lunes, 27 de julio de 2015

Los Miradores de Ordesa

Crónica de Juancar


Corría el mes de agosto del año 778 cuando un aguerrido guerrero al servicio de Carlomagno llamado Roldán (dicen que era su sobrino) moría en la batalla de Roncesavalles no sin antes lanzar su espada Durandarte contra el macizo de los Pirineos como último recurso para que ésta, plena de reliquias, no cayera en manos de sus enemigos los vascones.
Cuenta la leyenda que del impacto de Durandarte contra el macizo central de los Pirineos, se abrió una brecha en la montaña que hoy en día conocemos como “la brecha de Roldán o Rolando” y que ha sido durante siglos uno de los principales pasos de montaña pirenaicos entre España y Francia y frecuentado por refugiados, maquis y contrabandistas.
Nuestra particular batalla pirenaica no tuvo lugar en Navarra (Roncesvalles) ni pretendía expandir el imperio Carolingio, sino que solamente trataba de descubrir la belleza del Parque Nacional de Ordesa desde sus tres principales miradores desde los cuales poder observar, entre otras bellezas, la brecha de Rolando.
Nuestra historia comienza el día anterior a la ruta, el viernes 10 de julio a las 16:00. A esa hora, Rafa, Jesús, Rubén y yo iniciamos el viaje desde Madrid que nos llevará en poco más de cinco horas hasta nuestro campamento base, el Hotel Sánchez en Aínsa. Un pequeño paseo por el pueblo para estirar las piernas y una suculenta cena a base de tortilla de patatas, cecina, lomo y demás viandas son las últimas cosas que hacemos antes de irnos a dormir y descansar lo suficiente para afrontar el rutón que nos espera el día siguiente.
El sábado 11 de julio amaneció para nosotros a las 7:30 de la mañana. Mientras que unos nos desperezábamos, otros seguían el encierro de los sanfermines y juntos, a las 8:00 de la mañana, dimos buena cuenta de un suculento desayuno en el buffet del hotel. Una vez llenos los estómagos y vestidos de romanos, cargamos las bicis en el coche y recorremos los más de 40 km que separan la localidad de Aínsa de la de Broto, lugar de inicio de la ruta.
Tras los preparativos iniciales empezamos a dar pedales algunos con un cierto nerviosismo. Alguno sabía lo que se iba a encontrar, pero otros sólo lo intuíamos, y el hecho de afrontar nuestra particular batalla de Roncesvalles (sin estar en Navarra), nos ponía un poco de los nervios; sabíamos que íbamos a sufrir, pero también sabíamos que ese sufrimiento se iba a ver compensado con un magnífico premio.
Los primeros kilómetros de la ruta fueron tranquilos, salimos de Broto en dirección a la ribera del río Ara, y durante unos pocos kilómetros, ciclamos paralelos a su curso. Todos sabíamos que este inicio era un mero espejismo, un pequeño calentamiento para las piernas que hoy habrán de dar mucho de sí.
A escasos 3 km, el camino se separa de la ribera y se acerca a la carretera que circula atravesando la localidad de Sarvisé, y justo aquí empieza la ascensión que no dejaremos hasta 25 km después. La subida empieza por asfalto; durante unos 4 km circulamos por la carretera que une las localidades de Sarvisé y Fanlo en continua subida con un desnivel moderado del 6-8% que empieza ya a calentar nuestros cuádriceps. Pasada ésta distancia, un giro de casi 180 grados nos conduce a una pista de tierra un poco rota cuya pendiente se vuelve bastante más agresiva. El desnivel empieza a ser bastante acusado, y en mi caso, yo que soy tan diésel y que necesito mucho tiempo para calentar, las piernas estaban ya empezando a  quejarse.
De la misma forma que aumentaba la dificultad, también aumentaba la belleza del paisaje. La pista asciende por un robledal que poco a poco añade metros de altura sobre el valle y añade belleza en la misma proporción a las vistas. El bosquecillo en ocasiones cerrado, en ocasiones más abierto, nos deja ver la altura que vamos adquiriendo, y la altura de las montañas que nos rodean.
Esta pista nos conduce directamente hasta la localidad de Buesa, una pequeña villa enclavada en el centro de un valle donde lo que se respira esencialmente es tranquilidad. Las calles empedradas y estrechas, las casas de piedra recia para soportar los rigores del invierno y la verticalidad de la torre de la iglesia que se recorta contra el pinar, hacen de este lugar un pequeño paraíso que cuelga como un pequeño balcón sobre el valle del río Ara.
Una pequeña parada en Buesa para admirar el paisaje y seguimos camino de nuestro objetivo. La salida de Buesa es sencilla ya que tan sólo hay una calle principal. La salida además, coincide con el inicio de la pista de las Cañas que va camino de los miradores de Ordesa. Un cartel advirtiendo que lo que empezamos es una pista de alta montaña nos pone ya en aviso de que lo que vamos a encontrarnos a partir de ahora no es moco de pavo.
Muy pocos centenares de metros después de salir de Buesa, la pista empieza a volverse realmente dura. Las rampas de unos 500 metros al 12-14% se alternan con pequeños descansos de unos 500 metros al 5-6% formando una especie de escalones que permiten que la subida no se haga demasiado dura…al menos hasta este punto.
Sobre el kilómetro 13 de la ruta nos encontramos la valla que prohíbe el acceso a cualquier vehículo no autorizado. No hace mucho tiempo, allá por el año 2009, ningún otro vehículo que no fueran los 4x4 de los hoteles y los de los forestales tenía prohibido su paso, incluso hasta las bicicletas. Afortunadamente a partir de ese año, el tránsito en 2 ruedas está permitido.
Poco más arriba de dicha valla nos paramos en una zona de cascadas que por culpa de la acusadísima ola de calor empiezan a escasear. Es éste punto el que creíamos que era la última oportunidad de coger agua, y así, decidimos rellenar nuestros bidones y nuestras camelback para afrontar los aún 12 largos y duros km de subida. Pero cuando ya estábamos casi listos, una pareja de senderistas ya entrados en años nos advirtieron que esa agua no reunía muchas condiciones, y que unos metros más arriba encontraremos la que de verdad sí era la última fuente antes de afrontar la subida, y sin más, nos encaminamos hacia ella…
La fuente de la teja, en el kilómetro 15 de nuestra ruta es el fin y el incio. El fin de las rampas “más suaves”, el fin del bosque tupido, el fin de la pista en buen estado, y…el inicio; el inicio de las rampas más duras, el inicio del sol de justicia ya que empieza a no haber árboles y el inicio de la escalada definitiva hacia los miradores.
Desde la fuente, los dos kilómetros más duros de la subida nos esperan. 2000 metros en los que se ascienden más de 300 metros de desnivel…rampas sostenidas del 19-20%, suelo más o menos roto, de pizarra…la verdad, para mi fueron dos kilómetros de auténtico calvario sólo suavizado por las impresionantes vistas sobre el valle del río Ara a la altura de Broto que aún a veces se adivinaba allí abajo.
La dura ascesión de estos dos kilómetros termina en una pradera a la que se llega mediante un giro a la derecha. La curva, además, hace que el camino se abra y que, al fondo, empecemos ya a ver los picos de 3000 metros de la boca de acceso al Parque Nacional de Ordesa. Al fondo, como si fuera un photo-call, las montañas peladas, impresionantes, se alzaban sobre la pradera a trazos verde a trazos beige.
Una pequeña parada para tomar aire que empezaba ya a escasear a esa altura (1800 metros), y de repente una mirada hacia delante, a la pista, para descubrir ante nosotros como el camino se empinaba de una manera infernal. De manera resignada y con las piernas echando fuego ya, nos dispusimos a subir aquel maldito rampón que termina, de repente en una explanada que empieza a engrandecer la ruta. El photo-call de Ordesa empieza a abrirse ante nuestros ojos….la pradera, pelada ya de árboles tiene de telón de fondo sendos picos de 3000 metros que se yerguen por encima del valle de Ordesa a su entrada por Torla…Una visión que ya empieza a impresionarnos.
Una impresión que no paraba, puesto que el rampón de subida a la pradera da acceso a una zona de zetas que una vez negociada, y desde arriba hace que el curvón aquel que abría el paisaje se mostrara allá bajo, casi 200 metros de desnivel por debajo de las ruedas de nuestras bicis.
Pero eso no es todo. Cuando crees que ya no queda nada por subir, cuando una pequeña bajada te sitúa ya en posición de acceder casi al primer mirador, una subida (que además ves desde lejos), termina por hundir tu moral y tus fuerzas. Son tan sólo unos 400 metros como mucho, pero son de los 400 metros más infernales que he tenido oportunidad de subir. A 2000 metros de altitud, 400 metros con un desnivel prácticamente uniforme del 22% y después de más de 20 km de continua ascensión hacen que te plantees esto del MTB (mentira, pero queda bien).
La rampa es de tal magnitud que sólo el superserie del grupo (Jesús – Agila), fue capaz de hacerla completa. Los demás nos tuvimos que conformar con subirla de la mejor manera posible; a ratos encima de la bici, a rotos tirado de ella mientras se abrasaban nuestros cuádriceps cuando estábamos sobre el sillín y nuestros gemelos cuando estábamos caminando.
Pero nada dura eternamente, y atravesar aquella subida, que coincide con la zona denominada “estrecho de Arazas”, vuelve a dejarnos unas magníficas vistas de los picos de 3000 metros que llevábamos viendo un buen rato.
Unas fotos, unas risas, una o varias fotos de grupo, y a seguir, que ya estamos llegando…La pista de las Cañas atraviesa así el estrecho de Arazas y desemboca en la pista de las Cutas en un cruce de caminos que, a izquierda nos conducirá más adelante hacia Torla, y a su derecha nos llevaría hasta Nerín atravesando la parte sur de la Faja de Pelay donde se sitúan los tres miradores objeto de nuestro camino hasta aquí.
Sin más dilación tomamos la pista de las Cutas a la derecha, y unos centenares de metros después, llegando al primer mirador, los ojos se nos salen de las órbitas…¡¡qué espectáculo de la naturaleza!!.
Ante nosotros, y de forma casi sorpresiva, y casi al borde de la pista de las Cutas, se abre el lugar del primer mirador (que se encuentra unos pocos metros hacia la izquierda saliendo dela pista). Un lugar que no tiene posibilidad de ser descrito de ninguna forma posible.
Enfrente los picos de 3000 metros que nos venían acompañando hace rato con la archiconocida brecha de Rolando como premio a nuestra particular Roncesvalles. Abajo, a casi mil metros bajo nuestros pies y casi de forma vertical, el fondo el valle de Ordesa, a la altura del circo de Cotatuero, con la caída de agua de la cascada de Cotatuero y su particular subida hacia la brecha de Rolando. Por su parte el primer mirador, en forma de proa de velero, se sitúa prácticamente colgado en la faja de Pelay hacia el valle. Asomados a su borde, una caída prácticamente vertical de más de 700 metros hace que las mariposas se noten en la boca del estómago antes de que empiecen los vértigos.
Ante ese espectáculo nos dispusimos a comer. Normalmente la comida en ruta no se prolonga más allá de 15-20 minutios, pero es que aquel espectáculo era digno de ser admirado durante un buen rato. La parada quizá duró más de lo que debería, pero cuando se tiene delante todo aquello el tiempo se detiene de una forma curiosa.
Una vez comidos decidimos que lo suyo es ir a buscar los otros dos miradores. Así pues, nos subimos en las bicis y enfilamos la pista de las Cutas en dirección Nerín.
La pista de las Cutas transita por la parte sur de la faja de Pelay. En principio podía pensarse que se trata de una pista prácticamente horizontal…pero no. Es un conjunto de sube-baja que después de comer y tras la subida de por la mañana, se hace especialmente pesada en algunos tramos. A escasos 2 km del primer mirador se abre una brecha en la faja, y un precioso barranco de piedra caliza se abre a nuestros pies. En un principio pensábamos que éste era el segundo mirador, pero nada más lejos de la realidad. La vista del barranco es bonita, si, pero desde el segundo mirador, situado a unos 3 km del primero la vista es brutal. Tan brutal como la vista desde el primer mirador.

Desde este segundo mirador se puede ver cómo hemos dejado atrás el circo de Cotatuero y como nos acercamos cada vez más hacia la zona del refugio de Góriz y la zona de las gradas de Soaso. La vista es maravillosa, es un inmenso cañón de más de 600 metros de profundidad que tenemos la gran suerte de poder avistar desde arriba. Al fondo se adivina ya Monte Perdido, con sus nieves casi perpetuas.
La visita al segundo mirador es el preludio del tercero. Para llegar a él debemos adentrarnos en la pista de las Cutas aún 1 kilómetro más y salir de la pista otro kilómetro añadido, por un camino que, pensando que sería más sencillo que la pista rota que lleva realmente al mirador, empieza a ascender de forma asfixiante hasta los 2250 metros de altitud por un sendero que sólo (y de nuevo) Jesús fue capaz de ciclar…
Una vez llegado al punto del tercer mirador, nos volvemos a quedar boquiabiertos. Éste último mirador está situado de tal forma que parece que estás literalmente volando. La caída vertical es vertiginosa. La faja de Pelay a nuestra derecha desemboca en la falda de Monte Perdido. El gran circo de la cola de caballo se nos abre delante nuestro, y allí al fondo, incluso se llega a adivinar la famosa caída de agua.
El refugio de Góriz enfrente nuestro y por encima de la cola de caballo, a nuestra misma altura. Y por debajo de nosotros la senda que conduce desde la entrada del Parque Nacional hasta la cola de caballo pasando por las gradas de Soaso que se ven perfectamente a nuestros pies.
Incluso somos capaces de distinguir las sendas de ascenso de los montañeros hacia Monte Perdido…la senda de los cazadores se adivina a lo lejos, y la multitud de senderos nos deja impresionados.
Son unas vistas indescriptibles, rudas, agrestes, grandiosas, que nos hacen sentirnos muy, muy pequeñitos. El olor, el ruido del agua, la visión de los buitres planeando por encima de nuestras cabezas….no hay ningún otro sitio igual. Es un auténtico espectáculo.
Aún conmocionados por la belleza de lo que acabábamos de contemplar, cogimos las bicis y nos dispusimos a desandar lo andado en la pista de las Cutas. De nuevo el sube-baja, ya más costoso debido al cansancio acumulado y la gran cantidad de horas encima de la bici hasta llegar al cruce con la pista de las cañas.
Es aquí donde ya se libera la cabeza. Sabemos que ya sólo nos queda bajar…y bajar de forma vertiginosa hasta Torla que ya vemos allá abajo, en lontananza.
La bajada es rápida, con un desnivel muy acusado y con un terreno muy irregular. La piedra caliza mezclada con arena en algunos lugares y con alguna que otra pizarra hacen que extrememos al máximo las precauciones. Al fin y al cabo el día estaba siendo estupendo y no había motivo para que se fastidiara por imprudencia.
Dos o tres cortas paradas para reagrupar en la bajada antes de que ya casi a la altura de la Ermita de Santa Ana, Jesús, en un tramo que en principio no tenía ninguna dificultad, debió pillar de mala manera una piedra y ésta, con mala saña abolló su llanta trasera, desllantó su cubierta y del impulso del rebote de su trasero sobre el sillín, produjo una fisura en la tija. Afortunadamente no hubo caída y tras reparar la rueda trasera y darnos cuenta de que él ya no podía someter a su sillín al peso de su cuerpo, terminamos el descenso de la misma manera que terminó el fin de semana ciclista para Jesús, que desafortunadamente no puso realizar la ruta del domingo.
La parte final del descenso, justo después de la Ermita de Santa Ana es muy peligrosa. La pista está muy rota, con muchas rodadas y mucha piedra suelta. Todo esto nos hace extremar las precauciones ya que el cansancio y la sed (no teníamos agua ya que el último lugar donde se podía coger dicha agua fue la fuente de la Teja) hacen que nos volvamos erráticos y cometamos errores muy fácilmente.
La pista de las Cutas acaba en el puente medieval de Torla. Un lugar fantástico a la entrada del Parque Nacional donde se puede observar desde qué altura hemos bajado (y a qué altura hemos subido). Las montañas que dan entrada a Ordesa se yerguen ante nosotros como precio a lo que estábamos a punto de terminar. Las aguas del río Ara, ya escasas por la ola de calor y por lo avanzado del verano nos acompañan con su rumor mientras observamos el paisaje.
La subida a Torla desde el puente la hicimos atravesando una vereda en subida que al límite de nuestras fuerzas nos deja en la carretera principal y ante la visión de un bar donde, sin pensarlo dos veces, nos sentamos y disfrutamos de una magnífica jarra de cerveza y un buen rato de descanso antes de lanzarnos carretera abajo para llegar de nuevo al aparcamiento de Broto.
Fueron más de 8 horas de ruta. Un rutón. Casi 2000 metros de desnivel positivo para una distancia de más de 50 km. Pero todos esos datos, fríos, no merecen la descripción de la ruta.
Los miradores de Ordesa merecen una visita, quien pueda en bici, pues en bici, sufriendo para obtener la recompensa. Quien pueda andando, pues andando, y quien no pueda ni en bici ni andando, pues alquilando los servicios de un 4x4 que le suba hasta allá arriba, porque allá arriba, no lo dudéis, está el paraíso, el cielo de Rolando, allá donde fue cuando murió víctima de los Vascones tras lanzar su espada contra la montaña, allí donde cuatro grandes amigos compartieron la experiencia de ver, oír, oler y sentir algo muy grande….la naturaleza en estado máximo, sublime.
                                                     Fotos de Juancar
                                                     Fotos de Juancar (Domingo)
                                                     Fotos de RaFaRu

1 comentarios:

JOSE LUIS dijo...

Por si fuera interesante o de utilidad para esa vosotros o para los lectores de vuestra web, tengo publicado el blog http://plantararboles.blogspot.com
Un manual sencillo para que los amantes de la naturaleza podamos reforestar, casi sobre la marcha, sembrando las semillas que producen los árboles y arbustos autóctonos de nuestra propia región.
Salud, José Luis Sáez Sáez. lopezmanero@hotmail.com

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