domingo, 19 de mayo de 2013

De Colmenar del Arroyo a Robledo de Chavela por la ermita de Navahonda

Crónica de JuanCar

Llevamos una buena temporada de rutas rompepiernas, y eso no está mal, es un muy buen entrenamiento para cuando el tiempo nos deje subir a cotas más altas. La cuestión es, ¿Cuándo nos dejará subir de una vez?. ¿Cuándo se acabarán los coletazos del invierno?. Es increíble que desde que empezó la primavera allá por el 22 de marzo, ¡¡hace casi dos meses!!, tan sólo hemos podido salir masivamente de corto una sola vez, y esa vez no ha sido en esta ruta.

Y esa previsión tan funesta en lo metereológico es posible que haya sido la causante de que para esta ruta “sólo” nos hayamos juntado 10 compañeros, que bien podríamos haber sido más si las resacas de las fiestas coperas de algunos no hubieran causado estragos.

La ruta elegida para este fin de semana fue la “bicivoladora” Colmenar del Arroyo-Robledo de Chavela-Colmenar del Arroyo. Hacía semanas que la teníamos entre las posibles y por fin esta semana, más por culpa de las nieves que siguen cayendo en la sierra que por otra razón, la hemos podido hacer. Como he dicho, últimamente nos ha dado por las rutas rompepiernas, y ésta es quizá de las que más honor hacen a ese nombre. Y es que una ruta bicivoladora que se precie ha de tener un buen equilibrio entre dureza, diversión y variedad. Lo que desde luego sí que es garantía una ruta bicivoladora es de no dejar indiferente a nadie por alguna razón, ya sea por los paisajes, por las subidas, por las bajadas o por todas las razones a la vez.


La ruta, objetivamente, no parece tan dura como en realidad es. Si tuviera que definir de una manera técnica y objetiva los datos de la ruta, diría que tiene una distancia justa y perfecta para cualquier biker, una dureza, que equiparándola a la del anillo verde ciclista es prácticamente el doble, como es el doble de su desnivel acumulado. Esconde en su perfil un par de subidas de las que nuestro querido Javi Martín diría que son “cortopetantes”, y una trialera final que si te fías puede ocasionarte mucho dolor.

Además, la ruta está trazada, supongo que intencionadamente, de forma que a la ida se atraviesen campos y dehesas que ahora mismo están es su apogeo, y para que la vuelta discurra casi en su totalidad por el GR-10. Así pues, con estos antecedentes se convocó la ruta con la posibilidad de que el mal tiempo nos aguara (nunca mejor dicho), la fiesta.

A las 8:30, con la puntualidad propia de un reloj suizo, íbamos llegando los 10 componentes del grupo al pueblo de Colmenar del Arroyo. Como de costumbre, la lista de asistentes fue: Javi (Marek), Jesús (Terminal), Pablo, Pepe Muñoz, Miguel (Miguelín), Javichu, Alberto (Peke), Valentín (Valiente), Pachi y un servidor, JuanCar.


La mañana empezó realmente bien. Pocas nubes en el cielo, apenas nada de viento, el sol en todo lo alto y una buena ración de churros que alguien compró en el quiosco del pueblo y que a más de uno nos dio una buena ración de energía extra. Lo único malo era el frío. Un fresco intenso que recordaba más a los días de principio de diciembre que a un día de finales de Mayo. Y es que todos, sin excepción íbamos equipados de invierno, incluso con guantes largos…a ver cuándo acaba esto de una vez.

A eso de las 9:00, y contando con la mirada indiscreta de algún que otro lugareño que se preguntaría qué narices hacían todos esos locos por allí, salimos del punto de aparcamiento de los coches, callejeando, rumbo a las afueras del pueblo y en busca de los prados y las dehesas de alrededor.

Para no variar, y para mi pesar, la ruta comienza subiendo. Y no empieza subiendo de cualquier manera, sino que lo hace a trompicones. Sube-baja, sube a lo bruto – baja poco, y como de costumbre, los más fuertes, entre los que curiosamente yo estaba, empezamos a separarnos del resto del grupo. Grupo que rehacemos en una de las cancelas y que cierra el maestro Marek casi tirando de un Peke al que la noche anterior le está pasando factura, al menos en los primeros kilómetros.

Y son éstos primeros kilómetros los que discurren atravesando los campos de Colmenar del Arroyo en dirección Zarzalejo por lo que mi mapa topográfico indica que se llama el “camino de la fuente del Abad”. Un camino en clara subida que consigue que mitiguemos un poco el frío intenso de primera hora de la mañana.

La subida por los preciosos campos de Colmenar del Arroyo, salpicados de flor de lavanda y jaras se termina en el camino de Navahonda por el que rodaremos una distancia muy corta, de unos 500 metros, antes de tomar la entrada a la izquierda en dirección a la dehesa de Navalquejigo.

Los parajes de la dehesa son preciosos, ¡¡y como para no estarlo con todo lo que está cayendo!!. Pero lo que más nos llama la atención, aparte de estar introduciéndonos en un frondoso bosquecillo de encinas es la gran cantidad de vacas que hay sueltas por la dehesa. Incluso alguna de ellas parecía tomar una actitud desafiante que a más de uno le hizo ralentizar su pedalada (yo uno de ellos). ¡¡Y es que hay cuernos que asustan!!.

Justo a la altura del cráneo de vaca colgado de una encina, hacemos una pequeña parada para contar algún que otro chiste y debatir por dónde narices va ahora el track, ya que las hierbas han cerrado casi por completo las marcas de los caminos y senderos. Un poco de campo a través (XC o cross-country como dirían los snob), nos dejaría de nuevo en el buen camino y en dirección a coronar la parte de la dehesa que tenemos que atravesar.


El final del camino que atraviesa la dehesa y que no está en ningún mapa (no lo busquéis porque realmente no está), desemboca en el camino de Zarzalejo a San Martín de Valdeiglesias. Y es aquí donde se finaliza la parte de senderos que tiene la ruta.

Tras reparar una pequeña avería del cambio de Jesús, y con el grupo totalmente compacto, enfilamos un pequeño tramo de carretera de no más de 200 metros que nos lleva a continuar nuestro camino en dirección Zarzalejo. Las conversaciones, los debates y los chistes vuelven a separar el grupo en dos, situación que acabará justo en el punto en el que la ruta toma el desvío para coger el famoso GR-10.

El GR-10, o Camino de Gran Recorrido nº 10 (o europeo 7, E-7), es un camino que atraviesa la península ibérica de este a oeste, desde Valencia hasta Lisboa y atravesando varias comunidades autónomas. En el caso de la Comunidad de Madrid, aparte de alguna variante en la Sierra de Guadarrama, el GR-10 entra por las cercanías del Pontón de la Oliva, y nos abandona por la localidad de San Martín de Valdeiglesias. Para no aburrir con el recorrido del GR-10, el que esté interesado puede visitar las siguientes webs: http://es.wikipedia.org/wiki/GR-10 y http://www.gr10.es/

Para lo que nos interesa a nosotros, el primer contacto que tenemos en ruta con el GR-10 es justo en la subida de lo que nosotros llamamos “la cuesta de las vías”, una subida de no más de unos 400-500 metros que salva un desnivel de casi 50 metros a la altura de las vías del tren de cercanías que une Robledo de Chavela con Zarzalejo. Es decir, un cuestón con 

un desnivel cercano a un 18% pero con una gran dosis técnica, ya que las roderas, la piedra suelta y la arena hacen bastante difícil su escalada. Es justo aquí donde un servidor ha tenido su momento de gloria (junto con otro compañero bajito, jejeje), y es que hemos sido los dos únicos capaces de llegar hasta arriba montados en las bicis. Momentos así te suben la moral hasta el infinito y más allá…pero desgraciadamente para mí, tardará en repetirse.

El cuestón de las vías, siguiendo un ramal del GR-10 que ya no abandonaremos hasta la ermita de Navahonda, y durante unos 13 km, es el prólogo de la (afortunadamente), primera bajada del día…¡¡y ya la merecíamos!!. La bajada es vertiginosa y peligrosa a partes iguales, tiene 3 kilómetros de longitud dejándonos a la entrada de Robledo de Chavela. El terreno es suelto, arenoso, con bastantes roderas y muy traicionero, por lo que aunque es en claro descenso, no permite que te relajes ni un solo minuto. Además está salpicado de cancelas que afortunadamente propician que la velocidad no sea muy elevada.


Como en todas las bajadas y subidas, el grupo se estira, recomponiéndolo justo al final del camino y ya en las calles de Robledo. Poco es lo que circulamos por las calles, tan sólo algo más de un kilómetro en subida que nos llevaría a la ermita de San Antonio y que no tenemos intención de visitar. A cambio, tomamos un desvío a un camino a la derecha que sigue siendo nuestro querido GR-10 y que nos lleva a la parte alta de Robledo y en dirección a la ermita de Navahonda.

Justo en este punto, y en la posición en la que de nuevo nos toca empezar a subir, paramos a avituallarnos y hacer un par de fotos de un grupo más reducido que en otras ocasiones. El ritmo que llevamos es bueno, las reagrupaciones no son largas por lo que vamos cumpliendo más o menos con el horario previsto.

Unos platanitos y unas barritas después, nos subimos de nuevo todos en las bicis para completar la última subida del día que nos llevará hasta la trialera de la ermita de Navahonda. La subida desde Robledo hasta el inicio de la trialera es igual de rompepiernas que el resto de la ruta. En algunos tramos se inclina ostensiblemente, pero es mucho más llevadera que la subida de las vías…también es bastante más larga. No es una subida especialmente dura; es de las subidas que tienen pequeños descansos y que a ritmillo se sube sin problemas.


Lo que más destaca de la subida son los paisajes finales a los que se asoma el camino antes de encarar la trialera. Unas vistas excepcionales de la zona de las antenas de Robledo y de la zona por la que discurre la cuerda de la Parada. Al fondo del macizo de Gredos que aún conserva un sombrero de nieve bien visible.

Y es justo en este punto donde Pablo descubre su avería. Una de las roldanas del cambio trasero de su Focus no le deja pedalear a gusto; el cambio escupe la cadena y por un momento nos llegamos a plantear cortar la cadena y dejar la bici en single-speed.  Al final, y para fortuna del propio Pablo, no fue necesario hacer nada y sin utilizar el cambio (el que está fuerte lo está siempre), llegó hasta el final sin más problema.

La bajada de la trialera de la ermita de Navahonda es muy traicionera. La facilidad y velocidad del principio hace que te confíes, y a la mínima de cambio el terreno varía como de la noche al día y aparecen pasos técnicos, piedra suelta, arena, roca, e incluso una pequeña zona de pedrolos del tamaño de un melón que de no ir bien atentos hacen que acabes con tus huesos en el suelo. Y así sucedió. Miguelín, en un paso no demasiado complicado y por ir quizá muy lento, equivocó su trazada y tiró por lo que él creía fácil cuando en realidad era lo más difícil. En ese punto el camino atravesaba un tándem de escalones de roca por la derecha, y un pequeño reguero con arena por la izquierda. Miguel, confiado en que lo más fácil era lo más llano, tiró por la izquierda, y la arena, unido a la baja velocidad con la que iba y el haber tocado más de lo debido el freno delantero, hicieron que saliera por orejas en una caída muy fea de la que fui testigo en primer plano. Fue un buen susto ya que yo, en principio pensé que había aterrizado con la cara. El abollón del casco en el lateral así lo atestiguaba, pero afortunadamente la peor parte se la llevó la maneta de freno delantero y la palanca de cambio trasero. Un buen susto, afortunadamente sin consecuencias y que para darle humor, quizá le sirva para cambiar de bici y hacerse con una doble o un 29er…quien sabe…


Desde el punto de la caída de Miguel y hasta la ermita, los fotógrafos aprovechamos para situarnos en los pasos y para tratar de hacer fotos tipo SMS…las fotos quizá consigan parecerse a las de ellos, pero definitivamente los bikers no…es lo que tiene ser “sin pedrolos”.

La trialera acaba definitivamente en la ermita de Navahonda, y justo desde allí hasta de nuevo el pueblo, abandonamos el GR-10 (o un ramal de él), y básicamente por pista y atravesando algún que otro camino y alguna que otra cancela, llegamos de nuevo al punto de incio completando la ruta en poco más de cuatro horas contando todas las paradas y reagrupaciones.


La hora de llegada y lo lejano de Colmenar de la casa de cada uno hicieron que de nuevo no pudiéramos disfrutar de la opcional…y ya son muchas rutas sin una cervecita fresquita. Tenemos que hacer acto de contrición y mentalizarnos de que la opcional es el mejor final y el colofón de las rutas…¿las retomamos?.

Es definitiva. El tiempo nos respetó en una mañana fantástica que empezó fría de verdad pero que acabó mejorándose. Las incidencias se quedaron sólo en anécdotas y la ruta trascurrió divertida, durilla y francamente bonita.

                                                                        Fotos de Jesus
                                                                        Fotos de JuanCar

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