Crónica de JuanCar
“La hermosa tierra de
España
Adusta, fina y
guerrera
Castilla, de largos
ríos,
Tiene un puñado de
sierras
Entre Soria y Burgos
como
Reductos de
fortaleza,
Como yelmos
crestonados
Y Urbión es una
cimera…”
Antonio Machado –
Campos de Castilla.
Podríamos
escribir páginas completas con los textos dedicados a esta zona del sistema
Ibérico. Leyendas y poemas, cantares de épocas remotas que ensalzan la belleza
de sus lugares, la tragedia y el amor. Cuentos de una tierra agreste, adusta de
frondosos bosques con olor a madera de pino, a río, a roca, a humedad.
Una
sierra, la de Urbión, que en esta época del año, con el otoño ya perfectamente
asentado es, además, un espectáculo de olores y colores. Álamos, robles, hayas
y pinos. Los tres primeros salpicados de dorado y decenas de tonos de amarillos
y marrones, los últimos manteniendo el verdor de la montaña que se prepara para
ver crecer decenas de especies de setas y hongos.
Nació el proyecto de
Rubén hace unos meses según él como consecuencia de no haber podido cumplir la
idea de ir con Agila por tierras francesas a dar pedales por el Languedoc (tierra
en la que algunos buscaron sin éxito el santo grial que se suponía en manos de
los que se consideraban a sí mismos los descendientes directos de Jesús de
Nazaret, los cátaros), en el llamado “Pedales de Occitania” (si tienes
curiosidad mira aquí: http://bttrackmania-mviana.blogspot.com.es/2012/07/pedales-de-occitania-227km-6000m_22.html).
Así pues, ya que el
año se les escapaba sin dar pedales por tierras galas, Rubén pensó que estaría
bien pasar un fin de semana completo por tierras sorianas haciendo extensiva la
invitación a todo aquel que estuviera dispuesto a pasarlo bien o mucho mejor
que bien. El proyecto incluía un sábado ascendiendo al Pico Urbión, a nada más
y nada menos que 2200 metros de altura y un domingo de ruta cicloturista por el
Cañón del Río Lobos.
La verdad es que con
Rubén da gusto apuntarse a estos eventos. Él organiza la logística de forma que
no quede un detalle sin considerar. Se encargó de la estancia, de organizar el
transporte, de la logística de las jornadas de bici, de elegir las zonas y de
enterarse de cómo y por dónde teníamos que ciclar. Vamos, que ir con Rubén no
sólo asegura unas rutas salpicadas de buen humor, risas y chascarrillos, sino
que además es seguro que todo estará perfectamente organizado.
Tras los últimos
preparativos, el viernes 18 de octubre, iniciamos el viaje de forma que Jesús
(Agila), pasara a recoger a Efrén (diabolik) por su casa. Una vez cargadas sus
bicis y sus equipajes, ambos pasarían por Velilla a recoger a Rubén (karpov), y
ya con dos coches, todos vendrían a Vicálvaro a recogerme a mi…las bicis en la
furgo de Jesús, el equipaje en el Rav4 de Rubén. Así pues, a las 17:30 ya
estábamos de camino a Vinuesa, nuestro punto de inicio de la ruta del sábado, Efrén y Jesús en la furgo, Rubén y yo en el
Rav4. El viaje fue tranquilo y habiendo parado a comprar pan para cenar y hielo
para la nevera en la que ya se encontraban ya unas cuantas latas de cerveza, su
duración no se fue más allá de unas tres horas.
La llegada a Vinuesa
fue tranquila. Nos temíamos que estuviera lloviendo o al menos que lo fuera a
hacer en las siguientes horas, pero nada más lejos de la realidad. La noche
había caído ya, y el cielo se veía salpicado de estrellas, lo cual decía a las
claras que no había nubes amenazadoras sobre nosotros.
Tras descargar el
equipaje y acomodarnos en nuestras habitaciones: Jesús y Efrén en una y Rubén y
yo en otra, decidimos ir a dar una vuelta por el pueblo. Vinuesa es una
localidad muy pequeña que aumenta su población los fines de semana y vacaciones,
y especialmente en los fines de semana de otoño ya que el reclamo de la
recogida de setas atrae a multitud de gente hacia estos lugares. Aun así, la
escasez de lluvias trae consigo la escasez de hongos y ambas escaseces dan como
resultado un menor número de visitantes. Es por esta razón que Vinuesa, a las
20:30 del viernes, tenía sus calles prácticamente vacías
Vinuesa es un
pueblito típicamente castellano. Muy de Soria: adusto, cerrado, de casas de
anchos muros que refugian del frío del invierno y del calor del verano. Muros
marrones y beiges, tejados de teja roja, con una plaza muy de su especie:
ayuntamiento e iglesia uno al lado del otro…políticos y religiosos siempre de
la mano…faltaba el médico, el profesor y la ley. Calles casi vacías y una
temperatura fresquita, agradable, pero suficientemente fría como para que las
terrazas estuvieran vacías.
El paseíto nos llevó
a tomar una cervecitas a un bar llamado “plan B”…lo curioso es que no
conseguimos nunca saber si hay un “plan A”. Aunque ese nosotros lo teníamos muy
claro: nuestro plan era disfrutar de una cenita casera en una de las
habitaciones del hotel e irnos pronto a dormir. Y con esa intención volvimos a
nuestro cuartel general del Hostal Virginia.
Una vez en la
habitación de Jesús y Efrén, se destaparon los tarros de las esencias...y es
que estos tíos se lo montaron de escándalo. Rubén trajo para la ocasión un
magnífico trozo de queso de su tierra y una gigantesca tartera de ensaladilla
rusa que estaba impresionantemente buena. Efrén apareció con dos tortillas de
patata que su chica había preparado para la ocasión, y el tío Jesús….¡¡¡ay el
tío Jesús!!!. Apareció el con lomo y jamón ibéricos, chorizo rojo y blanco, una
empanada…vamos, que entre los tres habían traído mucha más comida de la que
seríamos capaces de comer. Así, cervecita va y cervecita viene, entre risas,
cachondeíto y bromas, fueron cayendo la ensaladilla, parte del queso, una
tortilla, el jamón y el lomo…y ya con el estómago a reventar Rubén y yo
decidimos que ya era hora de planchar la oreja por lo que tras recogerlo todo,
nos fuimos camino de nuestra habitación. Pero cual fue nuestra sorpresa, que no
más de 15 minutos después, el sinvergüenza de Efrén nos mandaba unas fotos por
whatsapp en las que se les veía a los dos copazo va y copazo viene…y luego se
quejan algunos de que les llamen míster Gin Tonic...
Rubén y yo tardamos
poco en dormirnos mientras los otros dos se tomaban sus copas y las
nuestras…las dos de la madrugada les dieron. Cuando a la mañana siguiente me
enteré de que habían estado velando armas hasta las dos, pensé: si hoy no les
veo petar, no creo que les vea ir jodidos nunca…y ya estoy seguro de que jamás
los veré.
A las 7:30 ya
estábamos Rubén y yo en pie. Un poco más tarde lo estarían Jesús y Efrén. La
hora de quedada con los compis que venían de Madrid y con Fernando, que venía
de un pueblo cercano (San Leonardo de Yagüe) la habíamos establecido a las 9:30
ya que el restaurante donde teníamos que desayunar no abría hasta las 8:45…total,
no había ninguna prisa por volver de la ruta salvo por los compis que venían
desde lejos a los que por cierto tuvimos que llamar por teléfono para encargar
pan ya que en Vinuesa el panadero no abre su tahona hasta las 10:30 de la
mañana…¡¡como para desayunar bocata!!.
La mañana ya estaba
bien entrada y las previsiones de lluvia no se estaban cumpliendo. Había nubes
en el cielo, y montaña adentro se veía el cielo muy encapotado. Aun así, poco
nos importaba que lloviera; las previsiones eran más bien de chubascos y una
vez llegados allí, el agua no iba a impedir que saliéramos a pedalear.
A las 9:30 ya
estábamos todos en la puerta del Hostal Virginia. Álvaro, Víctor y Charly
habían llegado minutos antes y mientras descargaban sus bicis, entregaban el
pan a Jesús que, con la ayuda de Efrén preparaban los bocatas para el
avituallamiento (y qué bocatas, madre!!!). Antes incluso de los tres que venían
desde Madrid (vaya madrugón!!), habían llegado Fernando (ciclo), que había
pasado la noche en casa de Vicente, que también vino y que era el representante
oriundo de la zona. ¡¡Y vaya representante!!, como todos los sorianos le den al
pedal como le da Vicente, me parece que pocas veces me van a ver a mi por
tierras sorianas…¡¡qué bestia de la naturaleza!! (a la altura de Jesús, todo
sea dicho de paso).
Por tanto, lo que en
principio iba a ser cosa de 6 (si contamos a Zarcete que al final no pudo
venir), se quedó en cosa de 9: Rubén (Karpov), Jesús (Agila), Efrén (Diabolik),
Álvaro (Nrain), Víctor (Sheol), Charly, Fernando (Ciclo), Vicente (el oriundo),
y yo, JuanCar.
A las 10:00 de la
mañana estábamos ya dando pedales. Los primeros kilómetros, en dirección a
Molinos de Duero, un precioso pueblo a orillas del río del mismo nombre, los
hacemos por carretera y básicamente en descenso pasando por las cercanías del
embalse de la cuerda del pozo del que me sorprendió que no estuviera tan lleno
como yo pensaba que iba a estarlo.
Al pasar por las
afueras de Molinos de Duero, seguimos por carretera en dirección a Covaleda y
Duruelo de la Sierra, y nada más salir de Molinos, abandonamos el asfalto sobre
el que rodamos durante aproximadamente unos 3 o 4 kilómetros para desde ese
mismo momento iniciar un ascenso que no nos daría tregua hasta la falda del
Urbión, nada más y nada menos que a más de 1000 metros por encima de la cota a
la que nos encontrábamos en ese momento.
Al tomar el desvío no
pude dejar de recordar que por aquellos lugares, plagados de enormes y
preciosos robles, debió cabalgar Don Antonio Machado en los tiempos en los que
andaba enfrascado en la escritura de sus “Campos de Castilla”. Y no fui el
único, pues Rubén insinuó algo acerca de que nos adentrábamos en territorio de
los Alvargonzález…protagonistas del cuento-leyenda llamada “La tierra de los
Alvargonzález” recogida en la novela de Machado.
Me lo imaginaba a él,
el profesor, montando en la mula hablando con el paisano que le cuenta la
leyenda de los Alvargonzález mientras su cabalgadura les dirigía hacia
Covaleda. Imaginaba después los campos de cultivo de los Alvargonzález y la
desgracia del parricidio que dio con los huesos del protagonista en la Laguna
Negra, laguna sobre la que se cuentan multitud de cuentos y leyendas.
No es caso andar aquí
contando la historia de las tierras de nuestro Alvargonzález, pero si tenéis
interés, la podéis leer (en prosa) en este enlace: http://www.sorianitelaimaginas.com/index.php/mod.documentos/mem.descargar/fichero.documentos_La_tierra_de_Alvargonzalez_leyenda_51d7671e%232E%23pdf
El caso es que el
desvío (casi 180 grados para entrar del asfalto a la pista forestal) nos
conduce a unas primeras rampas algo duras…el perfil así lo indicaba. La pista
discurre por un precioso bosque de robles, algunos verdaderamente enormes. El
firme en muy buen estado, piedrecita suelta y bien prensada, no muy seca ya que
se notaba que había llovido hacía poco tiempo.
Esta pista forestal,
que corresponde con la carretera comarcal SO-850 que seguimos, siempre cuesta
arriba con algún que otro pequeño descanso en el que la pendiente se hace más
suave, hasta llegar al kilómetro 14 donde llevamos ya 10 kilómetros de
ascensión sin parar. En éste punto kilométrico se encuentra el refugio Boca del
Prado, a más de 1500 metros de altura y punto a partir del cual ya no
encontramos más fuentes en el camino (así que algunos aprovechamos para
recargar el bidón), y donde ya no queda ni rastro ni de hayas ni de robles,
sólo un precioso bosque de pino albar que a estas alturas aún tienen una altura
considerable.
También en este punto
las fuerzas empiezan a flaquear para algunos mientras que otros ya se han
destacado en cabeza hace mucho tiempo. Como siempre, y para no variar la
costumbre, Agila iba de avanzadilla (y yo que creía que las copas y el
trasnochar le iban a afectar en algo) junto con Vicente, el oriundo de la
tierra. Por detrás, y con fuerzas sobradas iban Charly, Rubén y Efrén
descolgándose con los que íbamos más tocados y regulando nuestras fuerzas,
Fernando y un servidor, mientras, por detrás, Víctor hacía compañía a un
incombustible Álvaro, que sufriendo y a su ritmo subía, subía y subía sin
detenerse.
Desde el punto del
refugio de invierno, aún quedaban 11 km hasta el alto de Urbión y más de 650
metros de desnivel. Unas cifras que a alguno nos resonaban en la cabeza pero
que tratábamos de no analizar…solamente se trataba de disfrutar y disfrutar, ya
que a esta altura ya se divisaba en el horizonte, allí abajo, el embalse de la
cuerda del pozo y el valle del río Revinuesa que discurre hasta la localidad de
Vinuesa.
El ascenso nos lleva
hasta el primer punto de cruce con nuestro primer bucle. En el punto
kilométrico 18 de la ruta, y 14 de ascensión, se encuentra el Cruce Tejeros a
1795 metros de altitud, punto en el cual, o bien se toma la pista de descenso a
Vinuesa o bien se adentra uno en el bosque de los abuelos camino a los
miradores de las lagunas y al alto del pico Urbión. Obviamente, nosotros tomamos
el camino hacia los miradores, dejando la pista para nuestro posterior
descenso.
En este cruce paramos
a reagrupar. Un platanito para el cuerpo y tras un ligero descanso, todos hacia
arriba ya que sabíamos que a partir de este punto la cosa se iba a poner más
complicada ya que la pendiente aumentaría porque en menos de 7 km teníamos que
superar más de 500 metros de desnivel y porque además la pista desaparecería y
con la altura también desaparecería la vegetación, aparecería el viento y
empezaríamos a “tocar” las nubes que veíamos correr a toda velocidad por encima
de nuestras cabezas sin, para nuestras suerte, arrojar ni una sola gota de
agua.
Es aquí, tras
reanudar la marcha, que Vicente y Agila se marchan hacia adelante tomando unos
centenares de metros de ventaja, mientras que por detrás, los 7 restantes
íbamos más o menos agrupados.
Como se preveía, los
pinos empiezan a perder altura, ya son más retorcidos y bajos, el firme desaparece
poco a poco, y en un giro a la derecha, allí donde nos encontrábamos cazadores
en sus puestos de reala, la pista desaparece en un camino de piedras sueltas
que poco a poco se complica. Es proporcional, aumenta la dificultad, desparece
la vegetación y aumentan el frío y el viento…afortunadamente no llueve. Vamos
ascendiendo por el GR-86.1.
La pista que lleva
directamente al Urbión es un auténtico pedragal y en subida bastante
complicada. Pone a prueba el equilibrio sobre la bici y las ya mermadas fuerzas
de algunos. Afortunadamente, al desaparecer la vegetación, las vistas se
vuelven más espectaculares y el complicado camino nos regala unos paisajes
verdaderamente alucinantes.
En el kilómetro 22 de
nuestra ruta, 18 de ascensión, a 1960 metros de altura, nos encontramos con el
último punto de cruce del pequeño bucle que se hace para poder llegar al
mirador de la Laguna Negra. En este punto ya habíamos perdido de vista a Agila
y a Vicente. Éramos 9 y 2 se habían extraviado…afortunadamente pensamos que
Vicente, como buen conocedor de la zona, llevaría a Jesús sin nigún problema a
los miradores de las lagunas y a lo alto del Pico Urbión. Así pues, sin dos
componentes del grupo, tomamos el cruce a la derecha (lo cual supuso un cierto
error al que nos dejamos conducir por seguir el track…como luego contaré).
El desvío conduce a
una pequeña bajada pedrolera bastante humedecida y algo peligrosa que nos deja
en el borde de una pequeña laguna que todos pensábamos que era la laguna
helada…pues no, se trata de una pequeña lagunilla que da acceso a la pista del
mirador de la Laguna Negra. Así pues pequeña parada, fotos por doquier y de
nuevo pista arriba para volver a subir a la cota desde la que habíamos
bajado,…y más allá, ya que la pista sigue ascendiendo hasta el desvío a la
derecha que da acceso al mirador de la Laguna Negra y al que hay que llegar
descenciendo por un camino realmente de cabras.
Llegar al mirador de
la Laguna es algo indescriptible. Nos encontramos a más de 1900 metros, sin
vegetación, con el cielo totalmente encapotado y con el viento soplando
bastante fuerte. Acercarse hasta el cortado en el que está situado el mirador
natural es una auténtica pasada…allá abajo está la laguna glaciar llamada
Laguna Negra, casi 200 metros de desnivel entre nosotros y ella. Un paisaje
brutal y unas vistas que por sí solas justifican el haber llegado hasta allí.
La Laguna Negra es
una formación glaciar sobre la que recaen multitud de leyendas y cuentos. Es el
lugar donde Antonio Machado cuenta que los hijos de Alvargonzález arrojaron su
cuerpo después de asesinarlo, cuentan que no tiene fondo, que existe un canal
entre ella y el mar, que existe un monstruo que vive en sus aguas, etc, etc,
etc. Leyendas todas ellas que se pueden buscar en Internet y que aseguran un
buen rato de lectura…por ejemplo, aquí: http://www.rutasyleyendas.com/enclavesleyenda/enclave11-lagunanegra/laguna%20negra.html o aquí: http://www.slideshare.net/cnbarrio/leyendas-laguna-negra Yo sólo puedo decir
que el espectáculo de ver la laguna a esa altura tiene poco comparación con
otras vistas a las que hayamos llegado en bici. Es altamente recomendable.
Una vez hechas mil
fotos, comentar el lugar en el que estábamos y acordarnos de Agila y Vicente
por si se perdían el espectáculo (cosa que nos costaba creer puesto que Vicente
sabe muy bien cómo llegar hasta allí), retomamos nuestras bicis y ascendiendo lo
descendido, tomamos de nuevo la pista que nos conduce, esta vez si, a la Laguna
Helada, una nueva formación glaciar, la que se sitúa a más altura y que está
localizada en un enclave espectacular, en un circo abierto con vegetación de
estepa y abierta y desprotegida totalmente.
A la altura de esta
Laguna empezó nuestro calvario particular. La pista desparece totalmente, nos
encontramos ya a más de 2000 metros de altura, con más de 20 kilómetros de
ascensión seguida y con las fuerzas bastante justas. No hay ni siquiera
sendero, y allá, a lo lejos y a lo alto, podemos ver una cima que obviamente no
es el Urbión que mucho nos tememos que tenemos que alcanzar…como así fue. Sin
sendero posible, con la bici a cuestas y echando el hígado por la boca, subimos
todos (menos Agila y Vicente), hasta el alto. ¡¡Qué palizón!!. Menos mal que ya
sólo nos quedaban 2 kilómetros hasta la base del Urbión, pero…¿Dónde están
Agila y Vicente?.
La llegada a la base
del Urbión tuvo una dificultad más añadida a la pendiente ascendente, la
flaqueza de fuerzas y los pedrolos del suelo; se trata del viento, en este caso
de lateral izquierdo. Soplaba con tal fuerza que se hacía muy complicado no
sólo mantenerse encima de la bici, sino mantener la verticalidad. Las rachas
eran tan fuertes que te desplazaba más de dos metros cada vez que llegaba una.
Aún así, Charly y Sheol por delante, conmigo y con Efrén detrás, llegamos los
primeros a la base del Urbión tras un ligero descenso por una pista que más que
pista parecía cortafuegos.
Poco a poco llegaron
los demás, Álvaro, Rubén y Fernando, momento que aprovechamos para hacernos una
bonita foto de grupo justo en la base del Pico Pelao que es como le llaman los
locales al Pico Urbión, pero, ¿Dónde están Agila y Vicente?...ni rastro de
ellos. Pensábamos que estarían allí, en la base, esperándonos, ya que teníamos
la sospecha de que en el cruce del último bucle ellos habían tirado pista
arriba.
Como no dábamos con
ellos y la cobertura de los móviles era casi nula, decidimos hacer algo más de
tiempo visitando el nacimiento del río Duero y sin hacer ni la más mínima
intención de subir los más de 50 metros de desnivel que nos separaban de la
cima…con llegar a la base era mucho más que suficiente.
Así pues, en fila de
a uno, fuimos bajando por la ladera del Urbión donde, a escasos 400 metros se
encuentra el nacimiento del río Duero. De nuevo un buen pateo, y de nuevo un
magnífico pedrolar…Una vez salvada la distancia, llegamos al cartelón de madera
que marca el nacimiento del río. Muchas fotos, muchas risas, comentarios, y
tras estar un rato allí, decidimos que ya era hora de ir regresando y buscando
un sitio más calentito y con menos viento para comer. Pero eso sí, ¿Dónde están
Agila y Vicente?. Con un mínimo de cobertura (alucinante a más de 2000 metros
de altura), Efrén consiguió localizar a Jesús. Efectivamente habían tomado el
desvío por la izquierda en lugar de por la derecha, habían llegado al Urbión,
habían escalado, bici en ristre hasta el mismísimo pico y habían estado
esperándonos más de un ahora a que llegáramos. Debimos cruzarnos en el momento
en que nosotros estábamos subiendo desde la Laguna Helada, porque en lo que
nosotros bajamos al nacimiento del Duero, ellos llegaron a la laguna helada y
el mirador de la Laguna Negra, haciendo un recorrido muchísimo más lógico que
el que marcaba el track y que nosotros hicimos.
Una vez localizados,
quedamos en reencontrarnos en el desvío donde nos fuimos por distinto sitio,
por lo que en menos de nada, enfilamos nuestras bicis hacia ese cruce y subiendo
primero y bajando el pedrolar después, conseguimos volver a reagruparnos
contándonos nuestras batallitas particulares con el viento, las piedras, el
pateo…menos mal que no llovía!!.
Una vez reagrupados
tiramos monte abajo por el camino por el que subimos y que nos lleva de vuelta
al cruce con la pista de regreso a Vinuesa, allá donde estaba el cartelón del
bosque de los abuelos, es decir, el Cruce Tejeros.
La merecida parada
para comer la hicimos a las 15:30 de la tarde. ¡¡¡Y qué comida!!!...el magnífico
bocata de chorizo blanco y rojo que había preparado Jesús (Agila) por la mañana
era una auténtica delicia. Un bocata enorme, hasta arriba de embutido que nos
supo a gloria y algo más que a gloria ya que el hambre y el cansancio ya eran
bastante grandes.
Un buen rato después,
nos dispusimos a tomar de nuevo camino sabiendo que los 22 kilómetros que nos
faltaban eran prácticamente todos en bajada,
a excepción de un tramo de unos dos kilómetros cerca de Vinuesa.
La bajada fue
espectacular, una velocidad increíble por un paraje maravilloso. El bosque de
pinos albares, según bajábamos en altura, se hacía cada vez más frondoso, y en
un momento dado, el bosque de coníferas dio paso a un maravilloso hayedo que,
en esta época del año nos enseñaba sus miles de tonso entre el verde, amarillo
y marrón. Tal era la belleza del lugar, que Rubén y yo nos detuvimos a
deleitarnos con él y hacer fotos, admirando el paisaje. Y es que un hayedo es
como los bosquecitos de los cuentos, da la impresión de que en cualquier momento
va a salir un gnomo de la base de un árbol o que caperucita roja va a aparecer
unos metros más allá.
Nuestra tardanza en
llegar al punto de reagrupación, hizo sospechar al resto del grupo que nos
había pasado algo, pero justo cuando Vicente se disponía a ir en nuestra
búsqueda, Rubén y yo llegábamos al lugar donde estaban parados, justo en el
cruce de la pista forestal con la carretera que une Vinuesa con el aparcamiento
de la Laguna Negra.
Fueron pocos los
metros que recorrimos por dicha carretera ya que enseguida tomamos una pista
que salía a la derecha y que discurre por la parte alta del valle del Revinuesa
camino de Vinuesa. A esta cota, el bosque estaba salpicado de personas buscando
setas entre los pinos…
La pista de acceso a
Vinuesa es un auténtico rompepiernas. Si ya llevábamos poca tralla en las
piernas, los últimos 11-13 kilómetros son un auténtico suplicio. Rampas
petantes de no más de 50 metros daban paso a rampas cuesta debajo de la misma
longitud…al menos 5 o 6 de ellas que llevan inevitablemente a los últimos
kilómetros de ascenso de la jornada, no demasiado duros, pero si pestosos por
aquello de llevar casi 50 kilómetros en nuestras piernas con más de 1400 de
acumulado.
El fin de la subida
es casi el fin de la ruta. Una cuesta abajo brutal, de unos dos kilómetros nos
conduce directamente a la entrada de Vinuesa. Tal era la cuesta abajo, que mi
cuenta-kilómetros llegó a marcar 62 km/h…una burrada!!.
La última reagrupación
la hicimos a la entrada del pueblo. De esta manera, los 9, ya juntitos y en
compañía, hicimos entrada en Vinuesa a la altura del hostal. Eran las 17:15 de
la tarde de una jornada espectacular, sin lluvia y con un tiempo magnífico. Una
ruta de las que hacen afición, con todos los ingredientes de las rutas épicas,
y con la satisfacción de haber ciclado por una zona francamente espectacular,
preciosa.
Mientras que los
compañeros que vinieron de Madrid y de San Leonardo de Yagüe cargaban sus bicis
en los coches, los cuatro “residentes” fuimos hacia el bar para dar buena
cuenta de unas cuantas jarritas de cerveza. Al cabo de un rato, los 5 se
acoplaron a la opcional. Poco a poco los compañeros se fueron marchando, los
que vinieron de Madrid, tomaron de nuevo el camino a casa ya que les esperaban
aún más de 2 horas y media de viaje, mientas Fernando y Vicente se dirigían
hacia San Leonardo, lugar desde el que Ciclo volvió a Madrid también, y Vicente
se pensaba si venir con nosotros al día siguiente al Cañón del Río Lobos, tan
cercano a su casa.
Por nuestra parte, el
fin de la opcional fue el principio del resto del día…una opcional que se
alargó en unos casos hasta las 12 de la noche entre la cena, vino, chupitos y
copas, y en otros casos de nuevo hasta las dos de la madrugada…y es que hay
algunos que no tienen límite, jejeje.
Y hasta aquí el
relato de lo sucedido el sábado 19 de octubre de 2013, día de la magnífica ruta
de ascenso al Pico Urbión y que tanto tenemos que agradecer a nuestro querido
amigo Rubén (Karpov). Ojalá podamos repetir algo similar muchas veces y que
además el número de compañeros sea aún mucho mayor…
Urbión por Ruben
Urbión por JuanCar
La vision diabolica de las rutas
2 comentarios:
Buuufff he vuelto a petar con tu relato jajajaja espectacular tu vision de la ruta
Pues no te imaginas cómo le he vuelto a vivir yo al escribirla...
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