sábado, 6 de julio de 2013

Carro del Diablo y senderos del Angostura

Crónica de JuanCar


‹‹Ante el todopoderoso e inefable dios Lucifer y ante la presencia de todos los demonios del infierno que son los verdaderos dioses, yo renuncio a cualquier tipo de lealtad pasada. Yo renuncio al Dios judeocristiano Jehová,  también yo renuncio a su maligno y sin valor hijo Jesucristo, y yo renuncio del loco, odioso y podrido Espíritu Santo.

Yo proclamo a Satán/Lucifer como mi único y verdadero Dios. Yo prometo reconocerlo y honrarlo en todo lo que haga, sin ningún tipo de reservación, deseando a cambio su gran asistencia para lograr mis objetivos de forma correcta.››
                                                                                                           Ritual de venta del alma al Diablo



Si la leyenda del carro del Diablo fuese un hecho real e histórico, es muy probable que el Maestro Arquitecto Juan Guas pronunciara éstas u otras palabras parecidas en el momento en que vendió su alma al diablo.
La llamada leyenda del carro del Diablo, en su primera forma, transcurre durante el final de la construcción en el siglo XV de la Catedral de Segovia, tarea que se encomendó a Juan Guas, renombrado arquitecto y escultor toledano de origen flamenco. Éste se comprometió a terminar la obra en un tiempo determinado. Pero el tiempo pasaba y llegaba la fecha límite, mientras las torres de la catedral no alcanzaban la altura deseada. Y supuestamente todo, por la falta de previsión del arquitecto, ya que la piedra con la que se estaba construyendo la catedral, cuyo origen sitúan algunos en las canteras de Colmenar Viejo, debían ser cargadas por carros de caballerías y superar dos puertos de montaña: La Morcuera y el puerto del Reventón, puerto éste último de tal dureza que los animales solían reventar ante el esfuerzo de acarrear las piedras rampas arriba (de ahí su nombre).

Tanto renegaba el maestro de su suerte que un día se le apareció el mismo Satán engatusándolo con lograr la finalización del edificio a cambio de la posesión de su alma. Aceptado el trato, la obra progresó a un ritmo endiablado (nunca mejor dicho) hasta que, cercana ya la finalización de la misma mucho antes de verse cumplido el plazo, el constructor, ya seguro de sí mismo y de su éxito de cara al emperador Carlos, rompió el pacto. En venganza, el diablo convirtió en piedra el último de los carros que llevaban roca hacia la obra dejándolo así definitivamente anclado en la ladera del Reventón, mientras que la catedral terminó con una de sus torres algo más baja que la otra. Lógicamente se trata de la antigua y ya inexistente catedral de Segovia.
La segunda versión, más corta y menos peliculera de la leyenda cuenta que la hija del sacristán de Segovia vendió su alma al diablo a cambio de no tener que bajar todos los días a por agua, para ello el diablo debe construir un acueducto en una noche, pero cuando está transportando la última piedra para finalizar la obra, le sorprende el amanecer y queda petrificado constituyendo la roca de granito conocida por Carro del Diablo.
Vosotros mismo elegid qué versión de la leyenda os gusta más.
Como bien sabéis la ruta tiene nombre y apellidos. El nombre es “el carro del Diablo”, y los apellidos son “y los senderos del Angostura”. Y alguno habrá que se pregunte, ¿y qué es eso del Angostura?. Pues bien el Angostura es, efectivamente el río que discurre a la izquierda de los senderos finales de la ruta y que coincide con el río Lozoya. Así pues, el río Lozoya, en su tramo inicial, donde recoge las aguas de las lagunas de Peñalara (en el término municipal de Rascafría), recibe el nombre de arroyo de La Angostura. Empieza a ser identificado como Lozoya cuando se une a los arroyos de Cerradillas y Guarramillas. Por su izquierda, recibe al río Peñalara, que discurre por las antiguas morrenas del glaciar de Peñalara.
Y ya está bien de culturilla…
La convocatoria de esta ruta estaba pensada desde hacía más de tres o cuatro semanas. La celebración de la ruta Loca de Karpov y el ansia por subir al monte Abantos de la semana anterior, hicieron que la pospusiéramos hasta esta semana. Además la ruta era en sábado ya que por razones que no vienen al caso, era mejor para varios componentes del grupo que fuera en ese día y así, además, no se interfería con la ruta de la horizontal de Navafría al completo que nuestro amigo Ciclo había propuesto para el día siguiente.
Así pues, fin de semana de doble convocatoria y de, comparado con otras rutas, escasa participación en ambas. El verano, las vacaciones y las dos rutas propiciaron un grupo menos numeroso y más compacto que en un principio iba a contar con un número muy pequeño de participantes, pero que la asistencia, casi a última hora de compañeros de otros grupos, hizo que la cifra se elevase a diez participantes.
 


Ya sabéis que siempre me gusta enumerar la lista, así pues, vamos a ello: Javi (Marek), Jesús (Terminal), Pablo, Nacho (Gorcam), Jesús (Agila), Marcos (Markievich), Jose Muñoz, Raúl, Nico y servidor, JuanCar.
A las 8:15 de la mañana ya íbamos llegando todos al lugar de quedada en el aparcamiento cercano al centro de salud de Rascafría. La mañana se presagiaba muy calurosa ya que a esa hora el termómetro marcaba ya más de 18 grados. Un día fenomenal para pedalear entre pinos y para llevar la piel muy bien protegida. Los calores y el sol del verano serrano hoy se mostrarían en todo su esplendor.
Con la llegada de Marcos y la reunión de todos, iniciamos la marcha a las 8:33 de la mañana atravesando el pueblo de Rascafría en franca ascensión desde el primer metro y en dirección a la iglesia, la cual dejaríamos a nuestra derecha para ir a buscar la salida hacia el campo de fútbol de la localidad.
Tras atravesar el polideportivo, desaparecen las casas y nos adentramos en el bosque de robles de la ladera del monte en el que se encuentra el puerto del Reventón y que nosotros hoy no subiremos.


Nuestro primer objetivo es el mirador del puesto forestal situado a escasos metros de la pista que conduce al desvío del Reventón. Para ello, una vez salimos de Rascafría y poco más adelante del campo de fútbol tomamos la pista principal llamada “Pista de la Mata” y que comparte el PR-15 con un camino senderista alternativo de subida, y con la que nos cruzaremos en varias ocasiones durante el ascenso, el llamado camino de las Eras.
Ya desde el principio, y para no faltar a las buenas costumbres, los más fuertes inician el ascenso marcando un ritmo bastante alto. Los hermanos Muñoz, Nico, Marcos, nuestro Muñoz particular, Jesús (Muñoz de apellido, a.k.a. Agila) y Jesús (Terminal), marcan las diferencias sobre los demás que a nuestro ritmo vamos negociando curvita tras curvita y rampa tras rampa, los 8 km de ascenso a una media del 6% de desnivel.
Lo bueno de los grupos pequeños es que las reagrupaciones son menos numerosas y más cortas, por lo que en la subida tan sólo hubo una única reagrupación antes de llegar al desvío del puesto forestal. Mientras el grueso del grupo pedaleaba en busca del alto, el maestro y yo nos dedicamos a hacer turismo. La indicación de un “árbol singular” con un mojón, llamó la atención de Javi, y yo, observando el roble centenario que marcaba dicho mojón, me lie a hacerle fotos con la esperanza de que el contraluz me dejara retratar tal pedazo de árbol.


Buceando por Internet he encontrado este blog: http://arbolessingularesmadrid.blogspot.com.es/
En él se puede buscar qué árbol singular es el que estuvimos viendo y fotografiando el Maestro y yo. Se trata del “Rebollo de la Mata del Pañuelo”, un Quercus Pyrenaica, o sea, un roble de los de toda la vida de 15 metros de alto, 11 de copa, 4,5 metros de contorno y una edad estimada en más de 300 años. Según el blog su estado es malo y su tronco está hueco por dentro: http://arbolessingularesmadrid.blogspot.com.es/2010/04/rebollo-de-la-mata-del-panuelo.html. Pero esto no es todo lo que el maestro me enseñó (ay lo que os perdéis por ir tan deprisa). Casi llegando al desvío del puesto forestal, el maestro acertó a ver caminando por el suelo un “ciervo volante”, que según me contó es una especie de escarabajo volador endémica del valle del Lozoya y del que 

podéis ver más aquí: http://es.wikipedia.org/wiki/Lucanus_cervus siendo el escarabajo más grande de Europa. Luego, en la pradera del monumento al guarda forestal tuvimos oportunidad de ver uno más de éstos volando con las pinzas mirando al cielo.
La reagrupación en el puesto forestal fue breve, muy breve. La media de velocidad de la ruta era elevada, y todo presagiaba, que sin averías ni incidencias, íbamos a acabar la ruta muy temprano.
Tras la parada en el puesto forestal, atravesamos una zona de pequeña bajada hasta una pequeña rampa de unos 200 metros de longitud que nos conduce directamente al punto donde se sitúa esa roca a la que la leyenda llama el carro del Diablo. A unos les recuerda a una tortuga con una piedra encima, a otros a un perro con cabeza muy gorda, e inclusoa algún amigo nuestro le recuerda a un queso puesto encima de una pata de jamón…cada uno ve lo que quiere, eso está claro, pero cualquier parecido de aquello con un carro es pura casualidad.
Aprovechamos para hacer foto del grupo, comentar la leyenda, contar algún chiste y algún chascarrillo y enseguida montarnos en nuestras bicis para, tras un vertiginoso descenso, procurar no desviarnos hacia la pista que conduce a El Paular y después de negociar algún que otro maldito sube-baja, presentarnos en la pradera donde se sitúa el monumento al guardia forestal. Las vistas desde allí son preciosas. El valle se abre ante nosotros con el campanario del monasterio en primer término, el embalse de Pinilla poco más allá, y la cabecera del valle en la lejanía. Un indicador nos marca los nombres y alturas de los todos los picos visibles desde este punto, desde el alto de Peñalara a nuestras espaldas, y que aún conserva gran cantidad de neveros, pasando por el alto de la bola del mundo, el nevero, etc.
Nuevas fotos de grupo haciendo bromas con unos excursionistas en bici que habían llegado también hasta allí, y después de comer algo para no desfallecer mientras que Raúl valoraba la posibilidad de hacer algún salto arriesgado desde lo alto de un talud, nos dispusimos a terminar de bajar desde la pradera hasta la carretera que asciende al puerto de Cotos.
La carretera nos sirve tan sólo como punto “frontera” entre, como dije antes, el nombre y los apellidos de la ruta. A partir de la carretera del puerto, dejamos atrás la zona del nombre (carro del diablo), y nos disponemos a adentrarnos en el maravilloso mundo de los apellidos (senderos del Angostura). Pero para poder bajar los senderos, antes hay que penar las últimas “pequeñas” subidas hasta el punto de atravesar hacia el margen derecho del río por el llamado “puente de la Angostura”.
Desde aquí, la mayoría ya no conocemos ni padre ni madre ni grupo ni nada. Es ver cerrarse el bosque y abrirse el pequeñeo sendero en su interior, y algunos ansiosos, entre los que me encuentro, perdemos el sentido y nos lanzamos en busca de los pasitos que tanto nos gustan. Una primera zona más de camino que otra cosa, con un pequeño sube-baja entre rocas y troncos de árboles, conduce a una segunda zona con un par de vadeos de los que el primero, el más largo y más técnico hace las delicias de los que nos gusta este tipo de terreno, siendo técnico en su justa medida y con una serie encadenada de raíces y piedras que se pasan muy fácilmente justo antes de pasar hacia el otro margen del arroyo justo por encima de un puentecillo de madera. El segundo vadeo, es más bien la bajada de un talud sin complicaciones, rápido y divertido que da acceso a una tercera zona de sendero puro y duro, con buen terreno en el que se gana muchísima velocidad ya que está en claro descenso.
Una vez el sendero se acerca a la zona de las primeras represas del Angostura, ya casi llamado Lozoya, el sendero se convierte en una serie de pasos sobre rocas que yo, personalmente, no he visto a nadie atravesar montado en la bici. Tanto yo, yendo el primero, como Agila, yendo el segundo, fuimos incapaces de atravesar un par de pasos, y fuimos testigos de cómo los demás tampoco lo consiguieron.
La parte final de los senderos del Angostura vuelve a ser un sendero puro y duro con un poco más de complicación debido a una serie de raíces y piedras situadas en la trazada, pero absolutamente nada complicado. El final, la guinda del pastel de los senderos es el paso de los dos escalones de la valla final. Nadie excepto Raúl fuimos capaces de saltar el paso. La mayoría por respeto y alguno por miedo. El caso es que Raúl si lo consiguió, de lo cual hay prueba gráfica.
Con el paso final de los senderos, ya sólo nos restaba llegar de nuevo a Rascafría. La media de velocidad elevada, las escasas paradas y la ausencia de incidentes de ningún tipo, propiciaron que acabáramos tan pronto que a ninguno de nosotros se nos pasó por la cabeza irnos sin tomar una magnífica jarra de cerveza.
Y así fue. La opcional, por fin bien merecida, larga y suculenta, se extendió por más de tres cuartos de hora. Por fin terminamos una ruta a una hora suficiente para que no nos achicharre el sol de verano y además pudiéramos disfrutar de una buena charla bebiendo el gran reconstituyente que supone la cervecita fresquita.
Como siempre, y en definitiva, una magnífica mañana de sábado en una ruta que tiene prácticamente de todo en pequeñas dosis y que a nadie deja indiferente. Una ruta de leyenda que transcurre por lugares de ensueño con compañeros geniales. Como digo siempre, ¿qué más se puede pedir?...bueno si, yo lo sé…se puede pedir que la siguiente sea, al menos, como ésta.
                                                                        Fotos de Jesus
                                                                        Fotos de Markievich
                                                                        Fotos de JuanCar 

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