encontrar places de hielo, enfilamos el “Camino del Faro”, una especie de medio sendero, medio trialera con algún que otro paso curioso y algún pequeño escalón que nos deja justo en las calles de Cercedilla y que pasa justo por al lado del Puricelli que, obviamente, no cogemos.
Nada más entrar a Cercedilla y justo al lado de la estación, procedemos a nuestro momento “bocata”, y al cabo de un rato de mover la mandíbula y no sólo comiendo, decidimos ir en busca de la divertida bajadita de la Ermita. Son pocos los metros que separan la estación de la Ermita, y afortunadamente todos cuesta abajo. Jesús y yo nos adelantamos al resto para ir cogiendo posición, y al rato, según iban llegando todos, ambos disparábamos nuestras cámaras para retratar a todos convenientemente. Es la primera vez desde que paso por aquí (y ya van unas cuantas), que nadie, absolutamente nadie lo baja a pié, incluso hubo alguno que la bajó dos veces para salir bien en la foto.
La salida de Cercedilla la hacemos casi siempre por el mismo sitio, tomando una calle por la urbanización y cogiendo un bonito sendero entre robles que evita que rodemos todo el tiempo por asfalto. El senderito, a fila de a uno, lo pasamos sin complicaciones, y volviendo a la urbanización, nos lanzamos pista abajo hasta encontrarnos con el cauce del río Guadarrama que baja hasta los topes, a la altura de nuevo de Los Molinos, pero ahora por su parte sur.
Tras salir del casco urbano, tomamos rumbo, por la zona del matadero  hacia la urbanización “La Serranilla”. En este punto ya íbamos de nuevo todos en fila de a uno, cada cual a su ritmo ya que atravesar los senderos de La Serranilla, con sus dos primeros escalones y con algunas de las zonas con una cierta inclinación, aparte de que el sendero es bastante estrecho, no permite que lo pasemos de otra manera.
El paso por el sendero es rápido y se disfruta mucho, los requiebros, los taludes y algún que otro giro que a veces puede resultar inesperado, le dan un toque que mola y que siempre que pasamos por aquí hace que acabamos con una sonrisita en la cara.
Justo al acabar los senderos se produjo el único incidente de la jornada, Efrén, nuestro diabólico bicivolador pinchó la rueda trasera de su 29er que tuvo que reparar entre risas y cierto cachondeo. Una vez reparada la rueda, aprovechamos el parón para hacer la foto de grupo y continuar nuestro camino hacia la entrada de Collado Mediano por la vía pecuaria que por decirlo de una forma amable, estaba bastante mojada. Y es que los charcos y los arroyos se multiplicaban, los vadeos y los pies mojados, también.
El trayecto de la vía pecuaria termina en la glorieta de entrada de Collado Mediano a la altura de sus urbanizaciones. Tras una corta reagrupación, nos dispusimos a continuar por la pista que nos lleva al puente que atraviesa las vías del tren de cercanías por una cuesta, que no tiene ninguna dificultad ni técnica ni física, no sé por qué, pero se nos atraganta siempre un poco. Quizá sea porque venimos a buen ritmo, bajando desde hace bastantes kilómetros, y cualquier rampita nos molesta.
Mientras atravesábamos el puente nos damos cuenta de que sólo nos queda bajar la trialera de Alpedrete, y también nos damos cuenta de que una especia de concurso o competición de trial podría fastidiarnos la bajada. En ese momento pienso que si las motos están en nuestro camino, nos van a fastidiar la bajada, pero afortunadamente, según nos acercábamos a la zona en la que estaban compitiendo, lo único molesto fue el olor de la gasolina, porque estaban en una zona que no correspondía con nuestra ruta.
Casi en fila de a uno enfilamos la bajada de la trialera. Unos con más pericia y otros con más conocimiento fuimos negociando todos y cada uno de los pasos y escalones que las piedras y las rocas forman en la bajada. Al principio el paso es más complicado ya que hay un par de escalones que si lo piensas o vienes despacio, te fuerzan a que pongas el pié a tierra. Afortunadamente ése no fue mi caso ya que la rueda de Efrén me iba marcando la trazada perfectamente…hasta que le perdí de vista. Al cabo de un cierto tiempo de nuevo le vuelvo a ver: había reventado de nuevo la rueda trasera de su bici y no le quedaba más remedio que terminar de bajar la trialera andando…una lástima por él, la verdad, porque los demás acabamos disfrutando la bajada de lo lindo. Y es que no hay nada mejor para bajar que conocer el sitio por el que bajas.
La trialera termina en las urbanizaciones de Alpedrete. De aquí a los coches sólo nos quedaba callejear un par de kilómetros. Efrén andando y el resto montados llegamos por fin al punto de inicio de la ruta.
La hora un poco tardía (eran las 13:15), hizo que algunos tuviéramos que salir disparados hacia casa, pero me consta que más de uno y más de dos tuvieron su correspondiente opcional y creo que a base de unas buenas migas.
Así pues, una mañana muy divertida, con un grupo bastante numeroso de compañeros, unas vistas magníficas de la sierra nevada, bastante frío, y sobre todo mucha diversión…para no variar.
                                                                      Fotos de Jesus
                                                                     Fotos de JuanCar
                                                                     Fotos de Miguel
                                                                      Fotos de Santi 

domingo, 3 de febrero de 2013

De senderos por el Pardo

Crónica de JuanCar
Tras la convocatoria sabatina, tan sólo Jesús y yo decidimos ir a machacarnos un poco más a los senderos de El Pardo. Ninguno de los dos conocíamos la zona, y dado que las piernas no estaban del todo mal, pensamos que dar tumbos por allí nos iba a venir estupendamente para pasar una mañana de domingo estupenda y completar un doblete casi de antología.

Así, a la hora acordada, las 8:45 de la mañana, empezaron a llegar los componentes del grupete que íbamos a ser esa mañana: Pachi, Jesús (Terminal), Jesús (Agila), Amador (Cronos), Javier (Javier Carvajal), Zarzo, Rafi, Rodrigo (Glabre), Nelson (El Negrito), Alberto (Peke), Jose (El Negro) y un servidor, JuanCar.
Nada más salir del pequeño aparcamiento donde habíamos quedado e introduciéndonos ya en los Montes de El Pardo, una petadora subida nos dio la bienvenida. Sin duda un buen preludio a lo que iba a ser toda la mañana: un continuo sube y baja. Subir para poder bajar por sitios a-lu-ci-nan-tes bien dirigidos por el maestro Zarcete, que como dice Jesús, tiene un máster “cum laude” en los montes de El Pardo.
La primera subida, nada más subirnos en las bicis, tiene inmediatamente su recompensa en una bajadita en al que podemos ya adivinar lo que nos espera. El Pardo se muestra ratonero, a veces peligroso, pero siempre divertido.
En un principio íbamos a utilizar un track que nos había recomendado Frailman, pero llevar con nosotros al guerrero es sinónimo de “no track”, así pues, nos dejamos llevar según su buen criterio. La primera bajada nos dejó casi en la carretera de El Pardo, y tras seguir un pequeño sendero muy cerca de ella, iniciamos de nuevo la subida, casi igual de empinada que la primera, cruzando un sendero que, por el medio del bosque de encinas y robles, nos llevaría hasta el alto de lo que me pareció entender era conocido como “el palomar”, una especie de arco de color blanco desde la que había una buena vista de los montes. Desde el palomar sale un sendero impresionantemente divertido en cuya parte baja empezamos la sesión de saltos y de fotos. Allí los más intrépidos se atrevieron a deleitarnos con sus vuelos, algunos fallidos y que dieron con los huesos de alguno en el suelo sin, afortunadamente, consecuencias. Fotos y fotos después, continuamos nuestro camino.
La segunda bajada nos dejó de nuevo casi en el mismo punto donde iniciamos la segunda subida, y por tanto, continuamos durante unos 3,5 km en dirección al pueblo cruzando por senderos entre árboles y caminitos estrechos que recuerdan muchísimo a la casa de Campo, y es que es obvio que es tanto el mismo tipo de terreno como de vegetación, ya que supongo que en un origen eran los mismos montes. Eso sí, el tamaño es lo que no es comparable, por lo que los montes de El Pardo se prestan a miles de senderos, caminos, trialeras…una delicia para el MTB, y en la mismísima ciudad!!.
Tras llanear al lado de la carretera, iniciamos una subida larga y tendida hacia el mirador. La verdad es que es una delicia pedalear por sitios así, tan agradecidos para la vista y para las ruedas de la bici. Supongo que en otras épocas del año estos senderos han de ser altamente peligrosos, por lo que me da la impresión que elegimos una muy buena época, en la que el terreno está en muy buen estado.
La ascensión por el sendero de la tercera subida del día nos llevó hasta el mirador. Una pequeña construcción de madera en uno de los puntos más altos de El Pardo, y desde donde se divisa a la perfección la sierra, toda nevada, toda la extensión de los montes del Pardo, y hacia el otro lado, las cuatro torres de La Castellana.
Aprovechamos para comer, beber, foto de grupo, y para que Nelson nos volviera a deleitar con subiéndose al mirador subido en su montura…por supuesto también bajándose de él.
Una vez comidos y descansados de la tercera subida, la más larga y tendida de todas, iniciamos a la bajada por uno de los senderos más bonitos que hicimos ayer. Sin necesidad de demasiada técnica pero sí con mucho cuidado, nos fuimos deslizando monte abajo por un sendero con curvas reviradas, peraltes, algún salto que otro y sin pasos técnicos. Vamos, que me encantó.
Sin llegar a la carretera, y por una pista más o menos asfaltada, comenzamos la cuarta ascensión del día, la más corta y fácil, y con la que enlazados un sendero precioso, entre pinos, con una valla un tanto peligrosa a la derecha y con algunos pasos bastante curiosos en los que había que llevar alerta los cinco sentidos.
Sin duda éste fue el sendero que más me gustó, quizá porque es el que más metido en el bosque iba, y porque quizá es el más intenso en cuanto a la atención que hay que prestar. Su final es justo la glorieta de acceso al palacio real de El Pardo, donde tras un pequeño descanso, decidimos subir a lo que se llama el barranco o el acantilado.
Y ésta fue nuestra quinta ascensión del día: la subida larga y bastante pestosita, sobre todo por la gran cantidad de arena acumulada en el camino, en busca del inicio del sendero del barranco…y obviamente un barranco era…
El sendero, más bien diría trialera que desciende desde el barranco es lo más parecido a un parque temático que he visto encima de mi bici. Curvas de 270 grados, cambios de rasante, saltitos, peraltes infernales, alguna que otra raíz cruzada en el camino, pasos técnicos…en definitiva, una auténtica pasada!!.

El final de la trialera desemboca en un túnel en cuyo extremo posterior hay una placa de hormigón derrumbada, lo que hace que la salida del túnel sea un auténtico foso. Todos los que no lo conocíamos, al llegar allí, utilizábamos la misma expresión de sorpresa y nos hacíamos la misma pregunta: ¿alguien va a saltar esto?. Y ya lo creo que alguien iba a saltarlo. Primero Zarzo, en un vuelo casi perfecto, con trasero hacia atrás y tirando de manillar, y después Nelson en una postura similar, nos regalaron el espectáculo y nos dieron la oportunidad de registrarlo en vídeo…una pasada lo que hacen estos máquinas!!!.
Nada más pasar el túnel, una zona de cuatro saltos consecutivos estaba llena de chavales, que con sus bicis estaban practicando una y otra vez los vuelos que, de nuevo Nelson, Zarzo y en este caso Agila y El Negro nos mostraron y les enseñaron como hacerlo de verdad, cogiendo altura y buena posición encima de la bici.
Tras salir dela zona de saltos, volvimos a coger un sendero paralelo a la carretera, donde tanto Rodrigo como Nelson nos dejaron para poder llegar pronto a los coches camino de su casa. A los demás nos esperaba una nueva subida, también tendida, y por la que habíamos estado a primera hora de la mañana, que nos llevaría hasta la valla del monte.
El senderito que va justo al lado de la valla es precioso, jaras, encinas y robles dejan en algunos lugares el paso justo para no empotrarse contra la valla. Así, de uno en uno y con buen ritmo llegamos al fin de la subida que, de nuevo, desemboca en una nueva bajada que hacemos ya a toda velocidad. Algún que otro perro encolerizado y muchas personas caminando por los senderos fueron la nota predominante en ésta última bajada que nos condujo de nuevo al punto en el que despedimos anteriormente a Nelson y Rodrigo.
Desde aquí ya sólo nos restaba una última subida: la que pasa por encima de los túneles de la M-40, cuya visión desde arriba es una pasada.
Afortunadamente las fuerzas estaban ya prácticamente acabadas justo cuando se acababa la ruta, lo que nos permitió acabar disfrutando como críos y con un montón de imágenes alucinantes en nuestras retinas.
Gracias Guerrero por enseñarnos un sitio así al que sin duda hay que volver con las piernas más frescas y para hacer algo más largo, aunque lo del domingo tuvo su distancia justa: 30 km en rutas como ésta es una cantidad mucho más que aceptable.
Así pues, un fin de semana de esos de enmarcar, con un doblete estupendo y de esos que te dejan un magnífico sabor de boca.
                                                                  Fotos de Jesus
                                                                Fotos de JuanCar

sábado, 2 de febrero de 2013

Palizon por el Sureste

Crónica de JuanCar
No suele ser lo habitual, pero debido a que muchos de nosotros teníamos diferentes posibilidades a la hora de elegir día para la ruta semanal, decidimos que lo mejor, para que todos pudiéramos salir era hacer una doble convocatoria. De esa manera, aquellos que no podían salir el domingo lo harían el sábado y viceversa, aunque alguno hubo que hizo doblete.
Por tanto, decidimos elegir dos rutas bien diferentes para que además hubiera para todos los gustos. El sábado, y ya que Pablo no podía salir el domingo, y puesto que tenía una espinita clavada con una ruta por el sureste y alguno de nosotros tenía que estar pronto en casa, decidimos que podíamos repetirla para que Pablo se sacara esa espinita y no nos retrasáramos mucho. Para el domingo, ya que había muchos que la ruta del sábado no les venía bien ni por hora ni por lugar ni distancia, decidimos hacer algo cerquita, picantón y a gusto de las peticiones que se hacían por whatsapp y en el foro: senderos de El Pardo, un lugar al que no solemos ir, y que había curiosidad por conocer.
Así pues, el sábado, a las 8:15 de la mañana nos presentamos en Los Maños, Jesús, Pablo, Aitor y un servidor con la intención primera de, junto con Nacho, que nos esperaba en Moratalaz, hacer una ruta circular de no más de 60 km que incluyera, eso sí, la subida a los Cortados de Rivas por su lado más complicado.
A las 8:30 estábamos ya junto con Nacho admirando su nueva bici: una flamante Mondraker Factor de doble suspensión y ruedas de 29 pulgadas en color negro y rojo: una preciosidad que nos dejó a todos maravillados. Como maravillados nos dejó cómo marcha Nacho con ella.
Sin entretenernos mucho, y ya completado el grupete que íbamos a salir desde Vicálvaro, ya que alguno más se nos uniría más adelante, enfilamos a toda velocidad por el carril bici, tratando de pisar el mínimo asfalto posible, hacia el parque lineal del Manzanares. En menos de un periquete, y a un ritmo muy, muy vivo que iba marcando Jesús, nos presentamos en el carril bici que va paralelo a la ribera del río Manzanares después de pasar el parque lineal y que lleva directamente a las pistas de servicio del AVE.
No paramos en ningún momento, y aunque en ese momento el viento no era demasiado fuerte, afortunadamente nos daba más bien de costado derecho-detrás, con lo que la velocidad que estábamos alcanzando era bastante rápida.
Sin casi darnos cuenta, habíamos cruzado el puente sobre la vía del AVE, para tras pasar una zona un tanto embarrada, llegamos al cruce de la pista con la carretera (si es que se le puede llamar así), de la Cañada Real Galiana. En este punto debíamos tomar la primera decisión del día: o bien íbamos de frente con la posibilidad más que factible de encontrarnos barro y aguas estancadas antes de llegar al desvío de Protección Civil, o bien tirábamos por la carretera de la Cañada para que, atravesando la zona de la vaquería, llegar hasta el cruce con el carril bici de San Martín de la Vega. Obviamente, para evitar acabar hechos unos zorros y hasta arriba de barro pestoso, tomamos la segunda opción.
El ritmo seguía muy, muy vivo y en muy pocos minutos estábamos ya en el punto en el que teníamos que decidir si ir por la pista a la izquierda hacia casa Eulogio, o bien seguir de frente siguiendo el carril bici de San Martín de la Vega. Aquí la decisión era bastante importante: si íbamos hacia Casa Eulogio, la ruta iba a tener un total de 56-60 km, mientras que ir hacia el carril bici suponía el reto de hacer más de 70 km. Además, habíamos quedado con Rubén en encontrarnos en Protección Civil, por lo que tras mirar la hora, que por cierto era muy temprana, y decidir que como buenos mashotes tirábamos a hacer la de 70 km, llamamos a Rubén para que nos esperara en la Presa del Rey en vez de en Protección Civil.
Mi cuentakilómetros marcaba una velocidad media en movimiento de 22 km/h…una burrada, teniendo en cuenta que la ruta era larga y al final bastante dura, pero el ritmo que marcaba Jesús y que seguí Nacho con su 29, sin perder de vista a Pablo, hacía que Aitor y yo nos dejáramos llevar y fuéramos dándolo todo.
Subir La Marañosa fue cuestión de unos pocos minutos. Iniciamos la subida con Jesús en cabeza que fue poco a poco poniendo terreno por medio. Detrás, Nacho y Aitor a escasos metros de Pablo y de mí. Pablo, a su ritmo, empezó a marcharse dejándonos atrás a Nacho, Aitor y yo. Al poco Nacho, y yo a su rueda, dejamos un poco atrás a Aitor, y al cabo de pocos metros habíamos alcanzado a Pablo que no había bajado su ritmo, pero que tampoco hizo mucho por seguirnos (iba economizando energía). Cuando faltaba un solo repecho, Jesús se paró a esperarnos a todos, lo que Nacho aprovechó para marcar un ritmo infernal, conmigo a rueda y sin posibilidad ni siquiera de tratar de adelantarle, que nos llevó a la cima de La Marañosa a 30km/h ¡¡subiendo!!.
Coronar no fue sinónimo de parar, y sin ni siquiera detenernos a tomar aliento, empezamos a descender La Marañosa. Nacho, Pablo y Jesús delante marcando una velocidad de vértigo, y Aitor y yo detrás, rápido, pero sin intención de tratar de llegar a rueda de ellos. En definitiva, una subida y bajada a La Marañosa como jamás he hecho encima de una bici…a toda castaña, pero de verdad.
Tras girar en la glorieta de Gózquez de Abajo, decidimos que lo más sensato para volver hacia Rivas era no utilizar la pista que va paralela a la acequia de riego del Jarama, sino coger al carretera para evitar los riesgos de pinchazos por los malditos abrojos que se acumulan en esa zona.
Fue girar aproximadamente 180 grados para coger la carretera cuando ya empezamos a notar los efectos del viento en contra. Casi 40 kilómetros en las piernas, a toda velocidad, 30 kilómetros por hacer con los cortados de por medio, y para rematar, viento en contra…todo un lujo, vamos.
En estas condiciones, y ya con un ritmo más lento debido al viento de cara, nos presentamos en la Presa del Rey, donde nos estaba esperando ya Rubén. Aprovechamos el encuentro para comer, charlar y bromear, y una vez bien comidos y bien bromeados, retomamos el camino rumbo al derrumbe, y con un componente más en nuestras filas.
Una vez pasado el derrumbe, y siguiendo con el viento en contra, llegamos bastante ligeros a la zona de Casa Eulogio y las barreras, para una vez atravesado el puente sobre el Manzanares, enfilar la pista de Protección Civil rumbo a Rivas y encontrarnos, con 50 kilómetros en las piernas con nuestros amigos los Cortados o Cantiles.
Menos mal que el cansancio que se empezaba a acumular en las piernas se veía un poco mitigado por el humor de nuestro amigo Rubén. Y es que en muchas ocasiones la conversación hace que las piernas se te olviden.
Y en menos de nada estábamos ya en los cortados. Todos ya con las piernas doloridas subimos la primera rampa haciendo uso del senderito lateral de al lado de la entrada a la laguna del Campillo. La primera rampa es quizá la que menos desnivel tiene, pero es la más larga de todas y la que, como no te lo tomes con tranquilidad, acaba con tus reservas y tu paciencia. La rampa termina en un mirador sobre la Laguna del Campillo, un sitio, que cuando lo ves por primera vez dices exactamente lo mismo que dijo Aitor: “parece mentira que esto esté al lado de casa”.
La primera rampa desemboca en este primer pequeño llano del mirador, que a su vez es el inicio de la segunda de las rampas, la más corta y con más o menos el mismo desnivel que la primera. Esta segunda rampa termina en una engañosa bajada que gira radicalmente a derechas para, enseguida, enfilar la tercera de las rampas. Esta ya tiene un desnivel considerable y aunque no demasiado larga, te prepara los cuádriceps para la cuarta y última, un rampón, que visto de lejos acojona, y que una vez en harina te machaca si es que no lo han hecho las tres anteriores. El desnivel en el punto máximo es cercano al 20% y con piedras sueltas y regueros…vamos, una delicia.
Una vez superadas las cuatro rampas, lo difícil está hecho, aunque las fuerza están ya bastante escasas. Terminar de subir los rampones no es terminar con los cortados. Afortunadamente, en las rampas, el viento nos entraba de costado, pero una vez giramos casi 90 grados a izquierdas, el viento se tornó de cara de nuevo, y justo en la zona que a mi menso me gusta: la zona de continuos sube-baja que acaba por destrozarte del todo.
Tras pasar por la zona de sube-bajas, tomamos el sendero de la finca de El Piul que nos lleva a la mismísima valla de la urbanización que rodea el alto del telégrafo de Rivas.
De ahí a la glorieta del Cristo de Rivas suele ser un camino muy agradecido, ya que es cuesta abajo, pero el sábado no fue así, el viento de cara nos hacía dar pedales incluso bajando, no dejando que recuperáramos nuestras maltrechas fuerzas. 60 kilómetros ya en las piernas cuando Rubén nos dejó para tomar camino hacia Velilla de San Antonio bajando el puertecillo del Cristo de Rivas y cuando nos quedaban aún 10 kilómetros para acabar la ruta.
Lo malo de esta parte final no fue sólo el viento de cara que nos martirizó, sino que no hay más remedio que hacerlo por carretera…¡¡y ya se sabe lo mucho que odiamos la carretera la gente de la MTB!!.
Con más  pena que gloria completamos los kilómetros que nos quedaban. Poco antes de llegar a Los Maños, nos despedimos de Nacho, que con las fuerzas al límite tenía que seguir rumbo a Moratalaz. Nosotros, a las 13:15 en punto, nos despedíamos en la puerta de Los Maños, pensando alguno de nosotros en la posibilidad de ir a la siguiente ruta poco menos de 24 horas después.
En definitiva. Una ruta de esas que no te dejan indiferente, y aunque te pegas un palizón, acabas muy satisfecho…y además muy cerquita de casa.