Crónica de JuanCar
Buenas
chicos.
Ya
que después de volver de la ruta de la legión tengo la cabeza más para allá que
para acá, he pensado en una ruta de larga duración, eso sí, bonita donde las
haya y que seguro que más de uno habrá hecho aunque no encuentro el track.
Mi
propuesta es echar un día de bici casi completo con bocata incluido,
preferentemente en el mes de junio. La ruta sería hacer los tres valles y a la
vuelta hacia Cercedilla enlazar con el pinar de la Barranca para hacer la
clásica, con lo cual se harían las cuatro bajadas más chulas de la sierra: El
Gallo, el Ortiz, Alakan y Almorchones (eso sin contar con la parte de la bajada
del Calvario o del Whistler…a elegir). Las subidas ya la sabéis (Fuenfría,
Camino Viejo del Paular, Pinar de la Barranca).
¿Qué
me decís?, ¿alguno se anima a este reto?.
Se
aceptan valientes…fecha por determinar…preferentemente un sábado.
Rubén
(Karpov), Jueves, 16 de Mayo de 2.013 a las 19:07
Lo curioso: pues que al día
siguiente, 24 horas justas después, ya teníamos lista abierta, tres
participantes apuntados, determinados los avituallamientos, las fuentes, los
reagrupamientos y el track, éste último currado por el Maestro Marek que lo
trazó para empezar desde Navacerrada en vez desde Cercedilla.
Y es que las Propuestas
Locas cuando son maravillosas, son geniales, épicas, divertidas y duras, muy duras.
Así, una vez cocinado el
track, establecida la fecha y viendo como la lista de asistentes se iba
completando, la Propuesta Loca by Karpov, pasó a tener apellido: Cuatro Valles de la Sierra de Guadarrama,
es decir, la ruta de los Tres Valles más un añadido. ¿Y cuáles son esos Valles?
(mi pregunta al Maestro): Por orden de recorrido: Navalmedio, Fuenfría, Valsaín
y La Barranca. ¡¡¡Leche!!!, ¿tantos valles hay en la sierra de
Guadarrama?...pues sí, y no sólo son cuatro, sino que llegan hasta un total de
diez…¡¡¡diez valles!!!, si, si, a saber, aparte de los cuatro ya nombrados, los
seis restantes son (según Wikipedia, que conste…): La Jarosa, Río Moros,
Cuelgamuros, Lozoya, Garganta del Manzanares (que incluye La Pedriza), y el
Hueco u Hoya de San Blas. Os suenan, ¿verdad?...¿Una ruta loca por los diez
valles?...creo que va a ser que no…
La Propuesta Loca de Rubén,
tendría que recorrer por tanto: Cuatro Valles, Cuatro subidas (Chiquillo,
Fuenfría, Camino Viejo del Paular y Pinar de la Barranca), tres puertos de
montaña (Fuenfría, Cotos y Navacerrada), dos provincias (Madrid y Segovia), y
dos comunidades autónomas (Madrid y Castilla-León). Poco más de 60 km de
recorrido para un desnivel acumulado de cerca de 2000 metros (al final, y según
cada programita, fueron unos pocos menos). Incluía bajadas tan míticas como el
Carril del Gallo, parte del Calvario, la Senda Ortiz, parte de los Alakan y
opcionalmente el Whistler (para los más endureros y a cambio del Calvario).
Es decir, un menú digno del
libro de rutas del biker más exigente, lleno de platos deliciosos y de
suculentas viandas. Y por supuesto todo ello regado con el buen caldo del
sentido del humor de quien la propone, la sabiduría de los maestros, el arte de
la mayoría de los asistentes y el genuino y auténtico buen rollo, camaradería,
solidaridad y ganas de disfrutar y de pasarlo bien de todos y cada uno de los
19 asistentes a un sábado épico de un 15 de junio con temperaturas de 15 de
julio.
No sé los demás, pero me
consta que no fui el único que la noche anterior no durmió bien. No sé si fue
el calor de la noche o la intranquilidad de enfrentarse a un reto como éste,
pero el caso es que muchos de nosotros llegamos a la Plaza del Gargantón de
Navacerrada habiendo dormido menos de lo que hubiésemos deseado. Y eso que
algunos ya veníamos preparándonos desde hacía semanas para el evento. Las
últimas rutas, más duras de lo habitual para nosotros nos han puesto en un
estado de forma más que aceptable para encarar un día como el del sábado
pasado.
13 eran los grados que
marcaban los termómetros a las 8:05 de la mañana en la plaza del Gargantón de
Navacerrada. El día ya había amanecido apenas una hora y media antes. El cielo
estaba totalmente despejado y de un azul precioso. Olía a amanecer serrano. Es
ése típico olor inconfundible de los pueblos de la sierra: olor a pueblo…no
tiene posible descripción. A esa hora ya habían llegado algunos amigos, y por
lo que parecía, nadie se iba a retrasar. Unos pocos llegaron más pegados de
tiempo, pero afortunadamente la puntualidad se impuso y a la hora acordada,
entre apretones de manos, abrazos y saludos, se respiraba un cierto ambiente de
nerviosismo. Todos queríamos acabar, pero muchos dudaban que pudieran hacerlo.
La lista de amigos esta vez
es de las largas, 19 compañeros con el mismo objetivo: pasarlo bien sufriendo
de lo lindo. Como siempre, he de nombrar uno por uno a quienes estuvimos allí y
podemos contarlo en primera persona: Javi (Marek), Jesús (Terminal), Nacho
(Gorcam), Alberto (Peke), Miguel (Miguelín), Valentín (Valiente), Jesús
(Agila), Pedro (amigo de Rubén), Antonio, Jose Manuel (Frailman), Álvaro
(NRain), Víctor (Sheol), Jesús, Raúl, David, Juan Carlos (caballo loco), Javi
(Brasi4x4), un servidor, JuanCar, y cómo no, el promotor de la ruta, Rubén
(Karpov), alias “El Jose Mota de Velilla”.
Como veis, una larga lista
que podía haber sido mucho más amplia si hubieran podido venir compañeros
habituales a los que se echó muchísimo de menos. No nombro a ninguno, porque
todos sabemos quienes son. Como se puede ver, en la lista hay componentes de
varios grupos, Sin Pedrolos, SMS, Lechuzos, etc, etc...y es que contar con
compañeros con diferentes formas de entender este deporte es algo que
engrandece las rutas. Gracias a todos por acompañarnos, por asistir, por permitirnos
disfrutar de vuestra compañía…sois (somos) grandes, muy grandes. La pena es que
ningún bicivolador pudo acercarse. Os echamos de menos compañeros.
Eran las 8:30 de la mañana
cuando los 19, en un grupo totalmente heterogéneo, salimos desde la Plaza del
Gargantón para ir a buscar la primera y tempranera subida del día: la
archiconocida subida por la ladera del Chiquillo. En el grupo se respiraba
calma, mucha calma. Los más fuertes tiraban, sí, pero no como otras veces. En
esta ocasión las diferencias entre los primeros y los últimos eran mínimas. Y
es que el día invitaba a reservarse, todos éramos conscientes de que malgastar
fuerzas al principio podía resultar caro más adelante.
La parte de la ladera del
Chiquillo que hacemos normalmente, se divide en dos subidas claramente
diferenciadas. Una primera desde la carretera del Puerto de Navacerrada hasta
el desvío de la pista atravesando un campo de matorrales y monte bajo. La
segunda, tras un pequeño falso llano es una subida bastante dura, rompepiernas,
de no más de 300 metros de longitud pero que hace que las pulsaciones se le
disparen a más de uno. El premio son las vistas sobre Navacerrada y su embalse
y la altura que se alcanza en apenas 3 kilómetros y 200 metros de desnivel. La
bajada, tan trepidante como corta, nos deja en la carretera del Puerto, justo
enfrente de la Fonda Real, primer punto de reagrupación.
Una vez estuvimos todos
juntos, nos dispusimos a entrar en el primero de los cuatro valles aunque sólo
fuera de camino hacia el que nos conducirá hasta uno de nuestros primeros
objetivos: el valle de la Fuenfría. Dejando el valle de Navalmedio para más
adelante, lo atravesamos de noreste a suroeste por el GR-10 camino de
Cercedilla, no sin antes disfrutar de una preciosa bajadita que nos conduce a la
entrada del pueblo, a la altura del Polideportivo, segundo punto de
reagrupación de la mañana de forma que en hilera de a uno pudiéramos atravesar
el casco urbano de Cercedilla sin tener problemas ni con viandantes ni con
conductores.
La salida de Cercedilla la
hicimos sin problemas subiendo un pequeño tramo de la pista asfaltada que
conduce a las Dehesas para, en un momento dado desviarnos a la izquierda y tras
subir una pequeña vereda salpicada de piedras y raíces, enlazar con el PR-4,
pista de la república o camino Puricelli.
Y a todo esto, ¿sabéis
porqué se llama camino Puricelli?. Pues bien, qué sería de estos textos si no
hubiera algo de culturilla, ¿no?. Pues bien, el Camino Puricelli se llama así
gracias al nombre de la empresa que inició las obras de una carretera que
uniría Madrid con Segovia atravesando el Valle de la Fuenfría. La obra se inició
durante la II República y fue paralizada en 1936 al comienzo de la Guerra
Civil. Tras paralizarse la obra, quedó algún tramo a medio construir. Uno de ellos
es el tramo que nosotros atravesamos de camino a Las Dehesas y otro de ellos es
el que une la Pradera de Navarrulaque (donde se encuentra el mirador de los
poetas y el reloj de sol de Cela) con el Puerto de la Fuenfría, y que se conoce
comúnmente como carretera de la República.
Todos somos conscientes en
este punto que hay que tomárselo con mucha tranquilidad. Desde el momento en
que abandonamos Cercedilla, sabemos que nos esperan cerca de 15 kilómetros
hasta coronar el alto de la Fuenfría. Todos, o casi todos (para Antonio y para
Pedro era la primera vez), sabemos cómo se las gasta la Fuenfría. La primera
parte, recorriendo el Puricelli es tendida, entre pinos, agradable de
temperatura, a la sombra, y tal como me dijo Miguelín, para disfrutar, incluso escuchando
el canto de los pájaros en el interior del bosque. Un camino digno de
disfrutarse y que lleva hasta el Sanatorio de la Fuenfría casi sin darte
cuenta, sobre todo si llevas al maestro Marek al lado.
A estas alturas algo estaba
pasando con Peke. Su rostro mostraba cansancio, parecía que se encontraba mal.
Es curioso la fuerza que te da conocer los sitios y las personas con las que
vas. Probablemente a Peke se le pasó muchas veces por la cabeza darse la
vuelta, pero las ganas de cumplir el reto hicieron que se mantuviera ahí,
sufriendo, no pasándolo precisamente bien.
La llegada al Sanatorio es
por pista asfaltada, y para evitar un tramo complicado en la pista de Las
Dehesas, atajamos por un senderito, estrecho, disfrutón y nada complicado que
nos deja de nuevo en la subida asfaltada a la altura del área recreativa de las
Dehesas. Esta es quizá la parte más pestosa del Puerto. Pista asfaltada, en
buen estado y sin embargo se hace duro, con la pendiente más alta de todo el
puerto. Además, se nota que la primavera y casi el verano, han entrado ya de
lleno en el valle de la Fuenfría ya que la subida se llena de peregrinos que
empiezan lo que sería la segunda etapa del camino de Santiago desde Madrid. De
hecho, en plena subida tuvimos que pararnos a ayudar a uno de estos peregrinos
(bicigrinos), cuya bici, recién compradita le estaba pidiendo que un mecánico
le apretara el tornillo de una de sus bielas. Aunque tratamos de auxiliarle
apretando un poco el tornillo, de poco sirvió, y metros más adelante le
aconsejamos que lo mejor era que volviera a Cercedilla y poner remedio a la
avería antes de que fuera demasiado tarde.
Este parón nos sirvió además
para tomar aire y relajarnos antes de abandonar el asfalto y rodar ya por pista
de tierra hacia el mirador de los poetas. En este tramo la pendiente es mucho
menor, permitiendo rodar mucho más fresco y suelto. Peke, yo sé que lo agradeciste.
Mientras tanto, como de
costumbre, algunos de los más fuertes estaban ya coronando el mirador de los
poetas mientras que otros se paraban a sacar fotos, como es el caso de Jesús,
fotógrafo oficial, y en el día de hoy Rubén, cuyos parones para inmortalizar los
sufrimientos ajenos nos permitían disfrutar de sus chascarrillos una y otra
vez. Una de las anécdotas de la mañana la protagonizó un vejete que subía
caminando a toda velocidad Puricelli arriba..¡¡vaya marcha llevaba el
paisano!!, nos alcanzó, nos adelantó y le perdimos de vista mientras
comentábamos con él el destino de sus andurriales.
Sin pararnos apenas en el
mirador de los poetas, tomamos la pradera de Navarrulaque en dirección al
puerto. Yo, por mi parte, puede disfrutar desde el mirador hasta el puerto de
la compañía del Maestro NRain. Hacía tiempo que no hablábamos y entre charleta
y charleta, nos presentamos casi sin darnos cuenta en el mirador de la Reina.
No nos paramos, pero las vistas del valle de la Fuenfría desde allí es algo que
nadie debería perderse. Antes, Álvaro me había contado las andanzas de los SMS
(y Rodri) por el PR-5 en un día nevado de no hacía muchas semanas, justo al
pasar al lado de la fuente de Antón Ruiz, unos metros antes del mirador de la
Reina.
Desde el mirador al puerto,
un suspiro, lo justo como para que Antonio (qué fuerte está el tío), y dos de
los tres Jesús que venían en la ruta (Terminal y Agila), nos dieran alcance y
juntos hiciéramos una de las sesudas reflexiones del día: nos jubilaremos, se
nos caerá el pelo (a algunos el poco que nos queda), estaremos decrépitos, pero
seguiremos subiendo a la sierra aunque para ello llevemos una doble con
baterías de Li-ion. Y es que esto es lo que nos da la vida.
La llegada al puerto de la
Fuenfría se produjo con cuentagotas. Tras Antonio, Álvaro, los dos Jesús y un
servidor, empezaron a aparecer el resto de compañeros comandados por Valentín,
David, Raúl, Pedro, Rubén, etc, etc…La parada en la Fuenfría, más que una
reagrupación, fue casi un cónclave bajo los pinos y justo a la entrada de la
pista que da acceso a la senda de los Cospes, la gallina, el gallo, el Schmidt
(ese viejo austríaco), etc, etc. La parada, de bastante duración, sirvió para
varias tareas: avituallamiento, foto de grupo, reagrupación y la visión única
de ver cómo los SMS y algún que otro compañero más se transformaba de biker en
guerrero del imperio de Star Wars…cascos integrales, protecciones en piernas y
brazos…sinónimo de que el Carril del Gallo estaba cerca. Por su parte, Peke
seguía penando…lo suyo fue tesón y lo demás tontería.
Así pues, tras los trámites
habituales de las largas reagrupaciones, nos dispusimos, en fila de a uno a
encarar el Carril del Gallo, y por tanto, adentrarnos en el segundo de los
valles que hoy tocaba visitar: el valle de Valsaín, no sin antes haber cambiado
de Provincia, de Comunidad Autónoma y de haber llenado bidones y alguna que
otra camelback en la fuente de la Fuenfría.
¿Dispuestos a ración de
cultureta?...pues allá va: Carril del Gallo…¿y ese nombre?...la verdad es que
me ha costado un poco encontrarlo y no sé muy bien si lo que he conseguido
investigar corresponde con la realidad, pero allá va. El nombre de éste camino
aseguran algunos que alude a lo encajonado que marcha en ocasiones entre la
vegetación (de ahí lo de Carril), mientras que el apellido (del Gallo), hay
quien dice que proviene del término celta “Kaillu” que sitgnifica “piedra”, que
castellanizada deriva en “callo” que se transmutó en “gallo”. No sé si es
cierto, pero tiene sentido, un camino angosto entre vegetación lleno de piedras
y guijarros; así es el carril del Gallo.
Para los que no estuvisteis
y nunca habéis estado (para los conocedores, quizá me quede corto), el Carril
del Gallo es una mezcla perfecta entre el doctor Jekyll (y no por las
Cannondale de Álvaro y Víctor) y Míster Hyde. Por zonas es un sendero muy
divertido y rápido que se disfruta como el mejor de los senderos de Zarzalejo,
por otras es un cúmulo de piedras mojadas mal puestas que hacen las delicias de
los endureros. Yo, por mi parte, disfruté como un enano la primera parte,
rápida con algunos pasos técnicos, y sufrí la segunda, más pedrolera y que
atravesamos tras la reagrupación en una de las praderas que atraviesa el carril.
Allí, en la pradera, un saliente de rocas hace de mirador natural sobre el
precioso valle de Valsaín desde el que nuestra vista alcanza la localidad de La
Granja de San Ildefonso.
He leído por algún sitio que
el valle de Valsaín es lo que es gracias al “ecologista” rey Felipe II. ¿Ecologista?,
ejem, ejem. Parece ser que hay indicios de que el valle de Valsaín nunca tuvo
como especie autóctona el pino silvestre que actualmente lo puebla. Parece ser
que originariamente el bosque de Valsaín era de roble melojo, y que el rey
“ecologista” hizo arrancar los robles para replantar pinos…¿y para qué?...pues
muy sencillo, su armada necesitaba barcos, y los barcos necesitan madera, y la
madera del pino silvestre, rica en savia es muy resistente a la humedad y las
inclemencias del tiempo. Además, los pinos silvestres de Valsaín son muy rectos
y altos, lo que les hace ideales para ser utilizados como mástiles. Es curioso
que en la época de los Austrias y posteriormente de los Borbones, los
responsables de cuidar por la salud de los montes de Valsaín, fueran ni más ni
menos que almirantes de la Armada que se les retiraba del servicio activo y se
les nombraba responsables de pinares…curioso, ¿verdad?.
Pero sigamos con el Carril
del Gallo. Y más concretamente con su segunda parte. No hay más que mirar las fotos,
sobre todo las que hizo Fraile, para darse cuenta de quién disfrutó esa segunda
bajada. Los SMS abajo, el resto, con las bicis a cuestas bajando el pedrolar
como buenamente podíamos. Al fin y al cabo, cada uno tira a lo suyo, ¿no?.
El Carril del Gallo nos deja,
tras atravesar a duras penas unos, y mojados otros, el arroyo del Telégrafo, en
una pista forestal en muy buen estado y de bajada que desemboca directamente en
una de las famosas siete revueltas, concretamente la quinta si se va dirección
a La Granja y la tercera si se va camino del Puerto de Navacerrada. Todos
juntos atravesamos la barrera que da acceso al valle y enfilamos por unos
metros la carretera CL-601 hasta el desvío del Camino Viejo del Paular, no sin
antes parar algunos en la fuente de la Casilla a repostar agua fresquita.
Por el Camino Viejo del
Paular discurre el famoso GR-10-1, o ramal 1 del GR-10 que ya hemos tenido
oportunidad de describir en otras rutas. El Camino Viejo de El Paular
comunicaba (y sigue comunicando, pero en desuso), la Granja de San Ildefonso,
residencia Real, con el monasterio de Santa María de El Paular, en el término
municipal de Rascafría. El camino Viejo de El Paular atravesaba el puerto de
montaña que hoy en día conocemos como el Puerto de Cotos y que en aquellos días
se conocía (aún se conoce), como puerto de El Paular, el siguiente objetivo de
nuestra ruta loca.
El nombre de El Paular
proviene del término “Populus” que a su vez es el nombre científico del Chopo,
único árbol junto con el Fresno que estaba permitido que talaran los lugareños
ya que el pino y el roble estaban reservados a la realeza. El nombre de Puerto
de Cotos se debe a lo acotado de las fincas, casi todas ellas privadas que
conforman el alto del puerto.
La subida por el camino
Viejo es un auténtico reto en sí mismo. Siete son los kilómetros que tiene
desde la carretera CL-601 hasta el alto. Empieza en una cota de 1400 metros y
termina a 1830 metros sobre el nivel del mar. Nada más y nada menos que más de
400 metros de desnivel en poco más de siete kilómetros y según lo vi y lo viví
yo, cuatro partes claramente diferenciadas. Una primera tendida, asfaltada y
con buen piso, con un desnivel no superior al 3-4 o quizá un 5% que transcurre
durante el primer kilómetro. Una segunda más dura, donde termina el asfalto y
empieza la pista de tierra. Las rampas serán de un 10-12%, largas, muy largas,
tanto que en este tramo tuvimos ocasión de poder comprobar la velocidad a la
que se desciende y que hay que tomar con mucha precaución ya que no menos de
dos bikers se habían caído en el descenso y las heridas eran considerables…no
nos paramos ya que varios senderistas les estaban ayudando ya.
La tercera parte de la
subida trascurre desde que quedan más o menos 2,5-3 km hasta el último
kilómetro. Las rampas son duras de verdad. Mi GPS marcaba por momentos un
14-18% de desnivel, siendo el máximo un curvón a izquierdas que da paso al
último kilómetro y por tanto al último tramo. Éste último tramo, justo al
alcanzar el arroyo del Infierno (bonito nombre), de apenas un kilómetro, lo
recorrimos por un sendero paralelo a la pista tal y como nos recomendó Amador y
nos confirmó Víctor, ya que la pista a esa altura es un auténtico lodazal por
el que sin darse cuenta empezaron a subir Antonio y Agila.
El sendero es duro, durísimo,
embarrado, con piedras, pasos y raíces mojadas. De hecho, creo que salvo
Víctor, nadie consiguió pasarlo montado en su totalidad aunque algunos
estuvimos muy cerca.
El premio es llegar al
Puerto de los Cotos (1830 metros), y no sólo la llegada, sino saber que a la
hora que era (casi las dos de la tarde), lo que nos esperaba era una buena
cantidad de cerveza (con y sin alcohol), y unos buenos bocatas para calmar el
hambre y añadir energía a nuestras ya maltrechas piernas. Mientras que el grupo
más numeroso nos acomodábamos en las mesas y sillas, el Maestro, Peke y Nacho
tardaron un poco más en llegar. La cara de Peke era todo un poema…el cansancio
se reflejaba en su rostro. Decidió que una vez comía se bajaba desde el Puerto
de Navacerrada directamente al coche, peeeero…resulta que comió (poco) y bebió
y…se recuperó, ¡¡y cómo se recuperó!!.
La comida fue un festín.
Bocatas gigantes de lomo con queso, lomo sin queso, bacon con y sin queso,
pepitos de ternera y cerveza, mucha cerveza que se calentaba casi de inmediato
al tremendo sol que nos hacía a esas horas y a esas alturas.
Así pues, una vez comimos,
decidimos que lo mejor era continuar la marcha ya que el cansancio acumulado en
los más de 1200 metros de ascensión y 35 kilómetros de ruta podrían pasarnos
factura si nos apoltronábamos.
Desde el Puerto de Cotos al
Puerto de Navacerrada la única vía posible es la carretera, y a por ella
fuimos. Y no hicimos más que salir del Puerto cuando por los walkies Javi
anuncia que Nacho se ha caído y que debíamos esperar. Parece ser que Nacho no
vio bien la barrera de salida del puerto y se topó de frente contra ella dándose
un fuerte golpe en el pecho. Y es que Nacho sale a caída por salida, a ver si
cambia su suerte, que ya está bien.
Tras darnos el ok por detrás,
reiniciamos la marcha carretera hacia delante y unos más deprisa y otros más
despacio cumplimos los apenas 6 km que separan un puerto de otro. Rodar por
carretera es deprimente, pero hay algunas más deprimentes que otras. Ésta desde
luego no es la que más deprime ya que no hay más que aprovechar los huecos que
dejan los pinos para poder admirar en toda su plenitud el valle de Valsaín a la
derecha y Peñalara un poco hacia atrás, el cual conserva aún algún que otro
nevero. Una paradita en la fuente que hay antes de llegar al aparcamiento del
Puerto de Navacerrada nos sirve de excusa para rellenar los bidones, las
camelbacks, reagrupar e interesarnos por el estado de Nacho, y para practicar
idiomas con un guiri ciclista de carretera al que le preguntamos por el número
de piñones de la paellera de su bici…y muy mal lo debimos de hacer porque no
nos entendió hasta la tercera vez que se lo preguntamos.
La llegada al Puerto de
Navacerrada supone también la vuelta a la Comunidad de Madrid y la entrada al tercero
de los valles, el valle de Navalmedio, el cual toma su nombre del río del mismo
nombre que lo atraviesa y que vierte sus aguas en el embalse de Navalmedio que
las vierte a su vez al embalse de Navacerrada.
En este punto los SMS
deciden que ellos van a bajar por el Whistler, mientras que los demás
bajaríamos por el Calvario. El punto de reunión sería El Ventorrillo. Así pues,
mientras nosotros (Javi, Nacho, Agila, Terminal, Miguel, Peke, Valentín, Rubén,
Pedro, Antonio y yo), serpenteábamos por el Calvario, lleno de agua y piedra suelta,
disfrutando de la larga bajada que discurre a partes paralelo a la carretera
del Puerto de Navacerrada, a partes paralelo al río Navalmedio, haciendo fotos,
rodando vídeos y gastando alguna que otra broma, haciendo honor a nuestro
nombre de “Sin Pedrolos Mejor”, los demás (Victor, Álvaro, Fraile, Brasi,
David, Raúl, Jesús y Juan Carlos) decidieron sacarle partido a sus integrales y
protecciones. Y a buen seguro que las sacaron partido, en especial Fraile, que
según contaba él, en un paso donde no tenía muy claro por dónde metió la rueda
delantera, salió por orejas dando con sus protecciones (que no con los huesos)
en el suelo. Afortunadamente no se hizo ni un solo rasguño y pudo continuar sin
problemas como luego pudimos comprobar.
Dado que bajar el Calvario
hasta el Ventorrillo es mucho más rápido que bajar el Whistler, nos veíamos
forzados a esperar a los pedroleros. Para no enfriarnos y aprovechando que
subiendo solemos ser más lentos que ellos, dejamos a los más fuertes (Valentín,
Rubén y Agila) a la espera de la llegada de los “guerreros imperiales del lado
oscuro” mientras que los demás nos disponíamos a bajar por carretera hasta el
cruce con la pista de la Barranca y empezar a subir los tres kilómetros que nos
separan del mirador y que dan acceso al cuarto valle, el valle de La Barranca.
Es alucinante ver cómo uno
se puede recuperar físicamente. Éste es el caso de Peke. Desde que salió de
Cotos fue a mejor, animándose e incluso picándose con Rubén en la subida al Ventorrillo.
Tanto se recuperó que la subida por la pista de La Barranca la hizo casi en
cabeza (con permiso de Antonio y de Pedro), y acabó tan recuperado, que yo creo
que ni él mismo se lo creía.
Los primeros en coronar el
mirador tuvimos tiempo de sobra de admirar las vistas desde él. Son vistas ya
conocidas, pero no por ello menos impresionantes: el embalse de Navacerrada y
el propio pueblo justo en la falda de la ladera del Chiquillo, donde nos
encontrábamos, más allá el cerro del Telégrafo, el embalse de Valmayor, y allá
al fondo, muy abajo, la ciudad de Madrid, incluso desde algo más abajo del
mirador Jesús llegó a poder ver el embalse de La Jarosa, en el límite del ya
declarado Parque Nacional de Guadarrama. Nunca me dejarán de impresionar estas
vistas, son un deleite para la vista.
Poco a poco, desde lo alto,
íbamos viendo como por abajo, por la pista iban subiendo el resto de
compañeros. Al ver a Marek, Miguel y Nacho, recibimos un mensaje por el walkie.
Las fuerzas de algunos iban ya tan justas y el tiempo tan escaso para otros,
que decidieron los tres bajar por la pista del Chiquillo hasta el pueblo de
Navacerrada. Algún día, alguno de ellos nos contará la aventura, sobre todo la
que se montaron en casa de Nacho tomándose unas cervecitas frescas. Mientras
ellos se dejaban caer por el Chiquillo sin ver al cuarto valle de la ruta, iba
llegando el resto del grupo del cual se había descolgado Brasi, que al llegar
al Ventorrillo decidió dejarse caer carretera hacia abajo y acortar así la
ruta.
Por tanto, de los 19 de
partida, 15 íbamos a continuar al cuarto valle, pero debido a que el tiempo se
nos estaba echando encima, decidimos que lo más sensato era no hacer los
últimos senderos. Los Almorchones se quedaron sin nuestra visita y nosotros sin
su disfrute…quizá en una segunda edición de la ruta loca pueda ser…quien sabe.
Con la decisión tomada, nos
quedaban dos de los platos fuertes del día: la Senda Ortiz y parte de los
senderos de Alakan, ya en el valle de La Barranca, como he dicho, el cuarto de
los valles que visitamos y uno de los más trillados por nosotros junto con el
de la Fuenfría.
El valle de La Barranca es
quizá uno de los más pequeños, pero para mi gusto, uno de los más bonitos junto
con el de Valsaín y el de Lozoya. Es quizá el que mejor recibe la fuerza de las
aguas de los arroyos que lo recorren para formar el río Navacerrada o Samburiel
como también se le conoce. Es un valle muy empinado por lo que cuando los
arroyos llevan agua, el ruido que provocan en todo el valle es alucinante. Y
como hemos tenido la primavera que hemos tenido, el agua baja por todas partes
con una exuberancia y una fuerza que hacía tiempo que no veíamos.
Pero situémonos en el
mirador, a la entrada de la Senda Ortiz (de la que afortunadamente han retirado
ya el pino que derribaron las últimas nieves). ¿Quién baja primero?, ¿tú?, no
tú…venga, que no…y Terminal, sin pensarlo dos veces se tira para abajo seguido
de Víctor, Álvaro y un servidor. Reconozco que no soy objetivo con el Ortiz. Me
transforma, me embrutece, es un reto constante para mis límites (bastante
bajos, por cierto). Me reto a mí mismo desde el primer metro a bajarlo sin
poner pie a tierra, y con el sábado, ya son tres veces las que lo consigo. Para
los que no lo conocéis (¿hay alguien que no lo conozca?), la Senda Ortiz tiene
aproximadamente dos kilómetros de longitud, y desde el mirador discurre en
franco descenso por la ladera del Canto Gordo, vecino del Chiquillo que mira al
valle de La Barranca de forma absolutamente espectacular. Sé que bajarlo en
bici no ayuda a disfrutar de las vistas que hay desde la Senda Ortiz, por lo
que os invito a caminar por él si es que no lo habéis hecho. La bola (alto de
Guarramillas), la Maliciosa, todo el valle, los embalses de La Barranca…todo es
visible desde allí arriba.
Pero sigamos con la senda
Ortiz. No hay como conocerla. Los escalones de bajada, las raíces que
atraviesan el camino, las rocas que dejan tan sólo una trazada posible y los
tres pasos técnicos en ascenso: los dos escalones de piedra y el paso de las
raíces. Un deleite, un auténtico mata-adrenalina con el que no me puedo
contener. Como sé que a él le pasa lo mismo que a mí, el sábado, en mi cabeza,
le dediqué el descenso a nuestro diabólico amigo Efrén…¡¡Cuánto eché de menos
tu rueda!!.
Con suerte y algún pequeño
sobreesfuerzo conseguí superar a Jesús y a Álvaro y casi a rueda de Víctor
completé el recorrido para llegar todo sonriente y satisfecho a la pista de La
Barranca. ¿Se me notaba contento?.
Un rato después fueron
llegando el resto de compañeros. Y ya bastante cansados enfilamos pista arriba
a repostar agua a la fuente De Mingo. Ay que fastidiarse lo dura que se hace
esa subidita de escasos 700 metros…ufff, sobre todo cuando el cuenta kilómetros
indica más de 50 km y más de 1400 de acumulado.
Aun así, tras repostar agua
fresquita y rica, terminamos de subir los 100 metros que separan la fuente De
Mingo del inicio de la parte baja de los Alakan. ¡¡Qué gozada es saber que lo
único que queda es bajar, bajar y disfrutar!!.
Los Alakan son también una
delicia. Ésta ha sido la primera vez que los he bajado del tirón. Las
anteriores veces, o bien se caía un compañero, o bien había un pinchazo, una
avería o el arroyo de La Maliciosa bajaba demasiado cargado de agua. El
descenso fue rápido. La rueda de David y saberme delante de Álvaro me dieron
alas y copiando las trazadas de uno y escuchando anécdotas de los lugares por
los que pasábamos del otro (aquí Nelson se fue cuesta abajo…), casi ni me di
cuenta de que estaba ya en el Arroyo, pasándolo del tirón aunque en medio de él
hubiera dos pequeños troncos atravesados.
Desde aquí hasta el embalse
del ejército del Aire todo fue bajar fácilmente y sin complicaciones. En ese
punto algún compañero, creo que al menos Victor, Juan Carlos, Jesús, David y
Raúl siguieron camino abajo por el sendero que discurre en el lateral del
segundo embalse entre las jaras y la valla. Al fin, acabamos encontrándonos en
el aparcamiento del Hotel de La Barranca.
Casi sin detenernos
enfilamos pista abajo por el camino de los Almorchones (adiós senderos, adiós)
para en un abrir y cerrar de ojos llegar a la Plaza del Gargantón de la cual ya
se habían ido Brasi y Miguel (que nos saludó desde el coche) y en la que
estaban esperando pacientemente y ya fresquitos Nacho y Javi.
Todo fueron saludos, todo
fueron abrazos. Sonrisas, carcajadas y mucha complicidad. Nadie, absolutamente
nadie quedaba sin sonreír. La ruta ha sido un auténtico éxito. Como oí decir a
Álvaro, fue una “petada” impresionante. Abrazos, más abrazos, saludos y más
saludos y desafortunadamente nos quedamos sin torreznos porque el dueño de El
Porrón decidió que las seis de la tarde era una buena hora para no servir más
raciones ni bebidas…él se lo perdió.
Así pues, bicis a los coches
y carretera y manta. Aun así, en destino, algunos conseguimos hacer nuestra
pequeña opcional (sé que más de una hubo) dilatando la ruta hasta cerca de las
20:00.
No me queda mucho más que
contar. No me queda mucho más que describir.
Quiero agradeceros a todos
vuestra asistencia y vuestro inmenso buen rollo. Iría uno por uno diciendo
alguna cosa, pero no lo voy a hacer. Todos sabéis cómo me siento y cómo me
hacéis sentir. Pero permitidme que dé especialmente las gracias a tres
compañeros aunque lo que voy a escribir puedo extenderlo a cualquiera de
vosotros.
Javi. Eres el alma. Te lo
curras, lo pateas, acompañas, asistes…no puedo decir más que lo que todos
pensamos: sin ti esto no sería lo mismo.
Rubén: No sé si darle las
gracias a la Legión por centrar tu cabeza e idear una ruta así o felicitarte
por tener una magnífica idea salpicada de buen humor, sarcasmo y ese punto
“manchego” que tanto nos gusta. O mejor lo dejamos en las dos cosas
juntas…¿no?.
Jose (Frailman). Mi querido
amigo. Nos conocemos desde antes de que nos salieran los dientes. Hemos
compartido muchas cosas, quizá menos de las que me hubiera gustado compartir,
pero bendigo el día en que te encontré vestido de romano en el carril bici a la
altura del Campo de las Naciones. Amigo, ese día cambiaste mi vida, me presentaste
a todos estos locos y me metiste en vena esta bendita droga que hace que cada
fin de semana corra a buscar mi dosis. No puedo agradecerte todo esto porque no
tengo palabras para hacerlo. Eres grande.
Los demás no os pongáis
celosones que tengo para todos, ¿eh?.
Espero que haya una Ruta
Loca 2.0. Y desde luego, si habéis leído todo hasta aquí, os doy mi más sincera
enhorabuena por aguantar tamaño ladrillo.
Un beso enorme a todos…mis
queridos compañeros.
Fotos de Ruben
Fotos de Jesus
Fotos de JuanCar
Fotos de Frailman
Fotos de Miguel
Fotos de Javier Buson
8 comentarios:
Muchas gracias chicos por vuestra acogida lo he pasado muy bien, aun con la dureza de la ruta a sido un gran día, espero veros pronto y disfrutar de las locuras de Ruben (Karpov)....jejeje
Un abrazo para todos
Ya sabes donde estamos y normalmente no se nos va la olla de esta manera
Buen dia habeis tenido...envidia me dan esos bocatas!!
Muy buena cronica... y si!! la he leido entera Juancar.
Cuidaros.
Gracias por todo chicos! Aunque no pude terminar toda la ruta, me lo he pasado de vicio! Nos vemos en la próxima :D
Javi (Martín)...ojalá algún día estés en fotos como esas... Javi (Brasi), un placer para nosotros que vinieras.
Gran ruta y mejor crónica fuhhhh!!! , no es peloteo es una realidad.
Salu222
Muchas gracias Pedro...ya sabes donde estamos
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