sábado, 19 de octubre de 2013

La ascensión al Urbión

                                                

Crónica de JuanCar


“La hermosa tierra de España

Adusta, fina y guerrera

Castilla, de largos ríos,

Tiene un puñado de sierras

Entre Soria y Burgos como

Reductos de fortaleza,

Como yelmos crestonados

Y Urbión es una cimera…”

Antonio Machado – Campos de Castilla.


Podríamos escribir páginas completas con los textos dedicados a esta zona del sistema Ibérico. Leyendas y poemas, cantares de épocas remotas que ensalzan la belleza de sus lugares, la tragedia y el amor. Cuentos de una tierra agreste, adusta de frondosos bosques con olor a madera de pino, a río, a roca, a humedad.
Una sierra, la de Urbión, que en esta época del año, con el otoño ya perfectamente asentado es, además, un espectáculo de olores y colores. Álamos, robles, hayas y pinos. Los tres primeros salpicados de dorado y decenas de tonos de amarillos y marrones, los últimos manteniendo el verdor de la montaña que se prepara para ver crecer decenas de especies de setas y hongos.
Nació el proyecto de Rubén hace unos meses según él como consecuencia de no haber podido cumplir la idea de ir con Agila por tierras francesas a dar pedales por el Languedoc (tierra en la que algunos buscaron sin éxito el santo grial que se suponía en manos de los que se consideraban a sí mismos los descendientes directos de Jesús de Nazaret, los cátaros), en el llamado “Pedales de Occitania” (si tienes curiosidad mira aquí: http://bttrackmania-mviana.blogspot.com.es/2012/07/pedales-de-occitania-227km-6000m_22.html).
Así pues, ya que el año se les escapaba sin dar pedales por tierras galas, Rubén pensó que estaría bien pasar un fin de semana completo por tierras sorianas haciendo extensiva la invitación a todo aquel que estuviera dispuesto a pasarlo bien o mucho mejor que bien. El proyecto incluía un sábado ascendiendo al Pico Urbión, a nada más y nada menos que 2200 metros de altura y un domingo de ruta cicloturista por el Cañón del Río Lobos.
La verdad es que con Rubén da gusto apuntarse a estos eventos. Él organiza la logística de forma que no quede un detalle sin considerar. Se encargó de la estancia, de organizar el transporte, de la logística de las jornadas de bici, de elegir las zonas y de enterarse de cómo y por dónde teníamos que ciclar. Vamos, que ir con Rubén no sólo asegura unas rutas salpicadas de buen humor, risas y chascarrillos, sino que además es seguro que todo estará perfectamente organizado.
Tras los últimos preparativos, el viernes 18 de octubre, iniciamos el viaje de forma que Jesús (Agila), pasara a recoger a Efrén (diabolik) por su casa. Una vez cargadas sus bicis y sus equipajes, ambos pasarían por Velilla a recoger a Rubén (karpov), y ya con dos coches, todos vendrían a Vicálvaro a recogerme a mi…las bicis en la furgo de Jesús, el equipaje en el Rav4 de Rubén. Así pues, a las 17:30 ya estábamos de camino a Vinuesa, nuestro punto de inicio de la ruta del sábado,  Efrén y Jesús en la furgo, Rubén y yo en el Rav4. El viaje fue tranquilo y habiendo parado a comprar pan para cenar y hielo para la nevera en la que ya se encontraban ya unas cuantas latas de cerveza, su duración no se fue más allá de unas tres horas.
La llegada a Vinuesa fue tranquila. Nos temíamos que estuviera lloviendo o al menos que lo fuera a hacer en las siguientes horas, pero nada más lejos de la realidad. La noche había caído ya, y el cielo se veía salpicado de estrellas, lo cual decía a las claras que no había nubes amenazadoras sobre nosotros.
Tras descargar el equipaje y acomodarnos en nuestras habitaciones: Jesús y Efrén en una y Rubén y yo en otra, decidimos ir a dar una vuelta por el pueblo. Vinuesa es una localidad muy pequeña que aumenta su población los fines de semana y vacaciones, y especialmente en los fines de semana de otoño ya que el reclamo de la recogida de setas atrae a multitud de gente hacia estos lugares. Aun así, la escasez de lluvias trae consigo la escasez de hongos y ambas escaseces dan como resultado un menor número de visitantes. Es por esta razón que Vinuesa, a las 20:30 del viernes, tenía sus calles prácticamente vacías
Vinuesa es un pueblito típicamente castellano. Muy de Soria: adusto, cerrado, de casas de anchos muros que refugian del frío del invierno y del calor del verano. Muros marrones y beiges, tejados de teja roja, con una plaza muy de su especie: ayuntamiento e iglesia uno al lado del otro…políticos y religiosos siempre de la mano…faltaba el médico, el profesor y la ley. Calles casi vacías y una temperatura fresquita, agradable, pero suficientemente fría como para que las terrazas estuvieran vacías.
El paseíto nos llevó a tomar una cervecitas a un bar llamado “plan B”…lo curioso es que no conseguimos nunca saber si hay un “plan A”. Aunque ese nosotros lo teníamos muy claro: nuestro plan era disfrutar de una cenita casera en una de las habitaciones del hotel e irnos pronto a dormir. Y con esa intención volvimos a nuestro cuartel general del Hostal Virginia.
Una vez en la habitación de Jesús y Efrén, se destaparon los tarros de las esencias...y es que estos tíos se lo montaron de escándalo. Rubén trajo para la ocasión un magnífico trozo de queso de su tierra y una gigantesca tartera de ensaladilla rusa que estaba impresionantemente buena. Efrén apareció con dos tortillas de patata que su chica había preparado para la ocasión, y el tío Jesús….¡¡¡ay el tío Jesús!!!. Apareció el con lomo y jamón ibéricos, chorizo rojo y blanco, una empanada…vamos, que entre los tres habían traído mucha más comida de la que seríamos capaces de comer. Así, cervecita va y cervecita viene, entre risas, cachondeíto y bromas, fueron cayendo la ensaladilla, parte del queso, una tortilla, el jamón y el lomo…y ya con el estómago a reventar Rubén y yo decidimos que ya era hora de planchar la oreja por lo que tras recogerlo todo, nos fuimos camino de nuestra habitación. Pero cual fue nuestra sorpresa, que no más de 15 minutos después, el sinvergüenza de Efrén nos mandaba unas fotos por whatsapp en las que se les veía a los dos copazo va y copazo viene…y luego se quejan algunos de que les llamen míster Gin Tonic...
Rubén y yo tardamos poco en dormirnos mientras los otros dos se tomaban sus copas y las nuestras…las dos de la madrugada les dieron. Cuando a la mañana siguiente me enteré de que habían estado velando armas hasta las dos, pensé: si hoy no les veo petar, no creo que les vea ir jodidos nunca…y ya estoy seguro de que jamás los veré.
A las 7:30 ya estábamos Rubén y yo en pie. Un poco más tarde lo estarían Jesús y Efrén. La hora de quedada con los compis que venían de Madrid y con Fernando, que venía de un pueblo cercano (San Leonardo de Yagüe) la habíamos establecido a las 9:30 ya que el restaurante donde teníamos que desayunar no abría hasta las 8:45…total, no había ninguna prisa por volver de la ruta salvo por los compis que venían desde lejos a los que por cierto tuvimos que llamar por teléfono para encargar pan ya que en Vinuesa el panadero no abre su tahona hasta las 10:30 de la mañana…¡¡como para desayunar bocata!!.
La mañana ya estaba bien entrada y las previsiones de lluvia no se estaban cumpliendo. Había nubes en el cielo, y montaña adentro se veía el cielo muy encapotado. Aun así, poco nos importaba que lloviera; las previsiones eran más bien de chubascos y una vez llegados allí, el agua no iba a impedir que saliéramos a pedalear.
A las 9:30 ya estábamos todos en la puerta del Hostal Virginia. Álvaro, Víctor y Charly habían llegado minutos antes y mientras descargaban sus bicis, entregaban el pan a Jesús que, con la ayuda de Efrén preparaban los bocatas para el avituallamiento (y qué bocatas, madre!!!). Antes incluso de los tres que venían desde Madrid (vaya madrugón!!), habían llegado Fernando (ciclo), que había pasado la noche en casa de Vicente, que también vino y que era el representante oriundo de la zona. ¡¡Y vaya representante!!, como todos los sorianos le den al pedal como le da Vicente, me parece que pocas veces me van a ver a mi por tierras sorianas…¡¡qué bestia de la naturaleza!! (a la altura de Jesús, todo sea dicho de paso).
Por tanto, lo que en principio iba a ser cosa de 6 (si contamos a Zarcete que al final no pudo venir), se quedó en cosa de 9: Rubén (Karpov), Jesús (Agila), Efrén (Diabolik), Álvaro (Nrain), Víctor (Sheol), Charly, Fernando (Ciclo), Vicente (el oriundo), y yo, JuanCar.
A las 10:00 de la mañana estábamos ya dando pedales. Los primeros kilómetros, en dirección a Molinos de Duero, un precioso pueblo a orillas del río del mismo nombre, los hacemos por carretera y básicamente en descenso pasando por las cercanías del embalse de la cuerda del pozo del que me sorprendió que no estuviera tan lleno como yo pensaba que iba a estarlo.
Al pasar por las afueras de Molinos de Duero, seguimos por carretera en dirección a Covaleda y Duruelo de la Sierra, y nada más salir de Molinos, abandonamos el asfalto sobre el que rodamos durante aproximadamente unos 3 o 4 kilómetros para desde ese mismo momento iniciar un ascenso que no nos daría tregua hasta la falda del Urbión, nada más y nada menos que a más de 1000 metros por encima de la cota a la que nos encontrábamos en ese momento.
Al tomar el desvío no pude dejar de recordar que por aquellos lugares, plagados de enormes y preciosos robles, debió cabalgar Don Antonio Machado en los tiempos en los que andaba enfrascado en la escritura de sus “Campos de Castilla”. Y no fui el único, pues Rubén insinuó algo acerca de que nos adentrábamos en territorio de los Alvargonzález…protagonistas del cuento-leyenda llamada “La tierra de los Alvargonzález” recogida en la novela de Machado.
Me lo imaginaba a él, el profesor, montando en la mula hablando con el paisano que le cuenta la leyenda de los Alvargonzález mientras su cabalgadura les dirigía hacia Covaleda. Imaginaba después los campos de cultivo de los Alvargonzález y la desgracia del parricidio que dio con los huesos del protagonista en la Laguna Negra, laguna sobre la que se cuentan multitud de cuentos y leyendas.
No es caso andar aquí contando la historia de las tierras de nuestro Alvargonzález, pero si tenéis interés, la podéis leer (en prosa) en este enlace: http://www.sorianitelaimaginas.com/index.php/mod.documentos/mem.descargar/fichero.documentos_La_tierra_de_Alvargonzalez_leyenda_51d7671e%232E%23pdf
El caso es que el desvío (casi 180 grados para entrar del asfalto a la pista forestal) nos conduce a unas primeras rampas algo duras…el perfil así lo indicaba. La pista discurre por un precioso bosque de robles, algunos verdaderamente enormes. El firme en muy buen estado, piedrecita suelta y bien prensada, no muy seca ya que se notaba que había llovido hacía poco tiempo.
Esta pista forestal, que corresponde con la carretera comarcal SO-850 que seguimos, siempre cuesta arriba con algún que otro pequeño descanso en el que la pendiente se hace más suave, hasta llegar al kilómetro 14 donde llevamos ya 10 kilómetros de ascensión sin parar. En éste punto kilométrico se encuentra el refugio Boca del Prado, a más de 1500 metros de altura y punto a partir del cual ya no encontramos más fuentes en el camino (así que algunos aprovechamos para recargar el bidón), y donde ya no queda ni rastro ni de hayas ni de robles, sólo un precioso bosque de pino albar que a estas alturas aún tienen una altura considerable.
También en este punto las fuerzas empiezan a flaquear para algunos mientras que otros ya se han destacado en cabeza hace mucho tiempo. Como siempre, y para no variar la costumbre, Agila iba de avanzadilla (y yo que creía que las copas y el trasnochar le iban a afectar en algo) junto con Vicente, el oriundo de la tierra. Por detrás, y con fuerzas sobradas iban Charly, Rubén y Efrén descolgándose con los que íbamos más tocados y regulando nuestras fuerzas, Fernando y un servidor, mientras, por detrás, Víctor hacía compañía a un incombustible Álvaro, que sufriendo y a su ritmo subía, subía y subía sin detenerse.
Desde el punto del refugio de invierno, aún quedaban 11 km hasta el alto de Urbión y más de 650 metros de desnivel. Unas cifras que a alguno nos resonaban en la cabeza pero que tratábamos de no analizar…solamente se trataba de disfrutar y disfrutar, ya que a esta altura ya se divisaba en el horizonte, allí abajo, el embalse de la cuerda del pozo y el valle del río Revinuesa que discurre hasta la localidad de Vinuesa.
El ascenso nos lleva hasta el primer punto de cruce con nuestro primer bucle. En el punto kilométrico 18 de la ruta, y 14 de ascensión, se encuentra el Cruce Tejeros a 1795 metros de altitud, punto en el cual, o bien se toma la pista de descenso a Vinuesa o bien se adentra uno en el bosque de los abuelos camino a los miradores de las lagunas y al alto del pico Urbión. Obviamente, nosotros tomamos el camino hacia los miradores, dejando la pista para nuestro posterior descenso.
En este cruce paramos a reagrupar. Un platanito para el cuerpo y tras un ligero descanso, todos hacia arriba ya que sabíamos que a partir de este punto la cosa se iba a poner más complicada ya que la pendiente aumentaría porque en menos de 7 km teníamos que superar más de 500 metros de desnivel y porque además la pista desaparecería y con la altura también desaparecería la vegetación, aparecería el viento y empezaríamos a “tocar” las nubes que veíamos correr a toda velocidad por encima de nuestras cabezas sin, para nuestras suerte, arrojar ni una sola gota de agua.
Es aquí, tras reanudar la marcha, que Vicente y Agila se marchan hacia adelante tomando unos centenares de metros de ventaja, mientras que por detrás, los 7 restantes íbamos más o menos agrupados.
Como se preveía, los pinos empiezan a perder altura, ya son más retorcidos y bajos, el firme desaparece poco a poco, y en un giro a la derecha, allí donde nos encontrábamos cazadores en sus puestos de reala, la pista desaparece en un camino de piedras sueltas que poco a poco se complica. Es proporcional, aumenta la dificultad, desparece la vegetación y aumentan el frío y el viento…afortunadamente no llueve. Vamos ascendiendo por el GR-86.1.
La pista que lleva directamente al Urbión es un auténtico pedragal y en subida bastante complicada. Pone a prueba el equilibrio sobre la bici y las ya mermadas fuerzas de algunos. Afortunadamente, al desaparecer la vegetación, las vistas se vuelven más espectaculares y el complicado camino nos regala unos paisajes verdaderamente alucinantes.
En el kilómetro 22 de nuestra ruta, 18 de ascensión, a 1960 metros de altura, nos encontramos con el último punto de cruce del pequeño bucle que se hace para poder llegar al mirador de la Laguna Negra. En este punto ya habíamos perdido de vista a Agila y a Vicente. Éramos 9 y 2 se habían extraviado…afortunadamente pensamos que Vicente, como buen conocedor de la zona, llevaría a Jesús sin nigún problema a los miradores de las lagunas y a lo alto del Pico Urbión. Así pues, sin dos componentes del grupo, tomamos el cruce a la derecha (lo cual supuso un cierto error al que nos dejamos conducir por seguir el track…como luego contaré).
El desvío conduce a una pequeña bajada pedrolera bastante humedecida y algo peligrosa que nos deja en el borde de una pequeña laguna que todos pensábamos que era la laguna helada…pues no, se trata de una pequeña lagunilla que da acceso a la pista del mirador de la Laguna Negra. Así pues pequeña parada, fotos por doquier y de nuevo pista arriba para volver a subir a la cota desde la que habíamos bajado,…y más allá, ya que la pista sigue ascendiendo hasta el desvío a la derecha que da acceso al mirador de la Laguna Negra y al que hay que llegar descenciendo por un camino realmente de cabras.
Llegar al mirador de la Laguna es algo indescriptible. Nos encontramos a más de 1900 metros, sin vegetación, con el cielo totalmente encapotado y con el viento soplando bastante fuerte. Acercarse hasta el cortado en el que está situado el mirador natural es una auténtica pasada…allá abajo está la laguna glaciar llamada Laguna Negra, casi 200 metros de desnivel entre nosotros y ella. Un paisaje brutal y unas vistas que por sí solas justifican el haber llegado hasta allí.
La Laguna Negra es una formación glaciar sobre la que recaen multitud de leyendas y cuentos. Es el lugar donde Antonio Machado cuenta que los hijos de Alvargonzález arrojaron su cuerpo después de asesinarlo, cuentan que no tiene fondo, que existe un canal entre ella y el mar, que existe un monstruo que vive en sus aguas, etc, etc, etc. Leyendas todas ellas que se pueden buscar en Internet y que aseguran un buen rato de lectura…por ejemplo, aquí: http://www.rutasyleyendas.com/enclavesleyenda/enclave11-lagunanegra/laguna%20negra.html o aquí: http://www.slideshare.net/cnbarrio/leyendas-laguna-negra Yo sólo puedo decir que el espectáculo de ver la laguna a esa altura tiene poco comparación con otras vistas a las que hayamos llegado en bici. Es altamente recomendable.
Una vez hechas mil fotos, comentar el lugar en el que estábamos y acordarnos de Agila y Vicente por si se perdían el espectáculo (cosa que nos costaba creer puesto que Vicente sabe muy bien cómo llegar hasta allí), retomamos nuestras bicis y ascendiendo lo descendido, tomamos de nuevo la pista que nos conduce, esta vez si, a la Laguna Helada, una nueva formación glaciar, la que se sitúa a más altura y que está localizada en un enclave espectacular, en un circo abierto con vegetación de estepa y abierta y desprotegida totalmente.
A la altura de esta Laguna empezó nuestro calvario particular. La pista desparece totalmente, nos encontramos ya a más de 2000 metros de altura, con más de 20 kilómetros de ascensión seguida y con las fuerzas bastante justas. No hay ni siquiera sendero, y allá, a lo lejos y a lo alto, podemos ver una cima que obviamente no es el Urbión que mucho nos tememos que tenemos que alcanzar…como así fue. Sin sendero posible, con la bici a cuestas y echando el hígado por la boca, subimos todos (menos Agila y Vicente), hasta el alto. ¡¡Qué palizón!!. Menos mal que ya sólo nos quedaban 2 kilómetros hasta la base del Urbión, pero…¿Dónde están Agila y Vicente?.
La llegada a la base del Urbión tuvo una dificultad más añadida a la pendiente ascendente, la flaqueza de fuerzas y los pedrolos del suelo; se trata del viento, en este caso de lateral izquierdo. Soplaba con tal fuerza que se hacía muy complicado no sólo mantenerse encima de la bici, sino mantener la verticalidad. Las rachas eran tan fuertes que te desplazaba más de dos metros cada vez que llegaba una. Aún así, Charly y Sheol por delante, conmigo y con Efrén detrás, llegamos los primeros a la base del Urbión tras un ligero descenso por una pista que más que pista parecía cortafuegos.
Poco a poco llegaron los demás, Álvaro, Rubén y Fernando, momento que aprovechamos para hacernos una bonita foto de grupo justo en la base del Pico Pelao que es como le llaman los locales al Pico Urbión, pero, ¿Dónde están Agila y Vicente?...ni rastro de ellos. Pensábamos que estarían allí, en la base, esperándonos, ya que teníamos la sospecha de que en el cruce del último bucle ellos habían tirado pista arriba.
Como no dábamos con ellos y la cobertura de los móviles era casi nula, decidimos hacer algo más de tiempo visitando el nacimiento del río Duero y sin hacer ni la más mínima intención de subir los más de 50 metros de desnivel que nos separaban de la cima…con llegar a la base era mucho más que suficiente. 
Así pues, en fila de a uno, fuimos bajando por la ladera del Urbión donde, a escasos 400 metros se encuentra el nacimiento del río Duero. De nuevo un buen pateo, y de nuevo un magnífico pedrolar…Una vez salvada la distancia, llegamos al cartelón de madera que marca el nacimiento del río. Muchas fotos, muchas risas, comentarios, y tras estar un rato allí, decidimos que ya era hora de ir regresando y buscando un sitio más calentito y con menos viento para comer. Pero eso sí, ¿Dónde están Agila y Vicente?. Con un mínimo de cobertura (alucinante a más de 2000 metros de altura), Efrén consiguió localizar a Jesús. Efectivamente habían tomado el desvío por la izquierda en lugar de por la derecha, habían llegado al Urbión, habían escalado, bici en ristre hasta el mismísimo pico y habían estado esperándonos más de un ahora a que llegáramos. Debimos cruzarnos en el momento en que nosotros estábamos subiendo desde la Laguna Helada, porque en lo que nosotros bajamos al nacimiento del Duero, ellos llegaron a la laguna helada y el mirador de la Laguna Negra, haciendo un recorrido muchísimo más lógico que el que marcaba el track y que nosotros hicimos.
Una vez localizados, quedamos en reencontrarnos en el desvío donde nos fuimos por distinto sitio, por lo que en menos de nada, enfilamos nuestras bicis hacia ese cruce y subiendo primero y bajando el pedrolar después, conseguimos volver a reagruparnos contándonos nuestras batallitas particulares con el viento, las piedras, el pateo…menos mal que no llovía!!.
Una vez reagrupados tiramos monte abajo por el camino por el que subimos y que nos lleva de vuelta al cruce con la pista de regreso a Vinuesa, allá donde estaba el cartelón del bosque de los abuelos, es decir, el Cruce Tejeros.
La merecida parada para comer la hicimos a las 15:30 de la tarde. ¡¡¡Y qué comida!!!...el magnífico bocata de chorizo blanco y rojo que había preparado Jesús (Agila) por la mañana era una auténtica delicia. Un bocata enorme, hasta arriba de embutido que nos supo a gloria y algo más que a gloria ya que el hambre y el cansancio ya eran bastante grandes.
Un buen rato después, nos dispusimos a tomar de nuevo camino sabiendo que los 22 kilómetros que nos faltaban eran prácticamente todos en bajada,  a excepción de un tramo de unos dos kilómetros cerca de Vinuesa.
La bajada fue espectacular, una velocidad increíble por un paraje maravilloso. El bosque de pinos albares, según bajábamos en altura, se hacía cada vez más frondoso, y en un momento dado, el bosque de coníferas dio paso a un maravilloso hayedo que, en esta época del año nos enseñaba sus miles de tonso entre el verde, amarillo y marrón. Tal era la belleza del lugar, que Rubén y yo nos detuvimos a deleitarnos con él y hacer fotos, admirando el paisaje. Y es que un hayedo es como los bosquecitos de los cuentos, da la impresión de que en cualquier momento va a salir un gnomo de la base de un árbol o que caperucita roja va a aparecer unos metros más allá.
Nuestra tardanza en llegar al punto de reagrupación, hizo sospechar al resto del grupo que nos había pasado algo, pero justo cuando Vicente se disponía a ir en nuestra búsqueda, Rubén y yo llegábamos al lugar donde estaban parados, justo en el cruce de la pista forestal con la carretera que une Vinuesa con el aparcamiento de la Laguna Negra.
Fueron pocos los metros que recorrimos por dicha carretera ya que enseguida tomamos una pista que salía a la derecha y que discurre por la parte alta del valle del Revinuesa camino de Vinuesa. A esta cota, el bosque estaba salpicado de personas buscando setas entre los pinos…
La pista de acceso a Vinuesa es un auténtico rompepiernas. Si ya llevábamos poca tralla en las piernas, los últimos 11-13 kilómetros son un auténtico suplicio. Rampas petantes de no más de 50 metros daban paso a rampas cuesta debajo de la misma longitud…al menos 5 o 6 de ellas que llevan inevitablemente a los últimos kilómetros de ascenso de la jornada, no demasiado duros, pero si pestosos por aquello de llevar casi 50 kilómetros en nuestras piernas con más de 1400 de acumulado.
El fin de la subida es casi el fin de la ruta. Una cuesta abajo brutal, de unos dos kilómetros nos conduce directamente a la entrada de Vinuesa. Tal era la cuesta abajo, que mi cuenta-kilómetros llegó a marcar 62 km/h…una burrada!!.
La última reagrupación la hicimos a la entrada del pueblo. De esta manera, los 9, ya juntitos y en compañía, hicimos entrada en Vinuesa a la altura del hostal. Eran las 17:15 de la tarde de una jornada espectacular, sin lluvia y con un tiempo magnífico. Una ruta de las que hacen afición, con todos los ingredientes de las rutas épicas, y con la satisfacción de haber ciclado por una zona francamente espectacular, preciosa.
Mientras que los compañeros que vinieron de Madrid y de San Leonardo de Yagüe cargaban sus bicis en los coches, los cuatro “residentes” fuimos hacia el bar para dar buena cuenta de unas cuantas jarritas de cerveza. Al cabo de un rato, los 5 se acoplaron a la opcional. Poco a poco los compañeros se fueron marchando, los que vinieron de Madrid, tomaron de nuevo el camino a casa ya que les esperaban aún más de 2 horas y media de viaje, mientas Fernando y Vicente se dirigían hacia San Leonardo, lugar desde el que Ciclo volvió a Madrid también, y Vicente se pensaba si venir con nosotros al día siguiente al Cañón del Río Lobos, tan cercano a su casa.
Por nuestra parte, el fin de la opcional fue el principio del resto del día…una opcional que se alargó en unos casos hasta las 12 de la noche entre la cena, vino, chupitos y copas, y en otros casos de nuevo hasta las dos de la madrugada…y es que hay algunos que no tienen límite, jejeje.

Y hasta aquí el relato de lo sucedido el sábado 19 de octubre de 2013, día de la magnífica ruta de ascenso al Pico Urbión y que tanto tenemos que agradecer a nuestro querido amigo Rubén (Karpov). Ojalá podamos repetir algo similar muchas veces y que además el número de compañeros sea aún mucho mayor…

                                          Urbión por Ruben
                                                               Urbión por JuanCar                                                        
                                                               La vision diabolica de las rutas

2 comentarios:

Diabolik dijo...

Buuufff he vuelto a petar con tu relato jajajaja espectacular tu vision de la ruta

Juan Carlos dijo...

Pues no te imaginas cómo le he vuelto a vivir yo al escribirla...

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