Últimamente la ruta que hacemos
el fin de semana poco o nada tiene que ver con la que hemos estado debatiendo
durante la semana. En un principio la ruta elegida iba a recorrer la zona de
Colmenar del Arroyo y Robledo de Chavela, pero las condiciones meteorológicas
que parecía iban a producirse nos hicieron decantarnos al final por una ruta
más sencilla, cercana y que nos permitiera terminar lo más pronto posible.
La ruta elegida ha sido la de los
cuatro pueblos: Manzanares El Real, Mataelpino, Becerril de la Sierra y
Moralzarzal. Pero eso sí, variando, con respecto a las otras veces que la hemos
hecho, el punto de inicio (y final) de la ruta. Para esta vez, Javi (Marek),
había modificado el track de forma que empezáramos en la cola del embalse de
Santillana, cerca de Manzanares, y que además no discurriera por las calles de
Moralzarzal. A primera vista la ruta era (y es) de las más sencillas y suaves
que hacemos, apenas 30 km y poco más de 300 metros de acumulado. Cambiar el punto de quedada nos permitía, además,
que justo el final de la ruta fueran unos cortos pero intensos senderitos
seguidos de una pequeña trialerita final que nos dejaría justo al lado de los
coches.
El único problema era que dejando
los coches en pleno campo, no teníamos cerca ningún sitio para la posterior
opcional…o sí, ya que contamos con unos cuantos expertos en la zona y sus
lugares de restauración.
La semana, meteorológicamente
hablando, tampoco nos estaba trayendo buenas noticias: la aparición de lo que
los del tiempo llaman “ciclogénesis explosiva” y que debe ser algo muy moderno
y que sólo pasa de unos años a esta parte, ya que yo cuando era chico sólo oía
hablar de borrascas y anticiclones, se colaba en la península trayendo mogollón
de frío, viento, lluvia o nieve. Y así parecía que iba a transcurrir el fin de
semana, pero la previsión de nuestra página del tiempo favorita anunciaba una
ventana de “tranquilidad” justo el domingo por la mañana, y justo el tiempo que
nosotros necesitábamos.
Así pues, de ser unos poquitos
apuntados y confirmados el jueves, pasamos de repente a ser más de 15 el sábado
por la mañana y 19 apuntados el sábado por la noche. Al final nos presentamos
20 amigos y amigas en el punto de quedada; los nombres de quien nos presentamos
son: Javi (Marek), Nacho (Gorcam), Alberto (Peke), Roberto,
Jesús (Terminal), Pachi, Mariaje, Chani, Rodrigo (Glabre), Efren (Diabolik),
Rubén (Karpov) Raúl (yiyirul), Miguel (Miguelín), Roberto (Murga), Jesús
(Agila), Adri, Oscar y Ramón (amigos de Miguel), Amador (Cronos) y yo, Juan
Carlos (JuanCar). Vamos, un tropel de bikers que incluso con la ciclogénesis en
plena ebullición nos atrevimos a salir. No sé qué sucederá en primavera, quizá
para ese tiempo tengamos que pedir permiso para atravesar los pueblos.
El caso es que estábamos ya todos
preparados a las 9:00 de la mañana para salir dando pedales. Hacía un frío
intenso, un viento bastante desagradable y nevaba, poco, pero nevaba. Los copos
que caían eran los que el viento traía de la nevada de verdad que estaba cayendo
en la sierra, la cual veíamos totalmente nevada y con un aspecto invernal digno
de una postal.
Todos bien abrigaditos y con
ganas de disfrutar la mañana, salimos de la zona de quedada, atravesando el
puente sobre la cola del embalse de Santillana, camino de la rotonda de entrada
a Manzanares El Real. Fue atravesar la rotonda y tomar las calles de la
urbanización que desembocan en la pista de entrada a la Pedriza, y ya los más
machacas nos llevaban casi 500 metros de ventaja. Los demás, mientras tanto nos
tomábamos los primeros metros con parsimonia, calentando motores, aunque
sinceramente, para esta ruta tampoco era necesaria mucha potencia.
La pista va bordeando la valla de
La Pedriza, picando un poco hacia arriba, y en ese punto, los más machacas nos hacían
el muelle a su antojo; incluso alguno se permitía bajar a cola de pelotón y
volver a la cabeza sin que pareciera que le costara en absoluto.
La pista que circula por el borde
de La Pedriza lleva hasta la Ermita de San Isidro, en el término municipal de
Mataelpino. La distancia que separa La Pedriza de ese punto estaba repleta de
agua; se notaba que el agua caída los días pasados estaba haciendo su efecto,
hasta tal punto, que es maravilloso ver correr los arroyos como corrían ayer;
el campo empapado y los charcos casi como lagunas. El vadeo de uno de los
arroyos lo hicimos algunos con más dificultad que otros, e incluso hubo quien
tuvo la tentación, y más que la tentación de catar la temperatura del agua
metiendo los pies en él.
Hasta el momento la ruta
transcurría con tranquilidad. Lo más o menos llano de los caminos, unido a que
ya había dejado de nevar y de soplar el viento que nos atormentó a primera
hora, facilitó que se empezaran a producir grupitos con sus conversaciones y
sus bromas. Por encima de todos, como de costumbre cuando viene, Rubén (Karpov)
y sus chascarrillos manchegos; tío, de verdad, no pierdas ese sentido del humor
que tanto nos ameniza las rutas…eres un crack!!.
El paisaje era genial. Las
cumbres de Navacerrada y La Pedriza totalmente nevadas y cubiertas de nubes que
descargaban nieve en ese momento, el agua por todos los lados y el verdor de
los campos junto con las buenas conversaciones y el buen rollo, hicieron que
los primeros kilómetros pasaran casi sin enterarnos, y que enseguida
estuviéramos ya en la Ermita de San Isidro y por tanto, ante la primera de las
dos pequeñas subidas de la ruta: la que nos lleva a la urbanización “La
Ponderosa de la Sierra” en el término municipal de Mataelpino.
El grupo, más o menos compacto,
con cada uno en la posición dentro del grupo que suele ocupar, seguimos a un
ritmo más o menos vivo y que permitía que nadie se descolgara demasiado y que
las reagrupaciones fueran cortas. Por los caminos desde Mataelpino hasta
Becerril siguieron las conversaciones y los comentarios acerca de lo bonita que
estaba la montaña, mientras que al ir subiendo en altura, poco a poco empezaron
a verse los campos cubiertos de un manto blanco; así, Becerril de la Sierra
aparecía totalmente nevado, no con una nevada espectacular, pero si lo
suficiente para que los coches, los tejados y los campos estuvieran totalmente
blancos.
Atravesar las calles de Becerril
fue una tarea un poco complicada. La nieve del borde de la carretera estaba
congelada y más de uno tuvo que sufrir los patinazos de las cubiertas al
pisarla. La noche anterior debió ser complicada aquí, sobre todo por el viento,
ya que pudimos ver cómo éste había tumbado un gran árbol que a su vez se había
llevado por delante un poste de la luz. Va a ser verdad que la ciclogénesis
explosiva existe…
Enseguida, a buen ritmo, y
prácticamente todos agrupados, abandonamos las calles de Becerril para ir poco
a poco acercándonos a las inmediaciones de Moralzarzal. En esta ocasión no
pasaríamos por su casco urbano, sino que siguiendo la modificación del track
que hizo Javi, la rodearíamos para retomar el track original de la ruta de los
cuatro pueblos a la salida del pueblo y ya en la vía pecuaria que lleva a
Manzanares.
Una vez hubimos bajado la pequeña
colina que hay a las afueras de Becerril, la nieve desapareció, y eso unido a
que ya no hacía nada de viento y que en la lejanía veíamos como el cielo
empezaba a abrir por el sur, hicieron que todos comentáramos el acierto de
haber salido a rodar ya que nos estaba haciendo una mañana espectacular.
En las inmediaciones de
Moralzarzal aprovechamos para parar a comer. Unas cuantas frutas, sándwiches y
barritas después, hicimos la foto de grupo entre bromas y chascarrillos y con
la duda de qué era esa especie de OVNI delante de la que estábamos y para la
que no encontrábamos ninguna explicación razonable: se trataba de una especie
de elevador con forma redonda en lo alto y a la que se accedía desde una escala
interior…podría ser cualquier cosa, pero quizá lo más acertado es que sea un soporte
de antenas…enorme, pero un soporte al fin y al cabo.
Unos minutos después, ya
estábamos encima de nuestras bicis en grupo casi compacto, con destino a la vía
pecuaria de salida de Moralzarzal. Una vez allí, el terreno, que pica hacia
arriba, empieza a hacer una selección natural entre los más y los menos
fuertes, aunque, a diferencia de otras ocasiones en las que nos hemos juntado
grupos numerosos, las diferencias no estaban siendo tan grandes.
Una vez coronada la subida de la
vía pecuaria, y en lo alto, nos encontramos ante un mirador natural sobre la
falda de la sierra y sobre Manzanares El Real. Lástima que las nubes no nos
dejaran ver con toda claridad el paisaje, porque las vistas desde allí son
francamente espectaculares.
Desde este punto ya sólo queda
bajar. La bajada se podría dividir en tres zonas. Una primera por pista en la
que la única dificultad es abrigarse del intenso frío que se produce por culpa
de la velocidad. Una segunda zona, de senderitos entre arroyos llenos de agua
que todos o casi todos pudimos disfrutar con mayor o menor gozo, y una última
parte de pequeña trialera que nos llevará directamente hasta el lugar donde
estaban aparcados los coches.
La bajada es para todos los
gustos. Poca complicación, e incluso nula, ya que existe la opción de poder
bajar por pista sin atravesar ni los senderos ni la trialera. Eso sí, las
piedras sueltas y las puntiagudas que abundan hacen que vayas con la precaución
que merecen. Y si no que se lo cuenten a Jesús (Agila), que probablemente en
una de esas piedras destalonó su rueda trasera perdiendo todo el aire.
Afortunadamente estábamos ya en los coches y no fue necesaria una reparación.
La llegada a los coches se
produjo 3 horas exactas después de haber empezado, justo lo previsto para ir a
tomar una cervecita y hacer una buena opcional en algún sitio cercano. Así,
hubo compañeros y compañeras que decidieron que se iban a sus casas, mientras
que todos los demás, la mayoría, nos dispusimos a seguir a Rubén (Karpov) a un
barecillo que él conocía en la carretera de Cerceda.
Tras un pequeño fallo con el GPS
cerebral de Karpov que hizo que nos equivocáramos de calle, todos acabamos
encontrando el sitio correcto, un curioso bar en el que nos tomamos un par de
rondas a la salud de Jesús (Agila), la primera, y a la de Miguel la
segunda…gracias por la invitación, compañeros.
El porqué de lo peculiar del bar
es bien sencillo. Un bar chiquitito, que nosotros solos lo llenábamos. Un
paisano de esos de mejillas rojas, sanote él, que junto con cervezas y
refrescos vende los productos de su huerta y embutidos que según Rubén los trae
de la zona de León: chorizo, cecina, jamón… Todo en un ambiente ciertamente
entrañable en el que destacaba una estufa de leña de las de toda la vida, una
sola mesa con tres sillas, idénticas a las que yo recuerdo en casa de mi abuela
hace 35 años, y un olor a pueblo de verdad…el olor de la leña quemándose en la
estufa. Si a todo eso le
añadimos los deliciosos torreznitos que nos puso de
tapa y los trocitos de queso que corrieron por allí, se puede decir que la
opcional fue de las buenas; yo diría de la excelentes…gracias Rubén por
enseñarnos el sitio; en primavera y verano tiene que ser un sitio genial ya que
cuenta con una terracita exterior mucho más amplia que el propio local.
Así pues, lo dicho, una mañana de
las nuestras, con nuestra gente haciendo lo que nos gusta…¿se puede pedir más?.
Fotos de Jesus
Fotos de JuanCar
Fotos de Raul
Fotos de Miguel
1 comentarios:
gran cronica maestro,leyendo esto la proxima que hagais una de estas, yo tambien me apunto
saludos
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