sábado, 27 de julio de 2013

La venganza del Tres Provincias

  Crónica de JuanCar
     


Un acto de justicia permite cerrar un capítulo; un acto de venganza escribe un nuevo capítulo.

Marilyn Savant

Nunca solemos hacer la ruta de la subida al Tres Provincias en verano. Siempre tratamos de hacerla a principios de otoño y buscando un fin de semana en que el tiempo no tenga demasiadas vistas de complicarse. Este año ha sido diferente, nuestro compañero Alberto (Alpafer) siempre ha querido unirse a nosotros para hacer esta ruta, pero debido a que vive en Barcelona, las posibilidades de hacerla en otoño con nosotros son casi nulas.
Así pues, con la intención de que Alberto aprovechara sus vacaciones estivales, que suele disfrutar en Madrid, cambiamos la fecha habitual de la ruta y nos dispusimos a programarla para mediados-finales del mes de Julio. Incluso nos venía mejor, porque en teoría, y sólo en teoría, las condiciones meteorológicas siempre suelen ser mejores en verano que en invierno, pero nada más lejos de la realidad…
La mala suerte hizo que además, una vez programada la ruta para el sábado 27 de Julio, nuestro compañero tuvo que volver de forma rápida e inesperada a Barcelona, con lo que al final Alberto se quedó sin poder disfrutar con nosotros de la subida a la Peña Cebollera Vieja o Pico de las Tres Provincias.
Además, nuestro querido Maestro Marek, había preparado una ruta diferente a la que nosotros conocemos como clásica y que en vez de salir de Horcajuelo de la Sierra, lo hace desde Somosierra, para, de esta forma, poder visitar al final de la ruta la Chorrera de los Litueros, en las proximidades del puerto. Así pues, la ruta prometía tanto por el aliciente de la subida al Cebollera, como por la visita turística de final de ruta.
Como sabéis, me gusta añadir el punto de culturilla general a las narraciones, por lo que esta vez no iba a ser menos…¿Por qué se le llama Pico de las Tres Provincias?, ¿Qué curiosidades tiene esta montaña?. Pues bien, la Peña Cebollera, Cebollera Vieja o pico de las Tres Provincias es una cumbre montañosa de 2.129 metros sobre el nivel del mar situada en el extremo de los cordales principal y occidental de la sierra de Ayllón, en el Sistema Central, y es el punto de confluencia de los límites de las provincias de Madrid, Guadalajara y Segovia, señalizado este hecho con un monolito en la cima. Se alza sobre el puerto de Somosierra, paso clave en las comunicaciones del centro de España, y el pueblo del mismo nombre.
En sus estribaciones nacen los ríos Jarama, al sur, y Duratón, al oeste, justo en la confluencia de los arroyos  de las Pedrizas y del Caño, arroyo éste último que se precipita montaña abajo creando una espectacular cola de caballo de tres tramos o saltos que forman la llamada Chorrera de los Litueros. Así pues, técnicamente, la chorerra no supone el nacimiento del Duratón, aunque el arroyo que la conforma es el que aporta la mayor parte del agua al río en su nacimiento.
En las zonas más bajas de la falda del Cebollera crecen frondosos bosques de robles, encinas y pinos, y en especial grandes repoblaciones de pino silvestre. En su falda sur, río Jarama abajo, se encuentra el Hayedo de Montejo, y en la falda oeste, el abedular de Somosierra.


Por tanto, y teniendo muy en cuenta la recomendación del Maestro de llevarnos chubasqueros, puesto que la web de Maldonado informaba de lluvias a las tres de la tarde, nos dispusimos 15 amigos a pasar prácticamente todo el día juntos domando los 25 kilómetros totales de subida casi constante. Los integrantes del grupo fuimos: Javi (Marek), Jesús (Terminal), Nacho (Gorcam), Pachi, Roberto (Murga), Jesús (Agila), Fernando (Ciclo), Javi (Javi Carva), Javi (Javi_apf), Valentín (Valiente), Rubén (Karpov), Iván (Iván_JC), Jesús, Miguelón y yo, JuanCar.
A las 8:15 de la mañana, en el puerto de Somosierra hacía frío. No hacia fresco, no, hacía frío. Mientras que todos los compañeros llegaban, los que fuimos más tempraneros, tratábamos de calentar nuestro cuerpo a base de empezar a dar pedales en los alrededores. La previsión del tiempo no era tan buena como otros fines de semana. Maldonado había anunciado lluvias a partir de las tres de la tarde, bajada de las temperaturas y viento moderado; por esa razón, el Maestro, conociendo la fiera que se esconde en el Cebollera, nos sugirió que llevásemos al menos un chubasquero. El problema es que algunos lo olvidamos en casa, otros lo olvidaron en el coche, pero aun así, a los que íbamos menos preparados, nos parecía casi imposible que hubiera que utilizarlo…¡¡y qué equivocados estábamos!!.
A las 8:36, una vez estuvimos todos preparados, iniciamos la marcha tomando la antigua N-I en dirección a Madrid, en claro y franco descenso. La velocidad hacía que el frío se intensificara, pero en principio no nos importaba, en poco menos de un par de kilómetros, empezaríamos a subir y el frío desaparecería.
A esas horas, aunque fresco, el tiempo no era desagradable. No terminaba de salir el sol, el cielo estaba cubierto de nubes altas y finas y no hacía apenas viento, con lo que la primera parte de la ruta era mucho más que agradable ya que la temperatura empezó a subir algunos grados, y las primeras rampas camino de Horcajuelo nos hicieron rápidamente entrar en calor. Poco a poco íbamos ganando altura y por tanto los paisajes se empezaron a abrir ante nosotros. La autovía (A-1) empezaba a perderse allí abajo, el valle del Lozoya, a nuestra derecha nos mostraba el pantano de Riosequillo casi en su totalidad, y enfrente de nosotros podíamos distinguir perfectamente la parte norte de la sierra de La Cabrera y a su izquierda, hacia el este, el embalse de El Atazar. Todo además salpicado del verde intenso de los pinos, no en vano estábamos ya a más de 1500 metros de altura.
En principio el grupo rodaba compacto. A Nacho y a mí nos permitieron marcar el ritmo en los primeros 3 o 4 kilómetros, pero cuando el terreno se inclinó un poco hacia arriba, los más fuertes tomaron posiciones en cabeza como suele ser la costumbre. La diferencia de tiempo en la llegada a la puerta de hierro que da acceso a la pista de bajada a Horcajuelo produjo casi inevitablemente la primera reagrupación de la mañana. Curiosamente el ritmo era bastante vivo. Eso sí, todos teníamos en nuestra cabeza que esta primera subida de escasos 3-4 km no era más que un pequeño aperitivo, por lo que inevitablemente todos tratábamos de ahorrar energías en la medida de lo posible.


Tras el primer reagrupamiento y después de pasar la valla que da acceso a la pista de bajada, iniciamos el descenso a una velocidad vertiginosa pero con mucho cuidado. La pista que conduce a Horcajuelo es bastante peligrosa debido a la acumulación de roderas, piedrecitas sueltas y un par de curvones en forma de zeta que si no vas con cuidado pueden traterte muchos problemas. Como digo el descenso fue rápido, vertiginoso, y casi sin darnos cuenta y tras reagrupar a la entrada del pueblo, cerca del helipuerto, nos dispusimos a entrar en Horcajuelo prácticamente agrupados. ¡¡Qué recuerdos del año pasado en esa misma plaza del pueblo!!: Canelo, nuestro perro/compañía/sherpa del año pasado, los problemas de Fernando (Zarcero) con el sillín de su bici, y la tardía llegada de Marcos (Markievich), al que no perdimos gracias a la avería del sillín…anécdotas de aquella ruta también épica y de infausto recuerdo para Peke y su aparatosa caída…pero eso fue el año pasado…
Casi sin parar, y en grupo casi compacto salimos de Horcajuelo por la carretera que le da acceso, a tomar la vereda, y posterior pista que da acceso al puerto del Cardoso. Justo a la salida del pueblo se produce la primera incidencia del día: Javi Carva pincha su rueda trasera, y con la esperanza de que sea tan sólo una pérdida de aire, la hincha y seguimos camino.

El desvío desde la carretera hacia la vereda es algo peligroso, y tras entrar en el camino, nos encontramos un auténtico rampón de esos que Javi Martín llama “cortopetante”, y que con más pena que gloria algunos conseguimos subir sin poner pie a tierra. Por su parte, Javi Carva informa de que su rueda está realmente pinchada por lo que nos tenemos que parar a cambiar cámara. ¡¡Qué bien vinieron en ese momento las nueces de Rubén!!. En un momento, Javi, Rubén y yo reparamos la rueda y seguimos vereda arriba hasta enlazar con la pista de acceso al puerto donde nos esperaban el resto de compañeros.
El acceso al puerto del Cardoso se hace atravesando una pista que, en un primer momento y tras abandonar la vereda a la salida de Horcajuelo, se adentra en un fantástico bosque de robles donde se encuentra la “fuente del macarra” en la que “el macarra” de Rubén aprovecha a llenar su camel. Atravesando el bosque de robles reparamos incluso en las pequeñas lagunas que se encuentran a la derecha del camino y que son el resultado de la acumulación del agua de uno de los arroyos que alimenta el recién nacido río Jarama a la altura del Hayedo de Montejo.
El bosque de robles da acceso a una pequeña dehesa de encinas y sus correspondientes zarzas. En este punto los más fuertes ya habían impuesto su ritmo africano y mientras que los más lentos completábamos las últimas rampas del camino antes de llegar al puerto, ellos descansaban plácidamente en el prado del puerto después de haber completado los más de 250 metros de ascensión desde Horcajuelo (desde los 1.100 hasta los 1.360 del puerto).
En el puerto del Cardoso, mientras reagrupamos, aprovechamos para comer, hacer fotos y sobre todo para reír, ya que los chascarrillos de nuestro Jose Mota de Velilla (Karpov) eran continuos y cada vez más estridentes. La verdad es que una ruta con él nunca se hace aburrida, siempre de buen humor, siempre con chistes, bromas…
Es aquí, en el Puerto del Cardoso cuando empezamos a darnos cuenta de que las condiciones meteorológicas empiezan a cambiar. El viento empieza a soplar con más fuerza, las nubes empiezan a ser más oscuras e incluso alguno empieza ya a detectar como algunas gotitas de agua empiezan a caer. Aun así, todavía ni nos planteamos tomar decisión alguna sobre la ruta.
Tras reiniciar la marcha, y después de terminar de ascender hasta la casa que hay en el alto del puerto y que no está muy claro de si es un refugio, los más fuertotes deciden afrontar las rampas de inicio de subida al Collado de los Mosquitos por la parte más dura, mientras que los demás seguimos el track original que se adentra en un magnífico bosque de pinos de repoblación y que se sitúa al otro lado del valle que forma el río Jarama y en cuya vertiente opuesta se alza el Hayedo de Montejo.
La pista de subida por el pinar tiene una pendiente prácticamente constante con algún que otro tramo más duro y un pequeño descanso hacia la mitad de la ascensión. Casi en su totalidad discurre por un frondoso bosque de pinos el cual desaparece casi por arte de magia allá por los 1600 metros de altura. Es en estas subidas cuando se empieza a hacer patente que el monstruo que habita en el interior del Cebollera está despertando de su siesta. El viento empieza a soplar, el frío empieza a ser más intenso y la lluvia empieza a aparecer, fina y por rachas, lo cual nos hace pensar que quizá sea momento de plantearse si desistir de subir hasta el Tres Provincias.
Tras un breve cónclave decidimos que con las actuales condiciones podríamos llegar fácilmente hasta el Collado de los Mosquitos, y una vez allí, decidir si buscamos una pista de bajada hacia el puerto de Somosierra, o echarle valor e ir a visitar el Monstruo del Cebollera.
Con esta condición continuamos la ascensión: 13, 14, 15, 16…los kilómetros van cayendo y pesando poco a poco en las piernas. Cuando coronamos el Collado de los Mosquitos, a falta de 5 kilómetros y con casi 20 en las piernas (incluyendo la subida inicial desde Somosierra), lo que más se resiente es el trasero…con tanto tiempo subiendo, ni el mejor culote de gel es capaz de mitigar el dolor de posaderas.
El tiempo en el Collado de los Mosquitos era bastante desagradable. A estas alturas, la mayoría ya llevaba puesto el chubasquero, más por aliviar el intenso frío que por refugiarse del agua. Otros, entre los que me encontraba, no teníamos la oportunidad de abrigarnos ya que nuestra mala cabeza había hecho que olvidáramos el chubasquero a muchos kilómetros de distancia.
Desde el Collado de los Mosquitos, a casi 1.900 metros de altitud, las vistas tanto a un lado como al otro son francamente espectaculares. Ya no hay árboles, sólo matorral y monte bajo y ganado suelto, caballos y vacas pastan plácidamente en las alturas.
Es aquí cuando convocamos de nuevo el cónclave, y aunque la primera intención es buscar una pista que nos lleve directamente hacia Somosierra sin subir el Cebollera y sin visitar la chorrera de los Litueros, la imposibilidad de encontrar en los GPS un camino claro, hace que decidamos tirar por la épica y enfrentarnos a lo que, en ese momento no parecía complicarse mucho más de lo que ya estaba, ya que el fuerte viento arrastraba las nubes en una dirección propicia para nosotros e incluso se adivinaba la posibilidad de que despejara…pero no.
Los 5 kilómetros que separan el Collado de los Mosquitos del alto del Tres Provincias son los más duros con diferencia. Las cuatro rampas de un desnivel considerable, los sube-baja, el terreno roto y técnico, la ascensión final por la pista que más bien parece un cortafuegos y la altura suponen las barreras finales que nos separan del objetivo principal del día. Los primeros kilómetros estaban siendo tranquilos, salvo por la rotura de cambio de la bici de Iván; afortunadamente plato pequeño y piñón grande y en esas condiciones, cebollera arriba. El viento nos soplaba a favor, por detrás, algo casi inaudito, lo que nos ayudaba muchísimo en la subida, el frío no era tan intenso y la lluvia no aparecía, pero…
Justo al completar la última rampa y tras terminar de ascender a esa cota (más de 2000 metros de altutud), el viento se tornó en casi huracanado. Tanto y tan fuerte soplaba que la mayoría tuvo que bajar de la bici y terminar de subir porque la fuerza del viento, lateral en ese punto, les expulsaba hacia fuera de la pista. Al viento fortísimo se le unió el frío. Un intenso frío que nos hacía tiritar a todos y que hizo que buscáramos refugio casi desesperadamente entre las rocas.
Definitivamente el monstruo del Cebollera estaba despertando del letargo y vengándose de que un grupo de humanos locos osara a invadir su territorio, y es que la venganza se toma siempre en plato frío…y frío hacía…y mucho. Pero eso no es todo.
Dado que desde ese punto no nos quedaba ya más remedio que coronar, en cuanto tuvimos a la vista a los últimos componentes del grupo y vimos que se acercaban rampas arriba, la mayor parte decidimos subir al pico y esperar refugiados detrás de la valla de piedra que supone el punto fronterizo de las provincias de Guadalajara y Segovia.
En el alto las condiciones climatológicas eran aún peores. El viento era aún más fuerte, el frío más intenso y si esto no fuera poco, apareció la lluvia y a ratos el granizo. Las gotas, aceleradas por el viento nos golpeaban con violencia, y al golpearnos nos producían un dolor intenso que recordaba mucho a la sensación de millones de agujas clavándose continuamente en la piel.
Es muy significativa la foto de portada que ha elegido el Maestro para ilustrar el texto: El monolito a los forestales rodeado por bicis y sin bikers: esa es la auténtica foto de grupo, todos refugiados tras una valla de piedra y resignados a sufrir en la bajada y al menos durante al siguiente hora u hora y media.
Como dice la frase del encabezamiento, abandonamos la cima con la sensación de que esto no va a quedar así: Un acto de justicia permite cerrar un capítulo; un acto de venganza escribe un nuevo capítulo. El acto de venganza del Monstruo del Cebollera por usurpar su territorio no ha hecho otra cosa que abrir un nuevo capítulo y que ya haya alguno que esté pensando en volver en próximas fechas…esperemos que el monstruo no sea tan susceptible la siguiente vez y que al igual que el año pasado nos permita disfrutar del alto durante un buen rato.
Tras salir escopetados de la cima, procedimos a bajar pista abajo por el lugar de ingrato recuerdo para Peke. Dadas las condiciones climáticas y lo mojado de las piedras, prácticamente todos optamos por bajar la mayoría del camino inicial a pie. No estaba el horno para bollos, y una mala caída podía complicar la mañana mucho más de lo que ya estaba. Aun así, y en uno de los tramos que ya podía hacerse montado, una mala racha de viento tiró a Jesús (amigo de Ivan_JC) al suelo, a escasa velocidad lo que le produjo un fuerte golpe en su muñeca derecha. El hombre penó de lo lindo el resto de la ruta; hasta tal punto que tanto Ivan como él dejaron pasar la visita a la chorrera para bajar cuanto antes a Madrid por si había que visitar un centro de urgencias. Afortunadamente, en posteriores días nos enteramos que la cosa no fue a más y se quedó en un dolor intenso, hielo y paciencia…menos mal!!.
De todas formas, la maldición del monstruo Cebollera no había acabado. Primero Iván (o fue Jesús…sorry) y después Miguelón pincharon y destalonaron sus ruedas respectivamente. Las paradas para reparar hacían que buscáramos refugio entre los pinos y las rocas, que aunque nos parapetaban contra el viento, no podían calmar la lluvia y el frío.
El riesgo a una pulmonía, el intenso frío y la tiritona nos hicieron decidir a Agila, Javi_apf y a mí a tirar montaña abajo en busca de unas condiciones más favorables. Y si, las condiciones, afortunadamente cambiaron de forma radical…tras descender unos centenares de metros, el viento empezó a cesar, la lluvia paró y la temperatura subió unos grados, lo que nos permitió, primero a nosotros tres y luego al resto (salvo al accidentado, claro está), disfrutar de la magnífica variante que el Maestro nos había preparado para bajar desde el Tres Provincias hasta la Chorrera de los Litueros. Un paisaje alucinante, unas rampas con una pendiente infernal, unos giros en forma  de zeta muy divertidos hicieron que los malos rollos de la cima empezaran a esfumarse y viéramos de nuevo la sonrisa en nuestras caras.
Al final del descenso se encuentra la chorrera a la que se tiene acceso por un pequeño sendero por el que es imposible ir en bici y que hemos de recorrer apie. Poco que comentar que no haya dicho en la introducción. Es una cola de caballo preciosa, que en los momentos de más caudal debe ser una preciosidad ya que con poco caudal resulta muy atractiva. Es una zona paradisíaca para los que gustan de los descensos de barrancos y de las emociones fuertes, como pudimos comprobar más adelante al ver cómo había gente preparándose para bajar por la chorrera enfundados en sus trajes de neopreno.
Tras la visita de la Chorrera, punto turístico más que acertado que nos introdujo el Maestro Marek en la ruta, ya sólo nos quedaba subir una distancia de cerca de un kilómetro hasta el alto de Somosierra.

 Tras algo más de 6 horas y media, haber disfrutado de paisajes alucinantes, haber completado una subida épica en una ruta de 44 kilómetros y más de 1300 metros de acumulado, haber luchado cara a cara con el Monstruo del Cebollera y haber sufrido sus rigores en forma de frío, viento y lluvia, algunos nos quedamos y a las 15:30 estábamos en el restaurante del puerto dando buena cuenta de unos magníficos bocatas y unas buenas jarritas de cerveza.
Ya no había monstruo, ya no había frío ni lluvia ni incomodidades, ya sólo quedaban caras alegres, risas y un buen rollo extraordinario. Lástima que los demás no pudieran quedarse a disfrutar la comida con nosotros, hubiera sido un colofón genial a una mañana excepcional.            
                      
                              
                                                                              
                                                                        Fotos de Jesus
                                                                        Fotos de JuanCar
                                                                        Fotos de Ruben

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