lunes, 15 de abril de 2013

Por las cercanias del pico de la Miel

    Crónica de JuanCar
Casi tres semanas han tenido que pasar desde que empezó la primavera para que empezáramos a ver el sol y el calorcito propio de la estación. Todos andábamos ya un poco hartos de frío y lluvia y teníamos muchas ganas de poder salir a pedalear de corto y disfrutando de una buena temperatura.

Lo malo es que con tanta lluvia y frío, la acumulación de nieve en la sierra hace que no sea recomendable aún ir hacia cotas más altas, por lo que una buena opción es ir a conocer nuevas zonas sin correr el riesgo de toparnos con hielo o demasiado barro, aunque esto último es algo casi imposible porque barro hay casi por cualquier sitio ya que el agua brota por lugares por donde hacía muchísimo tiempo que no brotaba.
Tras desestimar la idea de Fernando de hace un par de semanas de dar la vuelta al embalse del Atazar, sobre todo debido a que la duración de la ruta se nos podría ir de tiempo, decidimos hace una inédita que, aun pasando por el embalse, nos permitiera poder llegar a un tiempo prudencial a los coches (cosa que tampoco conseguimos). El punto de inicio de la ruta fue el pueblo serrano de El Berrueco, en las proximidades de una de las colas del embalse de El Atazar.
Como es nuestra costumbre, la hora de quedada fue a las 8:45. Es maravilloso ver lo avanzado del día a esa hora en ésta época del año. El sol ya bastante alto en el cielo y la escasez de nubes en él, presagiaban una mañana magnífica para montar en bici. El caso es que la desconfianza en la meteorología y quizá la inercia del invierno, hizo que muchos de nosotros acudiéramos demasiado abrigados, y es que no podíamos creer que en menos de dos días pasáramos de temperaturas tan bajas a un tiempo tan primaveral, casi veraniego…pero así es nuestro Madrid.
También como de costumbre, nos citamos a la hora acordada casi 20 amiguetes, concretamente 18 y que bien podíamos haber sido alguno más si la mecánica no le hubiera jugado una mala pasada a alguno que otro. Así, a la hora de la salida estábamos 
preparados los siguientes compañeros: Roberto, Jesús (Agila), Rodrigo (Glabre), Ángel (Arrojo), Amador (Cronos), Javi (Jablan), Javi (Javier Carvajal), Nacho (Gorcam), Pablo, Javi (Marek), Jesús (Terminal), José Antonio (Ballesteros), Antonio, Alberto (Peke), Pachi, Rubén (Karpov) y un servidor…si, si, ya sé que en la lista sólo hay 17 y que falta uno. Y es que Fernando (Ciclo), quedó en esperarnos en la cancela de acceso de la pista de El Villar cuando se une con la carretera de la presa del mismo nombre. Es decir, la primera decena de kilómetros la haríamos 17 y luego se nos uniría Ciclo que cuando nosotros termináramos aún tendría un buen camino por delante para llegar a su punto de origen.
El día, además, fue un día de esos de cambios de monturas ya que yo debía probar la bici que Rodri llevaba para ver si me la quedaba y que Agila iba a utilizar mi RiZi ya que estaba sin montura porque su Zesty estaba en depósito para su venta mientras le daban su nueva y flamante Scott Spark de 29.
Así pues, prácticamente a las 9:00 en punto de la mañana, partimos del punto de origen camino del primer objetivo: bordear una de las colas del embalse del Atazar por el camino del canal de El Villar. Por tanto, abandonamos el pueblo de El Berrueco por su lado oriental, y en menos de 1 km estábamos entrando ya en el canal de El Villar y disfrutando de una magnífica vista del embalse del Atazar casi completamente lleno.
El embalse del Atazar es uno de los seis embalses del río Lozoya y el mayor de la comunidad del Madrid. Él, por sí sólo, supone más de 46% del agua embalsada en nuestra comunidad. Como curiosidad, el embalse, por motivos de seguridad de la presa, no alcanza nunca el 100% de su capacidad, ya que años atrás, y debido al tipo de terreno (básicamente pizarra), sobre el que se asientan los laterales de la presa, ésta se fisuró debiendo proceder a su reparación añadiendo vigas, columnas y miles de toneladas de hormigón. Ésta es la razón por la que aun desembalsando agua del resto de los embalses anteriores a él en el curso del río, El Atazar jamás se llenará. Si queréis más información sobre el embalse y la presa del Atazar….pues Wikipedia: http://es.wikipedia.org/wiki/Embalse_de_El_Atazar.
La pista del canal de El Villar es una pista del canal de Isabel II al uso. Continuos sube-baja, algunos tramos de pista un poco rotos, y pequeños senderos laterales que del circular de senderistas y bikers se han convertido en alternativa de paso y que discurren por encima de los acueductos que transportan el agua desde la cercana presa de El Villar. Las copiosas lluvias de las semanas pasadas han provocado que el nivel de los riachuelos y arroyos que desembocan en el embalse estén repletos de agua, como pudimos comprobar en uno de los pequeños saltos de agua cercanos a El Berrueco y muy cerca de nuestro punto de partida y que lo forma el arroyo que aparece en los mapas como “arroyo Jóbalo”. Tras una parada “turística” para ver de cerca el salto de agua, reiniciamos la marcha siguiendo la orilla del embalse.
La pista del canal de El Villar es básicamente llana a excepción de, como decía, unos pocos sube-baja. En uno de estos sube-baja, ya muy cerca de la carretera que da acceso a la presa, al ir a cambiar de piñones, Javi (Javi Carvajal), rompió la cadena de su bici lo que obligó a reagruparnos y avisar a los compañeros que iban por delante. La reparación fue sencilla y rápida, por lo que en menos de un santiamén estuvimos de nuevo en camino.
Justo en la cancela que da salida (o entrada según se mire) al canal de El Villar desde la carretera de Navas de Buitrago, nos estaba esperando el decimoctavo componente del grupo: Fernando (Ciclo). Justo en este punto decidimos realizar una pequeña visita turística a la cercana presa de El Villar. Algunos bajaron a la presa utilizando una pequeña trialera, mientras que otros decidimos que lo mejor era acercarnos por carretera.
La vista del embalse de El Villar es espectacular. El agua totalmente en calma en un embalse, que éste sí, se encuentra a día de hoy al 100% de su capacidad y desembalsando agua sobre el cercano Atazar. El desembalse de agua es brutal, miles y miles de litros por minuto se precipitan desde una altura de unos 50 metros hasta el fondo de la garganta por la que discurre el río Lozoya. El entorno, además, es precioso, el cercano pinar de Casasola añade un punto idílico al paisaje ya que las aguas tan en calma, el reflejo de los árboles en el agua y el cielo tan azul con una luz primaveral tan maravillosa, hacen que las vistas sean dignas de contemplar y disfrutar.
Tras una foto de grupo (algo reducida puesto que algunos compañeros no bajaron hasta la presa), nos dispusimos a rehacer nuestros pasos y volver de nuevo a subir carretera arriba (otros tiraron por la trialera, de subida), para enlazar de nuevo con el track.
 A partir de este punto el perfil de la ruta parecía endurecerse. Abandonábamos las cercanías de los embalses y nos dirigíamos hacia el pueblo de Cinco Villas sin llegar a entrar en la localidad de Navas de Buitrago. La subida hasta el pueblo la hicimos por un camino totalmente embarrado, y es que se trata de una zona de desagüe de arroyos que 
anegan una pradera en continua caída hacia el cauce represado del Lozoya. El barro acumulado en el camino y la pendiente, hicieron que más de uno tuviera que bajarse de la bici para atravesar lo que en algunos puntos era un auténtico cenagal. El paisaje, aun así, era especialmente bonito, muy verde debido a lo mojado del terreno y con construcciones tan peculiares como el “puente del cura” que libra el cauce del Arroyo de los Álamos, arroyo principal de esta zona y que recoge el agua de todos los arroyos de la zona para conducirla irremediablemente al embalse de El Villar.
Una vez debidamente reagrupados en la calle de entrada al pueblo de Cinco Villas, continuamos nuestro camino siguiendo el track marcado y que nos llevaba callejeando por el pueblo hasta su salida occidental por una pista de tierra que circula justo por la falda del cerro de las Cinco Villas.
Una vez superado el desnivel (en algún punto bastante acusado) de la pista paralela al pinar del cerro, llegamos a un punto donde las vistas del cercano valle del Lozoya se abren ante nosotros. Entre la lejanía podemos distinguir el embalse de Riosequillo, también repleto al 100%, y los pueblos de San Mamés (incluso se distinguía la chorrera), Pinilla de Buitrago, Villavieja del Lozoya y Buitrago del Lozoya. Podemos incluso señalar la posición del puerto de Navafría y el recorrido de la Horizontal, totalmente nevada ahora, hasta el paso de Somosierra. En definitiva, una vista excepcional.
Desde este punto, mientras algunos tiraron monte arriba en dirección hacia el Cerro de Peña Caldera (punto más alto de la ruta), otros esperábamos la correspondiente reagrupación para, ya juntos, llegar a la cima del cerro y tomarnos un respiro avituallándonos en condiciones y haciendo la foto de grupo que algunos, incautos ellos, suponían que no se vería debido a la posición del grupo con respecto del sol, pero que como se puede comprobar, Jesús, nuestro reportero gráfico doctorado en Japón por la universidad de Canon, se ocupó de desmentirlo en la práctica, ya que la foto se ve perfectamente.
Desde este punto, y una vez reiniciamos la marcha, nos restaban aún más de 20 kilómetros para finalizar. Así pues, nos subimos a las bicis y nos tiramos cerro abajo para ir a buscar el lateral de la autovía A1 con dirección a la localidad de Lozoyuela. Eso sí, hasta llegar al pueblo, una serie de rampas empezaban ya a destrozar las fuerzas de algunos de los compañeros, por lo que a partir de éste momento las esperas se hacían algo más largas y el ritmo más lento. Y es que aquí, siempre se va al ritmo del menos rápido.
La llegada a Lozoyuela la hicimos por carretera, y la entrada a la localidad nos regaló una fuente de agua fresca donde la mayoría de nosotros aprovechó para recargar las provisiones de agua. Al igual que en el resto de la ruta, el track nos llevó por un recorrido “turístico” del pueblo, recorriendo más calles de las necesarias. Al final, acabamos abandonando el pueblo por su lado este y atravesando por debajo la A1 para ir a buscar las estribaciones del lado norte del Pico de la Miel.
La salida de Lozoyuela la hicimos por una vereda con el terreno en buen estado pero bastante cargado de enormes charcos algunos de los cuales ocupaban la práctica totalidad del ancho de la vereda. Y fue aquí, en el vadeo del Arroyo de la Dehesa, a la salida de Lozoyuela donde se produjo la anécdota graciosa del día. El arroyo bajaba tan cargado de agua que el paso al otro lado era algo complicado ya que las piedras que servían de “puente” estaban bastante sumergidas en el agua. Muchos de los compañeros decidieron que lo mejor era atravesar, bicicleta al hombro, por encima de esas piedras, mientras que otros pensamos que mojarnos los pies no nos vendría nada mal ya que hacía ya bastante calor. El paso del arroyo tenía su pequeña complicación, y no sólo por la cantidad de agua, sino porque tanto a la entrada como a la salida del arroyo hay un pequeño salto que hay que librar.

Y ahí va el tío Ángel cogiendo carrerilla desde unos 25 metros a un lado del arroyo para, a toda velocidad, tratar de atravesarlo dando un pequeño salto de entrada. La velocidad hizo que su rueda delantera no se quedara clavada en el fondo del agua, mientras que el salto produjo un efecto catapulta que le lanzó a él y a su bici contra la orilla del arroyo acabando por los suelos sin más consecuencia pero provocando la risa en todos nosotros…¡¡qué crack el tío Ángel!!. La verdad es que las rutas sin estas cositas y sin los chascarrillos de Rubén, el Jose Mota de Velilla no son lo mismo, y el domingo tuvimos de las dos cosas a partes iguales y en buena cantidad.
El paso del Arroyo de la Dehesa nos conduce por una vereda de nuevo encharcada hasta la vía de servicio de la A1. La ruta nos lleva por la vía de servicio durante unos escasos 700 metros para abandonarla después y reiniciar el camino por una nueva vereda que empieza a picar hacia arriba sin remedio.
La zona por la que discurre la ruta en este punto es espectacular. El terreno gana altura en muy pocos metros, incluso un pequeño despiste con el GPS hizo que tuviéramos que subir una trialera que me encantó, entre encinas y rocas y que va por la falda norte del macizo 
de La Cabrera. La pista de subida llega un momento que desaparece y vuelve a aparecer atravesando un nuevo arroyo que ni siquiera aparece en los mapas…lo que decía, baja agua incluso por donde debe hacer años que no baja. En este vadeo más de barro que de agua, Javi (Marek) se cayó, clavándose el extremo del manillar en la pierna, pero afortunadamente sin consecuencias.
Tras la oportuna reagrupación, tomamos el tramo final de la ruta siguiendo la pista y que en un momento dado atraviesa de nuevo la A1 pero mediante un puente en vez de un túnel.
Al atravesar el puente deberíamos de haber cogido un atajo que Javi diseñó para la ocasión y para evitar ir por carretera tantos metros, pero la aparición de una valla y el discurrir de un nuevo arroyo (Arroyo del Quiñón), hizo que desistiéramos de la idea y siguiéramos el track original, remontando por carretera la última subida del día y que junto con unas maravillosas vistas laterales del Pico de la Miel, y paralelo a la A1, nos conduce al alto de El Merendero.
Una nueva y última reagrupación en éste punto nos lleva a tomar el camino que conduce a la urbanización “Pradera del Amor”. Fiándonos del track  llegamos a un punto en el que no hay salida posible, por lo que, de nuevo fiándonos del track, acabamos haciendo campo a través por un jaral lleno de rocas que no estaba en los planes. Desafortunadamente luego pudimos comprobar que lo suyo hubiera sido coger una calle paralela en la urbanización y hubiéramos salido directamente a la carretera que enlaza la A1 con El Berrueco y que estábamos próximos a coger tras nuestro pateo por el campo…las risas que nos produjo atravesar “la pradera del amor” no tienen posible descripción.
Una vez en la carretera con destino a El Berrueco, y dado que el tiempo se estaba literalmente echando encima, desistimos de hacer el último tramo de la ruta y que abandona la carretera para entrar en el pueblo por el lado sur. Nosotros tiramos por la carretera directamente para cortar en un poco el tiempo de llegada.
Eran las 13:50 cuando llegábamos a los coches. La expresión de nuestras caras lo decía todo. A algunos la ruta se le hizo más dura de lo esperado, pero en general, a todos nos pareció más que una ruta, un rutón. Preciosas vistas, terreno muy variado y paisajes alucinantes…si a esto le añadimos a los compis, ¿qué más se puede pedir en una mañana primaveral como la que nos hizo?.
Lástima que no pudimos poner el broche final a la ruta con una buena opcional ya que la distancia a casa y lo tarde que era hizo que todos (alguno se quedó por allí a comer) saliéramos escopetados con nuestros coches. Bueno, todos no, a Fernando (Ciclo), aún le quedaba una buena distancia hasta su punto de origen.
Y más no se puede decir…

                                                        Fotos de Jesus
                                                        Fotos de JuanCar

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