Llevamos una buena temporada
de rutas rompepiernas, y eso no está mal, es un muy buen entrenamiento para
cuando el tiempo nos deje subir a cotas más altas. La cuestión es, ¿Cuándo nos
dejará subir de una vez?. ¿Cuándo se acabarán los coletazos del invierno?. Es
increíble que desde que empezó la primavera allá por el 22 de marzo, ¡¡hace
casi dos meses!!, tan sólo hemos podido salir masivamente de corto una sola
vez, y esa vez no ha sido en esta ruta.
Y esa previsión tan funesta
en lo metereológico es posible que haya sido la causante de que para esta ruta
“sólo” nos hayamos juntado 10 compañeros, que bien podríamos haber sido más si
las resacas de las fiestas coperas de algunos no hubieran causado estragos.
La ruta elegida para este
fin de semana fue la “bicivoladora” Colmenar del Arroyo-Robledo de
Chavela-Colmenar del Arroyo. Hacía semanas que la teníamos entre las posibles y
por fin esta semana, más por culpa de las nieves que siguen cayendo en la
sierra que por otra razón, la hemos podido hacer. Como he dicho, últimamente
nos ha dado por las rutas rompepiernas, y ésta es quizá de las que más honor
hacen a ese nombre. Y es que una ruta bicivoladora que se precie ha de tener un
buen equilibrio entre dureza, diversión y variedad. Lo que desde luego sí que
es garantía una ruta bicivoladora es de no dejar indiferente a nadie por alguna
razón, ya sea por los paisajes, por las subidas, por las bajadas o por todas
las razones a la vez.
La ruta, objetivamente, no
parece tan dura como en realidad es. Si tuviera que definir de una manera
técnica y objetiva los datos de la ruta, diría que tiene una distancia justa y
perfecta para cualquier biker, una dureza, que equiparándola a la del anillo
verde ciclista es prácticamente el doble, como es el doble de su desnivel
acumulado. Esconde en su perfil un par de subidas de las que nuestro querido
Javi Martín diría que son “cortopetantes”, y una trialera final que si te fías
puede ocasionarte mucho dolor.
Además, la ruta está
trazada, supongo que intencionadamente, de forma que a la ida se atraviesen
campos y dehesas que ahora mismo están es su apogeo, y para que la vuelta
discurra casi en su totalidad por el GR-10. Así pues, con estos antecedentes se
convocó la ruta con la posibilidad de que el mal tiempo nos aguara (nunca mejor
dicho), la fiesta.
A las 8:30, con la
puntualidad propia de un reloj suizo, íbamos llegando los 10 componentes del
grupo al pueblo de Colmenar del Arroyo. Como de costumbre, la lista de
asistentes fue: Javi (Marek), Jesús (Terminal), Pablo, Pepe Muñoz, Miguel
(Miguelín), Javichu, Alberto (Peke), Valentín (Valiente), Pachi y un servidor,
JuanCar.
La mañana empezó realmente
bien. Pocas nubes en el cielo, apenas nada de viento, el sol en todo lo alto y
una buena ración de churros que alguien compró en el quiosco del pueblo y que a
más de uno nos dio una buena ración de energía extra. Lo único malo era el
frío. Un fresco intenso que recordaba más a los días de principio de diciembre
que a un día de finales de Mayo. Y es que todos, sin excepción íbamos equipados
de invierno, incluso con guantes largos…a ver cuándo acaba esto de una vez.
A eso de las 9:00, y
contando con la mirada indiscreta de algún que otro lugareño que se preguntaría
qué narices hacían todos esos locos por allí, salimos del punto de
aparcamiento de los coches, callejeando, rumbo a las afueras del pueblo y en
busca de los prados y las dehesas de alrededor.
Para no variar, y para mi
pesar, la ruta comienza subiendo. Y no empieza subiendo de cualquier manera,
sino que lo hace a trompicones. Sube-baja, sube a lo bruto – baja poco, y como
de costumbre, los más fuertes, entre los que curiosamente yo estaba, empezamos
a separarnos del resto del grupo. Grupo que rehacemos en una de las cancelas y
que cierra el maestro Marek casi tirando de un Peke al que la noche anterior le
está pasando factura, al menos en los primeros kilómetros.
Y son éstos primeros
kilómetros los que discurren atravesando los campos de Colmenar del Arroyo en
dirección Zarzalejo por lo que mi mapa topográfico indica que se llama el
“camino de la fuente del Abad”. Un camino en clara subida que consigue que
mitiguemos un poco el frío intenso de primera hora de la mañana.
La subida por los preciosos
campos de Colmenar del Arroyo, salpicados de flor de lavanda y jaras se termina
en el camino de Navahonda por el que rodaremos una distancia muy corta, de unos
500 metros, antes de tomar la entrada a la izquierda en dirección a la dehesa
de Navalquejigo.
Los parajes de la dehesa son
preciosos, ¡¡y como para no estarlo con todo lo que está cayendo!!. Pero lo que
más nos llama la atención, aparte de estar introduciéndonos en un frondoso
bosquecillo de encinas es la gran cantidad de vacas que hay sueltas por la
dehesa. Incluso alguna de ellas parecía tomar una actitud desafiante que a más
de uno le hizo ralentizar su pedalada (yo uno de ellos). ¡¡Y es que hay cuernos
que asustan!!.
Justo a la altura del cráneo
de vaca colgado de una encina, hacemos una pequeña parada para contar algún que
otro chiste y debatir por dónde narices va ahora el track, ya que las hierbas
han cerrado casi por completo las marcas de los caminos y senderos. Un poco de
campo a través (XC o cross-country como dirían los snob), nos dejaría de nuevo
en el buen camino y en dirección a coronar la parte de la dehesa que tenemos
que atravesar.
El final del camino que
atraviesa la dehesa y que no está en ningún mapa (no lo busquéis porque
realmente no está), desemboca en el camino de Zarzalejo a San Martín de Valdeiglesias.
Y es aquí donde se finaliza la parte de senderos que tiene la ruta.
Tras reparar una pequeña
avería del cambio de Jesús, y con el grupo totalmente compacto, enfilamos un
pequeño tramo de carretera de no más de 200 metros que nos lleva a continuar
nuestro camino en dirección Zarzalejo. Las conversaciones, los debates y los
chistes vuelven a separar el grupo en dos, situación que acabará justo en el
punto en el que la ruta toma el desvío para coger el famoso GR-10.
El GR-10, o Camino de Gran
Recorrido nº 10 (o europeo 7, E-7), es un camino que atraviesa la península
ibérica de este a oeste, desde Valencia hasta Lisboa y atravesando varias
comunidades autónomas. En el caso de la Comunidad de Madrid, aparte de alguna
variante en la Sierra de Guadarrama, el GR-10 entra por las cercanías del
Pontón de la Oliva, y nos abandona por la localidad de San Martín de
Valdeiglesias. Para no aburrir con el recorrido del GR-10, el que esté
interesado puede visitar las siguientes webs: http://es.wikipedia.org/wiki/GR-10
y http://www.gr10.es/
Para lo que nos interesa a
nosotros, el primer contacto que tenemos en ruta con el GR-10 es justo en la
subida de lo que nosotros llamamos “la cuesta de las vías”, una subida de no
más de unos 400-500 metros que salva un desnivel de casi 50 metros a la altura
de las vías del tren de cercanías que une Robledo de Chavela con Zarzalejo. Es
decir, un cuestón con
un desnivel cercano a un 18% pero con una gran dosis
técnica, ya que las roderas, la piedra suelta y la arena hacen bastante difícil
su escalada. Es justo aquí donde un servidor ha tenido su momento de gloria
(junto con otro compañero bajito, jejeje), y es que hemos sido los dos únicos
capaces de llegar hasta arriba montados en las bicis. Momentos así te suben la
moral hasta el infinito y más allá…pero desgraciadamente para mí, tardará en
repetirse.
El cuestón de las vías, siguiendo
un ramal del GR-10 que ya no abandonaremos hasta la ermita de Navahonda, y
durante unos 13 km, es el prólogo de la (afortunadamente), primera bajada del
día…¡¡y ya la merecíamos!!. La bajada es vertiginosa y peligrosa a partes
iguales, tiene 3 kilómetros de longitud dejándonos a la entrada de Robledo de
Chavela. El terreno es suelto, arenoso, con bastantes roderas y muy
traicionero, por lo que aunque es en claro descenso, no permite que te relajes
ni un solo minuto. Además está salpicado de cancelas que afortunadamente
propician que la velocidad no sea muy elevada.
Como en todas las bajadas y
subidas, el grupo se estira, recomponiéndolo justo al final del camino y ya en
las calles de Robledo. Poco es lo que circulamos por las calles, tan sólo algo
más de un kilómetro en subida que nos llevaría a la ermita de San Antonio y que
no tenemos intención de visitar. A cambio, tomamos un desvío a un camino a la
derecha que sigue siendo nuestro querido GR-10 y que nos lleva a la parte alta
de Robledo y en dirección a la ermita de Navahonda.
Justo en este punto, y en la
posición en la que de nuevo nos toca empezar a subir, paramos a avituallarnos y
hacer un par de fotos de un grupo más reducido que en otras ocasiones. El ritmo
que llevamos es bueno, las reagrupaciones no son largas por lo que vamos
cumpliendo más o menos con el horario previsto.
Unos platanitos y unas barritas
después, nos subimos de nuevo todos en las bicis para completar la última
subida del día que nos llevará hasta la trialera de la ermita de Navahonda. La
subida desde Robledo hasta el inicio de la trialera es igual de rompepiernas
que el resto de la ruta. En algunos tramos se inclina ostensiblemente, pero es
mucho más llevadera que la subida de las vías…también es bastante más larga. No
es una subida especialmente dura; es de las subidas que tienen pequeños
descansos y que a ritmillo se sube sin problemas.
Lo que más destaca de la subida
son los paisajes finales a los que se asoma el camino antes de encarar la
trialera. Unas vistas excepcionales de la zona de las antenas de Robledo y de
la zona por la que discurre la cuerda de la Parada. Al fondo del macizo de
Gredos que aún conserva un sombrero de nieve bien visible.
Y es justo en este punto donde
Pablo descubre su avería. Una de las roldanas del cambio trasero de su Focus no
le deja pedalear a gusto; el cambio escupe la cadena y por un momento nos
llegamos a plantear cortar la cadena y dejar la bici en single-speed. Al final, y para fortuna del propio Pablo, no
fue necesario hacer nada y sin utilizar el cambio (el que está fuerte lo está
siempre), llegó hasta el final sin más problema.
La bajada de la trialera de la
ermita de Navahonda es muy traicionera. La facilidad y velocidad del principio
hace que te confíes, y a la mínima de cambio el terreno varía como de la noche
al día y aparecen pasos técnicos, piedra suelta, arena, roca, e incluso una
pequeña zona de pedrolos del tamaño de un melón que de no ir bien atentos hacen
que acabes con tus huesos en el suelo. Y así sucedió. Miguelín, en un paso no
demasiado complicado y por ir quizá muy lento, equivocó su trazada y tiró por
lo que él creía fácil cuando en realidad era lo más difícil. En ese punto el
camino atravesaba un tándem de escalones de roca por la derecha, y un pequeño
reguero con arena por la izquierda. Miguel, confiado en que lo más fácil era lo
más llano, tiró por la izquierda, y la arena, unido a la baja velocidad con la
que iba y el haber tocado más de lo debido el freno delantero, hicieron que
saliera por orejas en una caída muy fea de la que fui testigo en primer plano.
Fue un buen susto ya que yo, en principio pensé que había aterrizado con la
cara. El abollón del casco en el lateral así lo atestiguaba, pero
afortunadamente la peor parte se la llevó la maneta de freno delantero y la
palanca de cambio trasero. Un buen susto, afortunadamente sin consecuencias y
que para darle humor, quizá le sirva para cambiar de bici y hacerse con una
doble o un 29er…quien sabe…
Desde el punto de la caída de
Miguel y hasta la ermita, los fotógrafos aprovechamos para situarnos en los
pasos y para tratar de hacer fotos tipo SMS…las fotos quizá consigan parecerse
a las de ellos, pero definitivamente los bikers no…es lo que tiene ser “sin
pedrolos”.
La trialera acaba definitivamente
en la ermita de Navahonda, y justo desde allí hasta de nuevo el pueblo,
abandonamos el GR-10 (o un ramal de él), y básicamente por pista y atravesando
algún que otro camino y alguna que otra cancela, llegamos de nuevo al punto de
incio completando la ruta en poco más de cuatro horas contando todas las
paradas y reagrupaciones.
La hora de llegada y lo lejano de
Colmenar de la casa de cada uno hicieron que de nuevo no pudiéramos disfrutar
de la opcional…y ya son muchas rutas sin una cervecita fresquita. Tenemos que
hacer acto de contrición y mentalizarnos de que la opcional es el mejor final y
el colofón de las rutas…¿las retomamos?.
Es definitiva. El tiempo nos
respetó en una mañana fantástica que empezó fría de verdad pero que acabó
mejorándose. Las incidencias se quedaron sólo en anécdotas y la ruta trascurrió
divertida, durilla y francamente bonita.
Fotos de JuanCar
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