No he encontrado en ningún sitio el porqué del nombre de “Cuerda de la Parada”. Quizá sea una denominación local para la pista que circula por la parte alta de los cerros situados al este del pantano de San Juan…quizá sea eso. O quizá sea que el que ose a subir hasta allí necesitará una cuerda para que tiren de él y no quedarse parado…quien sabe.
El caso es que últimamente
decidimos la ruta con apenas 48 horas de antelación al día de su realización, y
todo debido al estado del tiempo. La página de Maldonado es con toda seguridad,
la página más visitada por los miembros de éste grupo. Ver la evolución de la
meteorología, la velocidad del viento, la posibilidad de lluvia, etc, se han
convertido para muchos en una de las primeras y últimas actividades del día.
Los días iban pasando, y
claramente el día mejor del fin de semana para embarcarnos en una ruta era el
sábado. Lo decía claramente el tiempo.es, sábado=sol, domingo= lluvia. Así
pues, decidimos que lo más apropiado era cambiar nuestro día habitual. Otra cosa
era la ruta. Como de costumbre últimamente, en un principio barajamos dos o
tres posibilidades, y una vez nos decidimos por una zona, empezamos a valorar
variaciones que se acomoden lo máximo posible a todos los integrantes del grupo
y que sean más o menos asequibles.
Así, a última hora del viernes,
teníamos una ruta digamos “base” y dos posibles variantes en función del estado
de las fuerzas y de la prisa que tuviéramos que darnos en volver al punto de
inicio. ¡Y menos mal que contábamos con esas variaciones!.
La hora de inicio de la ruta, la
de siempre: 8:45 para salir dando pedales a las 9:00. Y así fue, justo a las
8:45 llegábamos los vicalvareños al punto de quedada en el aparcamiento del
Restaurante “El Puerto” en el km.48 de la M-501, a escasos dos kilómetros de la
localidad de Pelayos de la Presa. Durante toda la semana parecía que esta vez
la asistencia iba a ser menor que otras veces, que superaríamos escasamente los
10 participantes. Pero no, las nieves de los últimos días en la sierra, atrajeron
a compañeros de otros grupos que habían cancelado sus rutas por la sierra.
Incluso contamos con la asistencia de una nueva compañera: Noelia. Eso sí, para
esta ruta echamos de menos a nuestros amigos los bandoleros; probablemente por
ser sábado, ninguno de ellos se acercó a compartir la mañana con nosotros.
La asistencia final acabó por ser
nuevamente bastante numerosa: 19 asistentes a una ruta convocada con poco más
de 48 horas de antelación…Así pues, a las 9:00 de la mañana estábamos prestos
para salir los siguientes amigos/as: Javi (Marek), Roberto, Pablo, Aitor (aitor
c.g.), Jesús (Terminal), Nacho (Gorcam), Roberto (Murga), Jose Manuel
(Frailman), Rai (Pawnee Gray), David, Juan Carlos (Charlie), Pachi, Noelia,
Jesús (Agila), Javi (Jablan), Alberto (Peke), Efrén (Diabolik), Raúl y yo
(JuanCar).
A las 9:09 nos pusimos en marcha,
saliendo a la carretera para subir escasamente 300 ó 400 metros para enlazar
con la pista donde empieza el ascenso a la cuerda de la Parada. Como todas las
variantes que llevábamos tenían el mismo inicio, no había que decidir qué
camino tomábamos. Desde ese punto nos esperaban 12 kilómetros de ascensión
prácticamente continua que nos haría superar los poco más de 600 metros de
desnivel entre el punto más bajo y el más alto de la ruta.
Ya al principio de la ascensión
un cartel que anunciaba “Firme en mal estado”, junto con la pista pavimentada
de hormigón, nos hizo temer a más de uno que la subida no iba a ser
precisamente fácil.
Los 12 kilómetros de ascensión
son bastante machacones. Las rampas del 12-14% de los primeros kilómetros hizo
bastante mella en las piernas de alguno de los compañeros, aunque como siempre,
a los que iban en cabeza no parecían afectarles en absoluto. En mi caso, me
propuse hacer caso a mi cardiólogo y a mi intuición, y aunque no subí cómodo en
ningún momento ya que me sentía todo el rato fuera de punto, no sufrí
demasiado. Rampa tras rampa íbamos negociando la subida incluso avistando algún
que otro ciervo joven que acertó a cruzar la pista en el momento más oportuno.
Cada cierto tiempo íbamos
agrupándonos para que el rosario de compañeros no acabara por sembrar todo el
monte. Las reagrupaciones, como siempre, se producían en las intersecciones con
otras pistas o en algún claro del monte.
Eso sí, las vistas
espectaculares. A medida que ascendíamos, el paisaje nos regalaba unas vistas
espectaculares tanto de la sierra de Gredos como de las proximidades de Robledo
de Chavela, y del valle del que más al oeste se sitúa el pantano de San Juan
(que no vimos en toda la ruta). La sierra está fantástica, la acumulación de
nieve de los últimos días la ha dejado de postal, aunque curiosamente, el
macizo central en su parte madrileña está bastante más nevado que el macizo de
Gredos teniendo éste cotas más altas.
Aproximadamente en el kilómetro 7
de la subida, debíamos pensar en si hacer la variante que nos llevaría a las
antenas de televisión, o seguir por la pista hacia delante para acortar 5 km a
la ruta. La decisión final fue acortar esos 5 km y no llegar hasta las antenas,
ya que el ritmo no era demasiado vivo y añadir 5 km más con cerca de 100 metros
de acumulado sólo haría que llegáramos demasiado tarde a los coches.
Un kilómetro más adelante,
Roberto, aquejado de unos molestos calambres en su muslo derecho, decidió que
lo mejor era darse la vuelta. Intentamos convencerle de que lo mejor era ir
descansando, bebiendo, comiendo e ir tomando geles y alimentos dulces y tirar
para adelante, pero él, casi como premonición de lo que nos iba a suceder más
adelante, decidió que no, que se daba la vuelta y que además lo hacía solo. Nos
esperaría sin ningún problema en el aparcamiento hasta que nosotros
completáramos la ruta.
Por tanto, con Roberto de vuelta,
los 18 restantes continuamos pedaleando por un falso llano por lo alto de lo
que yo creo que es realmente la cuerda de la parada para en el transcurso de
unos pocos kilómetros más, alcanzáramos la cota más alta de la mañana superando
con creces los 1000 metros de altura. El último kilómetro, por lo menos a mí,
se me hizo eterno. Mi GPS marcaba un 17-18% de desnivel después de 11
kilómetros de ascensión y mis piernas ya empezaban a decir que no querían
pedalear.
Afortunadamente, y sin más
problemas, nos reagrupamos en lo alto y continuamos la ruta. Así, como todo lo
que sube, baja, desde el punto más alto solo queda una: bajar. La primera
bajada es por pista, muy rápida y fácil, agradeciéndose la velocidad y el
descanso después del largo rato de subida. Enseguida, y pillándonos por
sorpresa, el track se desvía bruscamente a la izquierda y toma una corta parte
de un cortafuegos de subida que, inmediatamente continúa con una bajada
vertiginosa y con una pendiente endiablada. Dicha bajada se divide en dos
tramos, uno largo y recto con una pendiente negativa de más o menos un 21% que
acaba en una curva muy peligrosa a derechas que solo tiene un par de pasos ya
que el ancho del cortafuegos se ve atravesado por una especie de surco que
supongo está hecho para aliviar las aguas de bajada. Tras esta curva, el cortafuegos
se inclina aún más y en un giro casi continuo a izquierdas, termina casi en la
cuneta de la carretera hacia Robledo de Chavela.
Fue aquí, justo en la primera
subida del cortafuegos donde sucedió el segundo incidente del día. Nacho rompió
el cambio trasero de forma tal que era imposible cualquier reparación. En
realidad la única reparación posible era quitar el cambio, acortar la cadena y
dejar la bici en single speed. La opción de single speed no parecía poner muy
contento a Nacho, así pues, y gracias a que Roberto decidió volverse al
aparcamiento, teníamos equipo de rescate que evitaba que Nacho se pegara la
pateada del día. No en vano estábamos en el punto de la ruta más alejado del
inicio. Y aún más, la fortuna quiso que además el rescate se produjera en unas
condiciones inmejorables: justo al lado de la carretera.
Así pues, mientras Roberto venía
al rescate de Nacho decidimos que lo mejor era comer y esperar. Roberto llegó
enseguida, y tras hacer la foto de grupo completa (ya que Roberto estaba allí
con nosotros), continuamos nuestra marcha mientras nuestros dos compañeros
cargaban la bici y volvían al punto de inicio a esperarnos para la opcional.
Desde el punto de la rotura de
cambio de Nacho ya era todo casi bajar, aunque el terreno por aquella zona
nunca es sólo de bajada. Es cierto que los tramos de bajada superan a los de
subida, pero los cerca de diez toboganes hacen que las piernas, ya relajadas
por la bajada, se duelan del esfuerzo por castigarlas de nuevo a subir; poco,
pero subir.
La cantidad de tiempo parados y
la premura por llegar al aparcamiento nos hizo tomar la decisión de optar por
la segunda variante del día: en vez de volver por las cercanías del pantano de
San Juan, volvimos por la pista más directa posible que nos condujera a la
pista asfaltada inicial.
Justo cuando la bajada desemboca
en el hormigón, alguno de los compañeros, capitaneados por el diabólico Efren y
seguido a continuación por Frailman, Rai y alguno más (no sé realmente quién
fue), decidieron atajar por un sendero que salía desde la pista principal. Los
demás decidimos tomarnos la revancha con la pista que nos castigó a base de
bien a primera hora de la mañana.
En la bajada por pista iba yo en
cabeza. Justo cuando faltaban escasos 200 metros para acabar la bajada, tres
ciervos jovencitos salieron corriendo desde el bosque a mi izquierda. La imagen
fue significativa. Los tres ciervos venían desbocados huyendo de quien vi unos
metros después: Efrén bajando a toda pastilla por el sendero. Los tres ciervos,
al verme en su trayectoria se frenaron en seco, giraron a su derecha y cruzaron
la pista justo por delante de la rueda de Peke que a buen seguro los tuvo muy,
muy cerca. Éstas son las cosas que pasan en el monte cuando dejas a los diablos
campar a sus anchas…
Una vez terminada la pista, y
tratando de evitar la carretera, que a esas horas venía cargada de coches,
tomamos un pequeño camino muy cerca de su arcén. El caminito en cuestión nos
dejó justo en la puerta del Restaurante “El Puerto”, y por tanto en los coches.
Tras cambiarnos, guardar las
bicis y despedir a los compañeros que tenían prisa, nos metimos de patitas en
el restaurante para dar buena cuenta de una cervecita bien fresquita y unos
platitos de patatas revolconas con unos poquitos torreznos, al calorcito del
sol de la terraza y que no nos abandonó en toda la mañana.
En definitiva, una ruta con su
punto de incidencia y fortuna a partes iguales, con una luz fantástica y unos
paisajes muy bonitos, y sobre todo con la gratísima compañía de un montón de
amigos que nos acompañan.
Fotos de JesusFotos de Frailman