sábado, 25 de mayo de 2013

La via verde del Tajuña completa

Crónica de JuanCar

La red de vías verdes es un proyecto de la Fundación de los Ferrocarriles de España que tiene por objeto reconvertir antiguas vías de tren en desuso en itinerarios cicloturistas y senderistas.
En Madrid son sólo cinco las vías verdes existentes: La del Guadarrama entre Móstoles y Navalcarnero, la del Alberche entre San Martín de Valdeiglesias y la presa de Picadas, la de la Gasolina, de tan sólo 3 km en la misma ciudad de Madrid, en la Alameda de Osuna, la vía verde del tren de los 40 días entre Carabaña y Estremera, y la más larga de todas, de poco más de 47 km, la vía verde del Tajuña.
La principal característica de las vías verdes es que discurren sin grandes inclinaciones ya que las máquinas que circulaban por estos trazados cuando eran realmente vías de tren, no podían superar grandes pendientes por lo que todas ellas se hacen muy sencillas de recorrer.
Haciendo un poco de historia, la vía verde del Tajuña recorre el trazado de un tren de vocación agrícola que pretendió llegar desde Madrid a tierras aragonesas aunque se quedó a medio camino, en la alcarreña villa de Alocén, a orillas del Tajo. Fue inaugurado en 1901, año a partir del cual, la estación madrileña del Niño Jesús, junto al Retiro, vio partir a miles de convoyes. Éstos recorrían los 143 km de vía que morían en Alocén, estación que hoy en día se encuentra bajo las aguas del Tajo retenidas en el embalse de Entrepeñas. El tren llegó a tener incluso un ramal que desde la estación de Tajuña, situada a medio camino entre Morata y Perales, conectaba con las localidades de Chinchón y Colmenar de Oreja.
El tren de Arganda, que pitaba más que andaba, no pudo superar a los cada vez más veloces coches, ya que sus trenes, además, cada vez eran más lentos debido al calamitoso estado de las vías y de sus locomotoras. De esta manera, hubo que aparcar sus trenes de viajeros definitivamente en el año 1953. Durante unos años se mantuvo un lánguido tráfico de mercancías (sobre todo remolacha y fruta) pero, poco a poco la línea murió y fueron levantándose los carriles. Se salvó del desguace el tramo de 28 km que, hasta el invierno de 1998, unió la cementera del barrio de Vicálvaro con las canteras de El Alto (actual alto de la cementera), situada en las proximidades de Morata de Tajuña. Hasta esa fecha, por estas vías circularon continuamente trenes de mercancías acarreando Clinker calizo para hacer cemento.
Las viejas vías del tren de Clinker han sido hoy sustituidas por las de un moderno metro de superficie que, desde Madrid, recorre incansable el tramo que va hasta Arganda.

Y esta es más o menos la historia de la vía verde del Tajuña. Como dato adicional, decir que la vía verde del Tajuña parte de la localidad de Arganda del Rey y atraviesa las localidades de Morata de Tajuña, Perales de Tajuña, Tielmes, Carabaña y Orusco de Tajuña, para terminar en Ambite.
En cuanto a lo que se refiere a nosotros, son ya muchas las veces que hemos tenido oportunidad de rodar por ella, siempre haciendo tramos más o menos cortos y recorriendo tan sólo parte del trayecto que une dos o más localidades y siempre como el recurso más fácil cuando los campos están embarrados por la lluvia y no queremos repetir por las pistas del Canal de Isabel II. Lo que nunca hemos tenido oportunidad de hacer es el trazado completo que une Arganda del Rey con Ambite durante casi 50 km, lo que hace un total, ida y vuelta de casi 100 km.
Con este objetivo, y con el propósito de darnos caña y hacer una media suficientemente elevada que nos permita estar en los coches en un tiempo prudencial para volver a casa sin problemas a la hora de comer, nos juntamos en el punto de salida en Arganda 8 compañeros a los que se nos juntarían más adelante Peke y Macarena y alguno otro más que nos fue sorprendiendo por el camino. La lista de compañeros que salimos de Arganda, y que fuimos los únicos que hicimos la vía verde completa es: Jesús (Terminal), Pablo, Nacho (Gorcam), Enrique (Endpar), Javi (Javi Carva), Javi (Jablan), Ángel (Arrojo) y yo, JuanCar.

A las 8:00 en punto de la mañana iniciábamos la marcha en las cercanías del hospital de Arganda. Los primeros centenares de metros fueron más o menos tranquilos, todos agrupados y tratando de, en la medida de lo posible, ir entrando en calor, puesto que la mañana había amanecido bastante fresquita. Frescor que no nos abandonará hasta bien entrada la mañana y ya de vuelta hacia Arganda.
Muy pocos kilómetros después de empezar, se inicia la ascensión hasta la cementera. Como de costumbre, los más fuertes se situaron delante, y en este caso los más reservones, aquellos que pensaban que había que economizar fuerzas al máximo, se situaban detrás.
Poco a poco se empezaron a hacer tres grupos, y en el caso de alguno de ellos, la velocidad media de la subida no bajó en ningún momento de los 20-21 km/h, una media de velocidad bastante descabellada, teniendo en cuenta que no teníamos ni idea de si las fuerzas iban a ser suficientes para acabar todo el recorrido. Es más, en la cabeza de todos planeaba la idea de que las rampas de la cementera, ya de vuelta, habría que subirlas con más de 75 km en las piernas.

Tal era la media de velocidad que llevábamos, que en menos de media hora estábamos ya en el alto de la cementera y sin parar, reagrupándonos para el descenso. En este punto procedimos a mandar un mensaje a Peke y a Macarena para avisarles de nuestra situación y que estuvieran informados de nuestro progreso ya que ellos, como he dicho, salían desde Morata para completar cerca de 60 km.
El descenso hacia Morata fue brutal, vertiginoso. En ningún momento dejamos de dar pedales para completar el recorrido en menos de 10 minutos y a una velocidad sostenida de más de 40 km/h. Si hasta ahora pensábamos en reservar fuerzas, en este punto sabíamos que éste iba a ser el ritmo durante toda la mañana.
Al llegar a Morata, más concretamente al cuartel de la Guardia Civil, llamadita a Peke para ver dónde estaban, y al decirnos que se encontraban entre Morata y Perales, subimos de nuevo a la bici y nos dispusimos a pedalear a ritmo africano camino de completar la primera parte del recorrido.
La distancia entre Morata y Perales la hicimos todos más o menos agrupados. Quizá alguno hubo que reservaba fuerzas más por miedo al tío del mazo que por falta de ellas y por eso se retrasaba algo del grupo, pero aun así la media no bajaba. Al paso por Perales de Tajuña, nuestra media de velocidad en movimiento no bajaba de 22-23 km/h y teniendo en cuenta los matadores sube-baja que hay entre las localidades de Morata y Perales.
Desde Perales hasta Tielmes el terreno es mucho más favorable. Quizá picando en ascenso por aquello de ir contra la corriente del río, pero básicamente llano con alguna que otra rampita que en absoluto frena nuestro ritmo. A estas alturas, ya en Tielmes, alguno se pregunta si alcanzaremos a Peke y Macarena antes de llegar a Ambite, lo cual descartamos, ya que por mucho que corramos, si ellos llevan un ritmo de unos 17 km/h, jamás les alcanzaríamos. Es más, alguno se lo propone firmemente, y en vez de ritmo africano, impuso un ritmo de récord del mundo de la mayoría de nosotros no estábamos dispuestos a seguir, y es que Javi Carva está fuerte, muy, muy fuerte.

La siguiente reagrupación la hacemos a la entrada de Carabaña, trascurridos ya 35 kilómetros desde que salimos de Arganda. Justo en este punto nos llevamos la primera sorpresa de la mañana, desde lejos, y montado en una flamante 29 que un conocido le había prestado para la ocasión, apareció Miguelín que venía desde Ambite y que nos informaba que ya había contactado con Peke y Macarena. La intención de Miguel era acompañarnos de nuevo hasta Ambite, volver de nuevo con nosotros hasta Carabaña, hacerse la vía verde del tren de los 40 días y acabar regresando de nuevo hacia Ambite. Así pues y dado que las fuerzas no parecían faltarle a nadie, iniciamos de nuevo la marcha camino de Orusco por la parte de la vía que quizá más me gusta y que en esta época del año está francamente preciosa, con los cereales crecidos y verdes y el campo salpicado de todo tipo de flores entre las que destacan las amapolas con su precioso color rojo.
A la salida de Carabaña dejamos atrás el desvío de la vía verde del tren de los 40 días. En este punto la vía se convierte en un camino compartido entre coches y bicis, con lo que las precauciones han de ser mayores que en el resto de las zonas. Además, un tramo en obras ya casi llegando a Orusco, nos rompe un poco el ritmo que aun así no baja en exceso.
A la salida de Orusco de nuevo se plantea la misma situación, Javi Carva tira hacia delante y los demás, manteniendo un ritmo muy alto pero cómodo, le seguimos en la distancia. Por detrás, un pequeño grupo sigue economizando fuerzas.
Casi sin darnos cuenta, y tan sólo 2 horas y 15 minutos después de salir de Arganda, llegamos a la localidad de Ambite. La antigua estación está reconvertida en un restaurante y centro de visitantes con su terracita y su piscina (cerrada a estas alturas del año). Allí estaban ya Peke y Macarena a punto de dar buena cuenta de un magnífico bocata de lomo con queso que nos remueve a todos las papilas gustativas. Así pues, bocata de lomo con queso para todos y bebidas a tutiplén, que la vuelta son 47 kilómetros más y es necesario reponer la cantidad de calorías perdidas.

Tras una media hora dando buena cuenta del avituallamiento, y ya siendo un grupo bastante más numeroso, iniciamos el camino de vuelta. La tónica de la vuelta fue la misma que la de la ida. Siempre un par de componentes del grupo por delante tirando a saco y estableciendo las reagrupaciones, un grupo intermedio, a buen ritmo y con buena charleta, y un pequeño grupo al final que seguían algunos de ellos economizando fuerzas y otras ya yendo al ritmo que le permitían sus tocadas piernas.
El ritmo, más que bajar se mantenía, y a estas alturas la media de velocidad en movimiento no bajaba de los 23-24 km/h. Una barbaridad teniendo en cuenta la cantidad de kilómetros que se acumulaban en nuestras piernas. Por la cabeza de todos seguía pasando el mismo pensamiento..¿que pasará con nuestras fuerzas en la subida a la cementera?.
Una vez llegamos a Carabaña, justo en el cruce con la vía verde del tren de los 40 días, procedimos a hacer la correspondiente foto de grupo ya que en ese punto Miguel nos abandonaba para ir hacia Estremera y volver de nuevo por el mismo camino a Ambite.
Los demás, sin bajar el ritmo, atravesamos Carabaña y Tielmes, y al agrupar en Perales de Tajuña, apareció la siguiente sorpresa del día: Rubén, nuestro legionario cientounero, nos seguía los pasos desde Tielmes, punto al que él había llegado desde Velilla para estirar las piernas.
Peke, confiado en que su ruta acababa en Morata y que no tendría que subir a la cementera, se picó con el legionario derrochando más fuerzas de lo deseable. Por detrás los demás tratábamos de mantener un ritmo alto pero reservón de cara a conservar las pocas fuerzas que iban quedando para la subida que se nos avecinaba.
Y fue justo llegando a la entrada de Morata donde ocurrió la nota triste del día. Enrique, que circulaba justo detrás de Javi Carva, no acertó a ver a tiempo uno de los bolardos de la vía que evitan el paso de los coches hacia el camino y golpeó de forma seca y traumática con el lado izquierdo de su manillar (y mano) contra él. Yo, al oír el golpe giré la cabeza y pude ver como Enrique volaba literalmente por los aires e incluso hacía una voltereta al aterrizar en el suelo con todo su lado derecho. Menos mal que no se le quedó ninguna de las dos piernas enganchadas en los pedales, porque de ser así la cosa hubiera sido mucho peor. Afortunadamente todo se quedó en un fortísimo golpe y un montón de rozaduras. Menos mal que Peke y Macarena tenían el coche a escasos 900 metros desde allí, por lo que Macarena fue a por él y recogió a enrique y su bici y se marcharon por carretera a Arganda para que Enrique pudiera recoger su coche.
Mientras tanto los demás, con un buen susto en el cuerpo, reiniciamos la marcha. Algunos el parón nos había enfriado de tal manera que los primeros metros provocaban un intenso dolor en las piernas. Menos mal que poco a poco se fueron calentando y casi sin darnos cuenta estábamos enfilando la subida a la cementera con ya 80 km  en las piernas.
Lejos de relajarnos, el ritmo siguió vivo…quizá demasiado vivo para algunos, como por ejemplo para Peke, que no contaba con subir el puertecillo y que se había dejado casi todo picándose con Rubén. Rubén tiraba en cabeza de forma desaforada, a su rueda trató de irse Pablo, mientras que Jesús y yo les seguíamos en la distancia a nuestro ritmo. Por detrás Jablan empezaba a dejar de economizar fuerzas y abandonaba la compañía de Javi Carva y de Nacho y Peke que se quedaban bastante rezagados.
El esfuerzo de Pablo le pasó factura, y mientras yo abandonaba a Jesús, veía como Jablan nos pasaba como una exhalación camino de pillarle la rueda a Rubén. Cuando alcancé a Pablo, estábamos ya en la recta de la cementera, y ni él ni yo dábamos crédito a la velocidad de Javi con su 29 que había cazado literalmente a Rubén antes de terminar las últimas pequeñas rampas.
Desde ese momento y hasta el final, al velocidad, ya en bajada, fue trepidante y antes de darnos cuenta y a las 13:40 hora marcada por mi GPS, llegábamos al punto de inicio. Un poco rato después hacían aparición Peke y Nacho y tras ver el estado de Enrique y comprobar que estaba suficientemente bien, cargamos las bicis y nos dispusimos a volver a casita a comer y descansar del palizón de mañana.
Al final, completamos la vía verde del Tajuña en poco más de 4 horas en movimiento, a una velocidad, también en movimiento superior a 22 km/h y habiendo cumplido un gran reto y superado lo que pensábamos que era imposible, es decir, acercarnos al centenar de kilómetros y tener suficientes fuerzas como para subir a la cementera a la vuelta incluso a un ritmo superior al de la ida.
Una muesca más en nuestra culata y un muy buen entrenamiento de cara a las rutas que se nos avecinan.
                                                        Fotos de JuanCar

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