domingo, 24 de marzo de 2013

El cerro del Telegrafo pasando por el deposito de Moralzarzal

 Crónica de JuanCar     

Después de unas cuantas semanas un poco extrañas debido principalmente al tiempo y a las lesiones y enfermedades, por fin este domingo pudimos reunirnos unos cuantos de nosotros en Alpedrete. Aunque las previsiones del tiempo no eran precisamente halagüeñas, esta vez decidimos no hacer caso a nuestro amigo Maldonado y lloviese o no lloviese estábamos dispuestos a salir.
En un principio íbamos a ser muy pocos, no más de 10 los que íbamos a acudir a la cita, pero al final nos juntamos 18. Y es que la presencia de algunos amigos con los que no contábamos hizo que el número de participantes en la ruta fuera considerablemente mayor de lo esperado. Así pues, a las 9:00 de la mañana nos disponíamos a salir desde Alpedrete: Jesús (Terminal), Javi (Marek), Pablo, Alberto (Peke), Javi (Javier Carvajal), Jose (Frailman), Miguel (Miguelín), Roberto, la gratísima sorpresa de la aparición de Álvaro (NRain) después de una larguísima lesión, Mariaje y su hermano Jose (un placer conocerte), y la no menos agradable comparecencia de Ángel (Arrojo), después de estar en el dique seco desde el mes de enero, el reencuentro con Javi (Jablan) después de bastantes semanas y con Jesús (Agila) después de sus problemas de espalda, y la siempre agradable sorpresa de contar de nuevo con Fernando (FZarcero) después de muchísimo tiempo, Joseuno y uno de nuestros amigos catalanes que nos acompaña siempre que puede: Prometeo. Aparte de mí, JuanCar, claro está
Así pues, una mañana llena de reencuentros y de sorpresas que ya por sí solas han justificado el poder volvernos a ver. Y es que las ganas de pasarlo bien con los amiguetes es siempre muy superior a la posibilidad de lluvia.
La ruta elegida por Javi (Marek) para la ocasión, fue una variante de la subida al Cerro del Telégrafo añadiéndole el picante de la subida al depósito de Moralzarzal y la bajada final de la trialera de Alpedrete. Y es que este Javi sabe lo que nos gusta…rutas variadas, con subidas, bajadas, pistas, senderos y trialeritas; vamos, rutas de las que no decepcionan nunca y que siempre tienen algo al gusto de todo el mundo.
La salida de Alpedrete la hacemos en grupo compacto, con numerosas charlas (demasiadas rutas sin compartir buenos ratos con muchos de los presentes ayer), hacia el polideportivo de Alpedrete para buscar el cruce con la M-601 y rodando por la vereda que lleva a Moralzarzal, acometer el primer objetivo del día: la cuesta del depósito. La vereda que une Alpedrete con Moralzarzal es una pasada; aún recuerdo el día que estuvimos por allí con los SMS y estuvimos más de media hora parados en el paso de las piedras viendo como bajaban estos locos por los escalonacos. El caso es que esta vez tocaba subirlos, y que yo tenga constancia, nadie los subió montados en la bici.
Tras el paso de los escalones, la vereda discurre por un paisaje que ayer estaba precioso: lleno de agua por todos los lados, con suelo firme aunque algo pastoso y pegajoso, y todo alrededor de un color verde intensísimo. Todo esto hace presagiar una primavera excepcional…¡¡qué ganitas de que llegue!!.
La llegada a Moralzarzal la hacemos, como casi siempre en varios grupetes desperdigados, y como siempre, los más fuertes delante y los más perjudicados detrás…sobre todo Javi, que ayer, con la tos que tenía hizo la machada del día, y es que mira que es difícil rodar sin poder respirar.
A la salida de Moralzarzal empezaba la primera de las dos subidas del día: la ascensión al depósito. Aquí sí que la pendiente pasó factura. Unos se tomaron su tiempo subiendo, otros hicieron un rato a pie y otro andando (como el tren de San Fernando), y otros, los sobrados, por la senda paralela al margen derecho. Lo que no vi fue que alguien subiera por el sendero de la izquierda, que como me dijo Álvaro, corresponde con la senda Zarzo...¿por qué será?.
El final de la subida es un mirador desde el que hay unas vistas estupendas. A nuestro pie se pueden ver claramente Becerril, Cerceda, Navacerrada, y se adivina el embalse de Santillana. Enfrente, un poco a nuestra izquierda, la Maliciosa, y justo delante de nosotros, la Pedriza. Un paisaje precioso, con nubes cerradas en la parte alta de la cumbre y nieve, mucha nieve en las alturas. No me extraña que haya habido aludes por allí arriba en las últimas semanas.
Una vez hubimos llegado todos al alto del depósito, unos decidieron que la mejor forma de descender era por el sendero que discurre paralelo a la pista, y otros decidieron que mejor tiraban pista abajo. Los que tiramos por pista, aparte de por falta de confianza, consideramos que el terreno no estaba en las mejores condiciones, aunque los que bajaron por el sendero nos dijeron que estaba en perfectas condiciones. Y blandito debía estar porque Jablan, por ir demasiado despacio en un paso nada complicado, clavó su rueda delantera y salió por orejas afortunadamente sin ninguna consecuencia para él aunque sí para el remoto de su tija pija que se llevó la peor parte.
Una vez comentada la jugada y habiendo reagrupado en el camino que une Moralzarzal con el embalse de Santillana, nos dispusimos a rodar unos kilómetros más en busca del segundo objetivo de la ruta: la subida al cerro del telégrafo. La aproximación al cerro la hicimos yendo hasta Cerceda directamente por pista de forma que en muy pocos kilómetros estábamos ya en el punto de desvío a la pista de ascenso por la Ladera de Matarrubia que es como se conoce a la subida hacia el cerro del Telégrafo o Cabeza Mediana o Cerro Cañal que son todos los nombres con los que se conoce a esta curiosa montañita perteneciente al macizo de la sierra de Guadarrama pero aislado de ella. No en vano,a este tipo de formaciones he leído que le llaman “monte isla”.
Justo en este punto paramos a avituallarnos y a que Jesús, el reportero fotográfico oficial hiciera la foto de grupo que ilustra esta crónica. Tras dar buena cuenta de plátanos, manzanas, barritas y refrescos, decidimos que era hora ya de no hacernos más los remolones y tirar pista hacia arriba de una vez.
La subida al cerro de Cabeza Mediana es una subida bastante tendida, con una pendiente bastante constante que se endurece algo en los giros de 180 grados que buscan ascender con más celeridad. Tiene una longitud total de unos 7 kilómetros desde el punto de acceso y con una pendiente media de más o menos un 6% con puntos más duros que rozan el 10% y que realmente comienza en el bosque o pinar de la Tejera desde el que se tiene acceso desde Moralzarzal. En la ascensión, como de costumbre, cada uno fijó su propio ritmo y enseguida los más fuertes se distanciaron de los demás. Una vez arriba, los componentes del grupo íbamos llegando con cuentagotas, y mientras llegábamos, algunos se entretenían haciendo fotos a la torre del telégrafo.
El telégrafo es un antiguo telégrafo óptico conocido como Torre de Monterredondo y que fue edificado en 1841 y restaurado en el año 2008. El telégrafo del Cerro Mediano formaba parte de una cadena de torres que mantenían contacto visual entre sí, mediante la cual se propagaban los mensajes de un punto a otro. Otras torretas próximas se alzaban en los términos de Torrelodones y Navacerrada. Como curiosidad, decir que el telégrafo óptico de Collado Mediano (otro de sus nombres), era la torre número 5 de la línea de Castilla dentro del proyecto de telegrafía óptica.
Mientras esperábamos que llegaran todos tuvimos que hacer uso de los chubasqueros, una cortina de nubes proveniente directamente del alto del León barrió las cercanías del cerro y gracias al viento nos trajo algo de lluvia que afortunadamente y de nuevo por culpa del mismo viento, se alejó como llegó, es decir, a toda velocidad.
Una vez hubimos reagrupado en lo alto, nos dispusimos a acometer la consiguiente bajada en busca del tercer objetivo de la mañana: la trialera de Alpedrete. El descenso desde el Cerro del Telégrafo es bastante peligroso y traicionero. A algunos nos recordó a ciertos tramos del descenso del Cebollera Vieja o pico de las Tres Provincias, y es que la pendiente tan acusada, las curvas de 180 grados tan cerradas y las piedras sueltas son aquí tan mala combinación como lo son allí. Me consta que más de uno tuvo algún pequeño problemilla para controlar la rueda de la bici en algún giro y que le faltó poco para salir disparado campo a través.
Eso sí, la bajada, aunque no deja mucho tiempo para la relajación ni para recrearse, es una pasada gracias al paisaje que se contempla. Y es que la nieve, siempre tan espectacular tiene cubierto prácticamente todo el macizo del paso de Guadarrama. Una estampa preciosa y desafortunadamente poco común.
Una vez hubimos bajado del Cerro Mediano nos dirigimos casi sin entretenernos a buscar la trialera. El único parón digno de mencionar fue en el punto en el que un pequeño talud con una bajada ciertamente acusada distrajo nuestra atención y la de los más osados que la bajaron montados en sus bicis.
Desde ese punto hasta el inicio de la vereda que da origen a lo que llamamos trialera de Alpedrete, aún nos quedaba un obstáculo que superar: el vadeo de un profundo charco, casi un lago, que algunos tuvimos la suerte de pasar montados y que otros, menos afortunados gracias a que tropezaron con las piedras del fondo, tuvieron que atravesar con los pies metidos hasta casi la rodilla.
Casi en fila de a uno nos fuimos acercando a la entrada de la trialera. ¿qué tendrá esta bajada que saca el lado más oscuro de casi todos?. A mi parecer, y después de haberla bajado varias veces, creo que es debido a la cantidad de posibilidades que hay para atravesarla. Aparte de los dos primeros escalones, que como dice Frailman se pasan simplemente haciendo un acto de fe, el resto de la bajada tiene multitud de trazadas, desde la más killer pasando por encima de las planchas de granito y atravesando todos los escalones posibles, hasta la menos osada que va buscando los diferentes senderitos que salen a un lado y otro de la vereda.
En cualquier caso, bajarla siempre es un placer, excepto si ese placer te cuesta una caída aunque sea sin consecuencias, como fue el caso de Roberto, que aunque no tuvo más complicación, el plato grande le podía haber dado un disgusto si se hubiera clavado con más violencia en su gemelo derecho (hay que acostumbrarse a bajar con la cadena en el plato grande).
Al final de la trialera, como siempre, reagrupamos en la entrada de la urbanización de Alpedrete. Las caras son la sonrisa marcada y las expresiones de satisfacción de la mayoría son el colofón perfecto de una ruta muy chula, muy variada en la que el tiempo nos ha respetado y que nos ha dejado disfrutar de la mañana.
Una vez hubimos vuelto al lugar de origen, la mayoría de nosotros cargamos las bicis en los coches con el objetivo de llegar pronto a casa para darles un agua y quitarles el barro, y alguno que otro se quedó por allí a disfrutar de una opcional de la que debería ser pecado prescindir.
                                                         Fotos de Jesus
                                                         Fotos de JuanCar
                                                         Fotos de Frailman

1 comentarios:

jablan dijo...

Gran Crónica, cómo de costumbre!!!

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