domingo, 13 de enero de 2013

Senderos de Valmayor

Crónica de JuanCar           

Varias fueron las opciones que se estuvieron barajando durante toda la semana, pero lo que hizo que al final nos decidiéramos por los senderos de Valmayor fue el tiempo. Durante toda la semana se anunciaban lluvias, frío e incluso nieve, lo que nos hizo descartar algunas buenas opciones que a buen seguro conseguiremos hacer en próximas fechas.
La ruta de los senderos de Valmayor es una ruta bastante sencilla, sin ninguna dificultad técnica ni física que pasa por varios puntos de interés tanto turístico como para nosotros, los locos de las dos ruedas. Haciendo una pequeña introducción cultureta de estos “puntos de interés”, podemos hablar primeramente de la Silla de Felipe II. La silla de Felipe II es como dice la “Wikipedia”, un canchal de granito sobre el que hay labradas diferentes plataformas escalonadas que, según la tradición, servían de observatorio al Rey Felipe II durante la construcción del Monasterio de El Escorial, si bien recientes investigaciones apuntan o bien a un origen prerromano creyéndose que forma parte de un altar dedicado a la diosa Venus, o bien a que se trata de una simple recreación historicista del siglo XIX buscando un punto romántico al conjunto de roca.
Otro de los puntos de interés que atraviesa nuestra ruta es el propio embalse de Valmayor, el segundo en importancia y dimensiones de la Comunidad de Madrid, aunque es cuatro veces más pequeño que el más grande, el embalse de El Atazar. El embalse de Valmayor se alimenta de las aguas del río Aulencia que, a su vez, nace en el monte Abantos, justo detrás de El Escorial. En realidad el embalse de Valmayor son tres represas. Una primera llamada Embalse de los Arroyos, el propio embalse de Valmayor y una tercera represa ya en desuso denominada embalse y presa de Valmenor. Aparte de las aguas del Aulencia, el embalse de Valmayor también recibe las aguas del río Guadarrama, pero eso sí, no de forma directa, sino mediante un túnel de trasvase de 5 km de longitud.
Pero dejemos ya de introducción cultureta para hablar de la ruta de ayer en sí misma, una de las rutas más divertidas y que más disfruta todo el mundo de cuantas hacemos a lo largo de todo el año. Es cierto que la ruta en sí no es exigente: poco más de 40 kilómetros y menos de 500 metros de acumulado no son cifras precisamente elevadas, pero los diferentes tramos por los que pasa, si te los tomas con energía y dándolo todo, puedes acabar la ruta casi para el arrastre.
A las 8:45 estábamos ya casi todos en el punto de quedada. Esta vez, en vez de empezar en el restaurante en el que acostumbramos a hacer la opcional final, decidimos, por si acaso no hubiera sitio para aparcar todos los coches, empezar en el aparcamiento de la estación (más que estación es un apeadero) de tren de cercanías de “Las Zorreras”. El viento reinante a esa hora, y los copos de nieve que se escapaban del cielo, nos hacían presagiar una mañana fría y desagradable, pero nuestra esperanza era que las nubes que claramente se veía como estaban descargando nieve en la sierra no pasaran de ahí, ya que el cielo pocos kilómetros más al sur estaba bastante despejado. De hecho, fuimos testigos de un bonito amanecer; frío si, pero muy bonito.
Al final, entre las diferentes bajas que hubo, algunas de ellas por motivos de salud y otras no sabemos muy bien porqué, aunque suponemos que la previsión meteorológica pudo más que las ganas de salir de casa, nos presentamos 14 amiguetes: Javi (Jablan), Jesús (Agila), David, Miguel (Miguelín), Roberto (Murga), Aitor, Nacho (Gorcam), Pablo, Jesús (Terminal), Pachi, Javi (Marek), Roberto, Alberto (Peke) y un servidor, JuanCar.
Tras dar un margen de tiempo de cortesía para esperar a los que al final no se presentaron, iniciamos la ruta a las 9:10 de la mañana, atravesando las calles de Navalquejigo en busca de la primera parte de la ruta. Ésta primera parte es común a otra de las rutas “clásicas” de la zona, La Ruta de las Cancelas de El Escorial cuya principal característica es exactamente ésa, la de la cantidad de cancelas que hay que abrir y cerrar par que el ganado suelto no se escape de las fincas.
Esta primera parte se extiende durante unos 10-11 km hasta su llegada a El Escorial y transcurre por fincas del tipo dehesa donde se puede rodar por pistas bastante divertidas entre vacas y caballos sueltos. En principio esta parte no tiene absolutamente ninguna dificultad, pero lo que si tiene son unas magníficas vistas del monte Abantos y de los montes adyacentes y que ayer estaban encapotados en su cima donde se apreciaba claramente cómo estaba nevando y cubiertos de una fina capa de nieve en casi toda su extensión. También son dignas de ver las vistas del cada vez más cercano monasterio de El Escorial.
Esta primera parte es, para mí, una primera parte de transición hacia el primer objetivo del día. Es más, aunque en esta parte de la ruta alguno tirara, que tiró más que los demás, las cancelas hacían que los reagrupamientos fueran continuos, con lo que a las calles del pueblo llegamos casi prácticamente en grupo compacto. Tras llegar a San Lorenzo de El Escorial y callejear por él poco menos de dos kilómetros, salimos hacia el bosque de La Herrería no sin antes atravesar la carretera que da acceso al aparcamiento de la silla de Felipe II.
El bosque de La Herrería es un lugar precioso. Es bonito en primavera, fresco en verano, tiene un otoño alucinante y un invierno genial. Supongo que este paraje nevado ha de ser de postal. A mí personalmente me recuerda un poco a los bosques de cuento. Los fresnos y robles ahora sin hojas, los tocones de roca de granito llenos de musgo y las hojas secas en el suelo le dan ese toque un tanto terrorífico que bien podría pertenecer al cuento de Hansel y Gretel (¿quién será la bruja?). Rodar por el bosque y por sus senderos es una gozada, y cuando lo hice por primera vez, más que una gozada me pareció un lujo. Aquí, nuestro maestro Marek nos demostró que si va el último es porque quiere, porque se puso a tirar como un bruto y los que íbamos detrás tuvimos que hacer un buen sobreesfuerzo para alcanzarle. El tirón de Javi hizo que el grupo se dispersara por todo el bosque. A la reagrupación en la carretera de subida a la silla íbamos llegando con cuenta gotas y con bastante frío, ya que en el bosque todos pudimos apreciar como empezaban a caer unos pocos copos de nieve que no fueron a más.
La subida a la silla por carretera no es especialmente complicada. Tiene una pendiente bastante sostenida, que a ritmo, se puede hacer hablando y sin gastar demasiadas energías. Además, se notaba que en el día de ayer muchos grupos habían decidido venir hacia esta zona de la sierra quizá porque subir a más altura era una tarea imposible. Una vez arriba, todos aprovechamos para sentarnos en la silla (supuesta) del Rey, observar el paisaje nevado de ayer y congelarnos con el viento helado que soplaba desde las montañas. Éste fue quizá el punto de la ruta donde más frío pasamos. Así pues, foto de grupo rápida y a seguir camino que la mañana se nos echa encima.
Tras salir del recinto de la Silla, la ruta nos lleva por la misma pista de ascenso durante unos 200 o 300 metros más hasta una pequeña cancela que da acceso a la parte alta del cerro y desde donde empezaba la parte más disfrutona del día y que yo lo dividiría en tres partes: Una primera que comienza en la cancela de la silla y que tras un descenso vertiginoso por pista, nos lleva hasta la carretera de Zarzalejo. Ésta bajada no reviste ningún tipo de dificultad salvo un par de curvas de poco menos de 90 grados y alguna que otra rodera central y lateral donde parece ser que Pablo metió la rueda y dio con sus huesos en el suelo sin, afortunadamente, ninguna consecuencia.
La reagrupación tras la bajada siempre la hacemos en la carretera, justo al lado del puente de las vías del tren. La llegada de todos y cada uno de nosotros fue bastante rápida, lo que quiere decir que todos, a nuestra manera lo disfrutamos de lo lindo, al menos a juzgar por las expresiones de nuestras caras. Y es que el frío era menor, ya no caía ningún copo de nieve, hacía menos viento, y las nubes estaban empezando a clarearse. O quizá es que los que conocemos al ruta sabemos lo que viene a continuación y eso nos ponía una gran sonrisa en la cara…
Y es que nos espera el segundo de los tres tramos de la parte quizá más divertida de la ruta: la primera parte de los senderos de Zarzalejo. Uf!...¡¡qué decir de estos primeros senderos!!. Solamente se me ocurre una expresión: ¡espectacular!. A los que nos gustan estos senderos procuramos guardar la mayor cantidad de fuerzas para este punto. Yo, en mi caso, salí en una quinta o sexta posición y acabé el tercero tras la rueda de los dos Jesús…Terminal el primero y Agila el segundo. La verdad es que todos, cada uno a su manera lo disfrutamos de una forma excepcional. Revirados, con peraltes, con algún que otro salto, con pasos prácticamente nada complicados y ese saltito final que nos deja en la pista que separa los senderos en dos tramos.
Tras la oportuna reagrupación y los comentarios acerca de lo que acabábamos de pasar, fuimos tomando posiciones para acometer la tercera de las zonas de diversión; el segundo tramo de los senderos de Zarzalejo. En este caso fui yo, delante de Agila el que tomó la cabeza para ir marcando las trazadas, pero desafortunadamente se nos colaron delante tres “paquetes” del club ciclista de Valdemorillo que no nos dejaron disfrutar al 100% de los senderos, aunque el reto de pasarles le añadió el plus de emoción que ellos nos restaron. Yo, por mi parte, conseguí rebasar a dos de ellos, pero el tercero se resistió…y es que parecía que cerraban los senderos aposta..¡¡qué les hubiera costado apartarse!!. Aun así, la percepción no cambia, es la parte más espectacular de la ruta y con bastante diferencia. Lo malo es que como te hayas dejado el alma allí, el resto de la ruta lo vas pagando…afortunadamente ayer no fue ese el caso.
Tras pasar los senderos de Zarzalejo y atravesar la M-600, rodamos por una pequeña zona de transición que nos llevará hasta el embalse de Valmayor. En esa zona de transición se encuentra la Ermita de Valmayor, lugar que siempre elegimos para comer, reponer fuerzas y comentar el paso de los senderos…y de lo que nos queda. Nos llama la atención el sol y la buena temperatura. Justo a esa hora hacia casi calorcito y el viento ya había dejado de soplar. El sol nos acompañaría hasta el final de la ruta y en más de una ocasión ganas nos dieron de aligerarnos de ropa.
El momento barrita no es demasiado largo. El ansia de senderos hace que más de uno toque arrebato antes de lo habitual. Y así nos encaminamos todos hacia el embalse. Una pequeña avería en el desviador de la bici de Rober (Murga) hace que paremos un rato hasta que se solventa, tras lo cual, iniciamos el camino que nos lleva por la ribera del embalse en su parte occidental; en el brazo más extenso de los que tiene Valmayor. Nos sobrecoge el aspecto del embalse. Muy poca agua y demasiada aridez. Esperemos que este año nieve de lo lindo y el Aulencia haga su buen trabajo en el deshielo de primavera.
Los senderos de esta parte del embalse nos llevan hasta la zona en la que hay que atravesar el brazo por su parte más estrecha. Afortunada o desafortunadamente el nivel del pantano es tan bajo que podemos atravesarlo sin ninguna dificultad. Aún recordamos como el año pasado, estando también bajo el nivel, en este punto vimos incluso una piragua tratar de colarse entre las piedras; eso, en este momento sería del todo imposible.
Tras el paso del brazo del pantano, nos disponemos a bordearlo por su margen noroccidental después de haber rodado por un tramo de las pistas del canal de Isabel II. Hacemos la penúltima reagrupación a la vera de la carretera de Galapagar - El Escorial y juntos nos dirigimos hacia la parte final de nuestra ruta. La parte final del embalse nos deja en la parte baja de la presa de Los Arroyos, primera de las tres represas de Valmayor. Justo en ese punto, la mayoría de nosotros aprovechamos para hacer una serie de saltos con su correspondiente sesión fotográfica antes de dirigirnos a la última parte de nuestro recorrido. Muchos fuimos los que saltamos y entre risas y saltitos se nos fue casi media hora, con lo que ya tocaba salir de nuevo hacia los coches.
Los senderos finales de Navalquejigo son también muy divertidos, aunque a decir verdad lo son mucho más en sentido contrario, ya que en el sentido en el que los hicimos pican hacia arriba y te dejan con las fuerzas bajo mínimos, y es que los cortos pero intensos cambios de nivel y las subidas y bajadas continuas hacen que acabes con la lengua fuera. Además, hay un par o tres de pasos algo técnicos que si no los conoces, pones el pié a tierra seguro.
Tras el paso de los senderos finales, tomamos un pequeño atajo para volver callejeando por Navalquejigo hacia la estación. Nos sorprendió que en ese momento el cielo se empezó de nuevo a cerrar, el viento empezaba de nuevo a soplar con intensidad y a la altura de El Escorial se veía que estaba cayendo una intensa nevada. Así pues, un poco apurados por la hora (eran ya las 13:30) y por el mal tiempo que se avecinaba, decidimos que lo mejor era tirar cada uno para su casa y dejar la opcional para una mejor ocasión.
En fin, ¿qué más se le puede pedir a una mañana que cuando la previsión es tan desfavorable hasta el tiempo nos respeta?, que aun sin ser una ruta dura acabas bastante molido por la intensidad de los pasos de los senderos, y que sobre todo, y durante toda la mañana no nos paramos de reír y de disfrutar…insisto, ¿qué más se puede pedir?.

                                                                          Fotos de Jesus
                                                                  Fotos de JuanCar y Miguel

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