Ya en el lugar de quedada en Vicálvaro, a las 8 de la mañana hacía fresco.
Cuando llegamos a Alpedrete, al aparcamiento frente al Centro Cultural, al salir del coche apreciamos aún más esta sensación térmica, que no frio, a pesar que un termómetro exterior marcaba -5º y los de los coches -2º.
Sin amilanarnos, comenzamos a ponernos alguna capa más y a montar las bicis con todos sus aditamentos, algunos de los cuales, especialmente los electrónicos, yo creo que debido al frio no funcionaban todo lo bien que debían, entre ellos el GPS, que se negaba a cargar correctamente la ruta. No obstante, como la habíamos hecho no hacía mucho tanto Jesús como yo, Jesús en una variante más completa que la mía, dimos con el inicio del itinerario rápidamente, llegando muy pronto a la salida del pueblo donde tomamos nuestra primera pista, que nos llevaría hasta Collado Mediano sin apenas subir cuestas.
Al llegar a Collado Mediano, solo de pensar en la que nos esperaba en el depósito, parece que íbamos un poco pesarosos, aunque nos dirigimos hacia este. La cuesta, por más veces que se le ataca, sigue siendo “La Cuesta”. Jesús y Pablo la subieron sin despeinarse, Roberto se le movió un poco el flequillo y yo, como siempre, sudé y sufrí todo lo que quise y un poco más, aunque como todos sabemos, gracias a Dios, es una cuesta cortita y en seguida se deja la parte hormigonada, que es la más empinada, para llegar a la de tierra donde se empieza a hacer un poco más llevadera.
Tras completar la subida se tomó la primera decisión del día, optando por el sendero de la derecha, que nos llevaría a la urbanización que hay bajo la presa de Navacerrada, accediendo a esta última callejeando por la urbanización para evitar subir por la carretera. Cruzamos la presa y nos metimos en el sendero que bordea el embalse, para al final de este meternos, por una puerta que han colocado anti ganado, a la parte de agua embalsada, teniendo que vadear un riachuelo y cruzando otro por un puente muy chulo de madera, llegando a un sendero hecho por el Ayuntamiento de Navacerrada que nos llevó frente a las últimas urbanizaciones de este bonito pueblo.
Por este punto cruzamos la M607, para iniciar, por muy corto espacio, la subida a la Barranca, pero tomando el senderíto disfrutón que nos dirigiría hacia Mataelpino.
En el bordeo de Mataelpino y camino hacia El Boalo tuvimos que echar varias veces pié a tierra dadas las trialeras que teníamos que atacar, y nuestra muy abundante confianza en nosotros mismos para irnos al suelo a coger setas, de manera que conseguimos llegar hasta El Boalo íntegros, sin una simple raspadura.
El cruce de El Boalo, nos costó un poco más de lo debido pues ninguno de los dos guías recordábamos muy bien por que calles había que ir, y el GPS tampoco nos ayudaba mucho, aunque finalmente dimos con la calle de salida, que continuó en una pista de vertiginosa bajada en forma de Z de la que Jesús recordó avisarnos de las pronunciadas curvas para evitar un accidente.
Tras la divertida y rápida bajada vislumbramos a lo lejos la ermita de San Isidro, y sin llegar a ella elegimos una pradera junto al rio, donde se encuentra el puente por el que después lo cruzaríamos como el lugar en el que hicimos la parada técnica para el avituallamiento, haciéndonos una foto sobre el puente de piedra.
Después del desayuno continuamos nuestra marcha por el ya conocido camino en el que coinciden esta ruta con la realizada varias veces de “Los Pueblos de la Sierra”, llevándonos, tras el cruce de nuevo de la M607 a Becerril, y atravesando este pueblo por su calle principal para meternos de nuevo por pistas que nos dirigieron a Moralzarzal.
Desde Moralzarzal hasta Alpedrete fuimos por una pista que se fue complicando por momentos hasta llegar a un punto que nos vimos obligados a descabalgar, no por cobardía sino por respeto y cariño a nuestros dientes, a los que después de tantos años hemos aprendido a vivir sin ellos. Esta pista que inicialmente era de bajada, se convirtió en subida para llevarnos al punto limpio de Alpedrete, desde donde tomamos un tramo de carretera que desemboca en la M601, la cual cruzamos para entrar de nuevo en los últimos senderos del día para entrar en Alpedrete, donde después de callejear, un poco, meternos alguna vez por dirección prohibida, y preguntar a algún lugareño, dimos con el aparcamiento donde habíamos dejado los coches.
Ya de vuelta en Vicálvaro nos dio tiempo, a casi todos, a refrescarnos con alguna bebida isotónica y espirituosa, aunque no fue lo que se puede llamar una opcional para no olvidar, pues las ha habido mejores, y mucho mejores.
Las fotos de Jesus
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